V de víspera de 2008

Este es el último post de este año y reconozco que no sé que escribir. Antes de sentarme frente al ordenador, decidido a incumplir mi promesa de alejarme del País de los Placeres Amargos aunque sólo fuese durante mi vuelta a casa por vacaciones, tenía bastante claro un borrador mental de lo que podría ser un balance del año. Sí, nenos, algo tan visto y tan superficial como un refrito de lo acontecido a un servidor a lo largo de los trescientos sesenta y cinco días precedentes, como esos programas con los que rellenan los huecos navideños de las cajas tontas y las páginas interiores de los periódicos.

Pero nunca me ha gustado nadar en la dirección que marca la corriente y tampoco he escrito la típica lista de buenos propósitos para el 2008 -dado que 2007 me enseñó, entre otras cosas, que V no puede tener un plan que no termine por joderse del todo-, así que he decidido que lo mejor que puedo hacer para finalizar el año es haceros reír. Carcomido como estoy por la resaca y con esta gracia tan escasa con la que nací, mejor será que de las risas se encargue uno de los vídeos que más feliz me ha hecho y que más carcajadas ha arrancado de la gente a la que se lo he enseñado. Algunos, incluso, me han propuesto formar una secta de seguidores de su obra. Y acepté, asi que ya me diréis que os parece. Feliz calendario nuevo, meus...





golimar, mar, mar, ...

Réquiem por una mujer


Recuerdo la primera vez que escuché su nombre, probablemente porque fue la primera mujer elegida primera ministra de la que tengo memoria. En 1988 y, nuevamente, en 1993, Benazir Bhutto consiguió algo que hasta entonces parecía utópico: una mujer al frente de un país musulmán, aún más, una mujer dirigiendo un país creado originalmente como patria espiritual para los musulmanes hindúes. El pasado 27 de diciembre, por la mañana, todos estos años de lucha por la democracia fueron desbaratados a golpe de gatillo.

La historia, como casi siempre, viene de lejos. Su padre, Zulfiqar Ali Bhutto, uno de los artífices de la independencia y fundador del Partido del Pueblo, gobernó el país hacia la modernidad durante los años setenta hasta ser depuesto y ejecutado por uno de tantos golpes militares que ha sufrido Pakistán en las últimas décadas. Demasiado occidental para los islamistas, demasiado demócrata para la cúpula cuartelera. Benazir, la hija mayor, fue encarcelada en régimen de aislamiento durante cinco años, mientras sus hermanos eran torturados y pasados por las armas. Ella se libró del pelotón –que no de la tortura- por su condición de mujer, por que representaba poca amenaza a los ojos de los generales de la dictadura tradicionalista.

Desde el exilio londinense, preparó el terreno para su venganza. En 1986, una década después del golpe de estado contra su padre, Bhutto regresó triunfante a su país, aclamada por una inmensa mayoría, que incluía tanto a los intelectuales de su Karachi natal como a los pastores nómadas del remoto norte. A su regreso, supo aprovechar la debilidad del gobierno militar, desprovisto del apoyo político y económico de EE.UU., que por aquel entonces comenzó a interesarse más en armar a los muyahidines afganos de Osama Bin Laden que luchaban contra la invasión soviética. En 1988, con sólo 35 años y una mayoría de votos aplastante, entró en el Parlamento, bella y desafiante, para ser proclamada la primera mujer musulmana en acceder al cargo de primera ministra.

En sus dos períodos de gobierno tuvo que enfrentarse a todo y a todos para evitar que Pakistán se convirtiese en un peón más de la geopolítica occidental en Oriente, pasando por encima de la élite militar, los dirigentes religiosos y las sucesivas acusaciones de corrupción que salieron a su paso. Sólo con el viejo método de la asonada militar, esta vez personalizada en el actual presidente, Pervez Musharraf, consiguieron apartarla de la lucha por la democracia y el derecho al progreso que había convertido en bandera de su causa.


Tras ocho años de desgobierno patrocinado por Occidente, Bhutto, había vuelto recientemente a su país para participar en las elecciones del próximo 8 de enero. En el intervalo de su ausencia, Pakistán y su enemiga íntima, India, se han convertido en potencias nucleares con capacidad de desencadenar un conflicto a escala mundial. Musharraf, aliado de Occidente en la “guerra contra el terrorismo” que asola el vecino Afganistán, ha recibido carta blanca para desgobernar su terruño mientras siga aportando bases, materiales y traductores a la esteril campaña antitalibán. Mientras, en su patio trasero, el dictadorzuelo aupado a hombros militares se sirve de esos mismos talibanes como brazo armado para frenar cualquier intento de apertura democrática.

Es por ello que, al poco de regresar del exilio londinense, un atentado suicida dirigido contra su persona provocó más de ciento cuarenta muertos. Ella salió ilesa y su imagen consolando a las viudas y los huérfanos recorrió el mundo, atronando las conciencias de aquellos que permiten el terrorismo islámico en su país mientras lo combaten en el país vecino. Fue demasiado. El pasado 27 de enero, un joven militante de Al Qaeda se le acercó al término de un mitin, le disparó al cuello e hizo detonar la carga explosiva que llevaba adherida al cuerpo. Bhutto y veinte inocentes más murieron ante la pasividad del gobierno y los militares.

Tras el atentado, sus partidarios y las fuerzas de seguridad se enfrentan en las calles. Musharraf, culpable o cuanto menos cómplice, ha dado orden de disparar a matar a los manifestantes. La tensión sube mientras se crispa el dedo que pende sobre el botón nuclear. Descansa en paz Benazir Bhutto, mientras con ella muere también la esperanza de que Pakistán deje de morderse a sí mismo. Ha muerto una mujer y, con ella, lo poco que quedaba de la inocencia de todo un país. Réquiem por Pakistán.

Publicado en Carne Cruda, de Magazine Siglo XXI, en su edición de Enero.

fechado por feiras

Después de mil y una cenas de navidad, despedidas, llegadas y demás jolgorios sociales, me encuentro en estado de retiro espiritual contemplativo en el que no me dedico más que a comer hasta reventar, salir de fiesta y dormir hasta el mediodía. Desde mi esquina de la península, la vida se ve pasar más lento, tanto que a veces hasta ahoga en su letárgica cadencia. Dedicado apenas a mis quehaceres del máster y a atender mis descuidada vida social auriense, pudiera parecer que me sobra el tiempo, pero no es así. Al grano. Hasta el siete de enero no me busquéis en estos lares, el que quiera saber de mí que me busque en el flog o que tire de móvil. Eso sí, prometo volver con fuerza y nuevas herramientas (ando cortejando una Nikon D-80 para volver a ver la vida desde un objetivo). Hasta entonces, feliciano y a gozar, que el mundo se acaba...


Angustia, por Amaia Arrazola

Palabras traducidas en esbozos. Historias escritas y dibujadas a dos manos. Divagaciones que adquieren dimensión a base del trazo en blanco y negro. Imágenes expresadas a través de dos miradas distintas que coinciden en una misma trayectoria. Te lo debía, como mi dibujante de cabecera. Seguiré dejando que me mangues guiones mientras sigas dispuesta a pasarlos a tinta.




Uno entre tantos

Ya no estoy muy seguro de saber quien soy, hay demasiados “yos”. Manan de mí como fantasmas, escabulléndose para cometer actos de los que puedo o no hacerme responsable. No sé por donde empezar. Tan sólo con aflojar un centímetro la delgada tela de araña que nos une, puedo sentir sus voces susurrándome impertinencias al oído. Como un suicida se deja ir hacia el vacío, dejo que mis pasos se pierdan en mi jardín privado de flores del mal.

Al segundo de bajar la guardia, mil puños se alzan de la nada para tomar el timón de esta nave desgobernada. Sus caminos son tortuosos y me guían por paisajes mórbidos. Me empujan irremediablemente hacia precipicios y filos de navaja, me trasportan a absurdos oníricos, intentan convencerme de que todo está en mi contra, golpean mis nudillos contra las paredes y se beben mi peor whisky. Siento su aliento frío en mi cogote, manos heladas que acarician el filo de mi espalda, pisadas en el tejado. Me arrastran a lo que no quiero o no me atrevo a hacer, llevándome cuesta abajo en la mayor de las espirales descendentes, al mismo tiempo que susurran en mi oído las viejas historias que logran salvarme de la locura. La seductora sombra de la autodestrucción junto a la búsqueda interminable de paz. Unos me persiguen, otros huyen de mí. Algunos son tan sólo recuerdos, retazos del pasado que vuelven para atormentarme con viejos reproches que creí haber amputado de mi memoria mucho atrás.

Todos desfilan ante mí, representando su propio papel en este delirio lúcido de sentirme tan extraño de mí mismo, disuelto en mil pedazos de materia que parecen desear con todas sus fuerzas no permanecer unidos. Existen, sin embargo, algunos que me embriagan, sumergiéndome en efímeros paraísos artificiales, poseyendo mi mano para escribir con mi propia sangre relatos imposibles, haciendo volar mi mente en mil direcciones opuestas. A veces, incluso, me han ofrecido refugio para pasar la tormenta. Porque a veces, y sólo a veces, todos mis avatares se unen para mantener en pie la tela de araña que nos mantiene unidos. Unidos por una melancolía sin nombre ni rostro, mis múltiples versiones y yo nos seguimos reuniendo cada amanecer, sosteniéndonos la mirada, intentando el equilibrio imposible de un puzzle con demasiadas piezas que no encajan.

Al final del día, mis otros y yo nos encontramos para que puedan continuar perturbando mi mente con sus juegos privados, envenenando mis sueños y entreteniendo mis desvelos. Encaramados al cabecero de mi cama, dormimos con los ojos abiertos para ver de cerca el abismo. Ahora mismo, acabo de reconciliarme con uno de ellos. Uno entre tantos.

Dirección contraria

Sigue haciendo ese tiempo de perros. Las calles llevan horas medio vacías y falta poco para que salga el sol. Apenas recién despierto, no entiende por qué le han llamado tan temprano del trabajo. Tampoco entiende que ha podido pasar en la M-30. Algo suficientemente grave como para despertar a un juez para levantar un cadáver.

Hay muchos coches de policía y ambulancias detenidos en el arcén de la carretera. Nada más llegar, el comisario Gutiérrez se interpone en su camino. Mira al suelo mientras posa su mano en el hombro del juez. Carraspea. Le habla de un conductor suicida que ha provocado un choque múltiple con varios muertos.


Tarda un minuto en asimilar que su hermano está aplastado bajo la chatarra humeante. Dos minutos apenas en levantar el cadáver de su hermano y el del conductor suicida. De fondo, el comisario intenta consolarle, aunque sabe que le da igual. Según él, no fue más que mala suerte. Se ofrece a llevarle a casa para que duerma un poco. El juez accede, sólo tras hacerse con las llaves él mismo y ponerse al volante.


La M-30
empieza a llenarse con los primeros madrugadores. Apenas ha salido el sol, pero ya son muchos. El comisario sigue molestándole con su charla vacía, intentando evitar el incomodo silencio que acompaña a toda charla de velatorio. La cabeza le va a estallar y, sin embargo, lo está viendo más claro que nunca. Él es el juez, el que decide del lado de quien está la verdad. A quien corresponde el castigo.

Pasa de largo la salida hacia su casa y toma un cambio de sentido. Un volantazo más y ya está dando tumbos en dirección contraria, conduciendo a toda velocidad hacia los coches que intentan esquivarle. Ahora mismo, mientras el aterrado comisario le apunta con una pistola en la sien, el juez sabe que está haciendo justicia.


Limpieza de otoño

Derrumbado sobre la mesa, a duras penas erguido sobre un bolígrafo clavado en una cuartilla. Insomnio envuelto en tinta. Muerden los perros la boca de mi estómago mientras un demonio anida en mis pensamientos. Mi viejo demonio dedica su tiempo a joderme la cabeza con su juego de medias verdades, envenenando mis sueños de vigilia. Juguemos a mentir, propone. Intento esquivar su envite, apartar la mente de ese goteo incesante que termina irremediablemente por quebrar la roca.

Hay mentiras blancas y mentiras negras, dice, y, evidentemente, también existen tantas gamas de grises como excusas acudan a tu lengua para negar lo evidente. Algunas parecen justificables, otras se ofrecen como la única salida; mentiras, en definitiva, que ahorran el dolor con la fría eficacia de una cuchilla. Mira a tu alrededor, prosigue, todos mienten, todos agachan sus cabezas tras una máscara que les ahorre la vergüenza de asumir en lo que se han convertido. La mentira es como las navajas, más eficaz cuanto más corta sea la distancia, así que asume, amigo mío, añadió sarcástico, que nadie te mentirá tanto como tú mismo.

Aparto su voz de mi mente, alejándome de la espesa atmósfera en la que me sumergen sus delirios. Enciendo una antorcha, que alimente al dragón que duerme en mis entrañas, aletargado en mis desvaríos. Afuera es tan tarde que es casi temprano y el frío se cuela por las rendijas de la ventana. Frente al espejo, mi reflejo se esfuerza en darle la razón a mi viejo amigo, ya no queda nada más que hacer que asumir la cruda inercia de esta tragicomedia sórdida en el que vivimos. Fundido a negro. De súpeto, unha faísca fai prender un lume antergo. Una chispa. Ante mis ojos, la cálida perspectiva de la redención. Como en el final de Weeds, me aferraré al ejemplo pirómano de Nancy Botwin.
El consuelo del fénix, la resurrección de lo viejo purificado por las llamas. Los sofisticados argumentos de mi viejo demonio pueden vencer mi nihilismo en horas bajas, pero sucumben ante una buena dosis de fuego, que se lleve este poso amargo y cauterice las heridas a medio cerrar. Hojas escritas, fotos, billetes de autobús, esbozos en servilletas de papel, pequeños recuerdos, lastre que ya no vale más que como alimento de mi pira de salvación. Pira sin duelo ni luto. Una buena hoguera ante la que danzar, mientras el cielo recoge mi ofrenda de humo y mi demonio decide darme por perdido. Cada llama es un lenguetazo de destrucción y, a la vez, un golpe de palpitante esperanza de renacer de la brasa incandescente. Voy a salir a prenderle fuego a la calle, a reducir a cenizas nuestra cotidiana miseria colectiva. Cenizas y humo siempre es mejor que mentiras y culpa, dice mi viejo amigo, mientras me guiña un ojo y me pasa disimuladamente una caja de cerillas.

Cuando me despierto, aún sostenido por el bolígrafo, hay una hoja pintarrajeada por las dos caras bajo mi mano. El sol ya ha salido y, tras la noche, mi mente parece aclarar su oblicua perspectiva. Voy a bajar a desayunar algo. Hay un brillo diferente sobre mis ojeras y una quemadura reciente en mi mano izquierda. Adentro me siento ligero, mientras el dragón se despereza en mi interior, exigiéndome algo de acción. Liberado por el fuego, mi pasado ya no se divisa en el espejo retrovisor. Voy a bajar a celebrar que lo he reducido todo a cenizas y mi conciencia pesa tan poco que siento que puedo volar. Y si no, es que aún sigo delirando. Nadie notará la diferencia.

"Voy a empaparme en gasolina una vez más,
voy a rasparme a ver si prendo
y recorrer de punta a punta la ciudad
quemando nuestros malos sueños"

El nahual


Nadie sabe que edad tiene, habría que serrarlo como un tronco para contar por décadas sus anillos. Nunca le enseñaron a leer. Si sabe, que nunca tal cosa ha dicho, aprendió por su cuenta. Nunca temió al escorpión, al buitre o a la noche. Ninguna anciana se acercó a su lecho para leer su suerte en las estrellas sobre el desierto, no hacía falta. Cuando abrió los ojos, ya lo sabía. Como casi todo, lo fue viendo venir con su gesto hierático de total indiferencia. Como cualquier fuerza de la naturaleza.
Nadie le explicó jamás lo que estaba a punto de conocer, la hiriente lucidez, los delirios, los sonidos líquidos desperramándose sobre lienzos imposibles, la voz arcana del coyote y el puma, la amarga saliva del hongo, el absurdo duermevela en que la realidad se transmuta cuando dejamos de mirarla con los ojos. Nadie le avisó de a cuantos tendría que asistir en este trance, arropados por su presencia, paradójicamente cálida para alguien que nunca habla ni mira a los ojos de la gente común. Ya no recuerda a cuantos ha tenido que apaciguar, exhaustos tras haberse encontrado con lo inabarcable, arrullados hasta el alba por cánticos rítmicos en una lengua que ya no se habla entre vivos.
El desierto, las serpientes, los jaguares, cada miserable brizna de hierba forma parte de una unidad que sólo él conoce y sólo él puede entender. Todo a su alrededor habla por su lengua, ungida por los dioses que habitan el cactus de la locura. Por eso todos le escuchan y nadie le hace preguntas. Porque todos, cuando él les mira, saben que él es el nahual.

Lembranza da preguiza

Fin de semana acorde con el ritmo actual de mi vida. Poco tiempo para todo, cobrándose como primera víctima mi tiempo libre y reduciendo mis días a una frenética sucesión de clases, prácticas, reuniones, trabajos, cañas, repasos, grabaciones y escasos ratos de sueño. A veces, hasta hay tiempo para tardes surrealistas de sábado y caóticas reuniones de trabajo que terminan resultando productivas. Cambio de escenario, nuevos personajes, incluso giros completos en el argumento. Lo siento si me dejo caer cada vez con menos frecuencia, os prometo que no he perdido el tiempo. V de vivo únicamente para la radio y la juerga, V de vagabundo sin espacio en la agenda para la sagrada preguiza, el casi olvidado apalanque de sofá, la siestecita reparadora y el domingo tirado a la basura. Siempre fui culo de mal asiento, pero mi día a día ahora es un puro nomadismo, un constante divagar urbano a lomos de mi mp3, entre marrones y cañas. Estamos en el aire, nenos, suspendidos en el éter sonoro, susurrando al oído de los que aún siguen despiertos. Ya os cuento otro día.

El estado de las cosas

Baja el río revuelto. Mientras la hinchada corea la salida de tono del legítimo heredero de Franco y los Reyes Católicos y Aznar y ZP se cubren mutuamente las espaldas, la calle vuelve a ser escenario de conflicto. En la Conferencia Iberoamericana, un simulacro de unidad panhispánica que el estado español paga de nuestros bolsillos, se habló de fascismo y de colonialismo, tanto que al jefe del Estado del que la Ley nos prohíbe taxativamente mofarnos se le vio el plumero autoritario del abuelo Paco. Según Juancar, es un coñazo que nos recuerden que les invadimos, los masacramos por miles, expoliamos su riqueza y la malgastamos y, a través de Telefónica, los bancos y las enegéticas, seguimos robándoles y manejando sus gobiernos financiando golpes de estado. ¿Fascistas? Aquí, ninguno.


Volviendo a la realidad, en nuestras ciudades, en los andenes de metro y los callejones, continúan las palizas a inmigrantes, las vejaciones, la locura de ovejas blanqueadas que buscan cocear a las más oscuras hasta la frontera. El fascismo vuelve a manchar la calle, esta vez con la sangre de un joven antifascista de 16 años. La prensa habla de lucha entre ultras de signo opuesto, obviando el hecho de que el agresor es un militar en activo, militante además del grupúsculo fascista Democracia Nacional. Otro muerto más, como Guillem Agulló, cuyos familiares nunca integrarán ninguna asociación de víctimas de la violencia. Como la chica ecuatoriana del metro de Barcelona o el congoleño al que un fascista ha dejado paralizado en una cama para el resto de su vida. Víctimas silenciosas de una guerra que creímos haber ganado en Berlín una primavera de hace 62 años.


Se acerca su 20-N. Ayer, miles de personas velaron a Carlos en la Puerta del Sol. El 20, mientras rememoran por enésimo año su propio funeral, todos, los más y los menos, recordamos aliviados que sólo son deshechos de un pasado que nunca podrá repetirse. En 1945, el fascismo fue derrotado. En Portugal, España e Hispanoamérica, murió treinta años más tarde. Ahora repta por las calles, agitando y amenazando mientras aguarda su momento. Pero sabe que, desde entonces y para siempre, volverá a caer cuantas veces se levante. ¡Nazis, recordad Berlín!


P.D.: Como quien no quiere la cosa, la Justicia ha revelado hace hora la cotización de la censura en el mercado nacional. El magistrado ha tasado en 3.000 euros por barba el coste del desacato al futuro monarca. ¿Qué precio estamos pagando los demás?

Publicado en Carne Cruda, de Magazine Siglo XXI, en su edición de Diciembre

Bittersweet Simphony


Como un juguete despreciado que no puede cambiar, que no sabe cómo evitar ser descartado una y otra vez, cómo si todo lo que falta fuese un constante dejà vu. Con el alma manchada por colores indelebles y mil metáforas amargas atascadas en la garganta. Reo condenado a no poder esperar nada nuevo, a no poder mudar de piel porque no hay nada debajo más que rabia y entrañas.


No change, I can´t change, I can´t change,
but I´m here in my mold
and I´m a million different people
from one day to the next.
I can´t change my mold,
no, no, no
> Stray Cat Blues, The Rolling Stones
> A cross for cain, Hellacopters
> What your are, Audioslave
> Hard time Killing Floor Blues, Chris Thomas King
> Kualkier día, Piperrak
> Sister Luck, The Black Crowes
> Hell hound on my trail, Robert Johnson
> Learn to fly, Foo Fighters
> Desertor, Lamatumbá
> Big Empty, Stone Temple Pilots
> Freedom, Rage Against The Machine
> Ellos dicen mierda, La Polla Records
> Sweet Virginia, The Rolling Stones

Empieza a ser una pauta que cada noviembre mi vida dé todos los tumbos posibles. La gente, los empleos, los proyectos, todos se tuercen y mutan a su voluntad al llegar el maldito mes once. Empiezo a hartarme de reconstruir este rompecabezas y de recomendar canciones para salir del paso. A V se le jodió el plan... y ahora tiene que inventarse otro.

Vivamos como galegos

Vale que sexa só unha campaña de publicidade dun super, pero a mín case que se me saí unha bágoa. Aí vai un pequeno anaco da nosa morriña secular, a da nova xeración de migrantes, perdidos no tren subterráneo da metrópole.


Ei carballeira!!

Negar la mayor


Ya lo sabrán por los medios: Jaime Mayor Oreja, europarlamentario del Partido Popular y como tal representante del Estado Español ante la Unión, es un fascista confeso y, además recalcitrante. El pasado domingo, Oreja, ministro de Interior en el Aznarquía, declaró sin rubor en una entrevista con Enrique Clemente, de La Voz de Galicia:

"Enrique Clemente: ¿Por qué le cuesta tanto al PP condenar el franquismo?

Jaime Mayor Oreja: Porque eso forma parte de la historia de España. Yo no lo he condenado, yo elogio y alabo la transición democrática. ¿Cómo voy a condenar lo que, sin duda, representaba a un sector muy amplio de españoles?

EC: Por esa misma lógica, tampoco condenará el nazismo o el estalinismo, porque muchos alemanes y soviéticos los apoyaron.

JMO: En la guerra hubo dos bandos y en el nazismo solo uno.

EC: En el franquismo solo hubo un bando que reprimía.

JMO: También hubo dos, porque el franquismo fue la consecuencia de una Guerra Civil en la que hubo dos bandos. No es lo mismo que el régimen nazi, donde había un solo verdugo.

EC: Entonces, dejando al margen la Ley de la Memoria Histórica, ¿no considera pertinente condenar el franquismo?

JMO: No, por muchas razones. ¿Por qué voy a tener que condenar yo el franquismo si hubo muchas familias que lo vivieron con naturalidad y normalidad? En mi tierra vasca hubo unos mitos infinitos. Fue mucho peor la guerra que el franquismo. Algunos dicen que las persecuciones en los pueblos vascos fueron terribles, pero no debieron serlo tanto cuando todos los guardias civiles gallegos pedían ir al País Vasco. Era una situación de extraordinaria placidez."


Tras estas acertadas declaraciones, sucedió el clásico guión descrito en el manual interno del PP "Cómo tapar las salidas de tono de líderes nazionales": la prensa se hace eco del escándalo, Zaplana avala (hoy mismo contuvo la risa mientras afirmaba el inmaculado carácter demócrata de Oreja) y Acebes reinterpreta (según él, el eurodiputado "liberal" se refería a que la Ley divide a los españoles). Y a tirar millas. Nada de exigirle una rectificación, ni retirarle el acta del Parlamento Europeo, ni condenar el franquismo. Jamás. Ni el juez del Olmo ni Grande Marlaska le han citado a declarar por delitos de negación de la Historia. Nada.


Ser fascista y reírse de la democracia es gratis, ser republicano y reírse del Rey, puede costar de seis meses a dos años de cárcel por delito de injurias a la Corona. En la democracia española, ser un cerdo con camisa azul no tiene precio político. El hombre que negoció con ETA en 1998 y hoy denuncia que el gobierno se rinde por repetir su gesto; el hombre que usó al cuerpo de antidisturbios como su ejercito privado; el hombre que tiene la desvergüenza de llamarse víctima. Este hombre, porque la humanidad a cualquiera se le supone, es un fascista. Y no es el único. Sus amigos, los que nos gobernaron de 1996 a 2004 y ahora asumen una oposición guerracivilista, también lo son. Niegan la mayor ignominia que ha vivido este país y que gente como ellos ayudó a que durase cuarenta años. Niegan la mayor y descubren su vergüenza.

Stray cat mood


Y a tercer día, regresé. Los coches rondan sus raíles, diluyendo su ruido y sus luces en el anochecer irreversible del otoño a las puertas. Un vagabundo rebusca en mi basura mientras, cinco pisos por encima y con la mente flotando entre nubes, observo el devenir desde mi acantilado personal. Los ojos, en la fina línea que separa un punto del inmediatamente consecutivo muchos metros más abajo. V de vértigo, v de dulce vitriolo venenoso, v de viene la vida a trastocar su mórbido ir y venir de rutinas y entretiempos. Con un pié aquí y el otro… firmemente en cualquier otro sitio, de momento. Encaramado a mi balcón, con la mirada vagabundeando la calle, Stray Cat Blues de fondo y un nudo de humo en el pecho.

"You better come on
in my kitchen
It´s going to be rainin' outdoors"

Oda ó mísil terra-aire

Na miña casa, pola noite, xa van tres días seguidos que se escoita o ruxido dos avións en voo rasante. Rasante demais, persistente demais. Neste intre, os seus motores rachan o ceo sobre a miña cabeza e as de milleiros de habitantes do centro de Madrid que compartimos o desacougo de vivir preto demais do Paseo do Prado como para seren despertados polos ensaios das acrobacias aéreas da súa Fiesta Patria. Bandeiras descomunais vencedoras de tódalas liortas, tralas que agochar a historia, tentando esparexer o esquecemento e mailo expolio. Por eso non estarei eiquí para asistir o seu festexo, na súa capital coronada de victorias cativas e amarguras cotiás. Que se aforren o seu sacar peito a máis gloria do seu orgullo nacional, da súa enorme patria que a todos invade, que todo o afoga. Que se aforren a súa vulgar exhibición de máquinas de matar. Na miña casa, pola noite, non quero xoldra no meu faiado. Na miña casa, pola noite, durme o seu sono unha razón ácrata.

Muerte de un fotógrafo

El valor de la vida de un informador en conflicto, según un viejo aforismo de la profesión, vale tanto como rápidas sean sus piernas. En estos tiempos de globalidad forzada, a veces sobran ojos y oídos que transmitan al mundo determinadas verdades incómodas. En las calles de Rangún, a las puertas del Hotel Trader, yace otra verdad incómoda mientras el mundo mira a otra parte.


El fotógrafo freelance japonés Kenji Nagai, de cincuenta y dos años, destacado por la Agencia France Press en la capital birmana, Rangún, ha sido asesinado por el ejército de la Junta Militar durante la represión de las protestas contra la dictadura y la crisis económica. Ante la cámara de otro fotógrafo, Nagai aparece herido en el suelo, intentando captar alguna imagen más de la brutal refriega organizada por los militares contra las protestas pacíficas. Dichas protestas, iniciadas el lunes por los monjes bonzos, aglutinan a una buena proporción de la población birmana, asfixiada por el clima de corruptela y miseria económica que ha impuesto la Junta Militar.

Los monjes, los militantes opositores, los estudiantes, los campesinos, los sin tierra, todos en la calle. Al otro lado, el ejército y la policía antidisturbios. Para evitar que esta sangría tenga testigos, el generalísimo Than Sweh ha optado por cortar las comunicaciones con el extranjero, encerrar y torturar a los monjes en sus monasterios, pedir el apoyo de China -su único aliado y único cliente de exportación e importación- para evitar una intervención de la ONU y eliminar a todos los informadores, ya sea expulsándolos a la vecina Thailandia o rematándolos con ráfagas de metralleta como a Kenji Nagai. Las cifras oficiales hablan de quince muertos, mientras la oposición atesora pruebas que confirman las descomunales dimensiones de la guerra sucia de los militares, que han comenzado a esconder centenares de cadáveres recientes en fosas de los alrededores de Rangún y Mandalay. La rebelión pacífica ha sido contestada con armas de fuego y machetes. La imagen de la calle recién limpiada por los pistoleros, un desierto plagado de sandalias, es suficientemente elocuente.


Con este ya son ciento treinta y un periodistas muertos en lo que va de año y más de mil doscientos periodistas en la última década. Informadores anónimos. Profesionales como Anna Politovskaya, asesinada por hacer demasiadas preguntas sobre el régimen autocrático de Vladimir Pútin, o José Couso, ajusticiado por un tanque americano para silenciar la ocupación de Irak, o cualquiera de los compañeros caídos en el cumplimiento de su trabajo en Colombia, Bangladesh, México, Pakistán, Marruecos, Palestina o Bagdad. Los observadores críticos son molestos para aquellos que tienen demasiados muertos debajo de la alfombra, pero son la única garantía de que la ciudadanía sepa que sucede en los lugares que intentan esconder de la opinión pública. Demasiados héroes caídos en nombre de la libre información.


Publicado en Carne Cruda, de Magazine Siglo XXI, edición de Octubre

Sagasta 20

Todavía quedan lugares que, por muy pisados y transitados que estén, aparecen vírgenes a la mirada de la persona adecuada, quien ya ha interpretado las mejores líneas de su papel en ese escenario. Recuerdos encerrados en unas coordenadas que sólo tienen significado para quien sabe leerlas. Tan sólo un momento ocasional, un lugar común que, revisitado tiempo después, sabe ofrecer guiños de complicidad. Ironías que te recuerdan que, en esta tragicomedia absurda, todavía existen rincones -portales, bancos de plaza, césped de parque, aquel bar- en los que todo da comienzo, alumbrando momentos que hacen encajar el resto de las piezas.

Por esas pausas a media tarde, ese comienzo, un paseo tiempo después y el taxi a las 5 de la mañana que se nos apareció justo en la misma puerta.

Breve apunte


Llegó el cuarto de siglo, de la mano de un medio año asomado al umbral de todas las efemérides. Nueve mil ciento veinticinco días. ¿Empiezan a pesar las espaldas o es sólo el poso vital? Acelera su rítmico desgranar de horas, desapareciendo entre mis dedos como si fuese niebla. Búscame en las alturas, intentando detener el curso de la marea. Podemos volver a empezar de nuevo como si no hubiese veinticinco años detrás, o medio año en seis hojas de calendario de lastre. No soy fácil, pero tampoco soy predecible, así que vamos juntos en busca de ese lugar entre ambas orillas donde se encienden nuestras alarmas. Clavaré mis dientes en el filo de tu garganta, susurrandote impertinencias hasta que te atrevas a pedírmelo educadamente. Esta vez, no soy el único que no va a rendirse sin pelear.

El ataque de los calzoncillos blasfemos

Dinamarca, al norte de Europa y cada vez más lejos de la gracia de Dios, vuelve a destacar en una polémica de marcado cuño religioso. Después del caso de las viñetas que caricaturizaban a Mahoma como un terrorista suicida -para quien no lo recuerde-, el país escandinavo vuelve a dar que hablar en púlpitos y minaretes. La agencia de publicidad & Co acaba de lanzar una campaña muy discretita para JBS, una marca danesa de ropa interior masculina. La imagen estrella de esta campaña es la imagen que representa a una monja lúbrica y semidesnuda poseída por los súcubos y por la seductor fragancia de los calzoncillos de marras.


Bendita Dinamarca, sin cadena COPE, sin Legionarios de Cristo, sin pelos en la lengua ante tanto meapilas. Acompañando a una enfermera, una asistenta y una secretaria -quizás, un poco tópica la elección de iconos sexuales-, una monja ardiente y despendolada que ha dejado los santos inciensos para dedicarse en cuerpo y alma a esnifar testosterona.


En un mundo sobrestimulado y ávido de carnaza, esta campaña no supone ninguna novedad, salvo por el hecho de que rompe un tabú atávico que carece ya de sentido. Al que no le guste, que no mire.

El pacto social, treinta años después

Se cumple en este tramo final de 2007 el trigésimo aniversario de una de las fases cruciales del proceso de transición política del totalitarismo a la monarquía parlamentaria. Hace treinta años, en 1977, la actualidad política venía marcada por la Ley de Reforma Política, que daría paso a un régimen parlamentario homologable con cualquier otro del entorno y que favoreció un clima de entendimiento social que hoy parece imposible mantener.

Durante ese año, la balanza política estaba marcada por una enorme inestabilidad en la calle, pese a los llamamientos a la calma y al “cambio tranquilo y sin rupturas” que propugnaban los reformistas del dictadura, con el presidente Suárez a la cabeza. Por una parte, las Fuerzas Armadas, los altos estamentos eclesiales y las viejas familias del Régimen veían como el poder autocrático que tan acostumbrados estaban a manejar a su antojo les era arrebatado poco a poco, eso sí, con buenas palabras y promesas firmes de que ninguna democracia futura en este país les pediría responsabilidades por cuarenta años de ignominia.

Por el otro, las organizaciones armadas de la izquierda buscaban desestabilizar la reforma pactada en los despachos, sirviendo a veces más como freno de las libertades que decían defender, con el único fin de forzar las contradicciones del proceso y dar al traste con cualquier cambio que no fuese una ruptura, aunque ello supusiese una involución. Tales posturas, sospechosas para el conjunto de la izquierda –hay quien afirma que el GRAPO no fue más que un grupo parafascista a sueldo del CESED, el CNI de la época, lo que explicaría la estupidez de algunos de sus integrantes, véase el indocumentado historietista Pio Moa- supusieron un freno efectivo para ciertas reformas pendientes, como el debate monarquía-república, la configuración federal y plurinacional del estado o el enjuiciamiento de los responsables de la Dictadura.

Pese a las presiones, se consiguió instaurar tanto en la sociedad como en la clase política un clima de acercamiento, de reconciliación y unidad, basado en la idea de ceder para lograr una meta mayor como suponía la consecución de una democracia estable en el Estado Español, algo inaudito desde el lejano 1936. Tras la experiencia traumática de la matanza de Atocha, en enero de 1977 y la legalización del Partido Comunista en Semana Santa, ese mismo verano tuvieron lugar las primeras elecciones libres de la nueva etapa, que arrojaron un triunfo de los centristas de Suárez, seguidos de cerca por los socialdemócratas del PSOE. Los grandes derrotados fueron el PCE, fagocitado por unos socialistas empeñados en dar una imagen política irreal -¿recuerdan a Solana vestido de hippy gritando aquello de “OTAN no, bases fuera”- y la Alianza Popular de Fraga, perseguida por un sospechoso tufillo a viejo.

Visto que la gente quería moderación, el proceso político avanzó siguiendo esa pauta. Para cristalizar esta idea de unidad social a favor de la democracia, surgió un gancho efectivo, el llamado “Pacto Social”. Dicho proceso se concretó en dos frentes, la derecha perdió el poder autocrático sin violencia, mientras la izquierda renunció a Marx, a la República como sistema político, a cualquier posibilidad de cambio social en profundidad y a ver sentados en el banquillo de acusados a tantos asesinos, torturadores y pistoleros que engendró el fascismo entronizado. En pocas palabras, el pacto social significó una renuncia mutua para construir una idea común, plasmada en político en los célebres Pactos de la Moncloa. Una idea común que ahora se resquebraja.

Treinta años después, este proceso suena muy lejano, pero la idea de pacto social me vuelve a la imaginación cada vez que acerco la nariz a la sección nacional de cualquiera de nuestros periódicos. Ese espíritu de unidad ha sido violado y corrompido tantas veces con fines partidistas que ya es imposible creérselo, con tanto llamamiento contra la ruptura de la “unidad de España”, tanta acusación mutua de guerracivilismo y la absoluta pérdida del decoro y el respeto como arma política.

Este país se levanta cada mañana con los rebuznos fascistoides de un señor subido a lomos de obispos y arzobispos, que, armado con el insulto y la calumnia, llama cada amanecer a una nueva Cruzada del odio. En nuestro parlamento, el gobierno supuestamente progresista dicta medidas de capitalismo liberal a ultranza, mientras la oposición se entretiene difundiendo descabelladas conspiraciones e indigestándose con la hiel de su derrota. En la calle, aunque menos de lo que se pretende, ha cundido una pésima imagen de crispación y enfrentamiento en el que nadie parece tener razón.

Hoy, cuando empieza a agotarse 2007, es necesario que todos, principalmente la clase política y sus palmeros mediáticos, echemos la vista atrás. La Transición española no fue ejemplar, quedaron demasiados temas en el tintero y otros fueron silenciados, pero supo prender en la conciencia de la gente de a pie un sentimiento de comunidad sin precedentes. Hoy se hace evidente que tenemos mucho que aprender del pasado, y aunque la memoria histórica no sea nuestro fuerte, deberíamos saber las consecuencias que supone el error de trazar, una vez más, una línea que nos divide en dos Españas que sólo saben odiarse.

Publicado en Carne Cruda, de Magazine Siglo XXI, edición de Septiembre

Juicio a Aznar


Por involucrarnos en una guerra inútil que sólo ha traído muerte para todos, en Irak y en Atocha. Por mentir deliberadamente para justificar la invasión. Por dar cobertura y apoyo a una declaración de guerra preventiva ilegal e injustificada. Por saltarse a la ONU y a los millones de ciudadanos que salimos a la calle para decir basta y por las ostias que nos dieron. Por crímenes de guerra. Sobran las razones. Vuelve a hablar la calle, por boca de los más de diez mil ciudadanos que reclaman que la justicia hable. No te quedes con las ganas

http://www.juicioaaznar.net/adhesiones/

Violencia chic

La brutalidad policial como arma publicitaria al servicio del glamour. Esa es la esencia de "State of Emergency", un reportaje fotográfico encargado al fotógrafo y descubridor de supermodelos Stephen Meisel para la edición italiana de la revista Vogue.

La reflexión superficial sobre el actual rearme del estado policial tras la caída de las Torres Gemelas, el turbio atractivo de una estética totalitaria y tenuemente sadomasoquista y la carnaza proveída por las modelos se aúnan en un frívolo vistazo a la represión.

La opresión limpia de ideología, de marginalidad o justificación alguna, envuelta en celofán y edulcorada para ser consumida por el mainstream. Bellos tiempos estos en los que la violencia policial es un un banal reclamo publicitario, en los que lo único revolucionario son los métodos de coerción. Siga engullendo ante el televisor, ciudadano, el sistema lo tiene todo bajo control.


El retorno del turista espacial

Después de un mes de ausencia estival que espero no me reprochen, Vuestro humilde narrador se complace en anunciar su vuelta. En el retrovisor quedan veintiún geniales días de vacaciones, una semana de stress currante, un retorno fugaz e incluso una boda.

La gran escapada veraniega dio comienzo en las Fiestas de Vitoria, el primer fin de semana de agosto, una auténtica orgía etílico-festivo-gastronómica que tuvo al Celedón, el champán y los pinchos como protagonistas indiscutibles. Tras unos días de descanso en Madrid ejeciendo de cicerone en el desierto de asfalto, me hice con una rehén y escapé a la vieja patria en busca del Atlántico devanceiro, con base en Sanxenxo y escalas en Pontevedra, Cambados y Barra. Un hotelito acogedor en el corazón de la Marbella del Norte, degustación copiosa de los productos de la tierra, las viejas copas con los viejos amigos, mucha playa, el tradicional abrazo de hielo y salitre del océano, mariscadas de rigor, escapada en barco a las Cíes culminada bajo el cielo más estrellado que pueda existir, las crêpes de dulce de leche y el brillo en tu mirada al divisar el azul inmenso desde Punta Vicaño. Así, fueron desvaneciéndose las fechas en rojo del calendario y, después de un fin de semana en familia -atentos, esta expresión no suele aparecer en mi vocabulario sin motivo-, vuelta a la vorágine que supone el caótico cierre de una revista mensual.


Sin embargo, una última fecha quedaba marcada en mi calendario. Con las maletas aún sin deshacer del todo, aún tenia que afrontar un viaje fugaz de esos que suponen más de mil kilómetros en menos de cuarenta y ocho horas, para festejar una boda en compañía de los más cercanos. Toda una noche de excesos -montecristos, trajes de gala, derroche culinario, risas y ágapes- a la salud de María y Francisco. De punta en blanco como casi nunca, con una bella acompañante a mi lado y con la impagable ayuda de Gus, silencioso chófer, anfitrión y amigo -escapada tranqui a Madrid cuando quieras, descubrirás que cumplí mi promesa de flog- en un evento social de altos vuelos del que nos descolgamos pasado el amanecer para volver a matacaballos a la cruda realidad.


¿Intenso? Puede, pero, por encima de todo han sido unas vacaciones tan necesarias como memorables. En el zurrón hay demasiado para desgranarlo en un simple post. El que quiera saber más que se pague unas cañas. Un abrazo enorme a Isa, Lour, Javuco, Piter, Cris, Jo&Don, la gentuza mítica de Silgar y Ourense. Mención especial al amigo silencioso, ese que te anima a seguir escribiendo, a no desintoxicarse del pernicioso hábito de narraros esta historia inconexa escrita desde las entrañas. Por supuesto, no me olvidaré de tí, compañía necesaria en el constante trayecto de estación en estación. Mientras suena aquella canción, te llevo a través de la pista siguiendo los pasos que me enseñaste. Por cierto, estreno nuevo cuaderno...

Mordaza Monárquica

Una vez más la forzada convivencia entre Monarquía y Democracia que se da en nuestro estado ha vuelto a mostrar sus contradicciones. Una simple portada con un chiste subido de tono ha bastado para que los oscuros mecanismos de la judicatura -sí, esa puta llamada justicia que, como las drogas, sólo se administra a quien pueda pagarla- se pongan en marcha y ordenen una medida totalmente anómala en un sistema basado en la soberanía popular y el respeto a los derechos individuales. Nada más y nada menos que se ordenó el secuestro de la publicación, con el bochornoso espectáculo de policías desvalijando kioskos antes de que el panfleto sedicioso se distribuya entre el populacho. Casi tan anacrónico como la misma monarquía.

El culpable de todo este esperpento fascistoide, el juez Juan Del Olmo, es un reconocido amante de la libertad de expresión, como ya demostró en el Caso Egunkaria, un diario cerrado arbitrariamente por una presunta colaboración con ETA que nunca ha llegado a demostrarse porque nunca se ha celebrado ningún juicio. ¿Para qué? ¿No eran todos los imputados unos asquerosos separatistas? ¿No se había desafiado desde ese mismo diario a jueces, políticos y majestades varias? ¿Por qué prengunta usted tanto? ¿No será usted también un amigo de los etarras?

El delito, injurias al sucesor de la Corona y menoscabo del prestigio de ésta, está castigado con una multa de hasta 24 meses. En sentido parecido se pronuncia el Código Penal cuando las injurias en cuestión son dirigidas a cualquier miembro de la caduca y denigrante institución que nos rige, en el sentido estricto de la palabra. Desde la Transición, medios, políticos y demás basura se han dedicado a vocear por callejones y esquinas la importancia de la figura del Rey como unificador de voluntades y garante de libertades, pese a su aparente falta de poderes prácticos de gobierno. Toda esa imagen ideal del monarca bueno que no se mete en nuestros asuntos mientras le sigamos pagando los vicios a él y a toda su familia -el yerno quedao por las drogas, las hijas dedicadas a procrear como conejas, la nuera moderna y fashion a la que vimos las bragas una memorable tarde de mayo- se desmorona implacablemente cada vez que alguno de sus lacayos con toga decide que se ha menoscabado su derecho constitucional a ser superior al resto de sus súbditos.

Para que a la chusma no se nos olvide quien manda, los poderes del Estado se reparten el trabajo. La prensa glosa la figura regia con un boato y un fervor hagiográfico que no se veía en este país desde la dictadura, los políticos desvían la atención del expolio de los bienes del estado que supone la asignación anual de la Corona en los Presupuestos Generales del Estado y la Justicia vela porque a ninguno se le ocurra nombrar al Monarca en vano. Y al que se desvíe, se le aplica la censura -si el imputado es vasco, la variante local, llamada Ley Antiterrorista. Sí, señores míos, EN ESPAÑA HAY CENSURA. Hay censura cuando se habla de la República como forma alternativa de Gobierno, cuando se recuerda el Derecho de Autodeterminación de los Pueblos como uno de los derechos humanos, cuando se desvela que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado practican de manera sistemática la tortura -las cintas de la Comisaría Central de Barcelona son elocuentes-, hay censura cuando se comete el error de pensar que España es una democracia en la que se puede ironizar o cuestionar la figura del Jefe de Estado, de dónde viene, quién le hizo la entrevista de trabajo, por qué se le cae la baba o cuánto cobra.



En un país como éste, que se despierta cada mañana con la llamada a la Segunda Cruzada desde la cadena obispal, en el que el mismo Losantos se mofa de la figura real, la justicia ha decidido fijar sus dardos ciegos en los críticos de siempre. Ese es quizás su problema, que a nuestra Administración Jurídica le sobran tics nostálgicos, convirtiendo, como antaño, la información crítica en delito. La farsa democrática que nos desgobierna se ha venido abajo una vez más. Ha bastado un dibujo que muestra a Felipe dándole a la Leti por Detroit -doggystyle, que dirían los expertos- para que, de facto, un juez de dudosa moralidad derogue la libertad de expresión en beneficio de el mancillado honor del Ciudadano Segundo del Reino y su consorte, la Reina de la TV, antigua secuaz en la desinformación del recordado Urdaci, que ahora se pudre en una vil cadena local imitando a Tom Jones. Si el tiempo pone a la gente en su sitio, puede que haya llegado el tiempo de desempolvar las guillotinas o los billetes sólo de ida al exilio.

Para terminar, nada más que adherirme a las palabras del senador Anasagasti, pensadas por muchos, censuradas y criticadas en cualquier medio mayoritario. Pero no se preocupen, súbditos del Reino de España, sigan leyendo el Hola. Mientras, seguirán multando y amenazando a quienes dicen lo que piensan, aunque al final, su censura no es más que un parche temporal que no podrá detener el curso de la historia. Brindemos por los reyes bobalicones sin sentido del humor, por el animus iocandi y por un nuevo Mateo Morral. La próxima vez mejorará la puntería.

Dia da Patria Galega


25 de xullo, unha vez máis a nazón irredenta érguese para festexar a súa existencia. Saen as rúas e as prazas os mozos e os vellos, xentiña toda xunguida por un sentimento común expresado nunhas mesmas verbas de son doce e desvalar morriñento. Hoxe é o día da pedra e da choiva, da leira verde e do mar bravío. Hoxe é o día en que, tras seiscentos anos de negación da nosa existencia, saíremos as rúas a berrar ben forte que seguimos eiquí, subsistindo na nosa teima de ser nós. Cada 25 de xullo, de Verín a Ortegal, de Fisterra ós Ancares, un só berro se oe nas nosas gorxas. Despois de tódalas patadas que nos deparou a historia, da fame, a migrazón, a denigrazón da lingua e do seu povo, nós seguimos eiquí! Feliz Día da Patria Galega dende o exilio, nenos!


Para rematar, un intre de Memoria Hístorica Galega, a épica narracíon da TVE-G do traslado dos restos mortais de Afonso Daniel Castelao o camposanto de Bonaval en Compostela no ano 1984:



Compás de espera

A media hora de salir del curro e iniciar el ansiado fin de semana. A una semana de las vacaciones, con muchos proyectos para esos 20 días pero pocos planes concretos. Todo está por hacer, pero hace tanto calor... que a cualquiera se le quitan las ganas. Otro verano más encerrado en Madrid, tantos que ya he perdido la cuenta y, sin embargo, sé que me faltaría algo sin participar de este paisaje desolado de gran ciudad semivacía con turistas de fondo.

Pocos permanecen ante la amenaza de las temperaturas saharianas y el asfalto a medio hervir. Algunos tenemos la suerte de poder recogernos en nuestro grupo de incondicionales, encaramados a lo alto de una azotea para cazar un poco de esa brisa nocturna que ejerce de salvavidas. A veces, incluso nos podemos permitir el lujo de hacer una pausa entre el bochorno y escaparnos a ese pequeño cesped-oasis que se esconde al fondo de la piscina del viejo hogar Chaminade.


Un lugar sobre la hierba donde posar la toalla y desmoronarse encima mientras el sol desdibuja el moreno de oficinista y van sucediéndose los reencuentros con la vieja guardia colegial. Si cierras los ojos, puede que hasta escuches una voz dulce narrando fragmentos de Alicia en País de las Maravillas, sea junto a la piscina, sea en cualquier banco del Jardín Botánico o en ese rincón dónde se escriben las historias que quiero que me leas. Quedan veinte minutos para salir del curro, siete días para ser libre, pero ya hay una parte de mí que lleva una temporada de vacaciones, lejos, muy lejos, de mi cotidiano País de los Placeres Amargos.

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