Heaven is so far away


Acaba marzo con la miel en los labios. El último posible empleo nació muerto y no hay más que echarse a la boca que migajas. Tocará seguir buscando, aunque se gaste la sonrisa de entregar currículums y el tiempo corra en mi contra. Después de nueve años peleando este oficio aprendí a no esperar favores ni milagros de última hora. A no aspirar a juntar cuatro perras. A callarle las miserias al jefe. A negociar a la baja sin vender la dignidad. A ignorar el peloteo de los mediocres y los juegos de manos de los trileros. A formarme una opinión independiente y a dejarla clara sin palabras. A leer un contrato dos veces antes de firmarlo. A desconfiar de sindicatos y comités de empresa. A dar lo mejor que tengo con cada vez menos medios. A apretar los dientes y seguir creyendo en mi vocación en estos largos meses de paro. Pero todo ello no habría sido posible sin la ayuda de los más grandes. Gracias, magnates de la comunicación, rectores magníficos, directivos, programadores, publicistas, responsables de recursos humanos y demás ralea. A ellos debo estas valiosas lecciones que han hecho de mí un mejor periodista. Muchas gracias a todos, hijos de puta.



Offspring - Gone Away


La Géode


Sachez avoir tort. Le monde est rempli de gens qui ont raison. C'est pour cela qu'il écoeure. (...) La vie c'est ça, un bout de lumière qui finit dans la nuit.
Louis-Ferdinand Céline


Las cuentas pendientes de Turquía


La Unión Europea, según han afirmado sus veintisiete ministros de Exteriores, mantiene el compromiso de ampliación hacia los Balcanes y Turquía. A la ya prevista entrada croata el próximo año, se sumarán en un plazo sin determinar Albania, Serbia, Bosnia, Macedonia y Montenegro, además del ya citado país otomano. Con esta última ampliación, la UE sumaría 34 países en total y añadiría cien millones de habitantes nuevos, un 80 % de ellos turcos, a los quinientos millones actuales, Sin duda, este crecimiento de la Unión significaría un paso crucial, que convertiría a países como Irán, Iraq, Siria o Georgia en frontera comunitaria y asumiría la presencia tres estados de mayoría musulmana en la Eurocámara. Muchos señalan estos dos hechos como el origen de la controversia sobre la entrada de Turquía en la UE, ya que supone un desplante a los defensores de la religión única en Europa que tanto insistieron en reflejar la inspiración judeocristiana en las páginas del proyecto de constitución europea. Otros aludirían al enorme peso demográfico, económico y parlamentario que adquiriría Turquía dentro de Europa. Pero más allá de la intolerancia y el velado racismo que se esconde tras estas opiniones, el tema fundamental que nadie afronta es que Ankara acumula demasiadas cuentas pendientes con la democracia y los derechos humanos como para plantearse siquiera su asociación con Bruselas.


La república turca, fundada tras la I Guerra Mundial sobre las cenizas del Imperio Otomano, ha vivido épocas de gran convulsión política. Desde su fundación, el ejército ha mantenido estrictamemente los principios de laicidad y nacionalismo exacerbado, recurriendo a múltiples golpes de estado desde los sesenta "en nombre de la Carta Magna". Según dicha constitución, un millón y medio de armenios no fueron vilmente masacrados entre 1915 y 1918 a través de un enorme plan imperial de limpieza étnica y hay previstas multas y penas de cárcel para defender la falacia. El premio Nobel Orhan Pamuk, uno de los mejores literatos turcos, sufrió el peso del artículo 301 del código penal por "insultar la identidad turca", además de amenazas de muerte por atreverse a denunciarlo. Turquía, curada en parte del fundamentalismo y la inestabilidad de sus vecinos, se aferra a un nacionalismo ciego y acrítico que recuerda al de cualquier dictadura militar más que al pluralismo de opiniones que debe albergar una república parlamentaria. Semejante arrebato populista y patriotero es su única respuesta cada vez que alguien remueve el barro sobre el que se asienta la república de Kemal Ataturk e, invariablemente, encuentra cadáveres.


El Metz Yehern, como llaman los armenios a su holocausto, superó las cotas de sadismo étnico conocidas en la época y se cerró en falso, sentando un horrendo precedente de impunidad que más tarde aprovecharían los fascismos. Hombres, mujeres y niños, privados de alimento, obligados al exilio o asesinados en masa. La noche de los cristales rotos comenzó en Adana. El inhumano transporte en trenes de mercancías no se inventó en Auswitz, sino en Van, junto a la frontera iraquí, mientras muchos otros morían forzados a caminar a través del desierto de Siria. Junto a ellos, otras minorías étnicas como los asirios, los kurdos, los búlgaros o los griegos fueron arrasados por el exterminio otomano. El pueblo armenio sufrió el martirio de sus intelectuales, sus dirigentes y casi la mitad de sus compatriotas, además del expolio de la mayor parte su tierra. Hoy en día, el monte Ararat, símbolo nacional armenio visible desde Yereván y la mayor parte del país, se encuentra todavía bajo control otomano, sirviendo de oscuro memorial envenenado del primer genocidio organizado de la historia. El próximo 24 de abril se cumplirá el 94 aniversario de la barbarie, mientras Turquía sigue negándose a asumir la verdad y la frontera del río Aras acumula décadas cerrada.


La memoria -o la desvergonzada falta de ella- del genocidio de 1915 sigue viva en la actualidad turca, articulando un estricto código de silencio que impone por la ley y por la fuerza el negacionismo histórico a su pueblo. Caso análogo vive el pueblo kurdo, al que se le niega cualquier derecho que suponga tener que reconocer su existencia. Ni idioma, ni bandera ni sitio en la historiografía oficial turca. El terrorismo de estado contesta duramente cualquier intento de insurrección, alimentando la maquinaria del genocidio hasta la actualidad. Javier Corcuera, en su documental "La espalda del mundo", narra la historia de la primera diputada kurda en el parlamento de Ankara. Fue detenida en su discurso de investidura y encerrada varios años en la cárcel por el delito de adornarse el pelo con cintas rojas, amarillas y verdes, los colores nacionales del Kurdistán. Más silencio gubernamental y más tabúes sobre la mesa, que sólo sirven para perpetuar el odio entre su propio pueblo. En semejante situación, cualquier democracia palidece, mientras la libertad de expresión e información se vuelven imposibles.


Además de sus conflictos internos, la política exterior turca también supone un escollo para su admisión entre los Veintisiete. Su ultranacionalismo maniqueo les ha procurado demasiados enemigos. No sólo carece de relaciones bilaterales con Chipre, sino que mantiene parte de la isla ocupada desde 1974. La República Turca del Norte de Chipre, un estado títere auspiciado por Ankara, vive cada día de espaldas a Europa, separada por una verja que atraviesa el país de Este a Oeste. Por otro lado, no se puede olvidar el rencor secular hacia Rusia, socio vital de la Unión y competidor directo en el negocio del gas. Rusia recela de la influencia creciente de Turquía sobre las repúblicas exsoviéticas de Asia Central, con las que comparte vínculos étnicos e históricos. El Gran Turquestán a ambas orillas del mar Caspio, desde Estambul a Samarcanda pasando por Bakú, ha cobrado fuerza al tiempo que se debilita la influencia rusa, poniendo en cuestión sus intereses energéticos y la estabilidad de la región.


Con todas estas cuentas pendientes sobre la mesa, cabe preguntarse por qué se insiste todavía en la importancia de incluir a Turquía en la Unión Europea. Tras el espíritu altruísta de la expansión de la UE se esconden intereses incofesables. El primero, el acceso a recursos energéticos, como el Proyecto Nabucco diseñado por los turcos, que pretende introducir gas de Azerbaiján en Europa a través del Bósforo. Esto supondría cierta independencia comunitaria del suministro de procedencia rusa, que, como se demostró el pasado invierno con la crisis en Ucrania, no resulta demasiado fiable. Al interés económico se sumaría el importante papel mediador como país musulmán laico, pese a sus dirigentes islamistas, y el hecho de recompensar de algún modo la fidelidad turca a Occidente desde la Guerra Fría, como demuestra la presión de Washington para forzar la candidatura otomana. Como sucede con Israel, transigir el autoritarismo y la violencia étnica supone pingües beneficios. Aunque haya que taparse la nariz para no ver la falta de libertades civiles, la corrupción y la larga mano del ejército. Aunque haya que olvidar varios millones de mártires turcos, armenios, kurdos, chipriotas, griegos y asirios. La Unión Europea, aunque no suela demostrarlo, nació para extender y preservar la democracia y la libertad en el continente. Acercarla a Asia sin antes pedir al menos que se respeten los derechos humanos es renunciar a demasiado. Europa no puede asumir en su seno a un país en el que la justicia es asimétrica y el gobierno niega la democracia. Turquía no será Europa si no asume su historia y, hasta entonces, seguirá purgando sus crímenes en tierra de nadie.




system of a down - holy mountains


Lluvia en el cristal


Tarde improductiva de sábado, con paragüas en la calle mientras, en el interior, la confusión y la desidia visten zapatillas de estar por casa. Ayer siempre deja secuelas, visibles al otro lado del espejo. La primavera palidece, mientras el viento silba en las esquinas de las avenidas. El cielo refleja asfalto. Debería afeitarme. Bajar el volumen de la música. Desescombrar mi cuarto y cambiar las sábanas manchadas de ausencia. Y quemar miles de bocetos y planes de fuga que nunca llegaron a nada. Pero, sinceramente, no creo que lo haga. A fin de cuentas, este no es más que otro sábado intrascendente que me encuentra viendo pasar la tarde encaramado a la ventana. Sé que hoy no es día para tomarme muy en serio. Y que por más que repase una y otra vez las bocacalles, nada de lo espero aparecerá tras la esquina. Mientras tanto, a ratos llueve y me entran ganas de silbar.

Lástima de bois...


Comeza a tempada taurina, cos seus palmeros, capillitas, matadores de estilete curvo, fascistas de bigote estreito e xente ben de toda a vida sentada nos tendidos de sombra. Menos mal que aínda quedan mulleres dispostas a espirse pola nobre causa de dete-lo sadismo cañí sobre os bois. A tortura non só non é arte, nin cultura, nin sequera tradición. As touradas -porque iso de chamarlles "corridas" fai que se me escape un sorriso de dobre intención- son a mellor expresión da persistencia da brutalidade e a ignorancia. E logo aínda se queixarán de que poñan a fronteira de África nos Pirineus...

The Seeker


Sigo aquí aunque no se me vea venir. Mi conexión continúa muerta y tengo que engancharme a las de mis vecinos en modo emboscada guerrillera. Pero, bajo la superficie, mantengo mi discreta actividad, hecha de proyectos, cañas y paseos fotográficos, idas y venidas que van haciendo un camino cada vez menos tortuoso. O eso es lo que pretendo. Así es el complicado trabajo de aguantarse a uno mismo, como un incómodo compañero de habitación que no deja de revolver los cajones y hacer preguntas inoportunas. Y, de este modo, van pasando los días, mientras la caída en picado parece ralentizarse y mis sentidos permanecen a la expectativa. Sigo buscando sin saber muy bien el qué, siguiendo rastros confusos por avenidas y callejones. I won´t get to get what I´m after till the day I die...


Domingo inédito


Podría parecer que me he ido de puente por la falta de actividad del blog en los últimos días. Nada más lejos de la realidad. Plantado en la gran ciudad, diversos problemas técnicos, acontecimientos de lo más inesperado y varias noches seguidas de juerga me han mantenido lejos de mi País de Placeres Amargos. No es que os olvide, sino que a veces la vida exterior me reclama más de lo habitual. Ahora, pasado ya el torbellino de conexiones de red, posibles trabajos, amigos reencontrados, reservados de discoteca y atardeceres express, abro esta pequeña brecha a mi exilio telemático para dar aviso de que no me he ido a ninguna parte. De momento, sigo en mi madriguera esperando noticias del otro lado del Manzanares. Aún queda un largo camino que recorrer. Mi pared sigue llenándose de ideas atrapadas a vuelapluma en papeles amarillos, las suelas están gastadas de tanto perseguir asfalto y la madrugada promete alargarse, por no fallar en su costumbre. En la calle, ladran los perros a la luna menguante. Pero esta noche no estoy entre ellos. Se ha acabado la tregua y vuelvo a ser el francotirador apostado en lo alto de la azotea. Los días pares disparo munición incendiaria y los impares, balas trazadoras. Todas hieren, sólo la última mata. Excepto si sabes atraparlas al vuelo.

El auténtico eje del mal


En mi casa no vemos Telecinco. Tampoco es que veamos mucha televisión, gracias al Emule, pero, como en cada día más hogares, saltamos directamente de Cuatro a La Sexta sin parada intermedia. Ellos mismos se lo han buscado. Sin necesidad de remontarnos a las manidas "mamachicho", cualquier televidente mínimamente normal puede afirmar sin género de dudas que Telahinco ha sido el líder mediático produciendo basura en cantidades industriales. Puede que por eso hayan caído al tercer puesto del ránking. Todos recordamos el denigrante marujeo del Tomate y La Noria, las series casposas, el impúdico Juego de tu vida, las diez temporadas seguidas de Gran Hermano, las tertulias de Ano Rosa, los fallidos experimentos de La caja y La séptima silla -retirado la pasada semana después de un sólo programa; Sandra Barneda, te gafaron en Telemandril-, y como no, el espectáculo embrutecedor y farlopista de Sardá y sus secuaces en Crónicas Marcianas. Y ahí quería yo llegar.


Parece ser que la cadena de Paolo Vasile no ha tenido suficiente carnaza y bochorno y prepara un plan revolucionario para volver a auparse a lo más alto de la televisión patria: unir a sus monstruos televisivos en un combo letal dispuesto a todo con tal de ganar audiencia. Hace unos meses, cuando escuché por primera vez el rumor de manos de una fuente de confianza, no quise dar crédito. Una terna de vacas sagradas en decadencia comenzaría un nuevo programa late-night en los viernes de abril. Bajo la batuta del gran gurú Sardá, Mercedes Milá y Boris Izaguirre completan este nuevo eje del mal, con la colaboración de socorridos secundarios de la pandi como el infumable Carlos Latre o el Sevilla. El que convierte la mierda en oro, la que se mea en la ducha, el que se baja los pantalones en directo, el imitador cansino y un exjevi costroso. Recuerdo al Sevilla cuando comenzó a trabajar en el programa de Fuentes. Hace unos años, se presentó en nuestra acampada contra la guerra de Irak con su humor andaluz forzado, su cámara y su guionista que le iba contando de que iba la movida porque el tío no había leído un periódico desde primaria. Todos juntos forman un sindicato del crimen en toda regla, temible para cualquier competidor. Pero me parecía demasiado chabacano incluso para semejante canal. Craso error, ellos siempre pueden establecer nuevos mínimos.


Hoy ha aparecido en los papeles, confirmando las peores predicciones y anunciando el nombre definitivo del invento, La tribu. Parece que los italianos creen que se salvarán echándose más mierda encima. Que dios nos coja confesados como esta suma de fuerzas de la mala comunicación triunfe, que lo explotarán durante décadas como a Grissom en las noches de los lúnes. Todo puede ser en un país de cajatontos enganchados a Escenas de Matrimonio y Mira quien baila. Por si acaso, voy yendo a sintonizar la Eurosport en el canal número 5. Allá afuera, prepárense para el chorreo de televisión laxante.


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TV OFF!

Drowning


Un hombre camina por la calle con la mirada fija en el suelo. Un hombre como otro cualquiera, caminando solo hacia alguna parte con su abrigo, su paraguas y su periódico bajo el brazo. Observándolo con más detenimiento, notaríamos el enorme peso invisible que encoje sus hombros, el ligero descuído personal que aflora en su ropa y el lárgo tránsito de sus labios, despeñándose por las comisuras. Las cejas caen sobre sus ojos, intentando a duras penas esconder un rictus de amargura. Inadvertido entre tanta gente, nadie repara en que la acera se lo está tragando.


Reflexiones de St. Patrick´s Day

En el norte ocupado de Irlanda han vuelto ha hablar las armas. Un policía y dos soldados del ejército británico han muerto en dos atentados de grupos católicos disidentes, el Continuity y el Real IRA, que rechazan los acuerdos de paz de 1998. Ciertas voces alarmistas han querido recordar la última ruptura de una tregua por parte del Ejército Republicano Irlandés, con las bombas de Londres en el Carnaval de 1996, que por desgracia me tocó vivir in situ. Sin embargo, once años después de la firma del tratado de paz, los avances del proceso son lentos, pero irrevocables. Las tropas británicas, aún presentes, han reducido a la mitad su presencia en la isla. El IRA destruyó sus arsenales en 2005 y los paramilitares lealistas siguieron su ejemplo paulatinamente. Los presos políticos fueron liberados poco después. Desapareció el Royal Ulster Constabulary, el infame cuerpo de policía de ocupación nutrido por paramilitares probritánicos, dando lugar a una nueva policía que ya cuenta con un 25% de oficiales católicos, como Stephen Carroll, el agente muerto el pasado lunes. La antirlandesa Orden de Orange sigue desfilando cada 12 de julio por el bastión republicano de Falls, en Belfast Oeste, pero ya no les llueven piedras ni cócteles molotov. Free Derry sigue siendo una frontera que las tropas de su majestad no se ateven a cruzar. Sandy Row, en las antípodas de la misma Irlanda, todavía viste pinturas unionistas de guerra. Pero el Úlster ha cambiado para siempre. Ya nadie lucha por los derechos civiles, porque, por primera vez, son una realidad. La autonomía fue devuelta en enero de 2007 y cuenta con un presidente protestante, el líder de los unionistas contrarios a los acuerdos de paz, Peter Robinson, y un vicepresidente católico, Martin McGuinness, activista del IRA y líder histórico del Sinn Fein. Y aunque parezca imposible, gobiernan juntos. Todavía no se ha llegado a una respuesta definitiva al conflicto, pero, desde el abandono de las armas, se ha avanzado más que nunca. Aún queda mucho camino por delante.

El pasado fin de semana católicos y protestantes se mezclaron en las calles por primera vez en siglos para mostrar su rechazo. Cientos de concentraciones silenciosas pidieron el fin de la violencia. El mismo McGuinness calificó a los disidentes de "traidores" y condenó los atentados. Porque, según sus palabras, la violencia sólo sirve para frenar cualquier solución justa al conflicto. Tal y como sucede en Euskal Herria, Sri Lanka, Colombia o Palestina. Por eso, una vez reestablecida la autonomía y afianzada la paz en el mutuo compromiso, es el momento de avanzar. Algunos creemos en la devolución de los seis condados a los otros veintinueve que componen la República de Irlanda. Otros defienden la unión histórica y demográfica entre Gran Bretaña y el Ulster. Para llegar a un acuerdo entre ambas posturas, tiene que haber respeto y libertad para debatir. Y para eso está el Parlamento de Stormont, elegido en las urnas por primera vez en la historia. Terminada la guerra, el ejercito británico debe retirarse. El terrorismo residual es tarea de la policía, los ciudadanos y los políticos norirlandeses y de nadie más. No resucitarán los 3.600 muertos de uno y otro lado, ni se olvidarán los cuarenta años de guerra abierta. Pero tampoco se podrá detener la paz en el Úlster, siempre que se acompañe de justicia. Bobby Sands, poco antes de morir en la huelga de hambre de 1981 junto a sus siete compañeros, ya lo había avisado: "nuestra venganza será la felicidad de nuestros hijos".


Saoirse!

Túnel


Dentro de un pasadizo gótico de piedra caliza, los pasos, la luz, las conversaciones ociosas y el barullo de los paseantes se desvanecen ante el sonido salvaje del viento. Por un momento, sobrecogidos por un escalofrío ancestral, tragamos saliva antes de levantar la vista, tan sólo para cerciorarnos de que hay luz al final de este túnel.


فتنة Fitna

Muntazer Al Zaidi ha sido condenado ayer por un tribunal criminal a tres años de cárcel por ofensa a un jefe de Estado. Al Zaidi fue juzgado como un criminal por haberle lanzado dos zapatos y algún improperio al causante de la masacre contínua que vive Iraq. Se negó reiteradamente a disculparse ante George Bush y su gobierno títere y no dudaron en castigarle por ello. Fue torturado y amenazado tras su detención, gracias a esa democracia tan peculiar que han traído los americanos. Pero no consiguieron que se declarase culpable. Al escuchar la sentencia, su "viva Iraq" a voz en grito puso de nuevo en pié a muchos compatriotas hartos de la guerra. Hartos de la dictadura de Saddam, de la ocupación militar extranjera, de la guerra civil entre suníes y chiíes y de un estado colaboracionista dispuesto a ver morir a un millón de los suyos sin mover un dedo. Dispuesto a entregar a un iraquí para aplacar la ira de sus amos. Aún así, el periodista de 27 años del canal Al Baghdadiya tendrá que agradecer que el autoproclamado tribunal no le haya aplicado la pena máxima por agresión, que le hubiese confinado durante quince años en un infierno de la ralea de Abu Ghraib.


Todo por borrar con un zapatazo la sonrisa hipócrita del responsable del caos en su país, primero financiando al dictador, luego destronándolo a tiros. La libertad de exigir responsabilidades a los mandatarios puede costar tres años de cárcel en Iraq. O un tiro en la nuca en Rusia, Colombia o Marruecos. La libertad de expresión está proscrita, para que nadie pueda llamar asesino al asesino y la verdad se desvanezca en eufemismos culpables. Puede que a George Bush le den algún día el Nobel de la Paz. O incluso al consigliere del consorcio familiar Bush-Carlyle, Frank Carlucci. Henry Kissinger lo ganó con la sangre de Allende y de miles de vietnamitas en sus manos. Qué importa otro millón de muertos en el avispero de Medio Oriente. Todo es posible, excepto que la dignidad reveladora de Al Zaidi pueda sacarle de la cárcel. Y a nosotros con él.

Desvelos artificiales

Pegado como un chicle a mi silla, veo las líneas del eterno retorno tomar el camino de vuelta a mi ventana. La atmósfera se torna densa al calor de las antorchas y el aire es tan espeso que puede verse. Los demonios golpean bajo la línea de flotación y alguien tendrá que acallarlos. Es hora de darse a los placeres amargos. El sueño y el agua se evaporan en el cielo del paladar. Y así, se nos hará de día y llegará la primavera y los pólenes de ocasión con regusto a humo de tubo de escape. Tocará emigrar a prados más verdes o encontrar un refugio al que anclarse, aunque sólo sea por si acaso. Mis raíces entran y salen de la tierra y no podría aventurar cuál será mi próximo paso leyendo su rastro. Seguiremos en el lado furtivo, capeando los malos tiempos con algo más que las acrobacias de rigor. Nos imponen desde sus pantallas la ansiedad y el miedo al futuro, de negro que nos lo pintan. Arrojemos algo de luz a su uniformidad grisácea para abrir nuestras retinas al Technicolor.
De momento, me pierdo siguiendo las ondas que salen del altavoz y alimentando la hoguera con más leña para que no se me hielen las pezuñas. Las mantas calientan pero no hacen compañía y, a estas alturas de la noche, prefiero entregarme al nepente. La madrugada conserva cierto brillo de paraíso artificial donde es posible olvidar el lastre y los malos sueños. Seguir volando en vez de arrastrarse como el resto. Porque una vez más de eso es de lo que se trata, my sweet Ganja Babe, es todo cuestión de still misbehaving.

Escoítase ó lonxe o marmurio das campás. A súa chamada atravesa a cidade rachando a calma telúrica da vella pedra, engalanada de orballo para unha ocasión que só eu sei ver coma excepcional. Dende que o avión descende sobrepasados ós Ancares, puiden sentir a aperta da humidade e o vizoso pulo da natureza en apoxeo.
Días despois da queda do bipartito morno, as rúas e as súas persoaxes non reflicten cambio algún. Serei eu, que veño de fóra. Seica iste povo meu construíuse a base de pedra caliza, para non ter que sufrir máis mudanzas que as estrictamente necesarias. Para ben ou para mal, a nosa terra fica cravada a iste chan, para evitar que ningunha marea allea poida barrernos da face da terra. E pode que, se deixamos de agardalo, o sol saia pola nosa fiestra.

Nugalla compostelá


Xa de volta, mergullado na limpeza xeral. Coa cabeza en mil sitios á vez, matinando o meu próximo movemento. Quizáis sexa tempo de recuperar ó home mudanza, quizáis xa fiquei tempo abondo nun mesmo sitio. Disque ás veces cómpre liscar para atoparse máis perto dun mesmo. Orballo, mojitos e conversas de madrugada. Paisaxes e persoaxes redescubertos dende unha ollada allea. Músicas de aeroporto. Fuxida sen fin diste gato sen dono abandoado á eterna xaneira. Sempre nos quedarán as melodías furtivas no lusco e fusco de Belvís. E un longo camiño por diante.
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