Envidia gala


La economía, la composición de los gabinetes de gobierno, la prensa y los ecos de la calle nos confirman casi a diario que vivimos en tiempos de hegemonía política conservadora. Ellos, en un giro entre kafkiano y goebbeliano, prefieren llamarse a sí mismos liberales. Decía Galeano, en un aforismo que casi suena a tópico, que en los malos tiempos, los liberales se vuelven reaccionarios y los reaccionarios, fascistas. Pues bien, llegó su sonora crisis a los mercados, las empresas, la cola del paro y hasta la cola del pan. Y unido al fantasma del hambre y el caos, vino a instalarse en nuestras vidas la tan conservadora desconfianza, colaboradora necesaria de todos los males del mundo. El empresario desconfía del funcionario, el funcionario del sindicalista, el sindicalista del parado, el parado del extranjero, el extranjero del policía, el policía del civil y el ciudadano ya no se fía ni del panadero cuando le da las vueltas. Y es entonces cuando uno se da cuenta de que lo han conseguido. 


Martilleándonos con esa crisis que nadie parece haber causado pero de la que unos pocos se lucran, han conseguido convencernos de que los buenos tiempos acabaron y ahora toca sudar para que otros holguen. Si nos guiáramos por el tono pesimista de tertulias mediáticas, declaraciones públicas y debates de bar, cualquiera podría decir que vivimos una nueva posguerra en la que son afortunados aquellos que tienen trabajo, aunque eso signifique en la práctica poco más que una limosna bien sudada. Nos obligan olvido, al odio, a la desesperanza y al egoísmo cavernícola que encierra un "sálvese quien pueda". En nuestras calles, lo han conseguido, pero ¿y en Francia?


Mientras el resto del mundo maldice por lo bajo los recortes sociales y subidas de impuestos que ponen en marcha los gobiernos, en Francia los trabajadores han conseguido en unos pocos días ahogar al Elíseo. Las refinerías, cerradas; los suministros de gas y petróleo, bloqueados; las escuelas y universidades se dan en las calles y los funcionarios han decidido reinterpretar cuál es su función pública. Todos ellos salen a la calle en una de las múltiples huelgas generales que ya ha visto el Hexágono en pocos meses. Seis, que el jueves serán siete y el primer sábado del mes que viene, ocho. 


Calles repletas de jóvenes y mayores, trabajadores y funcionarios, parados e inmigrantes han demostrado como parar los pies al abuso financiero. Mientras en el estado español los sindicatos convocaron una protesta inútil dos semanas después de aprobados los recortes, los ciudadanos franceses han decidido ponerle las cosas realmente difíciles al soberbio Sarkozy. Si él continúa con sus intenciones antisociales, seguirán las huelgas. 

 
Tras años fomentando internacionalmente las desigualdades sociales, ahora los dueños del cotarro han decidido que ya es el momento de exigirnos el retorno a la vida feudal. "Hay que trabajar más por menos dinero", dijo ese que es jefe de empresarios y ya ha quebrado tres compañías llevándose la caja al bolsillo. Es hora de salir a la calle y contestar a la francesa a la corte de listos, descuideros, aprovechados y usureros que decide tanto en nuestras vidas. Como ya ocurrió antaño con la guillotina, una vez más Francia nos enseña como poner un fin apropiado a régimenes intolerables.

Avance informativo


Son las 9 de la mañana. Un tifón de categoría 5 acaba de tomar tierra en Filipinas. El gobierno ata los últimos cabos de los presupuestos del estado más antisociales desde la Revolución Rusa. En EEUU, desazón en el Pentágono por los más de 400.000 archivos secretos sobre la invasión de Irak que WikiLeaks se dispone a publicar en pocas horas. Ya hay más de 500 muertos por las riadas en Vietnam. Antena 3 rueda en Chile un telefilm sobre los 33 mineros rescatados, menos de una semana después de su rescate y antes de que ellos y cientos de sus compañeros hayan recibido la mínima muestra de un finiquito. La tregua vuelve a saltar a golpe de rifle contra misil en Palestina. En Francia, Sarkozy prefiere obviar en su democracia de cartón el rechazo de los ciudadanos a sus recortes sociales y amenaza con usar la fuerza contra los huelguistas de las refinerías. Al este, la canciller Merkel proclama el fracaso de la sociedad multicultural, mientras que el 60% de sus compatriotas pide limitar la libertad de los musulmanes en su país. Y, para colmo, ayer empezó la edición número doce de Gran Hermano. Son las 9 de la mañana y el mundo ha madrugado para continuar yéndose a la mierda.

barrera arquitectónica


Me desperté como antaño, peleándome con uno de mis demonios familiares. Aterricé sin frenos, de la pesadilla surreal al crudo realismo de una mañana de domingo, precedida como no podía ser de otra manera por la consabida noche plagada de lagunas y charcos. Esa es la geografía de muchas mañanas de fin de semana, alumbradas por sueños delirantes, que sirven de campo abonado para reflexiones sin contexto ni filtro. Vamos con una. El otro día, vagando por las callejuelas que nacen en Tirso de Molina y van a morir a mi barrio, topé con un muro. Vaya cosa, pensaréis, el mundo está lleno de ellos. Belfast, Cisjordania, Larnaca y Berlín son prueba de ello. Pero éste era diferente. La calle, no recuerdo exactamente cuál, discurría cuesta abajo, estrechándose varios metros hasta alcanzar, sin previo aviso, una fila de ladrillos levantada sobre el adoquinado. Apoyándose en los edificios, la calle ha sido tapiada y, al intentar rodear su trazado para descubrir el lado opuesto de la imagen, no hay nada. Las vías confluyen de tal manera que, tapiando una sóla de ellas, las demás se cierran sobre sí mismas en un laberinto urbano al que falta encontrar algún sentido. El contraste del ladrillo y el cemento fresco sobre el adoquinado histórico dibujó para mí un paisaje de desasosiego. En mi mente, aquella mañana y ésta, retumba una idea opresiva. Alguien, por algún motivo inexplicable, ha empezado a borrar lugares del mapa. Del mismo modo, al cegar la calle, ésta ya no lleva a ninguna parte. Como los mandamientos del Gran Hermano, el muro obliga a negar lo evidente pese a casi al alcance de la mano. Casi, pero no. Enmudecen un pensamiento, prohíben una idea, vacían una palabra de su contenido. Empiezan levantando nuevas barreras. Una día cualquiera, puedes despertarte dentro del muro y, al mismo tiempo, fuera del mapa. Por eso, bajo mi almohada, martillo y piqueta ahuyentan las pesadillas ebrias del domingo por la mañana.


M.I.A, Born Free from ROMAIN-GAVRAS on Vimeo.

Mirada oblicua


Entornando la vista, buscó un ángulo nuevo en el que apostarse a ver venir la vida. Al cabo del tiempo, nada se parecía ya a sí mismo. El espacio ignoto emplazado en el escenario que ocupa lo cotidiano, disfrazándolo con luz nueva, descorriendo el velo para mirar de frente el punto de no retorno. Y decidió quedarse allí. Ojos nuevos descubren un territorio desconocido que se abre a simple vista y, desde su lado del espejo, tambien nos observa.


Kasabian - Underdog
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mind partizan


Me pillais de paso. Huelo a curry y a aeropuerto y las retinas vienen renovadas con luz distinta y marcos más amplios. Aventurarse a vagar sin miedo a huelgas ni retrasos, a pisar el punto más al norte y al este en el que jamás hayas estado y a dejar que los espacios hablen por sí solos. Mereció la pena dejarse llevar y no esconderse mientras continuaba lloviendo. Un regalo para el postre y, encaramados sobre el muro, buscar con el rabillo del ojo la presencia constante de la torre de la RDA desafiando a los rascacielos. Yo sólo quiero parecer tan joven como Keith Richards y continuar sonriendo al desaliento. Pero ahora tanto da, mañana cogeré otro avión y volveré a desaparecer fugazmente. Pero no esperéis libraros de mí permanentemente.
Sturm und drang, meus!

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