Homesickness Road


No lugar máis recóndito deste país de praceres amargos gardo unha rúa baleira onde aínda non chegou o desxeo. No chan, a neve xoga a borrar as túas pegadas mentres sona de fondo aquela vella canción. Cando cae a noite, collo a bufanda e volto o meu banco na rúa baleira onde segue a nevar. Deitado nel, aquela estrela que ollamos volta a alumear, aínda que sexa para mín só.

Pombal de pedra


Sen compaña nas mañás crúas do inverno, xa non soupo de certo se ficar ó frío ou voar contra o vento.

Change can happen

Barack Hussein Obama ha comenzado hoy una legislatura llamada a ser histórica en Estados Unidos. El presidente número 44, el primero de raza negra en 233 años de historia americana, ha tomado hoy sus primeras medidas: una orden ejecutiva para el cierre definitivo del centro ilegal de detención y tortura de Guantánamo en un plazo de un año y otras dos que prohiben la tortura y los métodos de persuasión avalados por la administración Bush. Además, ha tomado una postura enérgica con Israel, exigiéndole la apertura de las fronteras de Gaza a la ayuda humanitaria. Para un importante sector de la opinión pública estadounidense e internacional, este es un inicio coherente para un gobierno del que se espera mucho, quizás demasiado.
Ayer, en la jornada de investidura del nuevo presidente, se hizo evidente la expectación que ha despertado Barack Obama. Desde cualquier lugar del globo, miles de personas escucharon el juramento del nuevo mandatario, reunidas ante la televisión como en las grandes ocasiones de antaño, como la caída del muro de Berlín o de las Torres Gemelas. La sensación de estar cruzando un umbral invisible en el curso de la Historia nos puso la piel de gallina. Se habló incluso, salvando las distancias con el atrevimiento que da la emoción, de un nuevo Mandela. Hoy,tras la celebración, es necesario comenzar a notar el cambio prometido.


El legado que recibe no es precisamente envidiable. Dos guerras abiertas en Oriente Próximo, una crisis económica que amenaza el modelo económico neoliberal y la bancarrota total de las escuelas y la seguridad social. Un ejército dispersado en cientos de bases militares y campos de batalla de todo el mundo. El dólar y el precio del petroleo bajan al mismo ritmo que los talibanes se acercan a Kabul. Los Estados Unidos que recoge Obama son un imperio aislado y decadente, al margen del Tribunal de La Haya, la Convención de Ginebra o el Protocolo de Kyoto. Por eso, después de hacernos vivir el inesperado momento de ver un presidente negro en la Casa Blanca, es hora de que la esperanza que ha atesorado Obama se cumpla, ante su pueblo y todos los demás.
Obama, desde las apretadas elecciones primarias del Partido Demócrata, ha alimentado su candidatura ofreciendo esperanza, ética gubernamental y un cambio tan arriesgado como necesario. Y la gente acudió a su llamada. Como un aprendiz de brujo, ha dominado la técnica de seducir a su público ofreciéndose como un líder íntegro y seguro, capaz de afrontar los retos que se avecinan con valentía y justicia. No fue difícil distinguirse del resto de candidatos, acartonados herederos de un momento histórico en el que el carisma, al igual que los grandes estadistas internacionales, escasea y es sustituído por palabrería hueca y asesores de imagen. Tras iniciar esta enorme corriente de esperanza en un país individualista y políticamente indiferente, ha conseguido superar el estigma del racismo larvado en la sociedad americana para auparse a lo más alto. Pero, una vez ahí, ¿cumplirá Obama sus promesas?


El mundo entero ha vuelto la mirada a Washington. Cincuenta años después de los puños cerrados en el cielo del Estadio Azteca, de las cruces en llamas y los letreros de "White Only", el hijo de un musulmán keniata ha llegado a presidente del gobierno. Pero la esperanza es una materia volátil y puede explotar en las manos de quien la manipula. Si es otro presidente yanqui más, con sus correpondientes Bahía de Cochinos y Abu Ghraib, Barack Hussein Obama sólo pasará a la historia como el nombre exótico de la larga lista de tipos que buscan un país que bombardear para tapar sus miserias. Si cumple sus promesas, el mundo cambiará irremediablemente. O puede que lo maten, como predijo Hannah Arendt. ¿Entrará EEUU en el Tribunal Internacional de La Haya? ¿Acabará el bloqueo a Cuba? ¿Volverá a suceder el desastre del Katrina? ¿Seguirá siendo obligatorio enseñar el creacionismo en escuelas y facultades? ¿Se reformará la economía global? Sólo queda por ver si el poder destiñe.

Cosecha propia

Muchos ya sabéis cuanto sudo del cine español. Los Gutierrez-Aragón, Bigas Luna, Colomo, León de Aranoa, Garci, esos magos del audiovisual español famosos por perpetrar año tras año taquillazos tan sonados como Cha-cha-cha, Atómica, Los peores años de nuestra vida, Crimen Ferpecto o Yo soy la Juani, eternamente protagonizadas por estrellas rutilantes como Jorge Sanz, María Barranco, Juan Echanove o, más recientemente, Fernando Tejero, Sergio Peris Mencheta y Fran Perea -si te odiamos como músico, imagínate como actor revelación-, esas producciones bien subvencionadas que luego se reparten los premios, las buenas críticas y las palmaditas en la espalda... me parecen todos una mierda pinchada en un palo. Y no se hable más, que de excepciones no se hace cultura.


Si nuestro nivel en pantalla grande es cutre, la producción de series ya es un escándalo. Con Escenas de Matrimonio como líder indiscutible de la parrilla, la -escasa- audiencia residual de televisión busca cobijo en las series de la FOX, Showtime, HBO, NBC o la BBC. Y es natural. No sólo porque la contrapartida patria la conformen ases del cutrerío cañí como Hospital Central, El Comisario -con el fulano de Verano Azul y el puto Pope-, Cazadores de Cuerpos o 18. Tampoco por la superpoblación televisiva de reality shows donde todo el mundo llora y despotrica -qué asco de Miqui Puig- y de los consabidos programas de gresca y debate, desde 59 segundos al corrillo de La Noria. La gente ve series extranjeras porque están bien hechas. Porque te las puedes descargar de gratis al mismo tiempo que se emiten en EEUU o Gran Bretaña y enchufártelas con la ayuda de los socorridos subtítulos. Porque los guiones -véase The Office, The Wire o incluso How I met your mother- tienen interés, no como las chorradas estereotipadas de jóvenes con ropa modernilla que sueñan con ser Quimi el de Compañeros o las eternas coñas de enredo de las series de José Luis Moreno. O porque sus actores hacen bien su trabajo y transmiten emociones, no como los nuestros, que sólo sirven para protegerse tras ellos cuando cargan los antidisturbios en las manifas.
Por eso, hoy os recomiendo Malviviendo, una serie rodada exclusivamente para Internet por ocho colegas de Sevilla con cuarenta lerus en el bolsillo. Sus guiños a Dexter y a Los Soprano, el partido que le sacan a la cámara y un argumento fumeta y cachondo merecen más la pena que toda la filmografía de Cayetana Guillén Cuervo. Esta iniciativa se suma a proyectos novedosos como Cálico Electrónico o Que vida más triste, cuando apenas la primera temporada está en curso -el próximo 26 ve la luz su tercer capítulo- y la hinchada sigue creciendo. En las parrafadas del Negro hay sabiduría popular y un poco de nuestra propia vida. En el resto de la cosecha propia del "audiovisual español", anida la carcoma. Será que no todo lo que se hace es malo, sino que sólo se publicita lo más casposo. Y luego dirán que el Luisma es tonto porque se droga...
Os dejo el primer capítulo para que juzguéis:

Malviviendo Capítulo piloto from malviviendo on Vimeo.

Neva en Madrid


De mañá, unha sorpresa de nadal trasnoitado. O tempo abondo para botarse a rúa a roubarlle imaxes ó inverno. Esta cidade sen estrelas sempre atopa o xeito de arranxar os meus malos despertares.

Cristiano Lucarelli



Después de dedicarle este gol al Che Guevara y a la hinchada local, la de su Livorno natal, Cristiano Lucarelli no volvió a ser convocado en ocho años. Ningún compañero se acercó a felicitarle por el gol, ninguno se quejó de su exclusión. En su partido de vuelta con la azurra, volvió a marcar a los diez minutos de pisar el campo y salvó a la selección de perder en Belgrado. Después de haber jugado en Perugia, Atalanta, Valencia y Torino, decidió jugárselo todo y volver a su amado Livorno para rescatarlo de la Serie B. Perdió dinero, renunció a grandes equipos del calcio pero supo dirigir a la escuadra amaranta hacia el ascenso. A su regreso a la Serie A, fue máximo goleador de la temporada con 24 goles. Con el número 99 de las Brigate Autonome a la espalda, levantó el puño 92 veces en 142 partidos, aupando a un renacido Livorno hasta la mitad de la tabla, por encima de Lazio, Roma o Fiorentina. Una vez conseguido, se sacrificó por la liquidez del Livorno aceptando un jugoso traspaso por más de ocho millones de euros al Shaktar Donesk, para terminar recalando en su actual Parma. La ironía es que, a sus treinta y tres años, ya ha marcado 11 goles en lo que va de temporada. Un jugador de carácter, de los que ya no se ven.

Enric González, El sueño de un niño de Livorno, en Historias del Calcio

Mordazas de año nuevo


2009 parece que tampoco va a ser el año mundial de la libertad de prensa. Su antecesor terminó con un horrible aviso mafioso a la televisión vasca ETB y con 1.000 periodistas más en el paro, entre los que me encuentro. Sesenta periodistas fueron asesinados, catorce de ellos en Irak, siete en Pakistán, seis en Filipinas, pero también dos en Croacia, uno en Bulgaria, Magomed Yevloyev a manos del gobierno ruso o Fadel Shanaa reventado por un tanque israelí en Gaza. No fue un mal año, teniendo en cuenta que el anterior cayeron ochenta y siete. Mientras, otros ciento cuarenta y siete se siguen pudriendo en las cárceles de medio mundo por ejercer su trabajo. En esa lista no figura Muntazer Al Zaidi, aún en prisión y sufriendo torturas en plena democracia. El acoso a la prensa reviste formas diversas, desde la represión china o birmana al pistolerismo ruso o mexicano, incluso en la Unión Europea. La mismísima Suecia acaba de establecer por ley el acceso gubernamental a cualquier comunicación telefónica o digital. Cepo orwelliano en el Norte, tiro en la nuca o tortura en el Sur.


2009 ha comenzado con la buena noticia de la liberación en Somalia del fotógrafo gallego José Cendón y el reportero ingles Colin Freemon tras cuarenta días de cautiverio. Informar desde la región más inestable de África, el Puntland de los piratas modernos, cuesta un buen rescate, cuando no la vida. Menos suerte corren los compañeros en Palestina. Israel, no contenta con el cruel asedio disfrazado de apartheid al que ha sometido a Gaza desde hace más de cuatro años, impide el paso de ayuda humanitaria y periodistas independientes a la zona. Sólo quedan las voces de los reporteros árabes que ya estaban allí antes del conflicto y se juegan el cuello para enseñar al mundo la realidad de la barbarie. Nadie sabe que pasará con ellos cuando Israel tome definitivamente Rafah, Yan Yunes o la ciudad de Gaza. Lo que está claro es que los invasores elegirán presidente al que luzca más orejas palestinas colgadas del cuello. Y si el mundo mira a otra parte, no será porque falten compañeros dispuestos a dejarse la vida informando.

انتفاضة
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