V de vitriolo


Wine is fine
but whiskey is quicker.
Suicide is slow with liquor.

Ozzy, Randy Rhoads, Randy Castillo, la difunta URSS y el último cartucho de la inocencia perdida. Todos se van, rápido o lento. Y no hay nada más que decir. Por ahora. Mañana, camina o revienta.

Horas muertas


Suelo saber a dónde me dirijo cuando me siento a escribir. Que canción suena de fondo, que imagen ilustra de forma metafórica y retorcida lo que estoy pensando. Suelo distinguir las expresiones en las caras ajenas desde muy lejos, puedo leer tus diminutos letreros a kilómetros de distancia. Una buena vista ayuda a ver venir los acontecimientos. Pero nadie puede verse venir a sí mismo hasta escasos centímetros del punto de impacto. Y chocar es lo de menos. Lo difícil es asumir que no dejará de repetirse. En el fondo, uno puede llegar a pensar que tiene cierta gracia. No me estoy explicando, y es deliberado. Sólo dejo que surja. Hoy no es un día de esos que suelo tener. Hoy prefiero el caos. Y entonces recuerdo a qué sabe improvisar, regodeándome en el vértigo de que no dejar que lo superfluo importe un carajo. ¿Os había contado que detesto la sórdida seudotraducción del sonoro y racial carallo? Castrapo, nenos, esmoleira língua de escravos. Pero, en esta situación y sin que sirva de precedente, encaja a la perfección con lo que quiero decir. Sigo sin concretar y la tinta se agota. Parece ser la tónica general. Hace un rato, bajé a la calle por cambiar de aires. Escogí al azar un punto cardinal y lo seguí hasta cansarme. Me crucé con todos vosotros y vuestras caras de domingo a media tarde. A estas horas, la gran ciudad encoje por pura pereza o a mí me lo parece. Poco antes de los afamados atardeceres madrileños, hay una hora en la que Madrid se transforma ante mis ojos en un odioso compendio de horrores privados sucediéndose en un villorrio demasiado transitado. Horas sin brillo de domingo de entretiempo en las que hay que subir al tope el contraste para distinguir las escalas de gris. La compañía lo hace más sobrellevable, de esa compañía aleatoria a la que importa un carajo joderle el domingo teniendo que aguantarte. Vuelve a encajar como hecho a medida. Pagamos todos con la misma moneda y, quieras que no, lo hace más soportable. Así, sabemos de qué estamos hablando. Y si no, es que me mienten las palabras que escribo o que no tenemos nada en común. Atardece, se me hace tarde, me largo.

Pearl Jam - I believe in Miracles


 

Soplando mis velas


Perdónenme el atrevimiento, pero hoy he decidido regalarme un día a mi antojo. Un día a mi gusto, para variar. Al salir de la radio, me bajé dando un paseo a casa. Busqué un hueco en la barra del mejor bar del barrio y pedí mi desayuno favorito: pinchito de tortilla y zumo de naranja. Como cuando era un niño, que podía escoger hartarme de lo que me diera la gana sólo por un día. Es una banalidad, pero se aprende a valorar este tipo de caprichos infantiles cuando uno necesita marcar una diferencia entre las demás cifras del calendario. Hay que mimarse más, que menos no se puede. Nunca se sabe que minucia del día a día puede arrancarte una sonrisa. Como llegar a casa, arrancarte la ropa de encima, atender a las llamadas de los auténticos y resolver los quehaceres del hogar cantando a los Chunguitos a viva voz. Párrafo corto, una ducha con la música a todo volumen y corriendo a la calle a desenfundar la Nikon y a arrancarle sonrisas a las viandantes. De tarde, para cerrar la jornada de festejos tras el descanso de rigor, los auténticos vendrán a conmemorarlo todo a la vera de unas cañas. A mi edad, Jimmy Hendrix y Jim Morrison estrenaron su último año en directo, así que mejor no demorarse. Ese será mi modesto tributo a mí mismo y no necesito más. No todos los días vienen envueltos en papel bonito como éste. Sopladas las velas, este niño ya puede jugar con su regalo.

I'll do it anyway

Son casi las seis de la tarde y todavía no me atrevo a salir de mi madriguera. La noche ha sido larga y exigente en las ondas, como a mí me gusta. Lo reconozco, soy un yonki de los retos y nunca renuncio a presentar batalla. Sólo así puedo volver a casa silbándole a la mañana y sonriendo a las transeúntes. Pero se paga un precio en horas de sol y en lo que llaman calidad de vida. No voy a quejarme porque la verdad es que compensa el esfuerzo, pero levantarse entumecido por el bochorno de mediatarde quema muchas fuerzas. Debería salir y despejarme. Enchufar en mis auriculares a canciones energéticas y dejar que los pies vaguen por su cuenta. Sacar la Nikon de caza, volver a convertirla en fusil de asalto y en rifle de francotirador. Eso es. Tengo que irme, me llaman en la calle. Es hora de acechar al rinoceronte blanco y de robarle una manzana a la frutera guapa.

The Lemonheads - I'll do it anyway


 
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