Cuatro años después



CUADERNO DE BITÁCORA DE LA CIUDAD INVISIBLE - 24 de JUNIO


CONTROL.- SINTONÍA CUADERNO DE BITÁCORA

LOC.- Nuestro vigía ha huido a la bodega y soy yo, un simple galeote, el encargado de escudriñar el horizonte. Continuamos nuestra singladura errante a través del espacio tiempo, mientras el sol castiga a los pocos que lo sufren sobre la cubierta. El mar nos mece en una cadencia somnolienta, mientras el calor comienza a afectar a nuestra tripulación, sumergiéndonos en una bruma densa que embota los sentidos.

[RÁFAGA]

LOC.- El sol comienza a deslizarse cielo abajo y la luz juega a dibujar figuras extrañas sobre el agua. La vista se nubla y en nuestra mente comienzan a brotar ideas extravagantes, pasiones ocultas y tentaciones insospechadas. Sin darnos cuenta, la procelosa mar de las ondas hertzianas nos ha ido guiando hacia el corazón del espejismo.

[RÁFAGA]

LOC.- Por un momento, dejamos de ser conscientes de lo que nos rodea para sumergirnos de lleno en nuestra propia ensoñación. La piel quema, pidiendo el contacto con la piel ajena y dejándose llevar por el deseo. No me preguntéis por qué, pero acabo de darme cuenta de que en esta tripulación escasean las mujeres y abundan, en cambio, los torsos desnudos y sudorosos de nuestros compañeros. Supongo que, por ello, algunos se entretienen imaginando cuerpos ajenos y figuras deseables en la niebla, mientras seguimos navegando a través del bochorno. ¡Una ráfaga de aire, por favor!

[RÁFAGA]

LOC.- El viento ha acudido a nuestro rescate, hinchando las velas y despejando los fantasmas entre la bruma. El vigía ha despertado de su siesta y me toca volver a mi puesto junto a los remos. Recobrada la cordura, nuestra nave vuelve a surcar el éter sonoro, mientras el timonel pone rumbo incierto a nuestra anhelada Ciudad Invisible...

CONTROL.- FUNDIR CON SINTONÍA CON CUÑA

Italia o la demostración empírica de la Anarquía

Cuna del senatus populusque, ejemplo de democracia europea consolidada, miembro del selecto grupo de los siete países más industrializados y desarrollados. Nadie diría que Italia es, al mismo tiempo, uno de los estados más desacreditados del mundo occidental junto con Rusia. Tras veinte años de agonía de la democracia, la sociedad transalpina sigue sorprendiendo por su peculiar manera de hacer o, más correctamente, de dejar hacer política.

En estos primeros compases de la segunda venida de Il Cavaliere, con las calles y las conciencias agitadas por los saludos romanos, las quemas de campamentos gitanos y las vías napolitanas llenas de basura, la podredumbre del sistema se ha hecho más patente que nunca. La desmovilización de la mayoría del electorado y la radicalización de los extremismos son las causas fundamentales de esta decadencia institucional, pero para encontrar la raíz del retorcido desarrollo de la vida política italiana, hay que remontarse hacia atrás en la historia.

En la falsa transición de la Segunda Guerra Mundial, incluso antes de la rendición de los últimos bastiones fascistas en Saló, la política italiana ya había sido programada bajo una fuerte tutela occidental, que minimizase el poder del Partido Comunista, el más poderoso del país gracias a su compromiso partisano. Los antiguos aliados, temerosos de perder un bastión tan importante para el equilibrio de la Guerra Fría, desnaturalizaron el juego democrático para contrarrestar el marxismo, recurriendo a triquiñuelas electorales y a cientos de millones de dólares en ayudas a la reconstrucción.

El resultado de este orden orquestado desde el extranjero fue un sistema de tres partidos –la democracia cristiana, los socialistas y los comunistas de Errico Berlinguer-, diseñado al detalle para apaciguar la convulsa sociedad italiana y conducirla a derroteros más controlables, análogos a cualquier otra democracia “aburguesada”. Pese a la escasa soberanía del pueblo italiano sobre sus instituciones, las connivencias con el crimen organizado y al desgobierno tácito, Italia se mantuvo en equilibrio precario, potenciando su industria y participando en proyectos tan relevantes como la Comunidad Europea.

La imagen del primer ministro Giulio Andreotti encarcelado por sus tratos con la Mafia fue el canto del cisne para la inocencia política de los italianos. Los años noventa, con el desmembramiento de los partidos tradicionales y el avanzado estado de descomposición de todo el sistema, supuso el terreno perfecto para que el oportunista hiciese su salida triunfal. Forza Italia, partido-clan de Silvio Berlusconi, se encontró con la puerta abierta para vender su oferta política de fuegos de artificio, doble contabilidad y organigrama calabrés, nacida con el fin de buscar la adhesión sentimental más que para convencer a un electorado confuso y cansado de corrupción y mentiras.

La gangrena de la democracia italiana se hacía patente, mientras el país, dejado en manos de los ciudadanos mientras sus gobernantes se entretenían legislando para evitar la cárcel, se mantenía en un clima de bonanza económica, estable pese al expolio de las arcas públicas a manos de la clase dirigente. La izquierda, mientras tanto, sumó voluntades a imagen de su antagonista, unificando decenas de siglas y puntos de vista a menudo dispares en la frágil Margarita. Sirva ésta como ejemplo de falta de mensaje por propia indefinición y suya la culpa de esta segunda venida y tercer mandato de Berlusconi. Tan sólo un mensaje, falto de convicción: “no somos tan malos como él”.

Ninguno de los múltiples defectos del presidente, como su labia barriobajera, el discurso clasista o las múltiples cuentas pendientes con la justicia zanjadas por decreto, han conseguido que la izquierda multicolor conserve el gobierno. Tampoco su indeseable coalición con los estrafalarios xenófobos del norte adinerado y los despojos del llamado posfascismo –como si existiese un futuro para semejante distopía-. Una sociedad desencantada y nihilista ha vuelto a elegir a un líder de incapacidad probada. Será por falta de aspirantes o por falta de costumbre de un gobierno real.

Tras el triunfo electoral y la reconquista de la alcaldía romana, se han sucedido los gestos de autoafirmación. Las bravatas sobre los “fieles armados con fusiles siempre calientes”, la sempiterna loa al torpedo contra las pateras, la quema de ghettos para gitanos e inmigrantes y las decrépitas ceremonias con regusto a Nuremberg regadas de fascistoide panoplia tricolor. Nadie recuerda la caída de Mussolini, linchado, colgado y pisoteado por los milaneses ni que Nuremberg, escenario de los enormes desfiles nazis, fue también sede del tribunal que ajustició al fascismo.

De fondo, la sociedad, hastiada de políticos ladrones, se ha ido acostumbrando a gobernarse ella sola, pese a sus mandatarios. Manteniendo la estabilidad social en un país en el que los extremismos tienen lugar en las capas más elevadas del poder, tan lejos de la realidad que no hay apenas nadie que les haga caso. Italia no es sólo el crimen entronizado y el cenit del populismo. No es sólo el descrédito de la democracia y el pábulo del fascismo. Italia es la confirmación empírica de la anarquía, el más claro ejemplo de la ineficacia de un sistema en el que, en la práctica cotidiana, es el pueblo el que se gobierna a pesar de quien salga elegido en las urnas.

No silencien a la prensa


Ya son demasiados los ataques a los medios de comunicación, los periodistas asesinados o atacados por ejercer su trabajo en España:

  • José María Portell Manos, director de la Hoja del Lunes de Bilbao y redactor-jefe de La Gaceta del Norte, mediador entre gobierno e izquierda abertzale, asesinado de un tiro en la nuca el 28 de junio de 1978 por ETA.
  • José Javier Uranga, director del Diario de Navarra, tiroteado el 22 de agosto de 1980, sobrevivió a veinte disparos de ETA.
  • La corresponsalía de Agencia EFE en Donosti, reventada por una bomba de ETA el 17 de julio de 1982.
  • Francisco Javier Galdeano, corresponsal de Egin en Bayona, acribillado a balazos el 30 de marzo de 1985 por el GAL.
  • Carmen Gurruchaga, periodista de El Mundo, su domicilio fue atacado con explosivos por ETA en abril de 1996.
  • Una unidad móvil de Canal Gasteiz reventó sin causar víctimas por una bomba lapa de ETA.
  • Mikel Muez, periodista de El País, su domicilio fue bombardeado por ETA en septiembre de 1999.
  • Carlos Herrera, periodista de Onda Cero, ETA le envió una caja de puros llena de explosivos el 27 de marzo de 2000.
  • José Luis López de Lacalle, periodista de El Mundo, asesinado de un tiro en la nuca el 7 de mayo de 2000 por ETA. Su vivienda había sido bombardeada tres meses antes.
  • Aurora Intxausti y Juan Palomo, periodistas de El País y Antena 3, respectivamente, su domicilio fue bombardeado por ETA en noviembre de 2000.
  • Gorka Landáburu, periodista de Cambio 16, perdió un dedo y sufrió heridas graves el 15 de mayo de 2001 por una carta bomba de ETA.
  • Santiago Oleaga, directivo del Diario Vasco, asesinado a tiros por ETA nueve días después.
  • Santiago Silván, periodista de RNE, Marisa Guerrero, periodista de Antena 3, y Enrique Ibarra, directivo del Grupo Correo, recibieron el 17 de enero de 2002 tres paquetes bomba enviados por ETA.
  • La sede de Onda Cero en Eibar, volada por una bomba de ETA el 3 de marzo de 2004.
  • La sede de COPE-Cadena 100 de Donosti, bombardeada el 26 de junio de 2005 por ETA.
  • La sede de Radio Nacional de España en Vitoria, bombardeada diez veces por ETA desde el 1 de febrero de 1995 al 10 de febrero de 2006.
ETA ha vuelto atentar contra los medios de comunicación, esta vez ha sido contra "El Correo Español". Los que se aprovechan del sufrimiento y la represión sin sufrirlos imponen su particular ley del silencio. En medio, el dialogo sige buscando interlocutores que busquen la paz.

Me largo


Ya es definitivo. Cuando leáis esto, yo ya estaré muy lejos de aquí. Atrás queda Madrid, con sus agobios, sus rutinas y sus miserias. Me voy a vagabundear por París, a ver mundo y a darme espacio después del agobio. A perderme en la Gare du Nord. A cantar la Marsellesa en Montmartre. A fotografiar los adoquines. A escribirte postales. A emborracharme de vino y olvidar lo poco que sé de francés. Allí me esperan dos amigos, un sofá, miles de lugares por conocer y un reencuentro necesario a cientos de kilómetros. Allí te estaré esperando, buscando el rincón donde disfrutar lo más suave.

Si vuelvo, os enteraréis los primeros. Si no, no preguntéis por mí. Salut!
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