Monseñor no tiene quien le escuche


Leyendo las conclusiones de la última encuesta de Metroscopia, observo con un mal disimulado regocijo como los obispos se han convertido en la institución que menos confianza genera entre los españoles. Incluso en estos tiempos de crisis e indignación ciudadana, el alto clero tiene peor imagen que instituciones tan denostadas como la banca, las grandes multinacionales o los partidos políticos. Su nota, un 3 de esos que dolía llevar a casa en las notas de la escuela, sólo se atribuye a los obispos, ya que el resto de la iglesia católica consigue arañar unas décimas y se sitúa en un 4 que tampoco les da para rascar un aprobado raspado. En otras referencias, destaca el dato más impactante: el número de personas que se definen como católicos practicantes continúa cayendo drásticamente y ha alcanzado ya su dato más bajo en los últimos cincuenta años, el 20%. ¿Qué fue de vuestra muchedumbre de fieles, nazarenos? ¿Dónde está ahora vuestro dios?


El porqué de este fin de fiesta de la secta papal se explica casi por sí sólo. La pérdida de poder del estamento eclesiásitico ha sido paralela a la radicalización de sus miembros. Los obispos, antaño figuras de amplia preparación y conocimientos, han perdido el rubor para opinar sobre los más variados temas, todos ellos fuera de su incumbencia y su entorno de conocimiento. Su postura ante el aborto y los preservativos, la complicidad con la pederastia, la hipocresía punzante ante las libertades civiles, su llamada a la insumisión contra la eutanasia o su cerril negativa a la investigación con células madre han alejado a muchas ovejas de su rebaño. Y los que quedan, se distancian cada vez más de la jerarquía católica debido a mensajes politizados e injerencias en asuntos puramente civiles. El problema reside en que esta pérdida de poder de convocatoria no se traduce ni mucho menos en una reducción de sus prebendas. Pronto llegará el Papa a hacernos una visita que muy pocos esperan, pero seremos todos los que la paguemos. En tiempos de austeridad y recortes, los discípulos de Pedro van a darse la soberana alegría de pulirse 50 millones de euros para mayor loa de su máxima autoridad, ese anciano alemán que, de joven, levantaba el brazo con sus amiguetes en las SS. Lo más triste es que, si criticas esta clase de dispendios, no faltará quién te acuse de intolerante y levante la bandera de la iglesia perseguida por los radicales laicos. Muy creíble ese victimismo, viniendo de un credo culpable de los crímenes de la Inquisición, las guerras de religión o el exterminio de los pueblos originarios de América. ¿No es hora ya de que cierren su chiringuito supersticioso? ¿o tendremos que esperar a que la crisis de vocaciones despueble definitivamente sus parroquias?


Resistencia contra o silencio


Hoxe morrerá un xornal galego. Iste será o derradeiro día no que saia á rúa o xornal Galicia Hoxe, o único de pago que se imprime íntegramente en galego dende o peche da edición física de A Nosa Terra. Oito anos despois do seu lanzamento, o Grupo Correo, editor diste xornal e do moi español El Correo Gallego, xustifica esta decisión pola falla de axudas institucionais e, como non, pola crise económica. O que non din é que a dirección do grupo non estaba nada contenta co rumbo editorial combativo que mantiña Galicia Hoxe, nin que o seu persoal xa estaba sometido a recortes e expedientes de regulación de emprego dende fai tempo. Dezanove traballadores irán á rúa e só dous manterán viva a cabeceira na súa edición on-line. Diste xeito, só queda xa un xornal diario na nosa lingua, o gratuito De Luns a Venres, mentres que o resto da prensa que se edita no noso país relega o galego a unha presenza caseque testimonial. En La Voz de Galicia, a diglosia é evidente. O castelán é a lingua dos asuntos "importantes", mentres que a fala nai queda só para lerias culturais e novas das bisbarras. Para aqueles teimudos que queiran ler na súa fala nai, os magnánimos dirixentes da Voz puxeron a súa disposición unha edición en galego, mais feita cun tradutor automático. Cousa semellante se pode dicir do Faro de Vigo, do Progreso ou da Región. ¿Qué é o que está a acontecer nun país no que se fala unha língua na rúa e se emprega outra nos medios de comunicación?

O noso idioma, con máis de mil anos de historia e unha literatura respeitada e prolífica, carece de medios de seu. Coma noutros ámbitos, semella que todos agardamos que sexan as institucións as que os apoien financieramente, coma se non fose con nós o feito de manter viva unha liña de expresión feita e pensada no país. Noutros ámbitos, só a televisión e a radio públicas cobren o anaco de emisión na língua propia. O único espazo comunicativo no que o galego segue con forza é o de Internet, e aí é onde hai un chisco de esperanza. Na rede, sen necesidade de grandes inversións ou suporte publicitario, espállase unha voz propia que nos levará ó futuro. Mais non podemos deixarnos levar por unha fachenda máis que inxustificada. Se non queremos ser a xeración que enterrou o noso idioma, temos que pornos a traballar. Os xornalistas, ós primeiros. O galego aturou séculos de prohibición, complexos de inferioridade impostos e varias dictaduras foráneas. E resistiu. Mañá, cando se paren definitivamente ás rotativas de Galicia Hoxe, será un idioma máis invisible e nós, os galegos, seremos un chisco menos ceibes. Canto máis terá que resistir a nosa vella fala de pedra e auga?

Arganzuela-Guindalera


El viernes sonaron los Suaves toda la tarde en mi cuarto. Bueno, el que era mi cuarto. Mientras embalaba libros y descolgaba posters, 5 años de mi vida han pasado ante mis ojos. Muchas tardes comentando la jugada en un salón construído con ingenio y con cuatro trastos cogidos de la calle. Demasiadas madrugadas viendo series o inventando brainstormings para encontrar la idea definitiva que nos sacase de pobres. Comidas multitudinarias, huéspedes de sofá, confidencias con la china de enfrente, postales de países remotos, botellones mano a mano, horas tiradas en la azotea despejando la neurona. Y, sin movernos de la azotea, esas grandes fiestas de inesperado renombre con dj y luces en las que pusimos a prueba la capacidad de carga del edificio y la paciencia de los vecinos. Ahora ya da igual. Mi cuarto no es el mío y al fondo del pasillo no está el Piter, ni Juako, ni Berna, ni ninguno de los habitantes sucesivos de esta casa. Si vivo en Madrid es gracias a ellos y a dos dígitos: 2-26. Distrito de Arganzuela, barrio de Palos, mirador de BorderSticks donde da la vuelta el viento y al que he llamado orgullosamente hogar durante un lustro. Pero eso, a falta de varios flecos burocráticos, ya es historia. La que tocará contar a partir de ahora cuenta con un escenario distinto y nuevos personajes, a varios kilómetros al noreste del viejo hogar.


Por delante, un nuevo lugar desde al que mirar frente a frente a las nubes, encaramado sobre un barrio con solera, al sur de la Prospe rebelde y al este del Parque de Breogán, embajada oficiosa de la Galicia doliente. Entre las nuevas paredes de mi nueva madriguera, da la impresión de que no van a caber tantos recuerdos. La conexión manchego-galaico-yankee echa a andar en un mes en el que, inevitablemente, el recuerdo de ausencias e incondicionales viene conmigo, escondido en el zurrón. En una esquina de la calle Béjar, a veinte metros escasos del botellín más barato de la capital, empieza a escribirse un nuevo capítulo de una historia que comenzó hace casi una docena de años en Metropolitano, siguió por el Manzanares hasta la calle Mozart, se demoró un lustro en Arganzuela y ahora se reescribe acechando la retaguardia del barrio de Salamanca. Ya sólo queda terminar de poner orden en una tonelada de cajas y trastos. Que no me pase nada. Sólo dos nuevos dígitos, 4-44.


La guerra sucia de la prensa



El movimiento 15-M y su reivindicación de una democracia más auténtica, justa y transparente no tiene demasiados amigos en los medios de comunicación. En los primeros días, los principales diarios evitaban hacerse eco de sus manifestaciones y de las múltiples tomas pacíficas de cientos de plazas en todo el país. Más tarde, cuando su presencia era ya ineludible, los sesgos mediáticos abarcaron desde el paternalismo condescendiente a la crítica descarnada contra los desharrapados que ocupaban las calles. Más de un mes después, las posiciones continúan radicalizándose. Ha habido intentos de todos los colores para hacer cundir el desprestigio de este movimiento. Si había un rumor o un bulo que propagar, allí estuvo la prensa fiel. Desalojos fantasma en la Puerta del Sol, armas blancas en las acampadas que sólo habitaban en la imaginación de algún becario y la cantinela de "no tienen propuestas", cuando las ha habido de todos los tipos, en formato reducido de cuatro puntos y en amplio de quince.
Las movilizaciones del 19-J han supuesto un punto de inflexión en lo que a manipulación informativa se refiere. En Telemadrid, una redactora sin el más mínimo respeto por la objetividad informativa se ha permitido el lujo de disculpar una manipulación evidente -el empleo de imágenes de disturbios en Grecia para ilustrar una noticia sobre las protestas contra el Parlament de Catalunya- y lo ha hecho escudándose en sus dudas personales sobre el carácter pacífico de las protestas. En La Razón, directamente se han dedicado a la táctica goebbeliana del borrado fotográfico para poder decir que había pocos manifestantes y la protesta había fracasado. Tan poco profesionales son, que ni siquiera saben emplear correctamente sus herramientas de manipulación. De este modo, un manifestante aparece a medio borrar, con su cabeza difuminada en el asfalto. En el fascio de la TDT, las interpretaciones son más barrocas y los insultos más graves. Intereconomía no escatima elogios para los manifestantes: antisistema, sediciosos, indignados ilegales,... En Libertad Digital, el supuesto periodista e improbable historiador César Vidal decide relacionar a los indignados con ETA sin pruebas, algo que ya ha calado, como no, en La Razón de hoy y en otros tantos tertulianos y columnistas que ya no saben de qué arsenal tirar para intentar enmierdar la reivindicación de la dignidad y la soberanía del pueblo. De hecho, muchos de esos canales aplauden cada vez que la policía carga contra los manifestantes, amparándose en el muy clasista dicho de que "hay que limpiar la ciudad". Claro, sus políticos mil y una vez encausados tienen las calles mucho más limpias. Más allá del despropósito que supone el empleo de semejante repertorio de negocios sucios y vasallajes mediáticos, cabe preguntarse por qué y a beneficio de quién trabajan estos mercenarios. De su ruido mediático sólo cabe sacar dos conclusiones. La primera es que el periodismo no es libre, es del mejor postor, es decir, de aquellos que realmente tienen dinero y no quieren que se les estropee esa operación de enriquecimiento a gran escala que han llamado crisis. La segunda es que esos, los que tienen el dinero, comienzan a preocuparse seriamente de que comience a calar muy hondo en la sociedad el espíritu de insumisión y dignidad ante la corrupción política y los abusos de la banca. Ladran, luego cabalgamos.


Lembranzas dunha vieira galega


Na Galiza, o esquecemento é algo cotián. Queixámonos de que, alén do país, os que mandan nunca se lembran de nós para termos unhas estradas decentes, un governo de seu ou un fato de cartos que non nos empurre a migración constante. Os mesmos romanos, chegados as nosas lindes fai dous mil anos, tiveron medo de cruzar o río Limia, xa que crían ter topado co famoso río do Esquecemento, o Lethes que separa o mundo dos mortos do dos vivos e que só un fero Caronte sería quen de desafiar. Esquecer dásenos ben os galegos, malia a fama de sentidos e saudosos que nos precede. Poucos lembran o espírito irredento que mora en nós e que, de século en século, xorde sen dar aviso nunha xeira de carraxe e teimuda dignidade. Na historia están escritos os exemplos dos ártabros céltigos que deteron unha dúcia de anos as invencibles lexións romanas, dos suevos destemidos que só rendían culto ó porco bravo e ó dragón ou das revoltas irmandiñas que venceron os exércitos casteláns da reconquista e choutaron a sete bispos ó río Miño sen temerlle nin un chisco á cólera do seu deus. E sen embargo, todos eles foron esquecidos e deixados nun lado caseque anecdótico da nosa historia.

Esvaéronse coma tamén desapareceu o baril ourensán Alfonso Graña, coñecido como Alfonso I da Amazonia, que chegou a ser rei de cinco mil xíbaros nos anos vinte do século pasado. Ou o noso único astronauta, Fernando "Frank" Caldeiro, falecido fai catro anos en Texas, onde se lle rendiron honores, mentres na terra dos seus pais ninguén soupo del. Conquistadores coma Vimara Pérez, Pedro Sarmiento, Rodrigo de Quiroga ou ídolos do rock coma Jerry García, pai da psicodelia, alma dos Grateful Dead e neto da mesmísima Coruña. Postos a nubrar a nosa memoria, mesmo esquecimos que un dos mellores xogadores de fútbol de tódolos tempos é o herculino Luís Suárez. Eles non teñen a sona de outros, como o generalito, Rouco Varela, Jesús Vazquez ou o mesmo Julio Iglesias. Ises son os galegos que todos coñecemos e sufrimos. Mais persoaxes de semellante catadura non dan para moita fachenda, dado que eles mesmos semellan ter esquecido á súa terra e a súa fala.

O que hoxe me leva a iste exercizo de lembranza non é a reivindicación do evidente, senón un achádego tan inquedante coma revelador. Os xornais de hoxe falan dunha trama de furtivos que rianxaban vieira da ría ferrolá. Nada fóra do común se non fose porque as vieiras de marras teñen consigo unha doenza que leva a quen as come a un estado de esquecemento. Non é que tódalas vieiras teñan de por sí esas propiedades, senón que as repetidas mareas negras nas nosas costas infectaron o noso bivalvo máis emblemático coa toxina amnésica. Quizáis sexa por iso que os galegos esquecemos, por unha condena case poética. Non fixemos nada por coidar o que é noso e agora a natureza vóltanos o golpe onde máis nos doe. Na saudade e no bandullo.
top