Crónica de dos suicidas

Ayer, saltándose a la torera la ley no escrita del periodismo que impide hablar de suicidios, los medios llevaban en primera plana los casos de Antonio y Vicky. Analizándolos, nada tienen en común. Antonio es un agricultor extremeño de setenta y tres años. Vicky, en cambio, es una universitaria británica de apenas veintiuno. Antonio llevaba veinte años en la cárcel. Vicky, algo más de dos en el paro. Ambos, sin embargo, decidieron acabar su vida en la misma madrugada, él ahorcándose en su celda con jirones de sábanas, ella envenenándose con barbitúricos. Pero, más allá de lo evidente, sus casos reflejan los efectos de privar a una persona repetidamente de cualquier escapatoria. Al final, pensaron ambos, siempre hay una salida más fácil.

Empecemos por Antonio, de apellido Izquierdo y domicilio en Puerto Hurraco. Quienes supiesen leer a principios de los años noventa saben a quién me refiero. Antonio y su hermano Emilio saltaron a las primeras planas en el tórrido verano de 1990, cuando una prensa desocupada y primeriza en amarillismos recordó los pingües beneficios de la crónica macabra. Armados de viejos pleitos y escopetas de caza, los hermanos Izquierdo cosieron a balazos a nueve de sus vecinos, incluídas dos niñas pequeñas. Sus rostros y los de sus hermanas, inductoras del crimen, reflejaron el primer esbozo de lo que se dio en llamar España negra, una poco original reminiscencia de los tiempos del crimen de la Calle Fuencarral y, más recientemente, el morboso recuento de sucesos y truculencias de El Caso. Poco después de esta carnicería, prensa, radio y televisión pudieron perfeccionar sus artes antropofágicas gracias a los crímenes de Alcasser, con fuga abierta del presunto asesino incluída, el secuestro de Anabel Segura o los tan trillados asesinos del rol y de la katana. Entretanto, los cuatro Izquierdo fueron juzgados y destinados al manicomio, las inductoras, y a 334 años de cárcel, los autores materiales. Antonio vio morir entre rejas a sus dos hermanas, con apenas meses de diferencia, y a su inseparable hermano Emilio. Solo en su propia miseria, sin esperanza de volver a la calle ni nadie que aguardase, el último serial killer ibérico fue malviviendo en el penal, custodiado por sus propios demonios. Hasta anteayer noche. Anudando sábanas como los presos fugados de los cómics, Antonio Izquierdo se colgó de las rejas de su celda. Era sólo cuestión de tiempo. Como advitió su hermano en una repugnante entrevista al desaparecido diario Ya, "Antonio y yo estamos muertos desde agosto de 1990".



El caso de Vicky Harrison es quizás el más cruel. A sus 21 años, esta joven del condado de Lancashire atesoraba un brillante historial académico en la carrera de Imagen y Sonido de la Universidad de Londres. Tenía novio, una familia estable y un buen puñado de amigos, la viva imagen de lo que cualquiera llamaría una chica normal. Lo único que le faltaba a Vicky para llevar una vida plena era precisamente su mayor preocupación y la de la mayoría de los británicos, europeos, jóvenes, mayores y personas en general. Sus altas notas y su buen rendimiento académico no le sirvieron para conseguir un trabajo, no sólo para alcanzar su vocación de trabajar en producción televisiva, ni siquiera una beca, ni tampoco un contrato basura en una cadena de comida rápida. Hasta 200 entrevistas de trabajo fallidas fueron necesarias para convencerla de que su búsqueda era en vano. Su caso recuerda a los treinta y cuatro trabajadores de France Telecom que se quitaron la vida entre 2008 y 2010 debido a la "agresiva" política de recursos humanos de la operadora gala. En ese mismo período, 120.000 de sus trabajadores fueron despedidos y el resto se vieron forzados a acatar deslocalizaciones forzosas, reducciones arbitrarias de sueldo y mobbing a cara descubierta. No fueron suficientes las movilizaciones sindicales, las recogidas de firmas y los gestos simbólicos de heroísmo postmoderno. No, treinta y cuatro personas tuvieron que quitarse la vida abrumados por el acoso de sus empleadores para que la Fiscalía de París se decidiese a investigar. Y no está claro que nadie vaya a responsabilizarse por ello. La presión que sufre el que trabaja para no dejar de hacerlo es similar al ahogo paulatino del que está en paro y comienza a intuir que no saldrá del atolladero. Vicky Harrison, dueña de una edad envidiable y un futuro prometedor, supo a los veintiún años que ya ha había tenido sufuciente. Ningún cadáver la perseguía, como los fantasmas de Antonio Izquierdo, tan sólo el cruel orden de las cosas que mercantiliza a las personas y otorga sentimientos a cosas tan frías como los mercados.


Vicky y los treinta y cuatro mártires de France Telecom son víctimas de un orden criminal que gobierna el mundo, un sistema que sobrevive aunque sus hijos prefieran arrojarse bajo sus ruedas que seguir alimentando su maquinaria. Y por muchos que decidan inmolarse, por desesperación, por apatía o por heroísmo, no detendrán ni un ápice su inercia. Mañana mismo, nadie recordará que esto ha sucedido. Antonio, en cambio, vivirá para siempre. Sus muertes, la propia y las inducidas, le convertirán en un icono. Será que preferimos observar a las fieras antes que darnos cuenta que son esas mismas fieras las que nos gobiernan y firman nuestras nóminas.

Simultáneo


A nube comeza a afastarse empurrada polo vento que fuxe cara o leste. Pecho os ollos para escoitalo zoar mentres xoga co meu cabelo. De súpeto, faise a luz o meu redor, a cor vermella alumea o interior das miñas pálpebras. Fóra saíu o sol, nótao a miña pel, véxoo sen ter que abrilos ollos. Estou deitado en algures, poida que nun dos areais nos que pasei tantos veráns ou no cumio dalgún edificio capitalino.
O único certo é que o botaba en falla; o agarimo dos raios do sol nas meixelas, o ar asubiándome nos ouvidos e o vermello profundo de ver sen mirar. Noto tremar as follas das árbores, as gaivotas, o propio chan, coma trema cada anaco diste corpo entumecido polas tebras. Deitado baixo o sol, as liñas do tempo confúndense e semella coma se estivese a vivir un intre que acontece, aconteceu e acontecerá en distintos momentos da miña vida, pero que, ó ocorrer agora mesmo, é coma se estivese á vez en tódolos lugares nos que me sentín diste xeito. Coma unha frecha que atravesa e xungue as liñas sinuosas do espacio e o percorrer vago do tempo. Un intre, repetido ó longo de moitos anos e desfrutado unha sóa e todas e cada unha das veces.


pixies - here comes your man

Efemérides del mes cuatro


En abril, hoy 14, cumpliría 79 años la II República sino la hubiese arrasado el fascismo. El 25, Portugal festeja la Revoluçao dos Cravos que inició su Tercera República. Puede que un abril no muy lejano podamos festejar por fin el retorno de la tricolor y sonarán Grândola, vila morena y el himno de Riego en las amplias avenidas por las que transitará el hombre libre. Hasta entonces, feliz abril republicano, clandestino e irredento.






Zeca Afonso - Grândola Vila Morena

7 anos despois, xustiza para Egunkaria

A Audiencia Nacional de Madrid resolveu onte definitivamente o peche do diario euskaldun Egunkaria, absolvendo ós seus cinco directivos, Martxelo Otamendi, Ignacio Uria, Juan Mari Torrealdai, José María Auzmendi e Xavier Oleaga do delito de integración en banda terrorista. Sete anos despois da clausura "preventiva" do xornal o 20 de febreiro de 2003, os tribunais españois corrixen o erro da súa propia xudicatura que levou á desaparición do único medio de comunicación euskera escrito na súa lingua. Esta controvertida decisión, recoñecida coma inconstitucional, estreita de miras e errónea pola Audiencia, foi no seu momento asumida polo xuíz Juan del Olmo, xa coñecido pola súa perspicacia e respeto a liberdade de expresión polo seu secuestro da revista satírica El Jueves por unha portada pouco sutil na súa mofa á monarquía. 


Para del Olmo, como para os denunciantes, a españolista Dignidad y Justicia e a Asociación de Víctimas do Terrorismo, Egunkaría semellaba culpable só por se editar en euskera e baixo unha perspectiva abertzale. No seu maxín, iste feito xa supón unha postura sospeitosa, digna dun estricto escritinio xudicial cando non da mordaza policial. Nada máis e nada menos que entre 12 e 15 anos de cadea pediron para cada un dos seus nove directivos encausados. Para rematalo cadro, un capitán da garda civil aportou ó entonces fiscal Eduardo Fungairiño -outro sospeitoso cotián- unhas comunicacións internas dos etarras nas que se falaba vagamente de buscar influencia social a través das páxinas dun xornal afín. Diste xeito, vencelláronos cos etarras por teren copias dos zutabes, as mesmas que se poden atopar na redacción de El País ou do ABC. Xa o dicía Martxelo Otamendi nunha entrevista que lle fixen en 2004, a súa imaxinación ou mala intención fixeron o resto. 


Non se lles ocorreu cousa mellor que pechar a única rotativa non escrita no seu idioma para evitar calquer contaxio nos medios. Pretextando unha guerra contra o terrorismo que nunca remata, tanto lles tiveron as críticas do Europarlamento, das organización internacionais de dereitos humáns ou a mesma renuncia da Fiscalía a proseguir coa acusación. A caverna odia calquer tipo de disidencia e a xente de Egunkaria tiña papeletas demáis para non sufrir as consecuencias da súa intransixencia. Non o digo eu, dío a propia Audiencia, órgano que, por outra parte, pode ser sospeitoso de case todo menos de simpatías separatistas. Como se preguntaba o seu fiscal, Miguel Ángel Carballo: "Se Egunkaria non é instrumento de financiación ou blanqueo de fondos provintes do terrorismo, nin o xornal da un apoio expreso ou tácito ó terrorismo de ETA, nin fomenta ou lexitima a violencia, ¿de qué lle servíu ós intereses de ETA a actividade do diario?". Para o que servíu foi para que a xustiza española se retratase nun retraso inxustificado de 7 anos e unha acción xudicial teimuda, politizada e pouco rigorosa que non dubidou en forzalo artigo 129 do Código Penal e inventar supostos blanqueos de capital.


Agora, algúns teimarán en acusar os traballadores de Egunkaria (hoxe Berria) de estar a prol do terrorismo e de finacialo a través da indemnización de 60 millóns de euros que lles será outorgada. Os seus xornais, os que incitan o odio ó diferente, non recoñecen unha sentencia que afirma que no xornal non se defenderon os postulados etarras nin se xustificou a súa violencia. A liña editorial de outros medios, proclives ó extremo oposto, bailan entre a infamia e a carraxe. Será que ós paladíns da defensa de España non lles ameaza a Lei de Partidos ou porque na súa loita contra todo o que non sexa eles mesmos, perderon a vergoña o mesmo tempo que a razón.

Un juego elevado a la categoría de belleza


No me gusta especialmente escribir sobre deporte, ni en este blog ni en ningún otro medio, y defiendo que el lugar idóneo para la polémica y el debate futbolero es el bar. De hecho, no voy a negar que, salvo contadas excepciones, considero a la mayor parte de la prensa deportiva como una ofensa a la profesión periodística. Pero a la hora de hablar del Barça cualquier tópico cae por su propio peso, convirtiendo cualquier crónica deportiva de las que pudimos leer ayer en un ejercicio de preciosismo ideado para asumir el reto de narrar con palabras lo que se escribe con sudor y lágrimas de éxtasis. No hay modo de retorcer la prosa para envilecer a un equipo empeñado en revalidar su propia leyenda. Hablar del Barça es alta literatura, en parte porque su protagonista absoluto, un joven rosarino llamado Lionel Messi, transforma la gimnasia en danza moderna y el esfuerzo físico en gesta de la superación humana en su lucha contra la barbarie. Y lo mejor es que no juega solo y que todos sus compañeros, desde Victor Valdés a Pedro Rodríguez, brillan en ausencia o en contacto con el rutilante 10. Con él, sobran las palabras y su mera imagen acaricia las retinas. Dejémonos pues alcanzar por la perfección antes de que forme parte de esas historias que contaremos a nuestros nietos. Diremos "yo lo ví, no era de este mundo", y no podrán creernos.


La calle de las alturas y las bajezas


Ayer se cumplieron 100 años de la Gran Vía, el gran mirador madrileño, el magnífico escaparate que esconde demasiadas trastiendas infames. Ya he hablado de ella, de sus paisajes y tipos humanos e infrahumanos, nada que no hayan hecho tantos otros. He conocido lugares de su geografía que ya no existen, aprendí a esquivar las bocacalles más dañadas por socavones y penurias e hice mía la sociología de banco de plaza arrellanado en Callao, esperando por alguna cita que no llegaba a su hora. Nada de eso será historia, de tan manido que parece el lugar más común para cualquiera que haya pisado alguna vez esta avenida de la CNT, de los Obuses, de Jose Antonio y de la URSS. Esconde esta ciudad callejones con más historia, más belleza y mejores vistas, pero ninguna atesora ese contrapunto salvaje que ofrece la Gran Vía. Las suelas de mis zapatos me llevan solas del Círculo de Bellas Artes a la alcantarilla sonora, del edificio Metrópolis al misterioso Oratorio, del supuesto Broadway de cartón piedra al colapso humano de la calle Desengaño. Y, a pesar de todo, es mejor que la Plaza de España no sea Trafalgar Square. Ayer la homenajearon reyes, turistas y políticos, mientras esta noche y todas las demás harán lo propio las putas y los desheredados. Todos ellos pueden reclamarla como suya.

kortatu - mierda de ciudad
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