... y al fin se hizo la TV OFF


En BorderSticks festejamos el apagón analógico en mitad de su semana de procesiones. La señal se fue para no volver y todavía no hemos decidido si nos engancharemos a ese festival de la caspa y el  politiqueo reaccionario que es la TDT. Habrá que bajarse a ver los partidos al bar si falla rojadirecta. Echaremos de menos las mañanas de Telemandril con Masegosa, Jota y Begoña, en la 2 con la búsqueda de empleo, That's English y la UNED, los campeonatos de atletismo, las pelis Chuck Norris en la Sexta, los documentales de Localia, las series de madrugada y los canales latinos evangélicos. Lo importante está a buen recaudo entre teras y teras de almacenamiento para cuando llegue el día negro en que capen las descargas. Al otro lado de la pantalla, las cámaras filman el ocaso del analógico. ¡La televisión ha muerto, viva la TV OFF!

Cosas que el Pentágono no quiere que sepas


Todos los países, desde democracias occidentales a dictaduras bananeras, luchan una particular batalla diaria contra la libertad de prensa. Es un tira y afloja constante por evitar que lleguen al gran público las noticias que revelan las maneras perversas y corruptas que tiene el poder de perpetuarse. Sin ir más lejos, en el estado español, secciones especializadas de la Policía Nacional, la Guardia Civil y los servicios secretos recorren la red en busca de informaciones sensibles que justifiquen cierres unilaterales de páginas y blogs, bajo la excusa de la seguridad nacional, la lucha contra el terrorismo o la defensa de los derechos de autor. No sólo sucede aquí, sino en todo Occidente, gracias a redes de vigilancia como Echelon, salvo que las críticas contra estos mecanismos de censura sólo se permiten cuando se refieren a países como China, Siria, Venezuela, Cuba o Birmania. 


Para romper estas barreras informativas, nació en diciembre de 2006 Wikileaks, una ONG creada por disidentes chinos, periodistas y activistas de todo el mundo para publicar de manera anónima informes clasificados y documentos filtrados que evidencian los manejos de gobiernos, corporaciones, grandes bancos, lobbys y juntas militares varias. Por ello, desde su mismo nacimiento, han sufrido toda clase de presiones, cuando no censura. Esta página dedicada a la libre información se ha centrado principalmente en denunciar los régimenes autoritarios en África, Asia, el ántiguo bloque soviético y Oriente Medio, lo que le supuso su cierre en países como China o Corea del Norte y la represión policial en Alemania, Tailandia, Australia o EEUU.


Gracias a los más de un millón de documentos destapados por esta web, hemos conocido miles de informaciones destinadas a no ocupar ni una sola página en ningún medio. Comenzaron desvelando el expolio de las arcas públicas en Kenia por parte de la familia del exgobernante Daniel Arap Moi, para poco después atacar el flanco financiero informando sobre las actividades ilegales del banco suizo Julius Baer en las Islas Caimán, lo que les valió su primer juicio y su primera victoria. Apuntaron más alto en su siguente filtración, haciendo públicas las directrices sobre trato inhumano a prisioneros en la prisión de Guantánamo, que sirvieron para confirmar las denuncias sobre la violación constante de la Convención de Ginebra y para ganarse a su gran enemigo, el ejército estadounidense. Más adelante, desvelaron las actas de las reuniones del grupo Bilderberg, la lista de afiliados del ultraderechista British National Party, los oscuros manejos de la política petrolera peruana, el sonrojante contenido del mail de la republicana Sarah Palin, la financiación de la Iglesia de la Cienciología o, incluso, las órdenes de batalla de las tropas estadounidenses en Irak y Afganistán.


En su último informe, Wikileaks destapa que el departamento estadounidense de Contrainteligencia de Defensa les considera una amenaza. De hecho, en su último informe, se da a conocer que el Pentágono busca desenmascarar a las fuentes y redactores de la web contrainformativa desde 2008. Pese a su falta de éxito, hasta el momento, los servicios secretos han redoblado sus esfuerzos debido a dos informes que Wikileaks publicará en próximas fechas. Uno de ellos se refiere a la muerte de 97 civiles afganos el 7 de mayo de 2009 a causa de un ataque aéreo aliado. El otro es, si cabe, mucho más espeluznante, ya que narra el fusilamiento extrajudicial de varios periodistas el 5 de abril del pasado año a manos de militares de Washington. Poco más pueden avanzar al respecto dos de sus cabezas visibles, Julian Assange y Daniel Schmitt, que continúan transmitiendo desde su exilio islandés. Hasta en la fría Reykiavik, denuncia Assange, les persigue la vigilancia del espionaje aliado. Un espionaje que, hasta ahora, no ha sido capaz de acallar su labor de denuncia. A través de sus conexiones cifradas, cualquier persona en cualquier lugar del mundo puede saltarse las restricciones estatales y hacerles llegar material revelador para que sus cooperantes lo corroboren, amplíen y publiquen. Será que la libre expresión es incontrolable o que sus medios de control comienzan a perder el monopolio del silencio cómplice.

Exorcismos periodísticos

Son las cuatro de la mañana y estoy en la oficina. Sí, blogueo en horas de trabajo, podéis denunciarme por improductivo. Hace un par de horas escuché a uno de esos tertulianos enterados que los trabajadores del estado español son de los menos productivos por el enorme absentismo laboral. Lejos de quedarse ahi, el orondo creador de opinión mostró como prueba que dicho absentismo había bajado por la crisis. Quizá el iluminado de turno no ha pensado que muchos hemos acudido enfermos a nuestro trabajo este año para evitar perderlo. Será por eso que, como soy un vago improductivo que vive a expensas de su empresa, he terminado mi trabajo hace un rato con varias horas de antelación y puedo permitirme el lujo de escribir en ese ratito que me queda entre el boletín informativo de las 4 y la llamada a nuestro corresponsal en Nueva York para grabar su crónica diaria de Wall Street. Tan poco apasionante que ni tengo ganas de ironizar al respecto.

Mientras pasan con lentitud estas horas sin sol, me entretengo buceando en medios extranjeros, del Süddeutsche Zeitung al South China Morning Post, del Ankaragüku Hürriyet al Nihon Keizai, pero ninguno consigue entretenerme tanto como el propio diario del grupo innombrable. En su edición de hoy, abren su sección internacional una entrevista a Marine Le Pen, hija del odioso octogenario fascista y actual lider del Frente Nacional. Llamar entrevista a este ejercicio de proselitismo ultraderechista es poco. La misma palabra ultraderecha sólo se hace constar, y de pasada, en la entradilla de la sección. Ninguna pregunta crítica con su xenofobia, sino más bien, se le cede a la delfín del viejo mariscal neonazi una tribuna para vender su mensaje de odio, incluído el clásico "somos 5 millones de parados, ya no cabe nadie más". ¿El título? "Marine Le Pen contra la Europa totalitaria". Vaya un juego de palabras repulsivo cuanto menos. Cae sobre tu conciencia, C.S.

Podrá consolarse pensando que no es el único, ya que en la edición de hoy, por poner un ejemplo al azar, R.C. intenta emponzoñar el nacionalismo periférico relacionándolo con el nazismo en un ejercicio de hipocresía centrípeta cuando no de lesa originalidad. Se suma también al juego del periodismo de dudosa ética M.B., defendiendo fuera de las páginas de opinión la inocencia del expresidente de las Illes Balears, Jaume Matas, ante su jucio por corrupción y enriquecimiento ilícito; A.M., en su llamada a la resurrección del anticomunismo; J.A., en su denuncia del abandono que "sufre" el Valle de los Caídos y así un largo etcétera. No tengo palabras, sólo espero el momento en que una oferta de trabajo me aleje de esta cloaca de la información. No todos los profesionales que trabajan en este grupo merecen entrar en este grupo de mercenarios, algunos demuestran día a día cómo se puede ser un buen periodista trabajando para un mal medio. De ellos aprendo y gracias a ellos sigo aquí. Mientras tanto, sacaré la cabeza por la ventana para refrescarme las ideas, maldecir a los escasos fiesteros que pasean su borrachera en los aledaños de la Castellana e intentar no pensar cómo sería mi vida si todavía viviese bajo vuestros horarios. Puede parecer que no, pero, asomado al ventanal, sonrío.



Earth, Wind and Fire - Getaway

Limpeza estival


Chegou xa a primavera, mais o sol ven con retraso. Tanto me ten, nunca lle tiven medo ós neboeiros e prefiro iste decorado de fondo para o meu domingo, o primeiro de moitos que non me trae penitencias. Mudou a estación e semella que se achegan tempos de luz. Terei que aproveitalo, en vista do caras que se mercan as horas soleadas. É o intre exacto de abrilas fiestras, botar auga para refrescalo chan e deixar que se renove ó ar. Estiven longo tempo afastado de min mesmo, orfo sen me decatar da miña propia ausencia, acorando no espertar dun continuo lusco e fusco. Ata o derradeiro venres do inverno. Coma acostuma, non vin vir o desxeo, como tampouco lembro a súa chegada. Agora sei que non teño porque me converter no que nunca quixen ser. Iste é o momento de ceibarse dos vellos remorsos, o momento de fuxir do desacougo e esparexer de novo iste fato de ósos con mellores compañas que as que adoita. Non é doado saber de certo que é o que se supón que teño que facer. Unha vez máis, chegará o serán para atoparme improvisando.


Jimmy Page - Your Time Is Gonna Come (Live At The Greek Theatre)

American cliche


Los que me conocéis ya sabéis de mi gusto por las series, sean de la HBO o de Showtime, de la BBC o de Channel 4, de David, apellídese Simon o Chase, de los chavales de Malviviendo o de los de Qué vida más triste. No suelo hablar de ello aquí, salvo alguna que otra excepción, porque ya fui crítico audiovisual una vez y no van por ahí mis caminos. No tengo un criterio mínimamente estándar, no entiendo qué significa lo comercial y tampoco pretendo dar lecciones de lo que no sé, pero, animado por personajes como Tordable, he decidido añadir alguna reseña que otra de las series que pueblan mi pantalla y duermen en mi disco duro. Ante cualquier discrepancia, me remito al subtítulo de este blog.
Ayer vi, tras media hora escasa de descarga ilegal, el primer capítulo de la nueva gran serie pregonada por los medios: "The Pacific". Las perspectivas eran buenas, ya que llega avalada por un presupuesto desorbitado de 2.000 millones de dólares, por el pedigrí de su tándem creador, Steven Spielberg y Tom Hanks, y por la etiqueta de ofrecer "la otra cara de la guerra". En su sinopsis, se nos cuenta que los diez capítulos de la miniserie ofrecen la visión de la guerra entre EEUU y el imperio japonés entre Pearl Harbor y las bombas de Hiroshima, narrada a través de tres soldados en el papel de personajes principales. Según sus creadores, "The Pacific" busca ofrecer una perspectiva diferente de la Segunda Guerra Mundial, comparando la motivación y el heroísmo de sus protagonistas con los de conflictos actuales como los de Irak o Afganistán. Y ahí está el error. No porque establezca paralelismos que nos acerquen desde un punto de vista medianamente creíble al día a día de un marine en Guadalcanal, sino precisamente por incumplir desde el inicio esta premisa. Me explico.

Al enfrentarme a este piloto, el más caro de la historia, admito que tuve prejuicios. No me parecen gran cosa las anteriores incursiones en lo bélico del dúo Spielberg-Hanks, tanto en la gran pantalla con "Salvad al Soldado Ryan" como en la pequeña con "Band of Brothers", de la que bebe en gran medida esta nueva miniserie. Mi gran objeción respecto a esta producción es casi la misma que se le puede poner a cualquier cinta bélica estadounidense, en este caso con más motivo, dado que se vende bajo la manida etiqueta de "otro rollo". No es un problema de cásting, en el que destaca el niño repelente de Jurassic Park en el papel de recluta, ni de fotografía, ni de medios o de fluidez narrativa. Es un problema de guión. Cuando un creador estadounidense topa con el tema de hablar del ejército de su país en situación de guerra, cae invariablemente en una serie ordenada y cadenciosa de clichés y lugares comunes que podemos encontrar en libretos tan dispares como "Doce del patíbulo", "El sargento de hierro" o incluso la repulsiva "Pearl Harbor". La inocente certeza del soldado que se enrola sin pensarlo dos veces, la mala bestia del batallón, las dudas del héroe cotidiano, la constante batalla con la burocracia, la humanización superficial del enemigo, el oficial incompetente y el que se lo curra por sus soldados, el discursito con bandera de fondo, barras y estrellas por doquier... todos y cada uno de estos topicazos se dan en este piloto, como era de esperar y se negaron a adelantarnos.

Pero aquí quería yo llegar. Acabo de asegurar con rotundidad que todas las producciones yankis protagonizadas por su ejército son iguales. Miento, y no porque me refiere al casposísmo senil de JAG o NCIS. Existe una pequeña pero notable excepción que justifica esta recomendación de la casa. Me refiero a "Generation Kill", otra miniserie bélica de HBO dedicada a uno de los batallones de Tierra que invadieron Irak en 2003 y a un periodista de la Rolling Stone empotrado en la unidad. En principio, no me ofrecía mayor lustre que las demás, dados su lugar de origen y el hecho de que trate una guerra detestada que también perdí de alguna manera. Pero olvidé daros la clave. Su creador es el ya citado David Simon, creador de la magistral "The Wire" y compañero de profesión, un hombre capaz de transformar para siempre el género policíaco. Pero no os voy a decir más, ni de sus críticas al conflicto, ni de su semblanza sociológica del recluta medio ni tampoco de la fluidez vertiginosa de unos diálogos que destilan realidad y cinismo. El resto lo descubriréis vosotros, si os apetece. Luego, podréis atreveros a defender que miento.


История Кавказа - Historias del Caúcaso

El sábado pasado, un reportaje del canal privado Imedi Tv puso a más de 5 millones de georgianos en alerta. Las líneas telefónicas se colapsaron, cientos de personas salieron desconcertadas presenciar el caos en las calles de Tiflis y Tsjinvali y el ejército georgiano reforzó sus unidades en las fronteras con Rusia, Osetia y Abjasia. Una mujer, madre de un recluta en el servicio militar, murió presa del pánico y algunos más sufrieron infartos. Todo por un falso documental que narra una ficticia invasión rusa dieciocho meses después de la anterior, en un país sumido en una inconstante guerra civil contra todos y contra sí mismo. Los guionistas hicieron un buen trabajo, demasiado bueno. Nadie reparó en que al principio del documental se avisaba que todo era un mero juego audiovisual, ni que en las imágenes de  misiles cayendo sobre casas y edificios estaban fechadas en el verano de 2008. Según su narración, trasunto neorrealista de La guerra de los mundos de Orson Welles, la oposición promoscovita abre las puertas a la invasión generando el caos en las calles, desorden en el que es asesinado supuestamente el presidente georgiano, Mikhail Saakashvili, mientras los presentadores de Imedi intercalan imágenes de soldados heridos y anuncian que los combates ya están a 30 kilómetros de la capital.
Horas después, cuando la cadena ofrece explicaciones, estallan los reproches. Cientos de manifestantes reclaman respuestas a las puertas de la redacción de Imedi. Andrei Nesterenko, portavoz ruso de Exteriores, exige una explicación a gritos en una extraña rueda de prensa en la que se cachea a los periodistas de origen caucasiano. Por su parte, Saakashvili, no demasiado impresionado por su muerte ficticia, quita hierro al asunto asegurando que el falso documental revela una telerrealidad no demasiado improbable. En las regiones separatistas de Osetia y Abjasia, donde más ha cundido el pánico por haber sido el campo de batalla de las anteriores refriegas, se reclama una excusa convincente o una auténtica intervención militar. Todo por treinta minutos de reportaje chapucero en el lugar menos propicio del mundo. ¿Es tan distinto del alarmismo cotidiano de nuestras televisiones? Los reportajes constantes sobre inseguridad ciudadana aunque la criminalidad descienda en lo más crudo de la crisis, las noticias sensacionalistas sobre delicuencia e inmigración, las tertulias políticas extremistas y maniqueas, ¿no son acaso el mismo tipo de presión mediática? Está claro que especular sobre una guerra es un exceso, pero no es inteligente subestimar la difusión constante de crispación en pequeñas dosis que genera este conflicto a fuego lento que se nos sirve frío todos los días. Lo dicho, por la tele no echan más que mierdas.

None of us are free

Son las siete de la tarde y apenas acabo de abrir los ojos. Mientras en mi cama se despereza el animal, el resto de la ciudad efectúa el movimiento contrario. En el ambiente, además de polvo y aire cargado, se respira cierta nostalgia de algo llamado vida normal. Hace tanto que lo normal no forma parte de mi rutina que he llegado a pensar que nunca ha existido, que siempre he vivido en constante estado de excepción. No es sólo la ausencia de un horario diurno, unos lugares comunes, una compañía mansa y recurrente. No es un síntoma prematuro de vejez o de acomodamiento. Tampoco tiene un rostro definido o un escenario reconocible. Por eso empiezo a convencerme de que no es real, que esta sensación de pérdida viene de alguna parte desconocida que nunca he visto ni tocado. Y aún así, sigue murmurando desencantos desde el cabecero de mi cama. Por eso, abro la ventana y saco la cabeza para airear mi trasnoche. Afuera llueve, la gente se apresura ir y venir hacia alguna parte y, por algún motivo que no me detengo a analizar, quiero bajar a la calle a perderme en el flujo de paraguas e impermeables. Puede que si camino entre ellos nadie repare en mis ojeras y en el rumbo indeciso de mis pasos. Pero llueve, la gente mira al suelo para no tropezar y ninguno se sorprende si levanto la cara al cielo para empaparme la cara. Las gotas bailan entre el bigote y la comisura de los labios y me hacen cosquillas. Se me escapa una sonrisa. Ahora me siento bien, indiferente al aguacero y a la mirada inquisitiva del dueño del bar de enfrente. No me importa, ahora mismo ya no estoy aquí. En algún lugar lejos de la acera, los peatones y los charcos de lluvia, del trabajo que me espera en unas horas y de las necesidades rutinarias, estoy reconciliándome con mi propio caos. Subido en las alturas, bailo la danza de la lluvia para festejar este día a día en estado de excepción, para recordarme que esa estúpida nostalgia es un precio asequible para ser libre.

Panta rei

Los sospechosos habituales y los más avispados de la casa ya se habrán dado cuenta hace días. Este humilde País de los Placeres Amargos, después de 58 meses de vida y 313 entradas, ha cambiado de imagen. El hecho de prescindir de la vieja plantilla "Minima Black" que trae por defecto nuestro proveedor de alojamiento no ha sido pura vanidad. Ha sido cuestión de incapacidad, la mía de comprender el arcano manejo del HTML y en general todo lo que tenga que ver con el diseño web. No me estoy explicando y llega la hora de señalar culpables. Vayamos a los hechos cronológicos.
A finales del mes pasado, sin previo aviso y a traición, el proveedor habitual de música para las ya míticas recomendacións da casa, la hasta entonces altruísta e intachable Goear, decidió de manera unilateral pasarse al lado oscuro. Un veintipocos de febrero, al despertarme ya avanzada la tarde, descubrí que los reproductores externos de mi web que dependían de esta joven y ambiciosa compañía vasca se habían convertido en la quinta columna de una conocida marca de refrescos empalagosos para poligoneros. No contentos con insertar publicidad sin permiso en sitios que, como éste, carecen de publicidad por motivos estéticos e ideológicos, los nuevos desertores del freeware decidieron afear lo más posible su interfaz, de tal modo que título e intérprete de las canciones adjuntas es ya invisible.Y por eso decidí quitar todos sus enlaces de mi página y migrar mis bandas sonoras a otros servidores. Y ahí comenzaron mis problemas.
No voy a quitarme responsabilidad. Soy un patán testarudo que prefiere equivocarse por su cuenta y por eso, en el proceso de cambiar los enlaces musicales a ListenGo, Youtube y tu.tv, no preguntéis cómo pero descuadré totalmente la plantilla del blog. A partir de ahí ya no hubo vuelta atrás y, después de remover medio interné buscando una plantilla no demasiado cantosa, me decidí por la que ahora ilustra este espacio, manteniendo el blanco sobre negro como seña de identidad y las banderas alzadas para que nadie las pise. Todo lo demás seguirá como hasta ahora, con periodicidad anárquica, carne cruda en cada párrafo, imágenes inconexas marca de la casa y banda sonora selecta. No es una historia apasionante, lo sé, pero después de tanto tiempo contándoos mi vida es un poco tarde ya para callarme ciertas nimiedades. Si alguien tiene algún consejo estético o informático, que hable ahora o calle para siempre. Para todo lo demás, ya saben dónde encontrarme. Todo cambia ante mi asombro, ¿quién dijo que yo no sabía cambiar?

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