Reflexiones de St. Patrick´s Day

En el norte ocupado de Irlanda han vuelto ha hablar las armas. Un policía y dos soldados del ejército británico han muerto en dos atentados de grupos católicos disidentes, el Continuity y el Real IRA, que rechazan los acuerdos de paz de 1998. Ciertas voces alarmistas han querido recordar la última ruptura de una tregua por parte del Ejército Republicano Irlandés, con las bombas de Londres en el Carnaval de 1996, que por desgracia me tocó vivir in situ. Sin embargo, once años después de la firma del tratado de paz, los avances del proceso son lentos, pero irrevocables. Las tropas británicas, aún presentes, han reducido a la mitad su presencia en la isla. El IRA destruyó sus arsenales en 2005 y los paramilitares lealistas siguieron su ejemplo paulatinamente. Los presos políticos fueron liberados poco después. Desapareció el Royal Ulster Constabulary, el infame cuerpo de policía de ocupación nutrido por paramilitares probritánicos, dando lugar a una nueva policía que ya cuenta con un 25% de oficiales católicos, como Stephen Carroll, el agente muerto el pasado lunes. La antirlandesa Orden de Orange sigue desfilando cada 12 de julio por el bastión republicano de Falls, en Belfast Oeste, pero ya no les llueven piedras ni cócteles molotov. Free Derry sigue siendo una frontera que las tropas de su majestad no se ateven a cruzar. Sandy Row, en las antípodas de la misma Irlanda, todavía viste pinturas unionistas de guerra. Pero el Úlster ha cambiado para siempre. Ya nadie lucha por los derechos civiles, porque, por primera vez, son una realidad. La autonomía fue devuelta en enero de 2007 y cuenta con un presidente protestante, el líder de los unionistas contrarios a los acuerdos de paz, Peter Robinson, y un vicepresidente católico, Martin McGuinness, activista del IRA y líder histórico del Sinn Fein. Y aunque parezca imposible, gobiernan juntos. Todavía no se ha llegado a una respuesta definitiva al conflicto, pero, desde el abandono de las armas, se ha avanzado más que nunca. Aún queda mucho camino por delante.

El pasado fin de semana católicos y protestantes se mezclaron en las calles por primera vez en siglos para mostrar su rechazo. Cientos de concentraciones silenciosas pidieron el fin de la violencia. El mismo McGuinness calificó a los disidentes de "traidores" y condenó los atentados. Porque, según sus palabras, la violencia sólo sirve para frenar cualquier solución justa al conflicto. Tal y como sucede en Euskal Herria, Sri Lanka, Colombia o Palestina. Por eso, una vez reestablecida la autonomía y afianzada la paz en el mutuo compromiso, es el momento de avanzar. Algunos creemos en la devolución de los seis condados a los otros veintinueve que componen la República de Irlanda. Otros defienden la unión histórica y demográfica entre Gran Bretaña y el Ulster. Para llegar a un acuerdo entre ambas posturas, tiene que haber respeto y libertad para debatir. Y para eso está el Parlamento de Stormont, elegido en las urnas por primera vez en la historia. Terminada la guerra, el ejercito británico debe retirarse. El terrorismo residual es tarea de la policía, los ciudadanos y los políticos norirlandeses y de nadie más. No resucitarán los 3.600 muertos de uno y otro lado, ni se olvidarán los cuarenta años de guerra abierta. Pero tampoco se podrá detener la paz en el Úlster, siempre que se acompañe de justicia. Bobby Sands, poco antes de morir en la huelga de hambre de 1981 junto a sus siete compañeros, ya lo había avisado: "nuestra venganza será la felicidad de nuestros hijos".


Saoirse!

1 divagando:

dtordable disse...

No se si me dan más asco los irlandeses o los ingleses. Bueno lo cierto es que me dan más asco los vascos, por este orden seguidos de los gallegos.

top