Nómadas


En pleno siglo XXI, es complicado imaginar que existan todavía maneras de vivir ajenas al modo occidental y la civilización basada en sueldos mensuales, facturas, leyes, iglesias, webs porno, hipermercados y escuelas. Más todavía si descendemos a principios tan básicos en nuestra sociedad como el hecho de construir vivienda permanente y establecerse. El sedentarismo, dicen los manuales de historia, dio al hombre espacio y tiempo suficientes para poder prosperar y distinguirse definitivamente del resto de las fieras. Sin embargo, el hombre se las ha apañado desde el inicio de los tiempos para contradecirse, para disentir del camino que él mismo ha trazado. Incluso del ritmo supuestamente evolutivo de su historia, del taparrabos al traje, del mamut a la comida rápida y de los ancianos de la tribu a la wikipedia. De este modo, venciendo su natural tendencia a erradicar lo diferente y contra todo pronóstico, el hombre continúa siendo nómada. Y no solamente en lo profundo de la selva tropical, sino en la mismísima Europa.



Automáticamente, hablar de pueblos errantes en el viejo continente trae a la mente dos ejemplos: judíos y romaníes. En la actualidad, ambos son pueblos asentados, en menor medida en lo que se refiere a los gitanos, por su condición de persona non grata en muchos países mediterráneos y su secular arraigo en la periferia urbana. Pero, escarbando un poco, es posible descubrir incluso en el mismo territorio de la Unión pueblos nómadas que hacen uso de las ventajas del Espacio Schengen sin necesidad de pasaporte. Lo que la sociología llama etnias peripatéticas persiste hoy día en las mismas narices de la burocrática y aseada Bruselas. Sintis en Alemania, romas en el sur de Europa, Reino Unido e incluso Finlandia, tártaros en Rusia, cosacos en Ucrania, reisendes en Noruega, yeniches en Baviera, Suiza y Austria, mercheros o quinquis en España. Todos ellos nómadas, todos ellos fuera de nuestro adorado progreso. Uno de los ejemplos más genuinos de lo que supone este fenómeno de anacronismo social son los pavee, también conocidos como irlandeses errantes o pueblo viajero. 


Trescientos mil de ellos continúan recorriendo los caminos en Éire, Gales, Inglaterra e incluso EEUU y Canadá, llegados desde Galway hasta ultramar. Nadie conoce el origen de su peregrinación a ninguna parte, ni el significado de su idioma, el shelta, llamado gammon en gaélico y sencillamente the cant -la jerga- para los anglófonos. Los libros consideran muy probable que provengan de campesinos irlandeses desposeídos de sus tierras tras la invasión inglesa de la Isla y su colonización a base de importar labriegos sajones. Algunos acusan al propio Oliver Cromwell de dejarles en la cuneta en el siglo XVII, aunque su lengua ininteligible ya existiese cuatrocientos años antes. Desde entonces, estos hombres itinerantes vagan en busca de fortuna, viviendo, como muchos otros nómadas en todo el mundo, del comercio de chatarra, la artesanía y el cuidado de los animales que les acompañan. Del mismo modo, la marginación por parte del mundo avanzado les afecta aún a día de hoy. Todavía existen en algunas localidades carteles que les prohíben el acceso a determinados lugares, cuando no a pueblos enteros. 


Pero, pese a los escasos cambios en la tolerancia de los sedentarios hacia sus costumbres, los pavee continúan viviendo en el camino, luchando contra la exclusión, la falta de recursos y una alarmantemente escasa esperanza de vida. Mientras un europeo medio tiene por delante unas siete u ocho décadas, la mitad de los irlandeses errantes no supera los 39 años. Y aún así, siguen adelante, como el resto de pueblos nómadas, tras casi dos milenios de historia dándoles la espalda. Leyendo nuestros periódicos y recapitulando las barbaridades con las que hemos llenado nuestros libros de historia, cuesta aceptar que son ellos los salvajes. Quién sabe, puede que la próxima crisis nos lleve a todos a retomar la senda ancestral que lleva al perpetuo viaje hacia Poniente. Siguiendo el camino del sol hacia tierras más verdes, desafiando la línea del horizonte y dejando atrás los castillos de humo y asfalto.

1 divagando:

Náufraga disse...

pues como que la crisis no dejará otra posibilidad que la de nomadear, salir de nuestros países e ir recorriendo el mundo en busca de oportunidades...

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