Desde la azotea, veo el mar


Agoniza la tarde entre las brasas y los vapores, mientras agosto se agota sin dar tregua. A ras de suelo, crepita el mar de asfalto del que escapan audaces viandantes. Pronto, cuando el aire vuelva a ser respirable, serán más. Justo antes de desaparecer, el sol dibuja colores nuevos en el horizonte de antenas, grúas y tejados. Lusco e fusco, territorio fronterizo del que nacen el delirio y la tiniebla. Se anticipan las alarmas ancestrales que pregonan y la luz aprovecha sus últimas fuerzas para despedirse entre promesas. Los pies, sobre el magma; la cabeza, en las alturas. Se apagan las luces. Llega la hora oscura de salir al aire.

2 divagando:

Enric Draven disse...

Suerte V, y anda con los ojos abiertos en la lúgubre ciudad. Hay peligros que acechan!

Enric

Kepa disse...

Grandes los SoundGarden

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