V en el país de la zurra


Una vez más, he hecho las maletas para huir de Madrid. Empieza a ser costumbre. Sin embargo, esta vez no ha sido un viaje en busca del relax. Esta vez iba en serio. Esta vez se trataba de la Pandorga. Después de haber dado cobijo en mi madriguera a tres aragonesas (que puede parecer una chorrada, pero tiene su peligro) durante tres días, en los que conseguí compaginar la resaca letal y levantarme a trabajar a las 8, el sábado partimos hacia Ciudad Real el grupo más variopinto que jamás acudió a estas fiestas, con japonés pintoresco incluído.

Una vez allí, todo comenzó a desfasarse. Tras soltar los bártulos, vestirnos con nuestras peores galas y disfrutar de una comida casera (con pisto al vodka incluído), fuimos conducidos a la fiesta más salvaje que he contemplado jamás, la Zurra. Un parque lleno hasta los topes de peña embrutecida (local y visitante, y ahí aportamos nuestro pequeño grano de arena), dedicada en exclusiva a preparar la famosa zurra (vino blanco, azucar, limón y vermouth) que, durante toda una tarde, los mozos y las mozas de Ciudad Real se dedican a arrojarse los unos a los otros y a beber algo de la pócima, si es que sobra. Poco más se puede decir.

En un ambiente de máxima cordialidad al calor de los efluvios de la "limoná", nadie pudo evitar terminar calado hasta los huesos, pegajoso y alacatreando a vinacho. Sé de unos cuantos (sé donde vivís, colegas) que se echaron unas buenas risas volcando el contenido de un barreño sobre vuestro humilde narrador. Nunca me había enfrentado a un grupo tan grande de gente al borde del éxtasis y la experiencia ha sido irrepetible. No recuerdo haberme reído tanto. Acabamos como en las noches memorables, en la piscina y con los primeros síntomas de resaca.

Este ha sido un viaje nuevo, diferente. Quizá haya sido por la conviviencia continuada con tanta fémina junta (memorables conversaciones sobre depilación, chicas!) o por la experiencia de ver bailar a un japonés poseído por una música que tan sólo sonaba en su cabeza (we love you, Mitzoushi), sin embargo, la conclusión es clara: el año que viene quiero volver a la Pandorga. La hospitalidad de nuestros anfitriones (tres o cuatro comidas al día de lujo, cama, piscina y ropa limpia, auténtico hotel cinco estrellas), el buen rollo de estarse lanzando litros de vino indiscriminadamente y sin ningún tipo de violencia, el césped abarrotado de gente a medio camino entre la resaca y el botellón en ciernes, la sensación de cruzarte con alguien del Chami cada dos metros,... ha sido más que impactante. Han sido sólo 28 horas en Ciudad Real, pero han cundido como 3 fines de semana en Madrid.

En el zurrón me llevo bastantes cosas: el pañuelo mítico, la pulsera conmemorativa a la moda, unos vaqueros rotos, 0 euros de saldo, las miradas que derriten el hielo, un colorcillo cercano al bronce en la piel y la sensación de haber vivido el mayor acto de catarsis fiestera imaginable. También me llevo a mucha gente a la que me está gustando conocer y con la que me he sentido muy a gusto, pese a conocernos desde hace muy poco. Sólo queda decidir un punto crucial: ¿próxima parada? San Pedro Manrique, Askuarock 2005 en tierras de Teo, puede llegar a ser muy grande...

3 divagando:

El chico desenfocado disse...

¡Nos vemos en tierras sorianas, V! Porque la Pandorga es mi asignatura pendiente...

Anónimo disse...

Ciudad Real os espera el próximo año con los brazos abiertos, pequeños viajeros. Tendremos que ponerle las pilas a Mizu para que mande las fotos!!!

Y sí, ese festival de Teo tiene buena pinta... Jejeje, quizá nos veamos por allí... Besos y achuchones para todos :)

Anónimo disse...

oye oyeee,que yo también hice fotos insensatas desagradecidas!!"....lo que pasa es que no con la maestria del japo,pero es que el llevaba ventaja,el llevaba un pedo increible de pisto al vodka,y con eso ya sabes,la creatividad...

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