Por su seguridad, abróchense las mordazas

Hay días en los que hay que replanteárselo todo para poder seguir adelante. Para poder mirar cada mañana a los ojos de la mentira y no sentir la nausea de lo maquiavélicamente edulcorado. Hay días en los que no sabes que ocurriría si la gente fuese realmente consciente de lo que pasa, en qué pasaría si tuvieras la valentía suficiente para afrontar la verdad y dejar de eludirla como si fuese un rincón sombrío de un lugar demasiado familiar al que es demasiado tarde para intentar volver.

Se ha hecho de noche, olvidaste el camino a casa y te esfuerzas en creer que no estás perdido. Pero la mentira se desconcha en sus grietas y puedes ver que, en el fondo, prefieres no mirar a través. Escogimos la venda y la mordaza. La verdad es demasiado jodida. Y nosotros, demasiado débiles para afrontar nuestra responsabilidad callada, ocultos en el centro del rebaño, un engranaje invisible más que tensa la cuerda. Hasta que se rompa, como terminan por romperse todas las vendas y las mordazas, y no tengamos otro remedio que mirar el fruto de nuestra opera magna. Como aprendices de brujo, arquearemos las cejas segundos antes de que nos estalle en la cara. Entonces ya estaremos definitivamente ciegos y sordos y mudos. Y muertos. Será demasiado tarde, pero seguiremos con la cabeza bajo la almohada repitíendonos que todo está bien.

Somos culpables. No es que no nos lo enseñen, es que preferimos no verlo. ¿Información libre? ¿Existe una sola mente libre que pueda plantarle cara? Yo no, desde luego no sin sentir nauseas. De lo que soy. De lo que somos todos. Con los puños metidos en los oídos para que el apocalipsis no nos despierte del sueño prefabricado. La lengua, cortada a mordiscos, para que no nos delate. Las cuencas de los ojos, cegadas con cera, para que una mano no sepa a quién estrangula la otra. Somos analfabetos funcionales, para no tener que darnos cuenta de quién somos cómplices. El culmen de la civilización tiene que taparse la nariz para no oler su propia podredumbre. La generación más avanzada no soporta mirarse a los ojos. Nosotros, encaramados a los hombros de gigantes, demasiado orgullosos y cobardes como para asumir que somos incapaces de afrontar la responsabilidad de tener en la punta de la lengua la solución al problema. Pero ya apenas hay lenguas afiladas. Sólo hay muñecos de trapo. Y ciegos que no quieren ver.

Sin embargo, la historia enseña que nada es peretuo, ninguna tregua, ninguna mentira, ningún imperio. Pronto la verdad gritará tan alto que no podremos eludirla. La libertad de información no es una reclamación, es la afirmación de lo inevitable. Al igual que el agua se abre paso inexorablemente entre la piedra, la verdad se filtra al igual que la luz través de la venda. No pido la libertad de expresión, por que es en su nombre en el que se aprientan las mordazas. No pido nada, sólo afirmo que algún día ya no quedará mentira lo suficientemente grande tras la que escondernos.

Última pregunta: ¿quedará alguien como Diego de León , capaz de empeñar su último aliento en gritar "fuego" a su propio pelotón de fusilamiento? Hay mierda en vez de sangre en nuestras venas plastificadas. Y queremos creer que nos da igual.

3 divagando:

El chico desenfocado disse...

La Náusea, que sentimiento más familiar. Reconforta sentirlo y compartirlo. Anima esa cara neno, que somos más Diegos de León. Aunque yo les habría hecho un calvo mientras gritaba...

she is like a rainbow disse...

bueno enrealiadad todos nos podrimos por alguna cosa...yo me pudro cuando la gente me miente eso es lo mas asqueroso que me pueden hacer...por eso yo digo con sincera verdad que nosotros seres humanos preferimos mentirnos antes de saber la verdad...yo no.


niño gracias por tus palabras me hiciste sentir bien :]*[esa de mi foto la descripcion]*


saludos

Ignis fatuus disse...

Por cosas como esa se vuelve uno eremita.
Es muy egoista, quizá buscar sólo la salvación en el individualismo más acérrimo (que al final, supongo que podría convertirse en una nueva mentira), pero para mí, la nausea constante que supone verse -irremediablemente, siempre- entremezclado en ese tipo de parodias y patrañas y farsas... la única salvación consiste en hacerte un pequeño búnker, en intentar alejarte, en buscar solamente el oasis en ti mismo y lo que quieres que se te acerque, intentando sobrellevar, pulir y evitar las constantes hipocresías que parece, nos persiguen.
¿La humanidad, sus artilugios, fenómenos, preceptos y maquinarias...como masa, merece la pena?
No sé por qué, pero yo creo que cuando perdemos el control en eso de empezar a "juntarnos", para mí, empezamos a cagarla.
Después de asquearse y quejarse, supongo que queda el alejarse. Eso sí es un ciclo repetido en mil aspectos.

Un saludo,

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