Como aquí, en ninguna parte


Otro de los mitos fundacionales del españolismo populachero de barra de bar, el de la felicidad suprema que se respira en Ehpaña debido al estilo de vida desenfadado, las costumbres hedonistas y la indiscutible calidad de su geografía y gastronomía, se viene abajo. Un estudio del Instituto Gallup -el CIS del primer mundo- asegura que el batiburrillo ibérico es uno de los países más tristes del continente y, a escala global, ocupa un discreto puesto 43, muy por debajo de lo que se cuchichea en los taxis. Justo detrás de Honduras, un país mucho más pobre, enclavado una región altamente deprimida por la falta de recursos y la guerra civil, donde hace apenas un año hablábamos de un golpe de estado y donde todavía hoy se vive en un clima de polarización extrema. Y además, les metimos dos a cero en el Mundial. Pero ni la Copa del Mundo de fútbol ni los triunfos de Rafa Nadal, ni siquiera las indiscutibles cañas y tapas, pueden subir la moral al nivel de otros como Malta, Belice, Guatemala, Kuwait, Turkmenistán, Israel o los Emiratos Árabes, dictaduras algunos, sometidos a la guerra sucia otros, pero todos ellos más felices que aquí.


Lideran la tabla de la alegría, por este orden, Dinamarca, Finlandia, Noruega, Suecia y Holanda. Sí, Holanda. Países con un fuerte componente social, con buenos niveles económicos, educativos y una repulsión histórica a cualquier forma de totalitarismo. Países europeos, como éste, pero sin parches, corruptelas, fascistadas, chapuzas y demás especialidades de la gobernancia local y sus secuaces. En aquella Europa, la precariedad laboral, el sectarismo y la represión se ven de lejos, justo cuando aquí empiezan a cotidianos. Muere el mito de la falta de luz, las elevadas tasas de suicidio y la sempiterna frialdad nórdica. Allá arriba, con el frío que hace, la están gozando. Y todas nuestras playas, nuestros bares, chistes, fiestas populares y ganas de juerga no consiguen equipararnos. Será el horizonte de no prosperidad que se nos presenta, con su anodino panorama político, económico, laboral y social donde todos se forran menos tú. Y tus vecinos. Y casi toda la gente que te cruzas en la calle y que tampoco ve un duro ni motivo para celebrarlo. Pintan bastos y la furia roja se viene abajo. A tono con la liquidez de nuestras cuentas, la duración de los contratos y la credibilidad de los políticos. 

Mystical machine gun


Madrid, venres tarde. A calor desfai o asfalto e enche de desacougo e imaxes tolas ás cabezas requentadas.  Tolemia inducida polo clima pseudomediterráneo. No meu recuncho, centos de papeis pendurados na parede chaman a miña atención sen ofrecer ningunha resposta. É moi cedo aínda para que se nos derritan os miolos, mais, visto o ritmo abafante o que avanza o vrán, axiña comezaremos a delirar nas beirarrúas e nos tellados. Seguirei entón o consello e sairei á espreita da luz, disposto a procurar calquer reflexo que me encha as retinas. Ide pola sombriña, meus!

Voltando do lecer


Escapé a toda prisa y estoy volviendo poco a poco. La nocturnidad me acoge como siempre, con la ceja erguida en señal de desafío y las ojeras rehaciendo su surco. Pasaron días de mejor paisaje, color más saludable y compañía esperada. Pero pasaron ya y ahora toca seguir dibujando castillos en el aire, construyendo entre inspiración y espiración un mensaje que no se pierda en el éter sonoro. Los otros elementos me acompañan en la lejanía, en la piedra que toma forma del mar y el fuego que abrasa desde lo alto. Empieza, un año más, otro verano en la concrete jungle. Y en cuanto termine, puede que paseemos por Berlín.

La cumbre del desgobierno



Este fin de semana, los jefes de Estado y Gobierno, sus ministros de economía y finanzas y los gobernadores de los bancos centrales de las principales veinte economías del mundo se reunieron en Toronto. Analizando los resultados de tan sonada cumbre, o más bien la carencia de ellos, da la sensación de que esos líderes mundiales cada vez mandan menos. Pesa en la retina el poder de Obama desteñido por guerras y petróleo, las fallidas campañas de imagen de Sarkozy, la bisoñez de Cameron o los esfuerzos de Merkel y Zapatero por complacer a los mercados en lugar de a su propia opinión pública. Llegaron a Canadá con la intención de consensuar un camino que marque la salida de la crisis y, como tantas otras veces, sólo han cosechado promesas vagas y compromisos no vinculantes.


La tasa a las transacciones financieras, crucial para evitar que sean los ciudadanos los que paguen los altibajos de la economía bursátil y especulativa, no ha pasado de una mera anécdota sin repercusión. ¿Recuerdan la tasa Tobin? ¿Y la refundación del capitalismo? No ha habido un consenso sobre la viabilidad de la recuperación, ni sobre las medidas para encarrilarla, mi sobre las restricciones a la usura bancaria y la ludopatía del capital de riesgo, ni siquiera para cuestiones cosméticas como la reducción del déficit y la deuda pública de sus miembros. Sólo han llegado a una conclusión, hay que trasladar la crisis a nuestros bolsillos a base de recortes sociales y subidas de impuestos, pero lo justo para que podamos seguir gastándonos el dinero en engrasar la maquinaria de su sistema.



¿Quién reina entonces sobre este vacío de poder? El caos, y en el caos, cómo no, mandan hombres sin escrúpulos. Banqueros, inversores, agentes de rating financiero, especuladores, grandes fortunas, macrocompañías y grupos de presión campan a sus anchas y, por desgracia, no es sólo una metáfora. En 2008, su avaricia se nutrió de un sistema imperfecto, exigiendo estados cada vez más pequeños y gobiernos menos intervencionistas para llenarse los bolsillos sin impedimientos. Jugaron con el sistema hasta romperlo. Cuando asomó los dientes la amenaza de la recesión económica, corrieron asustados a las faldas de esos mismos estados para reclamar que financiasen un rescate inmerecido que no tardaron en concederles. Ahí estuvo el gran error.


En el momento en que nuestros gobiernos les alimentaron con dinero público, los pesos pesados de la economía se volvieron voraces. Les dejamos probar nuestra sangre y ahora quieren más. Para ello, juegan a lanzar bulos desde la prensa para hacer temblar a los mercados día sí y día también, tomando las finanzas públicas como rehenes para conseguir más. Una caída del 5% en Wall Street equivale al recorte de los subsidios por desempleo. Una bajada en la calificación de la deuda española o griega supone una subida de los impuestos que afectan a los artículos de primera necesidad. Un comentario destemplado de un economista iluminado -¿quién coño es Nouriel Roubini y quién le eligió sumo sacerdote de la crisis?- puede suponer un cambio de gobierno o un paso más en la demolición del estado del bienestar.


Hemos visto ya muchos avatares tras la caída del Muro de Berlín. De un mundo bipolar, pasamos a un escenario en el que EEUU parecía la única referencia. Tras la caída de sus torres gemelas y los consiguientes fracasos militares en Irak y Afganistán, emergió una efímera sociedad internacional multipolar, vehiculada a través de la ONU, la OTAN y el G-20. Este pinturero modelo multicolor ha terminado por revelarse como el mascarón de proa de un orden fuertemente centralizado en torno al dinero, es decir, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio.



Ellos son los que ordenan el expolio de las finanzas públicas y el predominio de un sistema económico que ya no se basa en lo que se produce o lo que fabrica, sino en un negocio ficticio controlado muy lejos de la soberanía popular. Ellos son los que mandan a las hordas policiales a aplacar a los críticos, dando alas a los más radicales, esos que quedan tan bien en la foto cascando el escaparate de un Zara o un Santander cualquiera mientras, fuera de cámara, otros seis centenares de manifestantes pacíficos son detenidos y apaleados por el mero delito de oponerse. Ellos manejan los medios que publican esa foto sin explicar que romper esos escaparates no sólo es un acto de vandalismo descerebrado, sino que sirve para señalar quién se beneficia cuando nuestros líderes vuelven con las manos vacías de uno de esos fotogénicos encuentros de alto nivel.

Traficando con verdades

 

Corren malos tiempos para los medios de comunicación, no es ninguna novedad. La concentración de grupos de prensa y su alineamiento con determinados intereses está teniendo efecto tanto en la profesión como en la opinión pública, si es que todavía existe algo público en estos días. El problema del periodismo no empieza en la base, sino en las altuas de los despachos de la gran empresa. Grupos de comunicación cada vez más grandes aprovechan medios cada vez más universales e inmediatos para difundir información sesgada y de escasa calidad. Sus conglomerados empresariales abarcan demasiados intereses para prestar atención a cualquier fin social de la comunicación, centrándose en lo único que saben hacer bien, generar beneficios. Se comercializan noticias sensacionalistas que atraigan más público, se pone el acento en la presentación más que en el contenido y se resta valor al trabajo periodístico. ¿Cómo? Ofreciendo condiciones laborales miserables a los profesionales mejor formados y primando a aquellos que ponen precio a su ética para defender intereses espúreos. Una generación entera de periodistas que hablan tres o cuatro idiomas con fluidez, que han destacado en sus carreras y postgrados y que se han sacrificado para adquirir experiencia se encuentra en su mayoría en el paro. 


Los más afortunados, por decir algo, se conforman con cobrar salarios miserables en medios en los que una turba de directivos, de esos que nadie sabe qué aportan o para qué sirven, decide sin ningún criterio cuál es el interés general. Esos traficantes de medias verdades que dirigen y coordinan nuestros medios son los responsables de que, en la época de mayor avance cultural y mayor libertad personal de nuestra civilización, nuestros medios hayan decidido imponer la mediocre telebasura. Sus estrategias económicas que sirven para vender armas o refrescos en serie están haciendo imposible el derecho a informar. Pero tranquilos, que esto no saldrá en ninguna de sus portadas, ni en la ultraderecha rampante ni en los inexistentes medios críticos. Han conseguido, de una vez y por todas, convertir al mensajero en cómplice de la imbecílidad a gran escala. No compren el periódico, el periódico está comprado. Pero mejor que se lo explique alguien que sabe de lo que habla.

Xustiza caducada

Trinta e oito anos despois, o governo británico recoñeceu o asasinato de catorce persoas desarmadas que se manifestaban a prol dos dereitos civís no Norte ocupado de Irlanda. Foi o chamado "Bloody Sunday", negado durante tres décadas polo exército da raiña Isabel, que, tal e como desvelou o informe guvernamental presentado hoxe polo seu chanceler, David Cameron. Mais o devandito estudio rexeita de plano a existencia dunha conspiración comandada dende o mesmo Westmister, descargando a responsabilidade da matanza nos soldados sen aterse a quen ós mandou abrir fogo.


Os paracaidistas ingleses recibiron á orde do seu superior, o coronel Wilford, mais esta investigación afirma que a decisión última de disparar contra un milleiro de civís sen mediar provocación correu única e exclusivamente a cargo del, sen que a RAF, o Alto Mando ou o daquela premier Edward Heath. Londres pide perdón mais non fai xustiza histórica. Négase a recoñecer a estratexia de tensión levada a cabo polo aínda Imperio, parcialmente desveleda na desclasificación de arquivos segredos do MI-5 en 2003, que debuxaban os plans de ocupación e segregación política no Ulster dende 1968 ata 1991.


Fai 38 anos, alguén en Downing Street diu orde ós paras involucrados na masacre de mentiren ó unísono e xurar ante tribunal que foron os manifestantes os que dispararon primeiro. Xamais puideron atopar unha sóa arma entre os feridos e os cadáveres. O rexeitamento da súa responsabilidade niste crime ergueu a todo o povo irlandés e supuxo o recrudecemento da guerra civil no Úlster. Os catorce mártires do barrio de Bogside, no Derry ceibe, foron os primerios dunha longa serie que conta ata tres mil falecidos. A causa dunha mentira infame, comezou unha espiral de carraxe que levou ós anos de chumbo do IRA e os paramilitares unionistas. 


Trinta e oito anos despois, minten de novo. Como o fará a comisión israelí que investiga o abordaxe da flota contra o bloqueo de Gaza. Coma cando á queima do Reichstag no Berlín fascista de 1933. Como o fixeron os policías españois que torturaron e soterraron en cal viva a Lasa e Zabala ou os asasinos de Moncho Reboiras, Patrice Lubumba, Anna Politkóvskaya e Letelier. A mentira inflama á violencia e pregoa á morte coma única consecuencia. Pero seguen sen comprendelo.



O Reino Unido xa pedíu perdón. Agora xa só queda que se vaian de Irlanda para non voltar.



Saoirse!

Waiting for the sun


Cuando ya parecía imposible, el cielo ha vuelto a abrirse para que llueva toda la tarde. Y, como uno es un hijo pródigo pero orgulloso de la anfibia Galiza, los pies me han llevado solos a una jovial peregrinación de charco en charco sin percatarse de la desnudez parcial de mis chanclas de playa. Sí, ayer fue un día de esos en los que vago por las aceras para no estar en ninguna parte. Lo siento, el clima y yo nos hemos reunido en mi despacho al aire libre y no estoy para minucias. Desde que me exilié en tierra seca, aprovecho estos paréntesis torrenciales para recargar el fusil de repetición. Bajo el aguacero, con ruido atronando las orejas y goteras despeñándose por mi barbilla, el tiempo se detiene y el monólogo interior fluye más despacio, dando rodeos para eludir las acostumbradas espirales descendentes. Pronto escampará y tendré que aferrarme a este recuerdo hasta que, probablemente ya en pleno otoño, vuelva la lluvia a despejar mis nubarrones. Mientras tanto, espero al sol mezclando hielo y fruta para endulzar despertares a medias. No sé si lo sabeis pero, por mucho que llueva, hoy no es un día gris como ayer.



the doors - waiting for the sun

Esos sucios terroristas atrincherados en la Bolsa...




He perdido la fe en los hombrecillos que salen en mi televisión. Sus pantallas hablan de un mundo que no es reconocible a pie de calle, una esfera irreal en la que se forman burbujas de activos, se paga con dinero que nadie llega nunca a tocar y términos como ajuste, recorte o austeridad enmascaran el cuatrerismo navajero de los especuladores, corporaciones y fondos de inversión. Los pescadores revuelven el río lanzando cartuchos de dinamita que impactan en la gran pantalla que ocupa nuestro salón. Nosotros, pobres pescaditos griegos, ibéricos o húngaros, flotamos aturdidos en la superficie a la espera de ser los próximos incautos que caen en las redes.


El sector financiero, las grandes corporaciones y la clase política desarrollan día a día una guerra de guerrillas contra aquello que se interpone en su camino al máximo beneficio: nosotros, esos ciudadanos adocenados que, según los gurús del gran negocio, impedimos el crecimiento a base de no querer desprendernos de lujos superfluos como la dignidad laboral, la sanidad pública o los subsidios sociales. No hablan de quién condujo a quién a la actual crisis, sólo de quién tiene que pagar los platos rotos. Y no serán ellos, váyanse haciendo a la idea.

 
Por eso, no saldrán adelante las tasas a los negocios financieros que recaudarían suficiente para rescatar cien veces nuestras economías -por no hablar de resolver el hambre en el mundo, que se haría realidad apenas con la décima parte- ni tampoco cambiarán las reglas del juego para evitar que los mercados somentan a los países a un proceso incontrolado de enriquecimiento y pobreza. La lucha del mundo financiero contra los derechos sociales ganados con sangre y fuego durante la Revolución Rusa -hablo de las vacaciones pagadas y la jornada laboral de 8 horas, no de otorgar el poder a los sóviets- es su lucha por enirquecerse sin reparos morales ni incidios de saciedad. Su expolio sólo merece un nombre: terrorismo. Quien lo ponga en duda, debería saber la cantidad de dinero que gana Israel manteniendo Gaza bloqueada y aislada del mundo o las primas que se reparten las mismas empresas avariciosas que provocan que a usted, compañero pringao, le recorten el sueldo, le suban los impuestos y le exijan que ponga buena cara. Vaya usted a la huelga, señor currante, nada va a cambiar.


Ahora, sus medios dóciles -esos que no señalan culpables y esconden deliberadamente el rastro del dinero- han iniciado una nueva yihad liberalizante. Su plan, como una intervención militar, sigue una estrategia de oleadas. La primera incluye un bombardeo masivo de malas noticias y peores perspectivas políticas y económicas. Con la población introducida contra su voluntad en una crisis repentina, los medios abren el grifo de la intoxicación y generan una ola contagiosa de pesimismo. Por último, cuando parece que nada más puede apretarnos aún más las tuercas, es cuando lanzan su golpe. Sumidos en trance, todos los canales entonan el mantra de la salvación universal: abaratar el despido creará más puestos de trabajo. No sólo son terroristas, sino que, además, nos han tomado por gilipollas.

Retrato coral del colaboracionismo

 

Habitualmente, tras un atentado, se produce una cadena de reacciones que retrata las diferentes sensibilidades e intereses de políticos, prensa y demás sectores sociales. En este país, es habitual criticar la tibieza ante el terrorista y despreciar la equidistancia de políticos y medios, fundamentalmente cuando se trata de ETA y de manera un poco menos rotunda en cuando se refiere a agresiones xenófobas, fascistas o de violencia de Estado. Desde determinadas posiciones, son habituales las críticas a los cargos abertzales por su habitual "lamento sin condena" de los atentados.



Sin embargo, cuando Israel aborda a sangre y fuego un grupo de barcos cargados de ayuda humanitaria, las condenas rotundas desaparecen como por ensalmo. Para determinados gobiernos y medios de comunicación, un estado que ha construído secretamente la bomba atómica merece la presunción de inocencia. No, no nos referimos a Irán. Tanto da que invada aguas internacionales para practicar el filibusterismo sobre activistas desarmados, o que repela sus palos y tirachinas con fuego de ametralladora y que mate a tiros a diez personas inocentes. Personas asesinadas y tildadas de terroristas por intentar llevar ayuda humanitaria a un lugar bloqueado ilegalmente desde hace tres años por Tel Aviv, en una maniobra pensada para ejercer un genocidio silencioso sobre Gaza, privando de sustento, medicinas e incluso de agua a su población.



Cuando la noticia salta a las portadas y comienzan las declaraciones de repulsa, Israel inventa nuevas cotas de ignominia al calificar a los activistas de la flota humanitaria de secuaces de Al Qaeda. Su ejército inventa unos videos en los que se pueden ver las armas de los propalestinos, apenas unos tirachinas y bastones improvisados con el menaje de los barcos. Su embajador en España, el goebbeliano Raphael Schultz, niega que haya desproporción de fuerzas y asegura que los soldados actuaron en defensa propia. Toda la maquinaria del fundamentalismo sionista se pone en marcha para justificar la piratería y el asesinato a sangre fría de civiles desarmados. Nada nuevo. Nadie se sorprende ya de los exabruptos de un gobierno de halcones xenófobos y militaristas personificados en su titular de Exteriores, Avigdor Liebermann. Es lógico que la falta de democracia en Israel se refleje a través de sus políticos.



Lo realmente grave es la reacción tibia de ciertos países y el colaboracionismo interesado de determinados medios. EEUU, la Unión Europa, Naciones Unidas, la OTAN y otros actores globales lamentan, pero no condenan el ataque israelí. ¿Habría la misma tibieza hacia cualquier otro país? Algunos mandatarios se atreven a cuestionar el bloqueo a Gaza, otros piden avances en la interminable negociación de paz, pero ninguno reprende claramente a Tel Aviv para evitar ser etiquetado de antisemita o de amigo de Hamás. La ética política y periodística de los colaboracionistas hace fácil olvidar las muertes de diez cooperantes desarmados y la detención ilegal de sus 700 compañeros, obligados a firmar su propia expulsión y sometidos a malos tratos. En los medios, es donde el servilismo al estado hebreo es ya flagrante. Mientras los propios medios israelíes critican a su ejército, al ministro del ramo, el sangriento Ehud Barak, y al gobierno nacionalista-conservador, en España el panorama es diferente. 



Algunos periódicos, como ABC, La Razón o La Gaceta, insisten machaconamente en calificar a los barcos abordados como "flota de Hamás", pese a que en ella viajasen varios europarlamentarios, un diplomático estadounidense, varios cooperantes e incluso madres e hijos. Su visión es la misma de Benjamin Netanyahu. Califican las tibias protestas internacionales al ataque de "linchamiento", niegan la mayor asegurando que había armas a bordo y tildan de provocación que se intente llevar ayuda humanitaria para Palestina. La Razón, en su portada de hoy, llega a asegurar que los soldados hebreos sólo llevaban balas de pintura y sugiere que las armas de fuego las portaban los cooperantes. Su actitud recuerda a la de Egin en los ochenta, negando cínicamente la verdad hasta el punto de defender la muerte de inocentes. Visto está que, para ellos, el terrorismo sólo merece tal nombre si los que lo ejercen no tienen dinero suficiente para meter colaboracionistas en nómina.




Reincidentes. - Yaveh se esconde entre las rejas.

Escrito en la sangre

Hay familias marcadas por un determinado fatum que define sus pasos generación tras generación. La vena literaria de los Dumas, el ramalazo pictórico de los Brueghel o el ansia de poder de los Kennedy son buen ejemplo de lo que supone llevar escrito en el ADN un futuro condenado a repetirse. Otras, en cambio, parecen destinadas al escándalo, la tiranía o el odio. Esta constante parece plasmada en la sangre de los Franco. Podría decirse que el mejor parado de esta dinastía fue el mismo dictador, conocido entre las tropas coloniales por su suerte providencial tras sobrevivir a varias heridas de guerra y por saber imponerse en un bando plagado de sables, arribistas y ambiciosos ultramontanos durante cuarenta años. Sólo dos máculas empañan la consabida baraka del autócrata: su escasa virilidad, tras perder en África una de sus gónadas y seis o siete tonos de voz, y una larga agonía en vida, plagada de gestos seniles y heces en forma de melena.


El estigma de los Franco puede tener su origen en el vínculo de la familia paterna con la Marina y la conocida y fructífera relación de este estamento militar con los placeres oscuros de las cantinas de puerto. Sea como fuere, su hermano Nicolás ya fue famoso por sus dotes de mujeriego intrépido y aviador sin miedo, tan capaz de protagonizar la segunda travesía transatlántica en un hidroavión desde Palos de la Frontera a Buenos Aires -la primera, como no, corresponde a los portugueses Coutinho y Cabral- como de coquetear con la masonería y el comunismo, todo ello salpimentado con múltiples incidentes protagonizados por prostitutas de postín, licores caros y cánticos exaltados de la Marsellesa y el Himno de Riego. El pequeño dictador debió tener estos devaneos familiares en cuenta a la hora de casar a su única hija con un médico de renombre. Más ambicioso y peor escogido fue el enlace de su nietísima, Carmen Martínez Bordiú, con uno de los renegados de la familia real española, el pretendiente al trono de Francia Alfonso de Borbón, también candidato a la sucesión de Franco por si fallaba nuestro amigo Juancar. Mal salieron estas cuentas, ya que, apenas el generalito empezó a criar malvas en su valle de la vergüenza, el aristócrata repudió a su esposa tras múltiples amoríos e intentó huir. Digo intentó porque, al poco de su divorcio -cruel coincidencia, fue uno de los primeros en España- fallecería decapitado esquíando en EEUU tras enterrar a su propio hijo.


Tras la larga agonía del tirano, comienza a acentuarse el destino agridulce de los Franco. Finado el pater familias, los bancos ya no conceden créditos sin garantías y las joyerías se niegan a regalar por decreto al séquito de "la Collares". Sin poder más allá del Pazo de Meirás -aún hoy bajo expolio de la frustrada dinastía imperial-, la familia comienza a desintegrarse. Una de las siete nietas, María del Mar, se casa con Jimmy Giménez Arnau, poco después condenado a prisión por narcotráfico y luego reconvertido en pope de la prensa rosa. Más tarde, tras dos divorcios -y con el abuelo revolviéndose en su tumba- se rumorearía que se la beneficiaba Felipe González antes de poner pies en polvorosa y establecerse en las remotas Islas Vírgenes Estadounidenses. Otro de sus nietos, Francisco, invirtió el orden de sus apellidos y terminó rebautizado bajo el sobrenombre ochentero de "Francis" Franco, intentado así imponerse como portador del legado familiar y consiguiendo únicamente gestionar la menguante fortuna. El heredero sin trono fue detenido un par de veces emulando a su abuelo en la caza furtiva, estuvo a punto de ser procesado por hurto, falsificación y fraude en su exilio dorado en el Chile de Pinochet, fue denunciado por agresión xenófoba a una vigilante de seguridad de origen ecuatoriano y aparece de refilón en los sumarios de la trama Gürtel. Así es el orgullo de la familia y actual patriarca del clan. En cambio, su hermana Maria de la O sufrió cierto resquemor del abuelo por casarse con el hijo de un coronel republicano condenado por él mismo a trabajos forzados. A José Cristobal, uno de los más jóvenes, los ultras le colgaron el sambenito de "salvación de España" cuando ingresó en el ejército. Poco después, atropelló a un peatón en circunstancias poco claras y colgó el uniforme "porque me hacía cara de gilipollas" (sic). Consumaría la comedia bufa huyendo a Nueva York a enlazarse por lo civil con la modelo Jose Toledo. Todo un escarnio. Pero nada comparable con la "nietísima", divorciada y orgullosa, bailarina avezada en los platós de televisión y personaje de referencia en el mundillo del papel cuché.


¿Y por qué este análisis de la saga tragicómica del generalito? Da hasta grima hablar de ellos porque su apellido ya sólo aparece -afortunadamente- en la prensa rosa o la de sucesos. Precisamente por eso, el más joven de sus nietos, Jaime Martínez-Bordiú Franco, acaba de ser imputado por un tribunal valenciano tras incautársele seis kilos de cocaína. Ni más ni menos. Jaime, al que el juez ha retirado la Visa Oro y el carnet de patrón de yate, es un viejo conocido de la Ley, tras sus condenas por malos tratos a su mujer y por amenazar a un conductor con su pistola tras un accidente de tráfico. Una ficha policial nada envidiable y un patibulario parecido con Ortega y Pacheco. La perla de la dinastía Franco ha evitado hasta ahora la cárcel, pero, no sin cierta rechufla para los represaliados de la dictadura, parece ser que al fin uno de los suyos irá a comer pan duro tras las barras de un penal. Una pena que el yayo no esté aquí para verlo. En su familia, como en casi todas, el árbol genealógico esconde vergüenzas imposibles de ocultar y también ironías macabras. El hogar más católico de la España victoriosa y mártir ha criado a un par de divorciadas en serie, un presunto narcotraficante violento, un pacifista amancebado, un neofascista corrupto y una artista de variedades. En casa del herrero, sus obsesiones han terminado por crucificarles.


Ya que hablamos de familia, otra que nos cae muy cerca vive hoy un día de déjà vu. La Ertzaintza detuvo ayer en Bilbo al concejal socialista Koldo Méndez Gallego por abuchear a los herederos al trono y pedir la muerte de la monarquía. Su delito, como el de los dibujantes de El Jueves o los periodistas de Kale Gorria, insulto a la Casa Real. Casi treinta años antes, nadie tocó un pelo a los diputados de PNV, EE y Herri Batasuna que abuchearon a Juan Carlos en su visita a Gernika. Avanzamos, una vez más, en dirección contraria.

Summertime


Un grupo de colgaos ultima la construcción de dos búnkeres de supervivencia extrema en Sierra Nevada y en la Sierra madrileña. Buscan cobijarse de la gran pandestrucción predecida por los mayas para el 21 de diciembre de 2012, 21-12-2012, así de sonoro aún haciendo coincidir el calendario precolombino con el juliano sin rallarse mucho la cabeza. Queda de lo más comercial, seguro que ya tienen preparadas camisetas con el logo: "sobreviví al apocalipsis maya". En locuras más corrientes, la iglesia católica, accionista mayoritaria de Cajasol ha forzado la intervención del Banco de España para evitar una "fusión impía" con Unicaja. No les importaba perder más de quinientos millones de euros por tercer año consecutivo con tal de conservar la "identidad de la entidad". Curioso trabalenguas que otorga arraigo a lo que es simple usura. Hace hasta gracia ver entrar al asalto en su sede a los tecnocráticos interventores del banco central, como Mendizábales redivivos dispuestos a amortizar lo que dios le escamoteó al César. En la calle, la gente tiene cara de póker o de plan de austeridad. El cobre pasa de mano en mano y se manosea con mayor apego, como si tocarlo fuese gastarlo y en cada esquina acechase el temido ataque especulativo que ha de llevarnos al gran kaput de las finanzas mundiales que nos deje sin un chavo. Será que llegó el verano y las altas temperaturas hacen florecer ideas peregrinas en los descamisados. Habrá empezar a cavar un refugio anticrisis en el sótano y que pasen junio y julio si se atreven.

La calle está llena de pistoleros




Vivir en Madrid implica acostumbrarse a ver ciertas cosas en su paisaje urbano. Inmigrantes de procedencia múltiple, señoras de bien, rojigualdas flameantes y, fundamentalmente, policías. Las ubicuas fuerzas de seguridad no descansan nunca y ocupan con frecuencia muchos rincones del centro de la capital. En otros, ni están ni se les espera, pero esa es otra historia. En la Castellana, en Atocha, en Plaza de España o en plena Puerta del Sol no es difícil encontrar, un día cualquiera, una pequeña tropa de furgones policiales blindados y agentes de la Nacional con ametralladoras. Desde hace un par de meses, son aun más visibles. Primero justificaron su presencia para dar seguridad a las múltiples reuniones que conlleva la presidencia de turno española de la UE. Posteriormente, fue para impedir altercados durante las celebraciones del Atlético de Madrid en Neptuno y del Barcelona en Cibeles. Hubo carga contra los colchoneros y, a los que fuimos a festejar la liga culé en el santuario blanco nos recibieron ocho grilleras y varias decenas de policía armados con rifles de repetición. ¿A quién iban a contener con semejante munición? ¿A un centenar escaso de barcelonistas, a un inexistente grupo de ultras madridistas? Esta semana, por la cumbre Europa-Iberoamérica, tomaron las inmediaciones del Hotel Villamagna para proteger a mandatarios y delegados extranjeros, acampando en tantas de seis en seis furgones en cada intersección de Recoletos, Banco de España y Neptuno, encaramados incluso a los puentes para cortar las vías de escape de cualquier posible peligro que sólo ellos pueden ver. El estado, la comunidad autónoma y el ayuntamiento han decidido utilizarles de barrera. El problema es que nadie sabe para contener qué.



Hasta aquí, todo normal. Cualquier país protege sus encuentros internacionales de primer nivel, a sus monumentos y las manifestaciones pacíficas para evitar a terroristas, hooligans y exaltados. El problema radica en que su presencia no sólo es disuasoria para los criminales, sino también intimidatoria para los viandantes y confusa en sus fines. Esos mismos policías que de día protegen a presidentes y ministros de Exteriores colaboran por la noche en controles policiales rutinarios destinados a los municipales. Esos mismos policías que acordonan las manifestaciones y concentraciones en Sol, bajan por las noches a la concurrida parada de metro para exigir los papeles a cualquier pasajero no-blanco. Es deleznable verles detener y cachear a inmigrantes rumanos, sudamericanos, árabes o subsaharianos sólo por su apariencia. Pero todo tiene una explicación. Los mandos asignan cuotas de detención de irregulares y ofrecen días libres a aquellos que trabajan en extranjería dependiendo de si cumplen con esos objetivos. Estas redadas raciales, denunciadas por colectivos de inmigrantes y de derechos humanos, tienen lugar en puntos especialmente mestizos, como la Plaza de Lavapiés, el distrito de Latina, los intercambiadores de transporte o las callejuelas de Bravo Murillo. Alguien debería decir de una vez en voz alta por qué nos están ocupando los sicarios.  Puede ser, corríjanme si me equivoco, porque hoy mismo el parlamento aprueba el mayor recorte social de la historia. En la calle, da la impresión de que estamos, o estaremos pronto, todos detenidos.


Vuelve el sol y con él, se desvanecen los largos dedos de la penumbra tras la que me he estado escondiendo. No voy a lamentarme, elegí vivir entre sombras y acepté en su momento las cargas de existir a contrapelo. Llegué incluso a disfrutarlo, asumiendo como nuevo placer amargo el constante fundido a negro, el arco convexo instalado en la comisura de los labios y la palabra agria en el velo del paladar. Abandonada toda esperanza, la penumbra llega a parecer confortable y es fácil convencerse de que la rendición no es una derrota, como si al cerrar los ojos el mundo dejase de girar.
 

Una vez más, como en las grandes ocasiones, he tenido que agarrarme a las pequeñas cosas para remontar. Pequeños reflejos del pasado se escabullen del continuo espacio-tiempo y aterrizan ante mis ojos venciendo el camuflaje de lo cotidiano. Un gusto dulzón, mucho más modesto que la magdalena de Proust, llega a mi lengua sorteando las volutas de humo a través de una pajita roja y blanca. Con ella, recupero un pedazo de mi pasado, una sensación vivida hace tanto que no puedo ni siquiera relacionarla con una imagen o un momento. Y, al mismo tiempo que el batido o el zumo de piña abandona el minúsculo tetrabrik, la luz se abre camino a través de la persiana y resquebraja el silencio de un cuarto ya no tan vacío. Atrás queda el cómodo refugio de los cobardes. Prefiero arriesgarme a cultivar una esperanza nueva, un sueño grande y un desafío al que cueste mirar de frente. Huyó la sombra, vino el sol y bajo su calor espero una sonrisa achinada que me mantenga en la luz.

   

Primeira liña


Fai un tempiño que non me deixo caer por istes lares. Andará atarefado, diredes, e non vos estaredes trabucando. Nove anos despois, voltei a festivalear no Viña, repetindo ós Suaves, O'Funk'illo, Ojos de Brujo e Narco no cartel e compaña semellante de tenda e piqueta. Na previa, un reto de dúas horas por diante e pouco guión perante o micro. O meu corpo aturou mellor do previsto as xornadas maratonianas do choio ó concerto e de volta a traballar sen apenas tempo para escapar dunha ducha. Será que nos imos afiando nestes anos escuros de crise. Anda o mundo tolo e son chegados os tempos de estaren á espreita e moverse axiña, afacéndose de contado a calquer imprevisto e aproveitando calquer ocasión para esparexerse. O devalar dos acontecementos muda de forma insospeitada. Os sinais chegan de moitas partes. Os especuladores, cal manada carroñeira de voitres, morden as carnes máis febles dos mercados. Os países xogan ó monopoly e coquetean coa bancarrota. A xente sae ás rúas sen teren moi claro porqué, empurrados pola mera acumulación de carraxe, ouveando contra un inimigo descoñecido que, agochado tralos medios, zuga dos impostos mentras apreta a súa usura. 


A prensa non fala da revolta nas rúas de Grecia, non da conta dos porqués, de antecedentes e consecuencias. Os papeis só falan de mortos e feridos, de distubios e confusión. Elixiron coma icona da protesta da praza Sintagma a un can de palleiro que, a semellanza do mítico Cojo Manteca, forma parte da primeira liña de ataque dos máis feros fillos de Molotov. En Bélxica, moitos comezan a preparalo velatorio do país sen saber moi de certo que parte da herdanza lle toca a Flandes e cal a Valonia. Na Grande Bretaña, nai e custodia do sistema bipartidista dende Lord Gladstone e Disraeli, as eleccións deixan un panorama de pactos, fragmentación de voto, espalla nacionalista e polémicas sobre representatividade que nos sonan ben familiares. O mellor de todo, o descubrimento dunha nova figura política de calado, Derek Jackson, o líder do Partido dos Labregos sen Terra. Descubrino na comparecencia do case ex premier británico Gordon Brown para valorar os resultados eleitorais na súa circunscripción do leste escocés. Atrás del, co cabelo rapado, anteollos negros e puño ergueito, estaba Jackson, que obtivo uns centos de papeletas coas súas chamadas ó voto antisistema e a revolta dos labregos contra á coroa e os banqueiros. Alomenos, non prometeu facer política ecolóxica coma Obama, que primeiro vendeu Alaska ás petroleiras e logo lles bota a culpa polo verquido de chapapote no Golfo de México. O poder destingue e as catástrofes sempre voltan a Nova Orleáns.


Vivimos anos moi tolos e cómpre estar na primeira liña. En algures, en todas partes, están a suceder feitos estranos dun tempo convulso que algún día contaremos sen que ninguén nos crea. Que os deuses nos garden a lucidez cando cheguemos a vellos.


Crónica de dos suicidas

Ayer, saltándose a la torera la ley no escrita del periodismo que impide hablar de suicidios, los medios llevaban en primera plana los casos de Antonio y Vicky. Analizándolos, nada tienen en común. Antonio es un agricultor extremeño de setenta y tres años. Vicky, en cambio, es una universitaria británica de apenas veintiuno. Antonio llevaba veinte años en la cárcel. Vicky, algo más de dos en el paro. Ambos, sin embargo, decidieron acabar su vida en la misma madrugada, él ahorcándose en su celda con jirones de sábanas, ella envenenándose con barbitúricos. Pero, más allá de lo evidente, sus casos reflejan los efectos de privar a una persona repetidamente de cualquier escapatoria. Al final, pensaron ambos, siempre hay una salida más fácil.

Empecemos por Antonio, de apellido Izquierdo y domicilio en Puerto Hurraco. Quienes supiesen leer a principios de los años noventa saben a quién me refiero. Antonio y su hermano Emilio saltaron a las primeras planas en el tórrido verano de 1990, cuando una prensa desocupada y primeriza en amarillismos recordó los pingües beneficios de la crónica macabra. Armados de viejos pleitos y escopetas de caza, los hermanos Izquierdo cosieron a balazos a nueve de sus vecinos, incluídas dos niñas pequeñas. Sus rostros y los de sus hermanas, inductoras del crimen, reflejaron el primer esbozo de lo que se dio en llamar España negra, una poco original reminiscencia de los tiempos del crimen de la Calle Fuencarral y, más recientemente, el morboso recuento de sucesos y truculencias de El Caso. Poco después de esta carnicería, prensa, radio y televisión pudieron perfeccionar sus artes antropofágicas gracias a los crímenes de Alcasser, con fuga abierta del presunto asesino incluída, el secuestro de Anabel Segura o los tan trillados asesinos del rol y de la katana. Entretanto, los cuatro Izquierdo fueron juzgados y destinados al manicomio, las inductoras, y a 334 años de cárcel, los autores materiales. Antonio vio morir entre rejas a sus dos hermanas, con apenas meses de diferencia, y a su inseparable hermano Emilio. Solo en su propia miseria, sin esperanza de volver a la calle ni nadie que aguardase, el último serial killer ibérico fue malviviendo en el penal, custodiado por sus propios demonios. Hasta anteayer noche. Anudando sábanas como los presos fugados de los cómics, Antonio Izquierdo se colgó de las rejas de su celda. Era sólo cuestión de tiempo. Como advitió su hermano en una repugnante entrevista al desaparecido diario Ya, "Antonio y yo estamos muertos desde agosto de 1990".



El caso de Vicky Harrison es quizás el más cruel. A sus 21 años, esta joven del condado de Lancashire atesoraba un brillante historial académico en la carrera de Imagen y Sonido de la Universidad de Londres. Tenía novio, una familia estable y un buen puñado de amigos, la viva imagen de lo que cualquiera llamaría una chica normal. Lo único que le faltaba a Vicky para llevar una vida plena era precisamente su mayor preocupación y la de la mayoría de los británicos, europeos, jóvenes, mayores y personas en general. Sus altas notas y su buen rendimiento académico no le sirvieron para conseguir un trabajo, no sólo para alcanzar su vocación de trabajar en producción televisiva, ni siquiera una beca, ni tampoco un contrato basura en una cadena de comida rápida. Hasta 200 entrevistas de trabajo fallidas fueron necesarias para convencerla de que su búsqueda era en vano. Su caso recuerda a los treinta y cuatro trabajadores de France Telecom que se quitaron la vida entre 2008 y 2010 debido a la "agresiva" política de recursos humanos de la operadora gala. En ese mismo período, 120.000 de sus trabajadores fueron despedidos y el resto se vieron forzados a acatar deslocalizaciones forzosas, reducciones arbitrarias de sueldo y mobbing a cara descubierta. No fueron suficientes las movilizaciones sindicales, las recogidas de firmas y los gestos simbólicos de heroísmo postmoderno. No, treinta y cuatro personas tuvieron que quitarse la vida abrumados por el acoso de sus empleadores para que la Fiscalía de París se decidiese a investigar. Y no está claro que nadie vaya a responsabilizarse por ello. La presión que sufre el que trabaja para no dejar de hacerlo es similar al ahogo paulatino del que está en paro y comienza a intuir que no saldrá del atolladero. Vicky Harrison, dueña de una edad envidiable y un futuro prometedor, supo a los veintiún años que ya ha había tenido sufuciente. Ningún cadáver la perseguía, como los fantasmas de Antonio Izquierdo, tan sólo el cruel orden de las cosas que mercantiliza a las personas y otorga sentimientos a cosas tan frías como los mercados.


Vicky y los treinta y cuatro mártires de France Telecom son víctimas de un orden criminal que gobierna el mundo, un sistema que sobrevive aunque sus hijos prefieran arrojarse bajo sus ruedas que seguir alimentando su maquinaria. Y por muchos que decidan inmolarse, por desesperación, por apatía o por heroísmo, no detendrán ni un ápice su inercia. Mañana mismo, nadie recordará que esto ha sucedido. Antonio, en cambio, vivirá para siempre. Sus muertes, la propia y las inducidas, le convertirán en un icono. Será que preferimos observar a las fieras antes que darnos cuenta que son esas mismas fieras las que nos gobiernan y firman nuestras nóminas.

Simultáneo


A nube comeza a afastarse empurrada polo vento que fuxe cara o leste. Pecho os ollos para escoitalo zoar mentres xoga co meu cabelo. De súpeto, faise a luz o meu redor, a cor vermella alumea o interior das miñas pálpebras. Fóra saíu o sol, nótao a miña pel, véxoo sen ter que abrilos ollos. Estou deitado en algures, poida que nun dos areais nos que pasei tantos veráns ou no cumio dalgún edificio capitalino.
O único certo é que o botaba en falla; o agarimo dos raios do sol nas meixelas, o ar asubiándome nos ouvidos e o vermello profundo de ver sen mirar. Noto tremar as follas das árbores, as gaivotas, o propio chan, coma trema cada anaco diste corpo entumecido polas tebras. Deitado baixo o sol, as liñas do tempo confúndense e semella coma se estivese a vivir un intre que acontece, aconteceu e acontecerá en distintos momentos da miña vida, pero que, ó ocorrer agora mesmo, é coma se estivese á vez en tódolos lugares nos que me sentín diste xeito. Coma unha frecha que atravesa e xungue as liñas sinuosas do espacio e o percorrer vago do tempo. Un intre, repetido ó longo de moitos anos e desfrutado unha sóa e todas e cada unha das veces.


pixies - here comes your man

Efemérides del mes cuatro


En abril, hoy 14, cumpliría 79 años la II República sino la hubiese arrasado el fascismo. El 25, Portugal festeja la Revoluçao dos Cravos que inició su Tercera República. Puede que un abril no muy lejano podamos festejar por fin el retorno de la tricolor y sonarán Grândola, vila morena y el himno de Riego en las amplias avenidas por las que transitará el hombre libre. Hasta entonces, feliz abril republicano, clandestino e irredento.






Zeca Afonso - Grândola Vila Morena

7 anos despois, xustiza para Egunkaria

A Audiencia Nacional de Madrid resolveu onte definitivamente o peche do diario euskaldun Egunkaria, absolvendo ós seus cinco directivos, Martxelo Otamendi, Ignacio Uria, Juan Mari Torrealdai, José María Auzmendi e Xavier Oleaga do delito de integración en banda terrorista. Sete anos despois da clausura "preventiva" do xornal o 20 de febreiro de 2003, os tribunais españois corrixen o erro da súa propia xudicatura que levou á desaparición do único medio de comunicación euskera escrito na súa lingua. Esta controvertida decisión, recoñecida coma inconstitucional, estreita de miras e errónea pola Audiencia, foi no seu momento asumida polo xuíz Juan del Olmo, xa coñecido pola súa perspicacia e respeto a liberdade de expresión polo seu secuestro da revista satírica El Jueves por unha portada pouco sutil na súa mofa á monarquía. 


Para del Olmo, como para os denunciantes, a españolista Dignidad y Justicia e a Asociación de Víctimas do Terrorismo, Egunkaría semellaba culpable só por se editar en euskera e baixo unha perspectiva abertzale. No seu maxín, iste feito xa supón unha postura sospeitosa, digna dun estricto escritinio xudicial cando non da mordaza policial. Nada máis e nada menos que entre 12 e 15 anos de cadea pediron para cada un dos seus nove directivos encausados. Para rematalo cadro, un capitán da garda civil aportou ó entonces fiscal Eduardo Fungairiño -outro sospeitoso cotián- unhas comunicacións internas dos etarras nas que se falaba vagamente de buscar influencia social a través das páxinas dun xornal afín. Diste xeito, vencelláronos cos etarras por teren copias dos zutabes, as mesmas que se poden atopar na redacción de El País ou do ABC. Xa o dicía Martxelo Otamendi nunha entrevista que lle fixen en 2004, a súa imaxinación ou mala intención fixeron o resto. 


Non se lles ocorreu cousa mellor que pechar a única rotativa non escrita no seu idioma para evitar calquer contaxio nos medios. Pretextando unha guerra contra o terrorismo que nunca remata, tanto lles tiveron as críticas do Europarlamento, das organización internacionais de dereitos humáns ou a mesma renuncia da Fiscalía a proseguir coa acusación. A caverna odia calquer tipo de disidencia e a xente de Egunkaria tiña papeletas demáis para non sufrir as consecuencias da súa intransixencia. Non o digo eu, dío a propia Audiencia, órgano que, por outra parte, pode ser sospeitoso de case todo menos de simpatías separatistas. Como se preguntaba o seu fiscal, Miguel Ángel Carballo: "Se Egunkaria non é instrumento de financiación ou blanqueo de fondos provintes do terrorismo, nin o xornal da un apoio expreso ou tácito ó terrorismo de ETA, nin fomenta ou lexitima a violencia, ¿de qué lle servíu ós intereses de ETA a actividade do diario?". Para o que servíu foi para que a xustiza española se retratase nun retraso inxustificado de 7 anos e unha acción xudicial teimuda, politizada e pouco rigorosa que non dubidou en forzalo artigo 129 do Código Penal e inventar supostos blanqueos de capital.


Agora, algúns teimarán en acusar os traballadores de Egunkaria (hoxe Berria) de estar a prol do terrorismo e de finacialo a través da indemnización de 60 millóns de euros que lles será outorgada. Os seus xornais, os que incitan o odio ó diferente, non recoñecen unha sentencia que afirma que no xornal non se defenderon os postulados etarras nin se xustificou a súa violencia. A liña editorial de outros medios, proclives ó extremo oposto, bailan entre a infamia e a carraxe. Será que ós paladíns da defensa de España non lles ameaza a Lei de Partidos ou porque na súa loita contra todo o que non sexa eles mesmos, perderon a vergoña o mesmo tempo que a razón.

Un juego elevado a la categoría de belleza


No me gusta especialmente escribir sobre deporte, ni en este blog ni en ningún otro medio, y defiendo que el lugar idóneo para la polémica y el debate futbolero es el bar. De hecho, no voy a negar que, salvo contadas excepciones, considero a la mayor parte de la prensa deportiva como una ofensa a la profesión periodística. Pero a la hora de hablar del Barça cualquier tópico cae por su propio peso, convirtiendo cualquier crónica deportiva de las que pudimos leer ayer en un ejercicio de preciosismo ideado para asumir el reto de narrar con palabras lo que se escribe con sudor y lágrimas de éxtasis. No hay modo de retorcer la prosa para envilecer a un equipo empeñado en revalidar su propia leyenda. Hablar del Barça es alta literatura, en parte porque su protagonista absoluto, un joven rosarino llamado Lionel Messi, transforma la gimnasia en danza moderna y el esfuerzo físico en gesta de la superación humana en su lucha contra la barbarie. Y lo mejor es que no juega solo y que todos sus compañeros, desde Victor Valdés a Pedro Rodríguez, brillan en ausencia o en contacto con el rutilante 10. Con él, sobran las palabras y su mera imagen acaricia las retinas. Dejémonos pues alcanzar por la perfección antes de que forme parte de esas historias que contaremos a nuestros nietos. Diremos "yo lo ví, no era de este mundo", y no podrán creernos.


La calle de las alturas y las bajezas


Ayer se cumplieron 100 años de la Gran Vía, el gran mirador madrileño, el magnífico escaparate que esconde demasiadas trastiendas infames. Ya he hablado de ella, de sus paisajes y tipos humanos e infrahumanos, nada que no hayan hecho tantos otros. He conocido lugares de su geografía que ya no existen, aprendí a esquivar las bocacalles más dañadas por socavones y penurias e hice mía la sociología de banco de plaza arrellanado en Callao, esperando por alguna cita que no llegaba a su hora. Nada de eso será historia, de tan manido que parece el lugar más común para cualquiera que haya pisado alguna vez esta avenida de la CNT, de los Obuses, de Jose Antonio y de la URSS. Esconde esta ciudad callejones con más historia, más belleza y mejores vistas, pero ninguna atesora ese contrapunto salvaje que ofrece la Gran Vía. Las suelas de mis zapatos me llevan solas del Círculo de Bellas Artes a la alcantarilla sonora, del edificio Metrópolis al misterioso Oratorio, del supuesto Broadway de cartón piedra al colapso humano de la calle Desengaño. Y, a pesar de todo, es mejor que la Plaza de España no sea Trafalgar Square. Ayer la homenajearon reyes, turistas y políticos, mientras esta noche y todas las demás harán lo propio las putas y los desheredados. Todos ellos pueden reclamarla como suya.

kortatu - mierda de ciudad
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