Vuelve el sol y con él, se desvanecen los largos dedos de la penumbra tras la que me he estado escondiendo. No voy a lamentarme, elegí vivir entre sombras y acepté en su momento las cargas de existir a contrapelo. Llegué incluso a disfrutarlo, asumiendo como nuevo placer amargo el constante fundido a negro, el arco convexo instalado en la comisura de los labios y la palabra agria en el velo del paladar. Abandonada toda esperanza, la penumbra llega a parecer confortable y es fácil convencerse de que la rendición no es una derrota, como si al cerrar los ojos el mundo dejase de girar.
 

Una vez más, como en las grandes ocasiones, he tenido que agarrarme a las pequeñas cosas para remontar. Pequeños reflejos del pasado se escabullen del continuo espacio-tiempo y aterrizan ante mis ojos venciendo el camuflaje de lo cotidiano. Un gusto dulzón, mucho más modesto que la magdalena de Proust, llega a mi lengua sorteando las volutas de humo a través de una pajita roja y blanca. Con ella, recupero un pedazo de mi pasado, una sensación vivida hace tanto que no puedo ni siquiera relacionarla con una imagen o un momento. Y, al mismo tiempo que el batido o el zumo de piña abandona el minúsculo tetrabrik, la luz se abre camino a través de la persiana y resquebraja el silencio de un cuarto ya no tan vacío. Atrás queda el cómodo refugio de los cobardes. Prefiero arriesgarme a cultivar una esperanza nueva, un sueño grande y un desafío al que cueste mirar de frente. Huyó la sombra, vino el sol y bajo su calor espero una sonrisa achinada que me mantenga en la luz.

   

2 divagando:

Enric Draven disse...

Es importante andar cargado de emociones y esperanzas :)

salut V :)

enric

kay disse...

quiero estrujarte!! abrazo ya ;)

top