Debatir, ¿para qué?

Una vez más, el Partido Popular se niega a un debate electoral en Galicia. Su excusa, que no se celebraría sólo con el candidato socialista, sino a tres bandas. En realidad, todo apunta a que intentan evitar un escarnio mayor que el que la propia campaña les está deparando. Después de tener que quitar de las listas al número uno por Ourense, Luis Carrera, debido a sus deudas con Hacienda, y de esconder a Núñez Feijoo en sus mítines en el rural, donde muchos no le perdonan su foto "antincendios" con la manguera y los mocasines, el Partido Popular gallego parece haber asumido que su única posibilidad de victoria es pasar desapercibidos y rezar para que haya abstención. Ya no está Fraga para hacer votar a los muertos.

Con la que está cayendo por ahí fuera, con una docena de cargos populares de Madrid y Valencia encausados por corrupción, incluído el propio encargado de dirigir la comisión de investigación, el PP parece una nave a la deriva. Tras haber basado muchas de sus campañas en la profunda corrupción del felipismo, ahora, como sucede después de que cualquier partido gobierne durante demasiado tiempo, les salen los muertos del armario en estampida. Por eso la derecha evita los debates, para no tener que sonrojarse en público de sus corruptelas y sus clientelismos. Saben que, si no hacen mucho ruído, la opinión pública se distraerá rapidamente y seguirá votándoles. Y si no, enterrarán el partido y le pondrán otro collar al mismo perro. Siempre les quedarán UPyD o Democracia Nacional. Por el momento, se masca el golpe de gracia para Rajoy la misma noche que pierda Euskadi y Galicia. Y tal y como va el partido conservador, de sustituto lo mismo les valdría Espe que Carlos Fabra.