Christine Chubbuck

El 15 de julio de 1974, Christine Chubbuck llega a su redacción con el bolso cargado de papeles. Aquella joven periodista había conseguido meses atrás presentar el magazine de prime-time del canal por cable WXLT-TV de Sarasota, Florida, haciéndose un hueco en el mundo audiovisual después de haber trabajado en varias emisoras de Pittburg y Ohio. Esa mañana, nada más llegar, sorprende a su equipo anunciando que se ha encargado de redactar ella misma el informativo con el que comienza su programa. Todos sus compañeros saben que había pasado malas rachas, que era frágil e inestable y que los directivos de la cadena la presionaban más que a nadie para que diese más espacio a la carnaza y el sensacionalismo. Corrige el guión personalmente y, poco antes de salir al aire, toma posición en el plató para leer la batería de noticias. Tal y como se ve en el video que quedó de aquella mañana -protegido por requerimiento judicial, eliminado recientemente de Youtube e imposible de encontrar por Internet-, su rostro se mantiene serio mientras lee en directo varias noticias de actualidad nacional y, al llegar a una noticia de un sangriento tiroteo, algo deja de funcionar. El video con las imágenes del tiroteo se ha atascado y Christine sigue ante la cámara. Ante el desconcierto general, esboza una media sonrisa, aparta su melena oscura, traga saliva y comienza a leer ante la cámara:

"De acuerdo a la política del Canal 40 de brindarles lo último en sangre y entrañas a todo color, están a punto de ver otra primicia: un intento de suicidio".


Acto seguido, Christine Chubbuck saca un revolver del calibre 38 de debajo de la mesa, lo apoya tras su oreja derecha, sonríe a la cámara y dispara. Inerte y desfigurada, se desploma sobre la mesa, junto al guión de su puño y letra, en el que había narrado su propio suicidio como una noticia más, pronosticando acertadamente su traslado al Memorial Hospital de la localidad, la gravedad de su estado y su posterior muerte tras once horas de agonía. Sólo se quedó tres horas corta. Si querían sangre y entrañas, Christine estaba dispuesta a ofrecer las suyas. Desde esa mañana de julio de hace treinta y cinco años, ya no existe la inocencia en nuestra profesión.

3 divagando:

dtordable disse...

joder menuda colgada, a ver si sigue su ejemplo toda esa carroña que inunda los medios y nos dejan paso a los demás.

Anónimo disse...

Por que no te matas vos, asi te filman pelotudo.

V disse...

por gentuza como tú hasta me lo plantearía. no vuelvas, hijo de Videla!

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