Diez años

Acaba 2009 y, con él, sin que nos demos apenas cuenta, termina también la primera década del tercer milenio. Llega la hora de recapitular y los medios añaden a su rutinario repaso del año que termina la no menos mecánica revisión de los otros nueve que le preceden. Y, cómo no, se empeñan, nos empeñamos, en contar la historia al revés. La revista Época tilda a este decenio de desastroso y no faltará quién le dé la razón. 11-S, 11-M, 7-J, Kabul, Bagdad, Bombay, el teatro Dubrovka, las playas de Banda-Aceh y mil y un desgracias pueden reforzar su argumento, con la crisis económica como broche, corolario y moraleja de toda una década.
Muerta y enterrada la resaca buenista del fin del milenio, aparecen por doquier legiones de predicadores de un apocalipsis a fuego lento. Agitadores del pesimismo, mercachifles de una derrota cotidiana que frunce con más fuerza aún los ceños del público. Para los apóstoles del "todo va mal", la realidad no es más que un libreto empeñado en respaldarles. Terrorismo, incapacidad gubernamental, crisis de valores, abortos, laicismo y cainismo posmoderno. ¿Tan cuesta abajo va el mundo? Y aún más importante. ¿Qué soluciones nos proponen los crispados mesias del desencanto? Podría ser que, al menos en el estado español y en EEUU, les duela todavía el poder perdido con el ansia carnívora del que se duele de un brazo amputado. No veo otra explicación a su constante apología de los cuatro jinetes del Apocalípsis. ¿Qué aporta, que resuelve? ¿Qué ganan cargándonos los hombros de desesperanza? ¿Es que también venden ansiolíticos?
Punto y aparte. Hace diez años, aún vivía en Ourense, aún era, a falta de meses, menor de edad y no tenía ni idea de que era un yonki de la radio. Aún tenía a mi abuelo y creía en ideas hoy envenenadas de cinismo. Visto de manera egoísta, le debo mucho a estos diez años. Muchos cambios, alegrías, cicatrices, batallitas, kilómetros, besos, oportunidades y descubrimientos. Diez años que dan forma a los diecisiete anteriores y han modelado a este ser imperfecto que hoy os lo cuenta desde un autobús que atraviesa por enésima vez la Meseta. Viví para contarlo y, mientras pueda, lo seguiré haciendo. Ahora que agoniza 2009, brindo por otros diez años. Una década más para seguir persiguiéndolo. Una década más para seguir refutando a brazo partido su corrosivo pesimismo. De hoxe en dez anos, meus...

1 divagando:

Enric Draven disse...

Bueno, amigo V, la verdad es que solamente abrir tu blog me he quedado mirando perplejo la foto del autobús. No es por nada extraño, ni por ser una superfoto periodística de esas que me encantan... es quizá pq me recuerda un viaje que hice por las repúblicas bálticas en bus. Me lo monté a mi manera. Con un colega pillamos la mochila y subimos desde Lituania hasta estonia haciendo noches en Riga (Letonia). Es precioso. Fue precioso...
Y bueno... poco antes de marcharnos la gente nos decía que había pobreza, que había hambre, y que volveríamos deprimidos... pues bueno, si que hay algo de pobreza, pero es mucho más bonito de lo que la gente pueda imaginar. Voy a volver cualquier día de estos. Quiero pisar de nuevo la ciudad de la inspiración :)
Pues bien, con estos 10 años pasa lo mismo. Crisis, atentados y guerras, y siempre algunos medios que no dejan de explicarnos cuan de mal va el mundo, y cuan de mal nos espera. A algunos (políticos), y a algunas (potencias) les van de maravilla nuestros miedos. Los miedos son lo que limita a las personas, lo que les encauza, lo que al fin restringe sus libertades.
Si ese octubre hubiese tenido miedo, jamás habría descubierto lo bonito que puede ser lo desconocido :)

Feliz nueva década amigo! :)

Enric
PD: mira, te dejo las fotos! http://www.flickr.com/photos/punix/collections/72157602967063356/

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