Los que vivimos en Madrid desde hace algún tiempo ya casi nos hemos acostumbrado a ellos. Omnipresentes desde los últimos años de Álvarez del Manzano, los coches zeta de la Policía Nacional, los munipas "de Proximidad" a lomos de vespinos, las parejas de secretas y los furgones-perrera de los Antidisturbios se han convertido en parte del paisaje urbano. Los vimos cercar épicamente la Plaza del Dos de Mayo y el Parque Villa de París en su particular guerra contra el botellón. En las zonas de bares, ya casi hay más uniformados que fiesteros. Dan leña a discrección en cualquier manifestación que desagrade al alcalde, a la presidenta de la Comunidad o al del Gobierno, al tiempo que forman parte del pasillo de seguridad que se les hace a los ultraderechistas cada vez que les place manchar nuestras calles. Pero la cosa no queda ahí. Como se comprueba en los vídeos del Centro Social Okupado La Traba, la violencia policial puede llegar más allá, incluso hasta adentrarse en el juego de intimidación de los fascistas. Este centro okupa del distrito de Arganzuela tuvo que instalar dichas cámaras por su propia seguridad, después de una larga campaña de hostigamiento neonazi desde principios del verano pasado que incluyó pintadas amenazantes, asaltos a piedra limpia, palizas y la explosión de un artefacto incendiario en la puerta del edificio en plena noche que a punto estuvo de provocar una tragedia. Ningún medio se rasgó las vestiduras ante la kale borroka particular de los fascismos capitalinos ni ningún rapado durmió en comisaría.
Las fuerzas de seguridad del estado, además de la proverbial pasividad ante la violencia nazi, han mostrado peligrosos signos de mimetización con los ultraderechistas. El pasado 28 de marzo, la manifestación del Movimiento Patriótico Socialista congregó a un centenar de rapados en pleno corazón de Vallecas mientras la Policía Nacional les ofrecía escolta y los antidisturbios se cebaban en los antifascistas que acudieron a la provocación. Pero el esperpento de permitir una manifestación neonazi en un barrio obrero e inmigrante no termina ahí, sino que, como demuestran las fotos de la prensa, algunos de los rapados acudieron a la concentración con el casco de su uniforme reglamentario de policía. Por si faltasen pruebas, los vídeos de La Traba muestran a un coche celular de la Policía Nacional amedrentando a los okupas con las mismas consignas que los skinheads les habían gritado pocas horas antes. Y todavía queda quien cree que no se tortura en los calabozos, que no se hace la vista gorda ante el narcotráfico de los uniformados y que no hay cada vez más tarados fascistas infiltrados en sus filas. Están para proteger y servir, el problema es que no sabemos a quién. Y luego se extrañan de que ardan sus comisarías.
2 divagando:
Joder menuda vergüenza. La verdad es que dentro de la Policía hay muchas tendencias neofascistas. Parece que compiten entre los uniformados por ver quién pega a más negros, detiene a más guarros e insulta a más rojos de mierda. Nazi muerto abono pa mi huerto.
De todas formas no me seas tan rojeras eh sucio guarro comunista-independentista.
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