Rabia, barricadas y casquillos de bala

"C’est l’histoire d’un homme qui tombe d’un immeuble de cinquante étages. Le mec, au fur et à mesure de sa chute se répète sans cesse pour se rassurer : jusqu’ici tout va bien, jusqu’ici tout va bien, jusqu’ici tout va bien. Mais l’important c’est pas la chute, c’est l’atterrissage."

Hace días que no paso por aquí, sin tiempo material para explicaros por qué me parece justo quemar comisarías para que los policías se lo piensen dos veces antes de disparar a quinceañeros desarmados. Qué le voy a hacer, soy de la vieja escuela y creo en aquel viejo lema que anima a colgar al último banquero con las tripas del último cura. Y no pido que estéis de acuerdo.



Tenía dibujada mentalmente una columna especial, la número 200 después de más de tres años, cargando las tintas para poner en tela de juicio el derecho de la policía a llevar armas y usarlas, derecho otorgado muy a la ligera por todos nosotros. Su triste arrogancia de chulo de discoteca a sueldo de la ley. Su violencia profesional. Los oscuros intereses de aquellos que los usan como perros de presa. Contra nosotros. Todos sabemos lo que pasó, lo que está pasando, y no vamos a hacer nada al respecto, por no variar. Como dice la cita, "hasta aquí, todo va bien". Tenía hasta un título más o menos ingenioso sobre el estallido de la anarquía en la cuna de la democracia. Muchas líneas caústicas acerca de la falta de vergüenza de los muñidores de pruebas falsas, esos que siempre salen en traje y corbata a proclamar sin inmutarse que "el triste fallecimiento fue producto de una bala que rebotó". Sí, salió derechita del arma reglamentaria a pegar botes del cerebelo a la materia gris de Alexandros Grigoropoulos. Como hace tiempo, cuando otro policía, este italiano, disparó a Carlo Giuliani "accidentalmente" en la cara y, acto seguido, su furgón atropelló "desafortunadamente" su cuerpo agonizante. Como cada vez que alguien muere en una comisaría. Parece que no se han dado cuenta que sabemos que aplican la ley de fugas, y ya ni hablemos de la tortura. Como sucedía en el pasado y sigue sucediendo, aunque hagamos como si no lo viésemos. Quizás sea porque su democracia policial subsiste gracias a que todos mantenemos las formas aunque sepamos que casi todo es mentira, como en un desangelado carnaval en el que todos sabemos que hay detrás de cada máscara.


El caso es que no estoy aquí para eso. Aunque sean ya siete los días que resisten la dignidad y la rabia en las calles de Atenas. Aunque ayer la comisaría de la calle Montera amaneciese destrozada, con sonoras A de anarquía pintadas en su fachada. La verdad es que comencé este hilo para renovar el viejo dicho, colgando al último estupa con las tripas fascistas de Fraga.

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