La libertad de prensa en Hungría llega a su fin

Leo con estupefacción y agrado la columna de hoy del siempre, o casi siempre a partir de este artículo, desnostable Hermann Tersch en ABC. En un lenguaje que recuerda al de sus años mozos al frente de la sección de Opinión de El País, Tersch denuncia de manera irrebatible la nueva legislación del gobierno derechista de Hungría como un ataque a la libre prensa. El calificativo "derechista" lo pone el autor, no yo. Pese a alguna inevitable referencia a ZP y a que iguale sin argumentos el nacionalismo xenófobo de la Europa del Este con los nacionalismos democráticos de la península, el presentador del Diario de la Noche de TeleEspe desmenuza las motivaciones cuestionables del primer ministro magiar, Viktor Orban, poniendo en solfa su deriva ultrapatriótica para arrebatar espacio a la ultraderecha y la tentación del caudillismo político que sufre su gobierno. Por algo le llaman alternativamente el Sarkozy del Este o el Putin del Oeste. No es de extrañar que el ahora líder del país presidente de turno de la UE se sienta un pequeño fuhrer, tras recibir un respaldo arrollador en las pasadas elecciones proclamando el orgullo de la nación y la ruptura con el FMI.


Desde Año Nuevo, su gobierno, formado por veteranos defensores de los derechos humanos tras el Telón de Acero, tiene la potestad de controlar directamente los contenidos informativos de los medios de comunicación públicos y de influir hasta extremos totalitarios en la línea editorial de los privados. Los principales diarios del país, como Népszabadság, lucían hoy una portada elocuente, con la frase "La libertad de prensa en Hungría llega a su fin", reproducida en todos los idiomas de la UE. Esa es su respuesta a una ley mordaza, como las que imperan en Rusia, Colombia o Corea del Norte. Y ahí reside el argumento crucial del texto de Tersch: "¿Con qué argumentos defendemos la libertad de prensa en Cuba, China o Bielorrusia cuando permitimos a un miembro (de la UE) esa ley aberrante?". Los relojes estropeados dan bien la hora dos veces al día, aunque sólo sea por acto reflejo. Budapest nos ataca a todos, ésa es la verdad.


Por cierto, el heredero al trono del imperio chino, Li Keqiang, llegó ya a España y se reunirá con las principales autoridades hasta el día 6. Una comitiva de cien personas, contratos suculentos para las empresas y más compras de deuda española para el gobierno. Incluso una amigable columna en el diario más leído, con permiso de Marca y los gratuítos. Esa sí es una colonización silenciosa. Recuerden inclinarse con respeto si se topan con el nuevo Rey Mago.

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