Amanecer rojo


Empieza 2011 como terminó el anterior, con sensaciones crudas a pie de calle y contradicciones ocultas a la vista de todos. Este será el año en que la Segunda República cumplirá ochenta años, pero antes viviremos el revival del 23-F y su correspondiente hagiografía regia. Dirán lo que quieran, pero ese febrero no desmerecerá un nuevo 14 de abril. Pocos días antes de que cambiase la década, me sorprendió descubrir nuevos andamios en la plaza de Colón de Madrid. Supuse que serían para los festejos tradicionales e hice mal. Ayer, encajaron en la plaza de la enorme bandera rojigualda un no menos descomunal crucifijo, tan desproporcionados ambos que el descubridor del Nuevo Mundo parecía minúsculo en su nueva ubicación en mitad del tráfico. Al final, lo único que no fue excesivo fue la participación de sus fieles. Los discursos simples se sienten legitimados ante los símbolos grandes pero, por suerte, la gente va desterrando el dogma de sus vidas. Por eso anda tan levantisca la curia.


Bajo esa cruz de un blanco insultante, los patriarcas del clero pidieron el fin del laicismo que, según ellos, sólo existe para ofender su estrechez de miras. Nadie piensa en aquellos a los que ofende la financiación pública del culto católico y la extenuante profusión de imaginería religiosa que nos rodea. Un día después de su exaltación fervorosa, la cruz continúa allí y ay del que se le ocurra criticarlo. Ellos, los inquisidores, los fariseos, los pederastas, los hipócritas y los extremistas, se sienten menospreciados por el descreimiento cada vez más generalizado en una época en la que nadie quema sus iglesias. Es normal. Les despreciamos, no a los que viven sus creencias y las practican, allá ellos con su vida, sino a aquellos que buscan el poder tensando las cuerdas de la política, el odio y el miedo. Echan de menos el poder omnímodo ejercido desde el púlpito y observan con mal disimulada envidia la imposición de la sharia en otras latitudes. Nada más empezar el nuevo año, fanáticos musulmanes mataron a una veintena de cristianos ortodoxos egipcios bombardeando su iglesia en Alejandría. Algo similar sucede en Nigeria. El día en que ya nadie crea en dioses, habrá menos cadáveres en las morgues.


0 divagando:

top