Un día cualquiera, en África


Un día, te despiertas en África, en uno de esos países donde la tierra es rica, la gente vive en la miseria y los militares entran a tiros frecuentemente en el palacio presidencial. Llamémosle Guinea. El gobierno de Conakry ha decretado esta madrugada el estado de emergencia por las revueltas postelectorales. Dicho gobierno, de legitimidad cuestionable, lo dirige como presidente de facto el general Sékouba Konaté, conocido entre las tropas como "El Tigre", y que, a la postre , fue el número dos del anterior dictador, el capitán Moussa Dadis Camara, hasta que el jefe de sus "boinas rojas" paramilitares trató de asesinar a Camara al año escaso de detentar el mando. Camara y El Tigre tomaron el poder la nochebuena de 2008, aprovechando la confusión tras el fallecimiento del expresidente Lansana Conté. El pasado 7 de noviembre, tres millones de guineanos en un país de diez millones de habitantes votaron para elegir al séptimo presidente de la República de Guinea, el primero de ellos que accederá al poder sin empuñar las armas. Tras unos comicios accidentados y un largo recuento, la comisión electoral declaró el lunes pasado la victoria en la segunda vuelta del veterano opositor Alpha Conde con un 52% de apoyos. Su rival, el economista Cellou Dalein Diallo, que fue primer ministro antes del golpe de Nochebuena y que había ganado el apoyo del resto de fuerzas políticas, impugnó los resultados ante el Tribunal Supremo y azuzó a sus seguidores, mayoritariamente de etnia mandinga, a lanzarse a las calles. Los partidarios de Conde, en cambio, son de etnia fula, lo que contribuye a generar tensión entre dos minorías mayoritarias que se reparten el 40% y el 30% de la población, respectivamente.


Tensión política, tensión étnica. Ya es historia vieja. En las calles de los barrios segregados han muerto en tres días una decena de personas y más de doscientas han sido heridas. Las agencias extranjeras aseguran que los motivos responden únicamente al caos político y la brecha social. Ninguno de los dos aspirantes a la presidencia tiene un historial limpio de golpismo o corrupción. Suele suceder, y no sólo en África. En esta historia no hay buenos ni malos, sólo un estado fallido como el somalí o el marfileño. Lo único que de verdad funciona es la maquinaria industrial minera, cuyos accionistas mayoritarios son el propio gobierno de facto de Conakry y varios consorcios extranjeros, como la estadounidense Alcoa, la canadiense Rio Tinto Alcan, la moscovita Rusa, y otras empresas australianas, británicas o suizas. Guinea es, no obstante, el país con mayores reservas mundiales de bauxita, necesaria para fabricar aluminio, además de acumular importantes vetas de diamantes, oro y uranio, al igual que sus vecinos, los también convulsos Sierra Leona y Liberia. Esta madrugada, mientras los opositores se enfrentan en las calles, las empresas extranjeras han declarado que necesitan estabilidad y legalidad para poder rentabilizar sus millonarias inversiones mineras. ¿Están pidiendo disimuladamente otro golpe militar o ya han escogido candidato al que vender armas?


A casi ochomil kilómetros, en Madagascar, militares rebeldes acaudillados por el coronel Charles Andrianasoavina tomaron el aeropuerto de la capital, Antananarivo, y más de mil seguidores, según la agencia Reuters, salieron a las calles a levantar barricadas. El Estado Mayor malgache, que representa a la mayoría militar que apoyó la revuelta popular que llevó al poder al actual presidente, el empresario Andry Rajoelina, reiteró su apoyo al golpe de estado original y amenazó con aplastar a los rebeldes. El motivo de todo esto es el referéndum convocado para ayer mismo por Rajoelina, con treinta y seis años que le convierten el gobernante más joven del mundo, salvo que Kim Jong-un dé la sorpresa un día de estos. El bisoño presidente de facto necesita cambiar la constitución para avalar el golpe militar que le dió el poder y, de paso, borrar el artículo de la carta magna que prohíbe el mandato a los menores de cuarenta años. En estos momentos, el gobierno negocia con los militares disidentes, el sí a la reforma legal gana en una consulta que no superará el 50% de participación y el precio del níquel, principal exportación de la mayor isla del mundo, se encarece un 5%. Los inversores extranjeros, igual que en Guinea, han pedido estabilidad para seguir explotando también el petróleo, el cobalto y el uranio. Revueltas militares y beneficios empresariales.


Del Índico al Mediterráneo, en Libia, el Guía de la Revolución verde, Muammar Gaddafi, media entre conservadores y reformistas de su camarilla para erigirse como árbitro de la contienda. El antiguo enemigo público número uno de Occidente continúa en el poder cuatro décadas después, manteniendo el equilibrio entre el ala dura, que protesta por la liberación de veinte periodistas afines al otro campo, los renovadores que lidera el hijo del dictador, Saif al-Islam. En juego está la sucesión del propio Gaddafi, en la que éste quiere tener mucho que decidir. El estratega de Lockerbie decidió sentar la cabeza hace seis años y comenzar a preparar la herencia que dejará a los libios. Nuevos edificios, hoteles, amplias autopistas e industrias han llegado al país de la mano de energéticas como BP o la italiana ENI, mientras grandes bancos como HSBC o Standard Chartered financian proyectos de infraestructura y gestionan los contratos de la mayor reserva de crudo de África. Turbulencias políticas y materias primas, qué novedad. Uno se despierta un día en Guinea, Madagascar o Libia y no sabe si los inversores extranjeros son pescadores de río revuelto o víctimas de su propia riqueza. Pienso en Ryszard Kapusczinsky y veo la historia de África repetirse una y otra vez en los breves de la sección internacional de la prensa.

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