Políticos de toda la vida


La política es un terreno espinoso en el que, tras una fachada creíble, se esconden toda clase de zonas oscuras. Sobres que cambian de manos, dossieres que crean o destruyen carreras públicas, devaneos inconfesables y toda clase de canalladas glosan la hoja de servicios del más común de los representantes públicos. Parlamentarios, portavoces, coordinadores, concejales de urbanismo, senadores vitalicios y demás ralea nunca defraudan las peores expectativas. Carlos Fabra, Luis Roldán, la familia Baltar, El Bigotes o los artistas del "Caso Malaya" son sólo la punta de lanza local de un mal endémico que florece tanto en dictadura como en democracia, en climas cálidos y en la sobria Europa. De hecho, el principal adalid de la gran corrupción, Silvio Berlusconi, es un gran maestro capaz de tender puentes entre los diversos estilos del crimen político. Il Cavaliere, domador de velinas, azote de jueces y legislador interesado, une el sexismo, la prevaricación y el enriquecimiento ilícito en la referencia a seguir por parte de toda clase de plutócratas, reyezuelos, avispados, señores de la guerra y comisionistas de hoy en día.


No lejos del reino del absurdo sobre el que Berlusconi campa a sus anchas, en la anodina Bélgica, hogar de otros talentos de la alta política, reside nuestra última gran promesa del chanchulleo. Mientras el país lleva más de tres meses esperando a que valones y flamencos se pongan de acuerdo para formar el que probablemente sea el último gobierno antes de la secesión, la senadora neerlandesa Kim Geybels, ha visto nacer y morir su carrera en un breve verano. A sus veintiocho años, consiguió un escaño en los últimos comicios en gracias al auge del principal partido independentista y a lo electoralmente rentable de sus encantos. La prensa flamenca la convirtió en una especie de Sara Carbonero de la política y su falda consiguió que nadie hablase de la frágil situación política en la investidura parlamentaria.


Tras la resaca electoral, Kim decidió sacudirse de encima el cansancio que supone ser un señuelo llevándose a Bangkok a su novio, Bas Luyten, también cargo electo del NV-A de Bart de Wever. A la vuelta de esas vacaciones, su carrera política había muerto en plena introducción. Extorsionada por la mafia tailandesa, acusada de consumir cocaína, de tener relaciones extramatrimoniales con un alto cargo y de malversar fondos públicos, la joven Geybels ha tenido que abandonar su escaño, dimitir como presidenta del Departamento de Juventud y devolver el carnet de su partido. Todo un agosto movidito el de la senadora.



Nada nuevo bajo el sol. Sólo vieja política, esa en la que nadie confía porque, en el fondo, es lo que se espera de ella. Llámenme antidemocrático, pero sería mejor que se nos gobernase directamente desde la cárcel. No nos sorprendería tanto saber qué ocultan tras las sonrisas telegénicas y los discursos milimetrados de su asesor de imagen. Al menos así sabremos a qué atenernos.

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