Vendredi avant Mardi Gras


Mañana, a estas horas, estaré sobrevolando el Atlántico Norte, a pocas horas de una escala, otro avión, un coche de alquiler, un motel de carretera y varios cientos de kilómetros en la autopista 86. Todo este maratón tiene un único sentido, coronar el Mardi Gras en las callejuelas de la Crescent City, la vetusta Nueva Orleans mártir de huracanes y campeona de mil madrugadas. De vez en cuando, uno necesita desaparecer, desvincularse por un momento de sus rutinas y sus más cercanos para sacar la cabeza de la pecera y mirar más allá, aunque sólo sea para poder darse la vuelta y poder decir "éste es el punto más al oeste al que he llegado". Acaba mi invierno con dos huidas, una con cuatro gambiteros al Carnaval criollo de Louisiana y la señorial Atlanta, otra con ella a ver despuntar la primavera en Copenhague. Maletas, mapas, cambios de divisa, terminales, callejuelas y miles de fotos. Ingredientes de un año que se ha empeñado en contradecir la corriente general y no deja de premiarme con sorpresas, planes y descubrimientos. Hay tanto por hacer que asusta. Nos dejaremos llevar por las calles que resistieron al Katrina, guiados por las brass band e intentando no parecer demasiado pintorescos en una second line. Verde, amarillo y violeta son los colores de guerra, hay una decena de bares míticos en una chuleta y unas zapatillas viejas para dejarse llevar allí donde suene el blues. A veces, merece la pena desaparecer, aunque sólo sea para decir, "llegué hasta allí, y os eché de menos". En una semana, sabreis de mi. No os preocupeis, volveré.

1 divagando:

Danilovich disse...

Cuando hasgas el vuelo, la escala, el coche, la autopista 86 y el motel, hablamos.

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