La guerra sucia de la prensa



El movimiento 15-M y su reivindicación de una democracia más auténtica, justa y transparente no tiene demasiados amigos en los medios de comunicación. En los primeros días, los principales diarios evitaban hacerse eco de sus manifestaciones y de las múltiples tomas pacíficas de cientos de plazas en todo el país. Más tarde, cuando su presencia era ya ineludible, los sesgos mediáticos abarcaron desde el paternalismo condescendiente a la crítica descarnada contra los desharrapados que ocupaban las calles. Más de un mes después, las posiciones continúan radicalizándose. Ha habido intentos de todos los colores para hacer cundir el desprestigio de este movimiento. Si había un rumor o un bulo que propagar, allí estuvo la prensa fiel. Desalojos fantasma en la Puerta del Sol, armas blancas en las acampadas que sólo habitaban en la imaginación de algún becario y la cantinela de "no tienen propuestas", cuando las ha habido de todos los tipos, en formato reducido de cuatro puntos y en amplio de quince.
Las movilizaciones del 19-J han supuesto un punto de inflexión en lo que a manipulación informativa se refiere. En Telemadrid, una redactora sin el más mínimo respeto por la objetividad informativa se ha permitido el lujo de disculpar una manipulación evidente -el empleo de imágenes de disturbios en Grecia para ilustrar una noticia sobre las protestas contra el Parlament de Catalunya- y lo ha hecho escudándose en sus dudas personales sobre el carácter pacífico de las protestas. En La Razón, directamente se han dedicado a la táctica goebbeliana del borrado fotográfico para poder decir que había pocos manifestantes y la protesta había fracasado. Tan poco profesionales son, que ni siquiera saben emplear correctamente sus herramientas de manipulación. De este modo, un manifestante aparece a medio borrar, con su cabeza difuminada en el asfalto. En el fascio de la TDT, las interpretaciones son más barrocas y los insultos más graves. Intereconomía no escatima elogios para los manifestantes: antisistema, sediciosos, indignados ilegales,... En Libertad Digital, el supuesto periodista e improbable historiador César Vidal decide relacionar a los indignados con ETA sin pruebas, algo que ya ha calado, como no, en La Razón de hoy y en otros tantos tertulianos y columnistas que ya no saben de qué arsenal tirar para intentar enmierdar la reivindicación de la dignidad y la soberanía del pueblo. De hecho, muchos de esos canales aplauden cada vez que la policía carga contra los manifestantes, amparándose en el muy clasista dicho de que "hay que limpiar la ciudad". Claro, sus políticos mil y una vez encausados tienen las calles mucho más limpias. Más allá del despropósito que supone el empleo de semejante repertorio de negocios sucios y vasallajes mediáticos, cabe preguntarse por qué y a beneficio de quién trabajan estos mercenarios. De su ruido mediático sólo cabe sacar dos conclusiones. La primera es que el periodismo no es libre, es del mejor postor, es decir, de aquellos que realmente tienen dinero y no quieren que se les estropee esa operación de enriquecimiento a gran escala que han llamado crisis. La segunda es que esos, los que tienen el dinero, comienzan a preocuparse seriamente de que comience a calar muy hondo en la sociedad el espíritu de insumisión y dignidad ante la corrupción política y los abusos de la banca. Ladran, luego cabalgamos.


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