barrera arquitectónica


Me desperté como antaño, peleándome con uno de mis demonios familiares. Aterricé sin frenos, de la pesadilla surreal al crudo realismo de una mañana de domingo, precedida como no podía ser de otra manera por la consabida noche plagada de lagunas y charcos. Esa es la geografía de muchas mañanas de fin de semana, alumbradas por sueños delirantes, que sirven de campo abonado para reflexiones sin contexto ni filtro. Vamos con una. El otro día, vagando por las callejuelas que nacen en Tirso de Molina y van a morir a mi barrio, topé con un muro. Vaya cosa, pensaréis, el mundo está lleno de ellos. Belfast, Cisjordania, Larnaca y Berlín son prueba de ello. Pero éste era diferente. La calle, no recuerdo exactamente cuál, discurría cuesta abajo, estrechándose varios metros hasta alcanzar, sin previo aviso, una fila de ladrillos levantada sobre el adoquinado. Apoyándose en los edificios, la calle ha sido tapiada y, al intentar rodear su trazado para descubrir el lado opuesto de la imagen, no hay nada. Las vías confluyen de tal manera que, tapiando una sóla de ellas, las demás se cierran sobre sí mismas en un laberinto urbano al que falta encontrar algún sentido. El contraste del ladrillo y el cemento fresco sobre el adoquinado histórico dibujó para mí un paisaje de desasosiego. En mi mente, aquella mañana y ésta, retumba una idea opresiva. Alguien, por algún motivo inexplicable, ha empezado a borrar lugares del mapa. Del mismo modo, al cegar la calle, ésta ya no lleva a ninguna parte. Como los mandamientos del Gran Hermano, el muro obliga a negar lo evidente pese a casi al alcance de la mano. Casi, pero no. Enmudecen un pensamiento, prohíben una idea, vacían una palabra de su contenido. Empiezan levantando nuevas barreras. Una día cualquiera, puedes despertarte dentro del muro y, al mismo tiempo, fuera del mapa. Por eso, bajo mi almohada, martillo y piqueta ahuyentan las pesadillas ebrias del domingo por la mañana.


M.I.A, Born Free from ROMAIN-GAVRAS on Vimeo.

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