Es increíble la rapidez con la que se suceden los hechos en los últimos días. Desde que Wikileaks filtró los 250.000 cables diplomáticos a cinco medios internacionales, en despachos y cancillerías la actividad es frenética. Les preocupa que sepamos que se espían entre ellos, que hablan mal de sus aliados a sus espaldas, que cada una de sus embajadas es un hervidero de intereses espúreos y, lo peor de todo, lo fácil que ha resultado robar tal cantidad de información. Qué poco han tardado en iniciar una cortina de humo. La primera excusa es la de siempre, la seguridad. El conocimiento es poder y, en este caso, es poder arrebatado de sus sucias manos. No les gusta que sepamos a quién venden armas o a qué gobiernos sabotean desde la sombra y por eso claman a los cuatro vientos que esta información puede provocar la muerte de sus agentes y, como llegó a afirmar una alicaída Hillary Clinton, filtrar su guerra sucia supone ir en contra de la paz mundial. Que paradoja. La segunda excusa es la del mal jugador de cartas. Dicen en la Casa Blanca y repiten en el resto que todo lo revelado ya se sabía, que nada aporta, pero es mentira. Yo no sabía que el Fiscal General del Estado Español, Cándido Conde Pumpido, era un espía a sueldo de Washington, ni tampoco que lo fuese el fiscal jefe de la Audiencia, Javier Zaragoza. No imaginaba que dos ministros del primer gabinete Zapatero, Miguel Ángel Moratinos y Juan Fernando López Aguilar, utilizaban sus carteras de Exteriores y Justicia para evitar que los jueces de Madrid nunca pudiesen juzgar a los marines americanos que asesinaron a sangre fría a José Couso para acallarle. Colaboracionistas todos, malditos hijos de Petain.
Cuando estas dos malas excusas dejan de funcionar, comienza a trabajar la maquinaria encubridora que aúna a medios de comunicación, gobiernos y servicios secretos. Por eso incriminan a Julian Assange con dos risibles cargos de presunta violación en Suecia. Incluso, algún palurdo político yanki ha llegado a pedir su ejecución. Quieren enmierdar su nombre para que ellos no parezcan tan malvados e incompetentes. Es lo único que saben hacer, y no han aprendido nada desde la Ojranka zarista hasta los cóndores de Henry Kissinger. La amenaza de cárcel no sólo se extiende a Wikileaks, sino también a Le Monde, El País, Der Spiegel, The Guardian y New York Times. Pero así no conseguirán que su problema desaparezca. Esta madrugada, publica The Independent que Scotland Yard tiene localizado a Assange en el sur de Inglaterra. No se atreven a detenerle todavía, porque los abogados de Downing Street no encuentran crimen que imputarle. Ya se les ocurrirá algo. Pero esta vez, la verdad ha salido a la luz antes de que pudieran sedarla, desnudarla y lanzarla al vacío desde un avión militar.
Cuando estas dos malas excusas dejan de funcionar, comienza a trabajar la maquinaria encubridora que aúna a medios de comunicación, gobiernos y servicios secretos. Por eso incriminan a Julian Assange con dos risibles cargos de presunta violación en Suecia. Incluso, algún palurdo político yanki ha llegado a pedir su ejecución. Quieren enmierdar su nombre para que ellos no parezcan tan malvados e incompetentes. Es lo único que saben hacer, y no han aprendido nada desde la Ojranka zarista hasta los cóndores de Henry Kissinger. La amenaza de cárcel no sólo se extiende a Wikileaks, sino también a Le Monde, El País, Der Spiegel, The Guardian y New York Times. Pero así no conseguirán que su problema desaparezca. Esta madrugada, publica The Independent que Scotland Yard tiene localizado a Assange en el sur de Inglaterra. No se atreven a detenerle todavía, porque los abogados de Downing Street no encuentran crimen que imputarle. Ya se les ocurrirá algo. Pero esta vez, la verdad ha salido a la luz antes de que pudieran sedarla, desnudarla y lanzarla al vacío desde un avión militar.
3 divagando:
son todos iguales, el amo silba y ellos van detrás. un saludo!
Muy buen artículo. Lo único que el blanco sobre negro me ha dejado mareao !
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