Mártires del compás


Vivimos días extraños, en un tiempo de decisiones extremas y chocantes. No sabemos cómo ha sucedido, pero la historia vuelve a acelerarse según se va torciendo la situación. La era acomodada y plácida que vivimos en las dos últimas décadas se ha acabado para siempre y el mundo está alumbrando con dolor un momento histórico completamente distinto. Permítanme poner dos ejemplos. Hace unos pocos años sería impensable, pero la desesperación económica o laboral está lanzando a la gente a la violencia. Ayer, los informativos abrían con el secuestro de la junta escolar de Panama City, en Florida. Clay Duke, un hombre de 56 años, entró en la reunión, dibujó en la pared una V de Vendetta y desenfundó su pistola para exigir que readmitieran a su esposa, despedida por los recortes de presupuesto del consejo de Educación. Dejó su testamento escrito en su perfil de facebook: "Algunas personas (los medios de comunicación patrocinados por el gobierno) van a decir que yo era un monstruo (V)…no... simplemente he nacido pobre en un país donde los ricos manipulan, usan, abusan y esclavizan económicamente al 95% de la población. Republicanos ricos, Demócratas ricos... todos son lo mismo... ricos que se turnan para sacarnos lo poco que tenemos". Clay apuntó a los presentes, expulsó acto seguido a las mujeres de la sala y explicó a sus rehenes cómo habían conseguido llevar su familia a la ruina. Cinco minutos más tarde, disparó al bulto sin alcanzar a nadie y se descerrajó un tiro en la cabeza.



Hoy los periódicos del estado abren sus portadas con Pere Puig, un albañil de 57 años de Olot que ha asesinado a su antiguo jefe, su hijo y a dos empleados de un banco. El móvil supera cualquier trama de ficción. La constructora para la que trabajaba llevaba cinco meses sin pagarle su sueldo escudándose en la crisis económica. Tras humillarle y llevarle a la ruina, le despidieron en cuanto amenazó con tomar medidas legales. A principios de semana, sus antiguos jefes firmaron un cheque sin fondos para intentar quitárselo de encima y cuando Pere acudió a intentar cobrarlo a su sucursal, la gota colmó el vaso. Cogió su escopeta de caza y se lo hizo pagar. Horas después, declaró a los Mossos d'Esquadra que estaba tranquilo tras haber hecho lo que tenía que hacer. Nada justifica quitar la vida a una persona, pero es innegable que la culpa de este crimen la tiene la avaricia. Habrá quien diga que tuvieron su merecido, pero es más importante darnos cuenta de que esta crisis comienza a tomar tintes dramáticos, de esos que llevan a la gente a armarse contra la frustración.


Suben los impuestos y el paro, bajan las políticas sociales y el acceso al crédito. Y la gente se arruina. Y aparece el crimen, el de los que se toman la justicia por su mano y el de los que engordan su codicia apretando la soga alrededor de nuestros cuellos. Los empleados de France Telecom decidieron suicidarse en masa. Otros han preferido llevarse a unos cuantos por delante antes de caer. Y va siendo hora de que paremos esta oleada de desesperación antes de que se nos vaya de las manos. Ayer ardió de nuevo Atenas. El día anterior, fue Roma. Algún día, ya no podrán frenar la ira que han ido sembrando. Y todos seremos testigos.

0 divagando:

top