Según el acuerdo al que han llegado esta madrugada gobierno y sindicatos, me quedan treinta y seis años para poder jubilarme. Eso si consigo funambulear de un empleo a otro para evitar quedarme en paro. Los supuestos exponentes de la socialdemocracia política y sindical quedan para cenar un jueves por la noche y de postre, se comen sus principios y, de paso, los cuatro duros que tengo en el bolsillo y los otros cuatro que pueda ir juntando hasta hacerme viejo. Qué vergüenza.
Otro regalo más al sector financiero, ése que provocó la crisis para enriquecerse aún más a nuestra costa. A los hechos me remito. Salarios cada vez más bajos son contemporáneos a los mayores beneficios bancarios y empresariales de la historia. De todos modos, hoy estoy en huelga, aunque sólo sea moralmente. Los auténticos sindicatos, y hablo de la CIG en Galiza, ELA en Euskal Herria, CGT en Catalunya y la CNT, han convocado veinticuatro horas de huelga contra el asalto a nuestras pensiones. Un paro al que las centrales mayoritarias no han tenido tiempo o valentía de sumarse y que, por ello, sólo se está celebrando en mi país y en las otras dos naciones históricas del Estado. Sí, he dicho mi país.
Menos mal que aún existimos los malvados nacionalistas y los utópicos para defender lo que es de "todos". Aunque a "todos", o a una gran mayoría, les dé absolutamente igual si tendrán que cotizar hasta la demencia senil o si las arcas a las que van a parar nuestros impuestos son las de los bancos. Mientras haya fútbol y cotilleo, podrán seguir pensando que los problemas son de otros. Cuando les llegue el despido se quejarán porque ya hemos cogido sitio en las manifestaciones. Será que supimos verlo venir cuando rechazamos ser parte voluntaria de este Estado. O que cada vez a menos gente le ofenda la dignidad verse reducido a una nueva servidumbre. Griten conmigo una vez más, idiotas, vivan las caenas.
Otro regalo más al sector financiero, ése que provocó la crisis para enriquecerse aún más a nuestra costa. A los hechos me remito. Salarios cada vez más bajos son contemporáneos a los mayores beneficios bancarios y empresariales de la historia. De todos modos, hoy estoy en huelga, aunque sólo sea moralmente. Los auténticos sindicatos, y hablo de la CIG en Galiza, ELA en Euskal Herria, CGT en Catalunya y la CNT, han convocado veinticuatro horas de huelga contra el asalto a nuestras pensiones. Un paro al que las centrales mayoritarias no han tenido tiempo o valentía de sumarse y que, por ello, sólo se está celebrando en mi país y en las otras dos naciones históricas del Estado. Sí, he dicho mi país.
Menos mal que aún existimos los malvados nacionalistas y los utópicos para defender lo que es de "todos". Aunque a "todos", o a una gran mayoría, les dé absolutamente igual si tendrán que cotizar hasta la demencia senil o si las arcas a las que van a parar nuestros impuestos son las de los bancos. Mientras haya fútbol y cotilleo, podrán seguir pensando que los problemas son de otros. Cuando les llegue el despido se quejarán porque ya hemos cogido sitio en las manifestaciones. Será que supimos verlo venir cuando rechazamos ser parte voluntaria de este Estado. O que cada vez a menos gente le ofenda la dignidad verse reducido a una nueva servidumbre. Griten conmigo una vez más, idiotas, vivan las caenas.
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