Vivimos tiempos extraños, no me canso de repetirlo. Momentos de cambio, estados de excepción y épocas en las que lo cotidiano ha pasado a ser lo excepcional. Ha comenzado el año y lo ha hecho con malos presagios. Los pájaros caen fulminados del cielo, los ríos se desbordan y los peces flotan panza arriba. No es que uno crea en malos augurios, pero es un comienzo significativo para una década que nace con reservas escasas de esperanza. Me explico. Todo comenzó en Australia y Filipinas, con unas monumentales inundaciones que han anegado un área mayor que la de Francia y Alemania juntas. Más de 400.000 personas se han tenido que refugiar de las crecidas y de la plaga de serpientes que ha aflorado en las aguas empantanadas. En las antípodas, también la tierra se ve sumergida por lluvias torrenciales. Écija, punto más tórrido de la península, ya ha amanecido sumergida tres veces en pocos días e incluso en plena costa atlántica, en Pontevedra, el alcantarillado ha cedido ante la fuerza del aguacero.
Nada de esto supone una novedad y palidece al compararlo con las tres maldiciones que sufre Haití, atacado sucesivamente por huracanes, terremotos y una epidemia de cólera. En los últimos tiempos, los negacionistas del cambio climático han visto sus teorías rebatidas por tsunamis, desprendimientos en ambos polos y fenómenos intempestivos en todo el planeta. Pero ahora, la ira de la Tierra alcanza un nuevo nivel. La pasada semana, en el último día de 2010 nos sorprendió la noticia de la muerte súbita de cerca de un millar de pájaros, que llovieron literalmente sobre los campos de Arkansas en EEUU. Nadie supo explicar un fenómeno que se ha atribuído a varias causas, a cada cual más inverosímil. Primero se habló de que habían sido fulminados por un rayo, aunque luego se supo que la tormenta se había disipado horas antes. Más tarde se teorizó sobre un envenenenamiento masivo, ya que a pocos kilómetros aparecieron centenares de miles de peces flotando inertes en el río Arkansas, algo que se demostró falso al no hallarse contenido alguno en los estómagos de las aves. Incluso se llegó a culpar a los fuegos artificiales de Año Nuevo de provocar un estrés fatal a las aves.
Al carecer de una explicación plausible, surgieron múltiples hipótesis, que oscilan entre un choque masivo dentro de la bandada, algo nunca visto, o la participación en su muerte de oscuros experimentos secretos del gobierno. El tema parecía poco más que un entretenimiento en tiempos de poco flujo informativo, hasta que a comienzos de esta semana, a seiscientos kilómetros de Arkansas, la noticia volvió a repetirse. Quinientos mirlos aparecieron sin vida en una carretera de Lousiana, una vez más sin que mediase depredador alguno. Al día siguiente, al otro lado del océano, la escena volvía a repetirse en el sur de Suecia, esta vez con cincuenta grajos muertos sin causa aparente. A partir de este nuevo fenómenos, los acontecimientos parecen acelerarse ya que, de vuelta en EEUU, otra vez los peces han vuelto a perecer ante esta extraña plaga sin nombre, tapizando la superficie de la bahía de Chesapeake con dos millones de cadáveres. ¿Qué fuerza está provocando la muerte masiva de animales? Todo hace indicar que la mano del hombre, directa o indirectamente, está detrás de estas catástrofes. Ondas electromagnéticas, radiación, destrucción de hábitats originarios o nuevo armamento climático darían un sentido menos apocalíptico a estos sucesos excepcionales.
No nos podemos olvidar tampoco en este comienzo de año de un nuevo fenómeno, más cercano a nuestro día a día. Ayer, la FAO advirtió de que los precios de los alimentos han subido de manera alarmante a lo largo de 2010, arrojando malas perspectivas para los productos de primera necesidad en este nuevo año. Mirando el mundo con detenimiento, ya estamos viendo consecuencias. En Túnez, un comerciante que se quemó a lo bonzo porque la dictadura de Ben Alí le obligó a cerrar su negocio murió ayer tras quince días de agonía. En las calles, continúan las revueltas contra un gobierno autoritario que ha empobrecido a sus ciudadanos mediante medidas absurdas y derroches injustificables. Al oeste, en la vecina Argelia, también la gente ha salido a la calle para denunciar el brutal aumento del precio del combustible y los productos de primera necesidad que podría dejar a medio país al borde de la hambruna. Habrá quien quiera ver en esta conjunción de sucesos los preparativos del fin del mundo previsto por los mayas para 2012. Otros preferiremos seguir preguntando e investigando hasta conocer la causa de que, en el cúlmen de nuestro desarrollo científico y humano, el hambre siga siendo una amenaza mientras los peces se ahogan en el agua.
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