No quiero escribir, pero lo estoy haciendo. No hay otra cosa que pueda hacer para acallar el grito sordo, mudo y ciego que trepa por mi garganta e incendia mis pulmones. Pienso en la ausencia, pero no quiero cederle tinta. Prefiero hablar del pasado, pero tampoco voy a hacerlo. No aquí. Cualquier recuerdo a medias es más valioso si evito exponerlo a miradas ajenas, porque para compartir las nostalgias, las preguntas y las heridas abiertas están ya los incondicionales. Todos los demás no sabéis nada, y es mejor así. La gente sigue paseando por la calle, el mundo gira en su cansino malvivir y, cada día, hay hombres que se enamoran de una desconocida en un vagón cualquiera del metro. Puede que, en memoria del hermano que marchó, esta vez se atrevan a vivir sin miedo. Por su recuerdo, llenaré un vaso; en su honor, recorreremos los caminos que faltan. Y aún así, nunca será suficiente.
Otro de los mitos fundacionales del españolismo populachero de barra de bar, el de la felicidad suprema que se respira en Ehpaña debido al estilo de vida desenfadado, las costumbres hedonistas y la indiscutible calidad de su geografía y gastronomía, se viene abajo. Un estudio del Instituto Gallup -el CIS del primer mundo- asegura que el batiburrillo ibérico es uno de los países más tristes del continente y, a escala global, ocupa un discreto puesto 43, muy por debajo de lo que se cuchichea en los taxis. Justo detrás de Honduras, un país mucho más pobre, enclavado una región altamente deprimida por la falta de recursos y la guerra civil, donde hace apenas un año hablábamos de un golpe de estado y donde todavía hoy se vive en un clima de polarización extrema. Y además, les metimos dos a cero en el Mundial. Pero ni la Copa del Mundo de fútbol ni los triunfos de Rafa Nadal, ni siquiera las indiscutibles cañas y tapas, pueden subir la moral al nivel de otros como Malta, Belice, Guatemala, Kuwait, Turkmenistán, Israel o los Emiratos Árabes, dictaduras algunos, sometidos a la guerra sucia otros, pero todos ellos más felices que aquí.
Lideran la tabla de la alegría, por este orden, Dinamarca, Finlandia, Noruega, Suecia y Holanda. Sí, Holanda. Países con un fuerte componente social, con buenos niveles económicos, educativos y una repulsión histórica a cualquier forma de totalitarismo. Países europeos, como éste, pero sin parches, corruptelas, fascistadas, chapuzas y demás especialidades de la gobernancia local y sus secuaces. En aquella Europa, la precariedad laboral, el sectarismo y la represión se ven de lejos, justo cuando aquí empiezan a cotidianos. Muere el mito de la falta de luz, las elevadas tasas de suicidio y la sempiterna frialdad nórdica. Allá arriba, con el frío que hace, la están gozando. Y todas nuestras playas, nuestros bares, chistes, fiestas populares y ganas de juerga no consiguen equipararnos. Será el horizonte de no prosperidad que se nos presenta, con su anodino panorama político, económico, laboral y social donde todos se forran menos tú. Y tus vecinos. Y casi toda la gente que te cruzas en la calle y que tampoco ve un duro ni motivo para celebrarlo. Pintan bastos y la furia roja se viene abajo. A tono con la liquidez de nuestras cuentas, la duración de los contratos y la credibilidad de los políticos.
Madrid, venres tarde. A calor desfai o asfalto e enche de desacougo e imaxes tolas ás cabezas requentadas. Tolemia inducida polo clima pseudomediterráneo. No meu recuncho, centos de papeis pendurados na parede chaman a miña atención sen ofrecer ningunha resposta. É moi cedo aínda para que se nos derritan os miolos, mais, visto o ritmo abafante o que avanza o vrán, axiña comezaremos a delirar nas beirarrúas e nos tellados. Seguirei entón o consello e sairei á espreita da luz, disposto a procurar calquer reflexo que me encha as retinas. Ide pola sombriña, meus!
Escapé a toda prisa y estoy volviendo poco a poco. La nocturnidad me acoge como siempre, con la ceja erguida en señal de desafío y las ojeras rehaciendo su surco. Pasaron días de mejor paisaje, color más saludable y compañía esperada. Pero pasaron ya y ahora toca seguir dibujando castillos en el aire, construyendo entre inspiración y espiración un mensaje que no se pierda en el éter sonoro. Los otros elementos me acompañan en la lejanía, en la piedra que toma forma del mar y el fuego que abrasa desde lo alto. Empieza, un año más, otro verano en la concrete jungle. Y en cuanto termine, puede que paseemos por Berlín.
Subscrever:
Mensagens (Atom)