Me and Mr. Johnson

Missisippi, años treinta. Un joven negro vestido de traje carga una vieja funda Gibson en plena noche. Allí mismo, en el cruce de las autopistas 49 y 61, Robert Johnson le pidió al diablo que le enseñara a tocar la guitarra.




Robert Leroy Johnson, uno de los padres del auténtico blues del Delta, vendió su alma para tocar como el mismo diablo. Apenas un veinteañero, consiguió ser el músico favorito de las fiestas del sábado noche, donde se bebía whisky ilegal, se alternaba con mujeres dudosas y se convertían los cánticos espirituales en puro blues.

La historia del bluesman maldito siempre ha existido al filo de la leyenda. No se sabe con certeza en que fecha vino al mundo, ni si era mayor de edad al enterrar a su mujer y a su hijo recién nacido. Sólo sabemos que cuando el viejo maestro Son House le vio tocar por primera vez, el diablo tocaba blues a través de sus manos.

El trato ofrecía a Johnson ocho años de gloria como músico a cambio de la eternidad. Tuvo tiempo suficiente para crear escuela y para hacerse muchos enemigos. Su música enloquecía a los hombres y atrapaba a las mujeres. Una noche de 1938, en un garito polvoriento, Robert tocó y bebió con su estilo endiablado. Una mujer le acompañaba al terminar la fiesta. A la mañana siguiente, con tan sólo 27 años, el mejor bluesman de los primeros tiempos, amanecía muerto en su habitación.

De su muerte, como en toda buena historia, circulan muchas versiones. Sífilis, neumonía o quizás bourbon envenenado con estricnina por algún marido celoso. Hell hound on my trail, cantó poco antes de morir. De Robert Johnson sólo se conservan dos fotografías y cuarenta y dos canciones grabadas en la habitación de un hotel de Texas un año antes de morir. La leyenda de la música del diablo acababa de dar comienzo.

2 divagando:

Jhonny Flash disse...

Hombre Varela!!!

Pues mola tu blog, yo fui muy fan de los stone temple pilots, aaaay que tiempos!!

Un saludo

Anónimo disse...

God Bless Ya.....!

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