Visado de turista


A veces no os echo nada de menos, voy y vengo y, al poco, cambio disimuladamente de tema. Me dejo llevar por el trajín de las maletas y desaparezco de la circulación unos días, aunque sólo sea por no seguir otro camino que el que yo elija. Llamadlo turismo, a mí me sabe a libertad. Llamadme simple, pero es cierto me gustan los aviones y tachar ciudades del mapa. Colecciono puñados de tierra de todo el mundo y en mi pared hay planos usados de las calles donde quemé zapatilla. Me gasto los cuatro cuartos que gano en ir y venir para perderme y perderos un rato de vista. Puede que sea común, pero también es un placer amargo. Sabes que, por mucho que corras, nunca podrás estar en todos los lugares que quieres conocer, una vida no es suficiente, aunque, pensándolo bien, es mejor que sea así.


Cierras los ojos y, de pronto, estás en otra parte y todo parece nuevo a estrenar, todo está por vivir. En parte es la luz y en parte es el olor. Cada ciudad tiene su proporción única de estos dos elementos y uno no puede descubrirla solo. Por eso, hay que dejar que los pies vaguen a sus anchas, saber demorarse donde lo merezca, atreverse a cruzar otra calle, mezclarse, distanciarse y observar. Y, sobre todo, saber irse, saber volver. Por eso, la clave no sólo es el dónde, sino que casi siempre reside en el con quién. Cada ciudad es una historia que necesita personajes, trama y metraje, por fugaz que sea. Copenhague, tú y yo, dos años detrás y mucho guión por delante.

1 divagando:

R disse...

Claro que sì, toda una saga!!!
Tendrás que seguir juntando ideas incoherentes para darles todo el sentido

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