Hablo en voz baja para no despertar a nadie. Son las cinco de la mañana y sólo me acompaña el café, las ojeras y el recuerdo de la chica de la camiseta de Nirvana. Come as you are, me dijo una tarde y, desde entonces, nunca he tomado el camino de vuelta. Nos une algo más que la gravedad, algo más que la mutua atracción que ejercen dos cuerpos que se necesitaban y se buscaron desesperadamente el uno al otro. No espero que lo comprendáis, todos no.
Nadie puede regalar nada mejor que la esperanza de no morir incompleto, de saber que has encontrado algo que, más allá de una alucinación de un instante, da sentido a todo lo demás. Casi todo tiene una explicación al fondo de esos ojos negros. Llamadme cursi, despreciadme por ser sensiblero. Me da igual. Merece la pena. Otros mueren sin saberlo, algunos lo rechazan, a otros se les niega. A mí me lo regalaron una noche que dura ya más de seis meses. No espero que lo entendáis, por que ni yo mismo me lo explico. Al final, como casi siempre, cualquier palabra es un pobre intento de explicar a qué sabe la electricidad que nos atraviesa el espinazo.
Son las cinco y veinte de la madrugada, se velan las ojeras, se oscurecen los párpados y, de repente, me sorprendo a mí mismo en medio de lo que parece ser un ataque de lucidez. Por eso, punto y final por hoy, abrazos para todos. El resto, en ese viejo poema de Celso Emilio Ferreiro.