Trabajar en los noticiarios nocturnos proporciona momentos impagables. Una noche cualquiera, la adrenalina periodística puede asaltar los ondas por un ejército cualquiera que echa a su presidente del país en calzoncillos o por la quiebra masiva de los bancos. En realidad, muchos de esos instantes peculiares suceden antes incluso de llegar a la redacción al filo de la medianoche o justo al salir a darse el placer amargo de vivir a contrapelo. Esas horas pueden ser escenario de bohemios vagabundeos urbanos, conversaciones fundamentales, revelaciones inconfesables, pero, como en otras lides, no todo lo que sucede a oscuras merece la pena ser contado. Algunos momentos tienen un vuelo aún más corto y, con ellos, se va cocinando la realidad cotidiana de una radio trasnochada. La soledad kafkiana del transporte público a deshora, el encuentro con el realismo social recrudecido por la crisis o el privilegio de llenar una oficina con tan sólo cuatro almas son la moneda corriente y cualquier salida de guión es bien recibida.

Peret -
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