Solaina de inverno


Solpor a carón do mar. Abraia ver como os mesmos espazos que se enchen no verán do balbordo dos bañistas semellan fóra de lugar ó pasar setembro. Agochan en sí unha beleza desolada, coma se unha catástrofe nos empurrase fóra de circulación mais deixase intacta a paisaxe, os recunchos que fixemos nosos tantas e tantas veces. Os mesmos edificios, o mesmo océano infindo e os areais que o cinguen semellan moito máis bonitos sen nós. Unha praia en inverno e o lugar perfecto para desfrutar da soidade desexada, do intre de reflexión de quen precisa do silencio para escoitarse a sí mesmo, aínda que só sexa por unha tarde. Morre o serán a beira do mar, esgótase o ano na terra nai, a man relaxa os músculos para volverse a tensar de novo nun puño fechado ó desacougo. Que teñades un aninovo ledo e, se tedes un intre que sexa só para vós, regaládevos un paseíño pola praia antes de que remate o inverno. Paga a pena atoparse cun mesmo, aínda que só sexa por botarvos un chisco máis a faltar.

Cambio de guardia en Pyongyang



Hace pocas horas, una enlutada presentadora de la única televisión de Corea del Norte, anunció al mundo entre sollozos la muerte del Bienamado Líder, Kim Jong-il. El busto parlante aseguró que el estrafalario tirano estalinista falleció el pasado sábado durante un viaje en tren por el país. El motivo, "la fatiga mental y física que supone liderar una nación como la nuestra". Posteriormente, los hagiógrafos del régimen le han atribuído un infarto de miocardio como causa de fallecimiento, la misma dolencia de la que murió su padre, en un nuevo intento por igualar los mitos del Padre Fundador del país y del diligente hijo que le sucedió. Hasta el final de su vida, el inclasificable Kim no dejó de preocuparse por aderezar su biografía con datos inventados que alimentaran su leyenda personal y justificaran su presencia en lo más alto de la República "Democrática" y Popular de Corea. El recuerdo de su padre, héroe de dos guerras contra dos grandes imperios, Japón primero y EEUU después, ensombreció permanentemente la trayectoria de su hijo que, como nunca pudo ser nombrado Gran Líder como su padre, tuvo que conformarse con ser bienamado. Tras este eufemismo totalitario se esconde la incapacidad de un dirigente más preocupado por vicios y excentricidades que por gobernar. Más allá de su cinefilia, sus cardados imposibles y sus alzas, al recién fallecido Kim Jong-il hay que considerarlo responsable de la gran hambruna de los años noventa, en la que murieron cerca de 3 millones de personas debido a su desmedido afán de retirar fondos a la agricultura para reforzar su ejército. En el país que ha dejado a su heredero, Kim Jong-un, uno de cada cuatro ciudadanos engrosa las filas del cuarto ejército más grande del mundo, uno de cada tres ha sido arrestado, uno de cada cuarenta está en la cárcel y uno de cada cinco reconoce que al menos uno de sus familiares directos ha muerto de hambre. Todo un currículum como para ser considerado uno de los peores líderes que ha visto el mundo desde Nerón a Videla, pasando por Fernando VII.


Del próximo líder de Corea del Norte ya os he hablado hace un tiempo. Se supone que aún no ha cumplido los treinta y que en sus manos estará el botón que activa un puñado de cabezas nucleares, que ahora mismo apuntan a Seúl, Tokio y Los Ángeles. Nadie sabe nada de él y lo único que le avala es el hecho de que su propio padre le eligiera para heredar su puesto por delante de sus dos hermanos mayores. Podemos poner en duda la capacidad mental de su padre, la dudosa herencia genética que le transmite o la dureza que el propio delfín ha manifestado en sus escasas declaraciones públicas. Hace dos años lo pensé y se me puso la carne de gallina. El primer chico de mi generación ha tomado el poder en su país. La incógnita ahora es si Kim Jong-un dejará Corea en disolución, cataclismo o ruina. Por el momento, la vecina Corea del Sur ha puesto a su ejército en alerta máxima en previsión de que al heredero al trono estalinista le dé por comenzar su mandato con fuegos artificiales de plutonio sobre Seúl. Mientras tanto, sigamos echando cuentas: Gaddafi ejecutado, Mubarak vegetal, Ben Alí exiliado y Kim Jong-il en pompas fúnebres. No es mal saldo para un año, el 2011, en el que la chispa revolucionaria ha llegado a prender en la mismísima China, en el pueblo de Wukan, donde los lugareños han expulsado a la policía tras la muerte de uno de sus líderes en una carga de antidisturbios durante una protesta contra las expropiaciones agrarias. La censura de Pekín ha intentado silenciarlo, pero el clamor de la revuelta es audible más allá de sus muros. En estos momentos, los militares rodean la localidad. Si el plante acaba en masacre, como antes sucedió en Túnez, Egipto, Libia o Siria, ya nadie podrá detener la rabia de los hombres hartos de ser considerados peones en manos de reyezuelos, tiranos e iluminados. Y si no vence la rabia, volverá a reinar la barbarie.

Luz


Mientras se abren las persianas y se desahucian los edredones, es hora de que las criaturas que habitamos la noche nos retiremos bajo la roca de la que provenimos. A esta hora de la mañana, cuando el día comienza a atreverse a amanecer, las primeras luces me recuerdan a ti. Supongo que te preguntarás qué tendrás que ver tú con estos desvaríos trasnochados del que vuelve a su cueva mientras el resto se deja ir de mala gana en la dirección contraria. Me explicaré. Mientras me encamino a casa, el nacimiento del día va venciendo el negro fundido. En este mismo instante, esa oscuridad profunda se resquebraja poco a poco, aunque todavía conserva un brillo característico, como si una luz intensa intentase atravesar un telón tupido. Ese cielo a medio amanecer me recuerda a ti, que te desperezas en este mismo instante en la otra punta de la ciudad. Recién levantada, tu piel se viste de mármol y tus ojos oscuros lanzan destellos que incendian las sábanas. Como el último resplandor de una llama antes de apagarse o el color indescriptible de este cielo sobre el que cuelgo el cartel de fin de la jornada. Blanco y negro, día y noche, abrazo y mordisco. Tendrás que perdonarme si te parece una cursilería, pero no es que lo diga yo, es que cada mañana está escrito en el cielo. A esta hora de la mañana, me agarro a lo que hace brillar este día a día manchado de tonos grises y malas noticias. Y reluce tan fuerte que, al despertarme, ya entrada la noche, nunca me faltan los ánimos para salir a encender de nuevo las farolas. Nada vale más que quien arroja un poco de luz a este mundo en permanente fundido a negro.

Reencuentros en mi cocina


De un tiempo a esta parte, vivimos una época severa, de ceño fruncido y músculos en tensión. Te agarra por el cuello y te obliga a mirar sólo por tu subsistencia, olvidando cualquier aspiración creativa. Conseguir o conservar un trabajo, mantenerse al tanto del mundo y de los tuyos, defender una postura, hacer frente a facturas y demás atracos y sacar diez minutos para dejar la mente en blanco. Así se van los días sin apenas darnos cuenta. Demasiado preocupados por tener en este tiempo de escasez, que no dudamos en sacrificar placeres por meras promesas de futuro. Por eso, de vez en cuando, uno tiene que clavar los dos pies en el suelo y poner todo su empeño en frenar el ritmo vertiginoso que te aleja de ti. Todo va tan rápido que, a veces, podemos desconocernos a nosotros mismos. Me ha pasado hace cinco minutos. Redescubirir un sonido, un espacio, una cualidad. Yo soy capaz de hacer eso, no voy a decir el qué porque cada cual tiene lo suyo. Mientras allá afuera encienden presidentes como si fuesen cerillas esperando que se haga de día, aquí dentro hay que sacar partido a lo mucho que podemos hacer para no hundirnos en el barrizal. Avisados quedan. No, señores, yo no estoy en crisis. Si lo estuviera, jamás habría llegado hasta aquí por mi cuenta y riesgo.

La tiranía de los burócratas

En estos tiempos oscuros en los que vivimos, vemos cumplirse los malos presagios día tras día. Cuánta más gente sale a la calle a defender los valores democráticos y a protestar contra el desmantelamiento del estado social, más se empeñan los gobiernos en mutilar la democracia. Esta semana, dos de nuestros socios comunitarios han visto como su soberanía popular ha sido relegada por la voluntad de los mercados, derrocando dos gobiernos elegidos en las urnas para sustituirlos por juntas de tecnócratas militarizados. Vale que uno de esos líderes elegidos por sufragio popular era Berlusconi, pero al menos contaba con el mínimo aval de las urnas. ¿Recuerdan la última vez que nos gobernaron los tecnócratas? En aquella España en blanco y negro sometida por la fuerza de las armas, esos concienzudos burócratas del Opus Dei experimentaron con los límites del capitalismo en medio de una dictadura represiva, convirtiendo la aldea ignota que éramos en un enorme chiringuito para deleite de suecas, alemanes y demás guiris.
Ahora, parece que haya vuelto esa época en la que se nos aseguraba que hombres bien preparados habían sido seleccionados para dirigir nuestros destinos. El problema es el de siempre. ¿Quién selecciona a estos hombres de estado puestos a dedo? Al capitalismo en crisis no le sienta bien la democracia, no hay más que ver el revuelo que se armó en todo el mundo cuando el anterior gobierno griego sugirió someter sus recortes presupuestarios a referéndum popular. Tampoco aquí hubo consulta a la ciudadanía a la hora de fijar topes al gasto estatal en la constitución, no fuera a ser que los ciudadanos no eligiéramos aquello que los todopoderosos mercados creen que es mejor para ellos, perdón, para nosotros. Se nos dice que Mario Monti y Lukas Papademos son la solución para Italia y Grecia, respectivamente, aunque las bolsas caigan estrepitosamente el mismo día de su investidura. Sacrificada la voluntad popular que da sentido a la democracia, ¿qué otras ofrendas de sangre nos exigirán los mercados tras obligarnos a renunciar a nuestra pensión, nuestro sueldo y cualquier esperanza de prosperidad?

En el estado español, a pocos días de unas elecciones anticipadas con tufillo a más de lo mismo, la situación es ligeramente distinta. Hay urnas, es cierto, pero su resultado está adulterado por un sistema electoral que sólo reconoce dos opciones válidas de gobierno: la que nos ha traído hasta este caos y la que nos llevará a otros peores. Sólo un voto masivo de protesta contra este turnismo moderno podría cambiar la situación. La única duda que queda es cómo reaccionarán los mercados si el 21 de noviembre el partido más votado no es PP o PSOE. Puede que, en ese caso, los mercados decidiesen por su cuenta que no somos lo suficientemente solventes para merecer una democracia real. En estos tiempos de tecnocracia sin soberanía, el día menos pensado nos despertaremos y los burócratas nos habrán privatizado el Congreso y el Senado mediante ese tipo de secuestro de masas que llaman rescate. ¿Notaremos la diferencia?





Progreso y retroceso


Cuando éramos niños, a todos nos enseñaron en la escuela que la humanidad avanzaba siempre hacia adelante y que llegaría un día en el que viviríamos en un mundo pacífico y justo en el que la ciencia habría abierto cada vez más posibilidades para nuestra civilización. En el mundo del futuro, nos decían, habrá coches voladores, vacunas contra cada epidemia, pan para todos y felicidad a raudales. Crecimos confiando en la idea de que el paso de la historia iba mejorando nuestra existencia, de nómadas a sedentarios, de esclavos a siervos, de súbditos a ciudadanos. De ese modo, nos dejamos adormecer con la idea de que, hiciéramos lo que hiciéramos, la inercia nos llevaría hacia un mañana mejor. Ahora, en los inicios del prometido siglo XXI, las cosas no sólo siguen estando igual, sino que empeoran cada día a ojos vista. Si no me creéis, comprobadlo.

Como está muy visto hablar del hambre en el mundo, de la tiranía como gobierno en Asia y África, de la manipulación informativa o del desequilibrio entre ricos y pobres, vayamos a ejemplos más cercanos. El derecho de huelga y la jornada laboral de 40 horas son dos logros sociales conseguidos hace menos de un siglo, durante la revolución rusa de 1917. Desde que la mayoría tenemos memoria, el estado de bienestar prometía ir mejorando progresivamente nuestras vidas, persiguiendo la intolerancia y el odio, ampliando las libertades civiles, reconociendo los derechos de las minorías, mejorando la situación del trabajador y evitando que sufriéramos la miseria, la guerra o la injusticia. Todo eso se hace pedazos cada día por culpa de la avaricia financiera y política. En el estado español, la patronal exige al partido que gane las próximas elecciones que limite el derecho a huelga y privatice el derecho a la salud. En Portugal, la coalición conservadora negocia ampliar la jornada laboral de 40 a 48 horas semanales, es decir, casi dos horas más al día más que tu padre y que tu abuelo. Todo ello justificado por las pérdidas de la banca y el derroche de los gobiernos, fundidos ambos en un poder represivo y opaco, gobernado por la tiranía de los mercados, es decir, de ellos mismos y sus múltiples intereses.

De un plumazo, retrocedemos a 1916, como si la lucha obrera nunca hubiese existido y ninguno de nuestros derechos fuese realmente nuestro, sino una mera concesión temporal de la que pueden desahuciarnos sin previo aviso. Seamos rebeldes y frenemos esta marcha atrás hacia el feudalismo o, al menos, reclamemos un pasado menos oscuro que el que se nos viene encima. Si no hay derecho a un mañana mejor, sólo nos espera la barbarie.

El precio de decir lo que piensas

En estos tiempos de monetización, déficit y demás penurias, ya no nos resulta extraño darnos cuenta del precio que se le pone a la libertad de expresión. Dos ejemplos cogidos al vuelo en la prensa de hoy: Ocho años después del cierre judicial del periódico vasco Egunkaria, los trabajadores afectados siguen esperando una indemnización y una disculpa. En febrero de 2003, el juez Juan del Olmo ordenó el cierre temporal del único períodico en euskera, autorizó a la Guardia Civil registros y detenciones e inmovilizó sus cuentas. La acusación se cimentaba en unos informes policiales en los que se insinuaba que ETA financiaba al diario con dinero procedente del impuesto revolucionario. Meses después, ante la falta de pruebas, del Olmo intentó defender su cierre agarrándose al clavo ardiendo de que Egunkaria era un instrumento al servicio de la banda por defender tesis independentistas. Mientras, el juicio provocó la quiebra de la empresa, que fue finalmente devuelta a sus dueños para que la liquidaran. Dado que no fue posible hallar indicios de culpabilidad en ninguno de los ocho periodistas detenidos, el proceso se dilató hasta siete años, hasta abril de 2010. Entonces, tuvo que ser la propia Audiencia Nacional la que confirmase la libre absolución de todos los encausados, al tiempo que criticaba el cierre sin pruebas de un medio de comunicación y pedía entregar indemnizaciones a todos sus trabajadores. Textualmente, reconocía que el "trabajo" de del Olmo sólo sirvió para hacer quebrar el periódico y acallar una voz crítica, todo ello sin habilitación constitucional y sin leyes que lo autorizaran.


Hoy, Martxelo Otamendi y los otros periodistas detenidos por el juez murciano exigen 17 millones de euros por los daños causados, dinero que irá a parar a su diario sucesor, Berria, y seguirá sirviendo a la prensa libre. Recuerdo haber escuchado a Otamendi en 2005 en una conferencia en Madrid, poco antes de terminar mi carrera. Ponía los pelos de punta escuchar a un compañero de profesión narrando cómo fue detenido, golpeado y vejado sin que ningún juez pusiera el grito en el cielo. Recuerdo su rabia al hablar de tantos años de trabajo a favor de su lengua y su país tirados a la basura por la intransigencia de un letrado que luego se haría aún más famoso por ordenar el secuestro de El Jueves por reírse de los príncipes y por revocar condenas a maltratadores de mujeres. Ocho años después, muchos considerarán a Egunkaria otro eslabón de ETA y se indignarán por su indemnización. El daño ya está hecho y la ignorancia, como el agua, siempre se abre camino.


Otro ejemplo del precio de la libertad de expresión es el cierre de Wikileaks. Tras filtrar muchas de las miserias del imperialismo menguante, el boicot de los bancos a las donaciones que recibía el grupo ciberactivista han conseguido frenar su actividad. Visa, MasterCard, PayPal, Western Union y Bank of America han conseguido ya lo que querían, silenciar a los díscolos y que nadie les espante el rebaño mientras manejan a los políticos y despluman a los currantes. Mientras, Julian Assange sigue a la espera de un proceso judicial tramposo e interesado. Nos queda, eso sí, el fruto de su labor de divulgación de la barbarie. En todo el mundo, en cada ciudad, hay un parque o una plaza donde cada vez más gente acude a decir basta. Gracias a Martxelo Otamendi, yo supe que no quería ser otra cosa que periodista. Gracias a Wikileaks, muchos comprendieron que era necesario regenerar la democracia desde abajo. La libertad de expresión es cara, pero una vez que prendes la mecha, es un material explosivo que corre de boca en boca y revientan el cerco de la censura.

Apuntes al azar del mundo en crisis


En estos tiempos que corren nos hemos acostumbrado a lo inesperado. Declaraciones que hace unos años supondrían el fin de la carrera de quien las pronuncia, decisiones empresariales inhumanas o recortes antisociales han entrado de lleno en el menú del día que nos sirven los medios de comunicación. Para muestra, cuatro sencillos ejemplos encontrados al azar en la prensa de hoy. Comencemos hablando de bancos. Hace unos días, los exdirectivos de NovaCaixaGalicia y la Caja de Ahorros del Mediterráneo saltaron a la palestra por sus indemnizaciones millonarias y sus jubilaciones de lujo, todo ello después de haber llevado a la quiebra a las entidades que dirigían. Hoy, en El País nos encontramos con que las cajas, tras haber recibido miles de millones de euros de fondos del estado para evitar la bancarrota, proponen congelar dos años los salarios de sus empleados. De los directivos, ni hablamos. Para rematar el despropósito, ABC nos cuenta que la banca española deberá refinanciar 120.000 millones de euros de sus deudas el año próximo. ¿Se imaginan quién va a poner esos fondos? Premio para usted si al leer esta frase se ha llevado la mano automáticamente al bolsillo. Además del sector financiero, la gran empresa también protagoniza titulares llamativos esta mañana. En las páginas de economía leemos que la fabricante holandesa de electrodomésticos Phillips ha decidido despedir a cuatro mil quinientos trabajadores tras anunciar que sus ganancias se han reducido en más de mil millones de euros. Una vez más, se repite la fórmula cruel del capitalismo, que dicta que los culpables de errores de gestión que cuestan la ruina a una empresa terminan firmando despidos en lugar de protagonizarlos.

Por último, cómo no, los políticos. En Portugal, Jornal de Noticias publica el siguiente titular: "Las pensiones vitalicias de los políticos escapan a los ajustes". La misma semana en la que el parlamento debate elevar los impuestos sobre alimentos básicos, vivienda y salarios y recortar al máximo cualquier atisbo de estado del bienestar, el diario lisboeta publica que la clase política lusa ha blindado sus jubilaciones, mientras que los que tendrán que pagar son los trabajadores retirados que reciben pensiones de 426 euros. ¿Les suena de algo? Al otro lado de la raia, en Catalunya, el cada vez menos correcto Duran i Lleida nos sorprende con unas declaraciones de una sinceridad escalofriante. El portavoz de CiU en el Congreso ha exigido más medidas impopulares para parar la crisis, aunque se ha negado a detallar cuáles son, porque asegura que si lo hiciera "perdería las elecciones". Visto lo visto, queda claro que los auténticos antisistema no somos los que salimos a las calles a reclamar dignidad, justicia y democracia, sino los que esconden la navaja trapera bajo el traje y la corbata.

Veinticuatro horas despierto


Son las ocho de la mañana y acabo de volver del trabajo. Hace veinticuatro horas, cuando abrí los ojos, estaba en Bruselas. En una habitación de hotel a pocos metros por encima de las terrazas cerveceras de la place de l'Agora, dos cuerpos desperezan la última mañana de su escapada a Brujas, Gante, Amberes y la supuesta capital europea. Tras el envoltorio, este regalo de cumpleaños escondía mejillones, miles de paseos, cuadros de Magritte, kissing-points, fachadas góticas, bares de blues en directo y todo tipo de cervezas desconocidas. La última mañana tuvo un poco de todo eso, escudriñando los mapas en busca de puntos estratégicos que conquistar a medias. Desayuno, vagabundeo monumental, una bière que todavía no habíamos probado y una mesa para dos sobre la que devorar el último hallazgo gastronómico. El escenario y los personajes -benditos personajes bizarros- nos mostraron un país desconocido, que sobrevive con mucha dignidad a año y medio sin gobierno. Bélgica vive en la anarquía y le va mejor que nunca. La economía ha remontado y, por primera vez en décadas, valones y flamencos unen sus voces bilingües para denunciar la impunidad de la crisis y reírse de sus políticos. Una muestra más de lo bien que se gobierna la gente cuando el estado se limita a garantizar la sanidad, la educación y el asfalto sobre las calles.

Con la excepción de una pequeña siesta sobre su hombro suave antes de subir al avión, todavía sigo despierto. A la vuelta, tras una despedida con sabor a reencuentro y una parada en casa con la familia al completo, trabajo. El reloj empieza a hacerse cuesta arriba y te invade una sensación de irrealidad. De camino a la radio, juro que me topé un monte de hielo de un palmo de alto junto a la acera y, dos calles más allá, con una enana bailando con un barbudo. Con la costumbre de gastar zapatilla bien aprendida en los campanarios de Flandes, los pies me llevaron solos hasta mi mesa. Ocho horas descifrando teletipos, discursos y fuentes, intentando esconder al micro el precio del desvelo en la garganta. Pasado el umbral del sueño, la espalda se entumece y la capacidad de improvisación se embota, pero surge de la nada una energía inexplicable y primitiva que mantiene el cuerpo en pie. Y si no, se tira de oficio. Al volver a casa, ordenador encendido, fruta, cereales y algo de ejercicio para regresar a la vida real. Veinticuatro horas más tarde, ato los cabos de este día en dos países completamente distintos, el de las vacaciones compartidas y el de la rutina de informativo. Me viene a la mente la Delirium Tremens. Pero ya es hora de apagar las velas de este cumpleaños. Superado el reto de la vigilia, es otra vez de día y me toca volver a soñar con una ciudad nueva, dos maletas en el portaequipaje y sus palabras en el idioma que me pone los pelos de punta.

Palestina espera a las puertas de la ONU


Hay pueblos, como el palestino, el saharahui o el kurdo, que han aprendido por las malas a esperar y, como no podía ser menos, a esperar poca cosa. Este viernes, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, solicitará al Consejo de Seguridad de la ONU que acepte su entrada en Naciones Unidas como nación independiente de pleno derecho. Rotas las negociaciones con Israel, que ha realizado todo tipo de maniobras indignas para evitar perder el control sobre lo que considera sus colonias, el gobierno árabe busca una salida internacional para alcanzar la plena soberanía. Para conseguirlo, necesita el apoyo de al menos nueve de los miembros del Consejo y que ninguno de los demás vote en contra. Demasiados obstáculos para creer que esta vez se escuchará la voz de Palestina en los foros internacionales. Si repasamos la composición del Consejo de Seguridad, veremos en primer lugar que no se trata de un órgano democrático, debido a que EEUU, Francia, China, Rusia y Reino Unido no sólo tienen asiento permanente, sino que además cuentan con derecho a veto. Entre los diez miembros rotatorios, hay muchos que pueden apoyar la propuesta de Abbas, como Brasil, Sudáfrica o Gabón, a los que se sumarían países musulmanes como Bosnia, Líbano o Nigeria. El problema fundamental son los cinco miembros permanentes, principalmente EEUU, que vetará cualquier propuesta que no respalde su aliado Israel.

Éste es el contexto en el que hoy se reunirán Mahmud Abbas y Barack Obama. Mientras que el palestino intentará a la desesperada evitar el bloqueo yanki, el mandatario estadounidense busca, una vez más, mantener su imagen de líder pacifista al que concedieron un Premio Nóbel de la Paz mientras sigue mandando soldados a la guerra y presos a Guantánamo. La estrella de Obama no ha dejado de declinar en los últimos meses, mermado por la situación económica de su país, el aumento de la pobreza interna y los sucesivos fracasos en Irak, Afganistán y Pakistán. Si Obama cumpliese sus promesas electorales, Palestina sería independiente en menos de 48 horas. El problema es que nadie había previsto que el primer presidente negro de EEUU desteñiría tan rápido. El año próximo habrá elecciones a la Casa Blanca y la baja popularidad de Obama hace presagiar que ahí puede terminar su único mandato. Tras traicionar su propio programa de cambio y esperanza, también tendremos que agradecerle que le deje el mando de la primera potencia nuclear al Tea Party.

Mientras, la situación en Oriente Medio continúa agravándose. La propia propuesta de Abbas es criticada por parte de los palestinos, que aseguran que no se puede pedir la independencia mientras su capital, Jerusalén, y la mayoría de su territorio esté ocupado, colonizado o cercado por Israel. La Franja de Gaza cumple este mismo mes su cuarto año bajo el bloqueo por tierra, mar y aire de las fuerzas hebreas, que no sólo no ha servido para frenar el terrorismo contra Israel ni para derrocar al gobierno de Hamás, sino que ha exaltado aún más a los radicales y ha empobrecido a la población hasta límites inhumanos. En Cisjordania, la situación no es mejor. El gobierno de la Autoridad Nacional Palestina no controla su propio territorio, infiltrado por colonos fundamentalistas judíos que cuentan con el beneplácito de Tel Aviv y el respaldo de sus misiles teledirigidos. Al otro lado del muro vergonzoso, Israel pierde terreno diplomático. El asesinato de nueve turcos en el abordaje pirata a la Flotilla de Apoyo a Gaza le ha granjeado la enemistad de Ankara, que hasta ahora era su único aliado en la región. Las revueltas árabes han hecho el resto del trabajo. El gobierno hebreo está aislado y es incapaz de adaptarse al nuevo contexto de Oriente Medio. Y aún así, no tiene mejor idea que seguir atizando el avispero.

Hablen lo que hablen hoy Obama y Abbas, es de esperar que Palestina seguirá esperando que llegue el momento de unirse a la comunidad internacional como nación libre e independiente. Nadie cree que este encuentro pueda cambiar ni un ápice el statu quo. De hecho, el estadounidense se reunirá con previamente con el primer ministro de Israel, el patibulario Bibi Netanyahu. Netanyahu, como acostumbra a hacer, dictará su postura a Obama y éste se limitará a repetirla ante Abbas y el resto de la ONU. Y, mientras tanto, Israel sigue enriqueciéndose gracias al expolio de Palestina y esa riqueza continúa engordando los bolsillos de sus aliados. Pero, si algo nos demuestran los derrocamientos de Ben Alí, Mubarak y Gaddafi, es que ningún opresor está libre de caer a manos de sus víctimas. Y, hasta que llegue ese momento, Palestina espera mientras la rabia sigue acumulándose.

Recompensa al estilo Flandes


Veinticinco madrugadas después, toca volver a las trincheras. Tras mes y pico en primera línea de seis a ocho -o de seis a siete, depende del día-, me toca asumir de nuevo el papel de suplente y abandonar el desafío autodestructivo de dirigir y presentar un cotarro informativo que sale adelante con la elegancia justa y muchas dosis de heroísmo colectivo. Ahora, volver a ocupar la segunda voz y a rellenar madrugadas puede saber amargo, pero sigue mereciendo la pena el esfuerzo. Nadie podrá decir que se faltó una sola vez a la verdad, que cada dato no fue verificado con varias fuentes independientes y que no se separó convenientemente la información de la opinión. Lo justo para sentirnos orgullosos del trabajo que exponemos cada mañana a la oreja pública. Imponerse este código espartano de la objetividad no te ayuda a hacer amigos en la dirección, pero tiene sus recompensas.

La primera, este fin de semana, me lleva hasta Brujas, Gante, Bruselas y puede que Amberes. Todo ello, gracias a mi cómplice habitual. Nuestras maletas vuelven a cruzarse en el altillo del avión, como en las mejores fugas a dos. Esta vez, nos deslizaremos sobre las vías del tren para descubrir el país llano de fachadas góticas del que vienen las buenas cervezas. Tú y yo y después, todo lo demás. Qué gran regalo. El mejor final para el mes que inaugura los veintinueve. Y queda tanto por hacer... Con el inicio del otoño, una radio libre puede renacer en Bejar Street, mientras bullen todo tipo de proyectos. Va a ser un año movidito y, por si acaso, ya hemos empezado a entrenarnos para recuperar la forma física perdida hace una década. Vivimos tiempos extraños y difíciles y hasta los tiraos más impenitentes necesitamos una dosis de vida sana para seguir resistiendo. Comienza el año cuatro de la era de la recesión y, lejos de esperar mansamente a que surjan los brotes verdes, no queda otro remedio que rearmarse para la época más dura de nuestras vidas. Menos mal que nos quedan las coles de Bruselas.


Cifras obscenas


La información económica hace pocas cosas buenas por ti, pero sin duda te vuelve extremadamente resistente a la naúsea. Hay quien dice que trabajar entre números te separa de la realidad, de las caras, los sentimientos y las tragedias que se esconden tras ellos. Y eso es verdad, aunque sólo en parte. Esta mañana, la portada de Público nos desvela el coste económico bruto del rescate a la banca con el que se buscó sin éxito poner fin a la crisis económica. Nada más y nada menos que 2 billones de euros con b de bancarrota, un enorme robo a gran escala de dinero público al que hay que sumarle otros 3 billones procedentes de los bancos centrales. El resultado no puede ser más desolador. Los bancos se han recuperado completamente de su ruleta rusa bursátil, han eliminado a la competencia, absorbido a las cajas y, para mayor escarnio, demostrado la supremacía del poder financiero frente al poder político, la autoridad judicial y la soberanía popular. No contentos con eso, tienen la excusa perfecta para negar créditos a quien los necesita para poner la economía en marcha. Y, por si no leen los periódicos, seguimos al borde de una nueva recesión.

Es nauseabundo pensar que esos 5 billones sólo han servido para que bancos y otras grandes corporaciones eleven sus beneficios a niveles de récord. Sobra decir la cantidad de catástrofes evitables que podrían haberse resulto con un pequeño porcentaje de esa cifra. Hambre, desigualdad, analfabetismo, marginación, servicios públicos, vidas dignas. Nada de eso merece un sólo euro. El dinero de nuestros impuestos se emplea en bonus a grandes empresarios, ejércitos privados, inversiones de riesgo, financiación opaca y otras maniobras de enriquecimiento obsceno. Mientras tanto, y por seguir el hilo de las cifras, el IVA ha aumentado un 2%, el IRPF muerde más al currela que al dueño del Audi, la jubilación se ha alejado 2 años y las hipotecas cubren vidas enteras e incluso sobrevivirán a sus dueños. La usura se ha adueñado del mundo y armada con números, balances y cuentas pretende que no nos demos cuenta. Su violencia social, la que nos arroja cada día a las fauces de la pobreza, supera en depravación la caída de todas las torres gemelas del mundo. Menos mal que aún nos queda la capacidad de sorprendernos y asquearnos. De momento. Sigan viendo la televisión y ya verán lo pronto que desaparecen esos molestos síntomas.


Retorno al caos

Otra vez es lunes y, mientras continúa el chaparrón de malas noticias, parece que la tormenta perfecta vuelve a estallarnos en las narices. Y por muchos sacrificios que ofrezcamos a los dioses caprichosos, nada parece ser suficiente para calmar su cólera. Me explico. Las bolsas caen a un ritmo endiablado, crece el nerviosismo y los agoreros dicen ver a lo lejos una nueva recesión tras cuatro años de transitar en el desierto. Más paro todavía, más recortes sociales y menos lógica en los mercados es lo que se avecina. Más de lo mismo, sólo que en formato aún más salvaje. Es lógico, hemos dejado que el mundo financiero pruebe la carne humana y ahora ya nada puede saciarle. De nada sirve que convirtamos nuestros contratos laborales en poco más que remedos del feudalismo medieval o que renunciemos a una sanidad gratuíta, una educación de calidad o a una jubilación merecida. Incluso hemos sido capaces de permitir que mutilen al gusto de los inversores esa constitucion inamovible de la que tanto se enorgullecen los mediocres y los desmemoriados y que ya nunca más reflejará un consenso democrático.

Alguien ha decidido que nos vamos a venir abajo y nada de lo que podamos ofrecerles podrá conseguirnos una salida airosa. Quieren todo lo que tenemos y no tienen porqué ofrecernos nada a cambio para conseguirlo. La culpa es nuestra. Les dejamos legalizar la piratería financiera y ahora ya no podemos quejarnos de que nos roben la cartera, los derechos laborales, la educación y la sanidad públicas y gratuítas. ¿O acaso alguien espera que los corruptos a los que hemos entregado los gobiernos persigan a los usureros y especuladores que les llenan los bolsillos? La culpa es nuestra por no haber sacado la guillotina en 2008, cuando el primer iluminado sugirió que había que rellenar los agujeros de la banca y las grandes corporaciones con dinero de nuestros impuestos. Terminó el verano y la crisis, infatigable compañera de los últimos años, ha vuelto de vacaciones con ganas de recuperar el tiempo perdido. Bienvenidos de nuevo al caos constante en el que todos tienen la mano metida en tu bolsillo mientras gritan en tu oído pidiéndote calma. Ahora, ya sólo nos queda esperar sentados a la orilla de la playa mientras el tsunami sigue cogiendo altura antes de estallarnos en la cara. Pero no seamos tan pesimistas, que seguro que los nuevos amos nos dejan ver la tele entre latigazo y latigazo.

Intolerantes


Vivir en Madrid durante la última semana ha supuesto un auténtico examen práctico de tolerancia. Y yo, al igual que muchos otros, lo he suspendido. La Jornada Mundial de la Juventud, ese macroevento católico dedicado a captar nuevas vocaciones y lavar la sórdida imagen de la Iglesia, ha tomado las calles, los parques, los andenes de metro y los titulares de los informativos. Imposible ir a trabajar, ver un telediario o pasearse por el centro sin cruzarse con docenas de jóvenes cantarines aspirantes a catequistas, ataviados con sus mochilas amarillas, sus gorros patrocinados y sus banderas nacionales. Reconozco que he hecho todo lo posible por evitar el contacto con ellos. No entiendo ese impulso idólatra que les lleva a rendir culto a una persona, como Italia hizo con Mussolini, la URSS con Stalin o China con Mao. Más allá del evento en si, con todos los problemas de limpieza, movilidad y seguridad que crea una Jornada que "milagrosamente" durará cinco días, lo más criticable no tiene que ver con las previsibles críticas de Ratzinger al laicismo y la sociedad moderna, sino con la parte que corresponde al estado español, sus dirigentes y los grandes empresarios.

Por una parte, la financiación de esta exaltación papista ha levantado críticas de amplios sectores de la sociedad, que ve como los grandes bancos que niegan créditos o las empresas que acortan sus plantillas otorgan fondos a la iglesia para patrocinar las jornadas y, además, desgravar casi todo el dinero aportado. Las distintas administraciones, que ya aportan al clero cerca de 10.000 millones de euros, han ofrecido "desinteresadamente" pases libres para los transportes públicos, alojamiento gratuíto en colegios públicos y tickets de comida. De este modo, los peregrinos apenas han dejado dinero en los comercios locales que deberían haberse beneficiado de este plus extra de turistas en pleno agosto. Los viajeros ajenos a la visita papal, como muchos habitantes de la ciudad, han huído de la capital para evitar la riada de fervor.

Sin embargo, todo esto quedaría en un segundo plano de no ser por la violencia policial injustificada contra los ciudadanos ajenos a la visita del papa católico. Los mandos del Ministerio del Interior, la Delegación de Gobierno y el ayuntamiento lanzaron a los perros de presa contra manifestantes laicos que protestaban de manera pacífica contra la financiación de la JMJ. Sucedió el miércoles, cuando los antidisturbios cargaron sin provocación previa contra una manifestación autorizada, después de permitir horas antes que grupos de fanáticos religiosos generaran tensión, interponiéndose en el recorrido de la protesta pactado previamente con el Gobierno. Volvió a suceder el jueves, cuando la policía acordonó a los manifestantes que se concentraron en la Puerta del Sol contra la actuación violenta de esos mismos agentes apenas unas horas antes. Horas después, tras quedarse con sus caras, empujaron hacia la calle Carretas y les golpearon con saña para hacerles huir. A los que escapaban, les esperaban partidas de antidisturbios para apalizarles aleatoriamente, como sucedió a una menor de edad y al fotógrafo que inmortalizaba la brutal agresión.

Todos hemos visto esas imágenes, en las que esos agentes sin placa a la vista se ensañan con personas indefensas. Seis compañeros de la prensa han sido agredidos por la policía y muy pocos medios españoles lo han denunciado. Detrás de esa inexplicable barbarie fascistoide, los responsables políticos han respaldado cada una de las agresiones, cada uno de los porrazos contra ciudadanos como yo, que nos volvemos incómodos al salir a la calle a protestar por el boato papal pagado con nuestros impuestos. Autodenominados socialistas han defendido el segundo mayor despliegue policial de la historia de la democracia, mientras que la oposición conservadora se ha limitado a criticarles por ser excesivamente blandos en la imposición del estado policial en la capital de un país que se dice democrático y aconfesional. Avanzamos hacia atrás. Mientras los antidisturbios cargaban, el juez Andreu dejó en libertad a José Antonio Pérez Bautista, un joven mexicano becado en el CSIC que juró lanzar gas sarín contra ateos y maricones. Nadie investigó sus conexiones con la JMJ en la que participaba como voluntario este estúpido émulo de Breivik que buscó secuaces para su cruzada fundamentalista por Internet.

En cualquier caso, estos pocos días han servido para demostrarme una vez más que no somos pocos los que estamos hartos del orden establecido. Una vez más, mis previsiones se quedaron cortas para medir a la marea humana que se concentró contra el Papa en Tirso de Molina, Jacinto Benavente y Sol. En las calles, en cada vagón de metro, reconfortaba reconocer en las miradas de los demás el mismo sentimiento ante la marea católica y sus perros de presa. Somos muchos los que esta semana hemos descubierto que somos intolerantes. Intransigentes con el dogma y la violencia con la que se aplica, con los excesos de policías y antidisturbios y con los jefes políticos que dieron las órdenes. La iglesia sigue teniendo mucho poder sobre el estado y nos preguntamos por qué. Y por eso, nos reciben con porras.


Aterrizaje forzoso

Medio retornado de la vacaciones, miro a mi alrededor y veo que el caos se ha convertido en la canción del verano. Arden los barrios de Londres, Manchester y Liverpool como sucedió años atrás en la banlieue de París. Entonces, como ahora hace el premier David Cameron, el presidente Sarkozy se limitó a acusar a la chusma de los saqueos, sin resolver las causas que llevan a miles de jóvenes al saqueo de tiendas y centros comerciales. Y, precisamente por eso, estos estallidos de rabia están condenados a repetirse. La exclusión social, la carencia de oportunidades y una educación precaria ofrecen pocas perspectivas de solución para cientos de personas expulsadas del bienestar europeo. Y a esto hay que sumarle los desmanes de la crisis, los recortes draconianos y la impunidad de los culpables del caos económico en el que vivimos. Nada justifica el robo y la violencia callejera, aunque puede argumentarse que los jóvenes ingleses sólo siguen el edificante ejemplo de políticos, inversores y demás ralea.
El euro está bajo el ataque constante de especuladores extranjeros y por eso las bolsas caen cuando Bruselas da pasos para resolver sus problemas financieros. Mientras, suben los transportes públicos, las facturas y los sueldos de los cargos públicos recién elegidos. Hoy hemos sabido que la energética alemana E.on, dedicada a los reactores nucleares, estudia despedir al 13% de su plantilla, unos 11.000 trabajadores de catorce países, entre ellos España. El bienestar y la normalidad parecen estar en peligro de extinción. De vuelta de un paréntesis necesario, la realidad presenta turbulencias constantes que fuerzan un aterrizaje forzoso. Aunque sólo sea por llevar la contraria, me niego a dejarme arrastrar por el desánimo general que se nos ofrece a diario. Aunque sólo sea por llevar la contraria, hay que seguir exigiendo la vuelta a una normalidad necesaria de la que nadie se vea excluído. ¿Y qué es lo normal? ¿Una vivienda asequible, un salario justo, servicios públicos y un gobierno sin corrupción? Lo que se exige es tan lógico, que nadie puede negar el derecho a reclamarlo. Por eso se esfuerzan en mantenernos agobiados. Que tengan un feliz aterrizaje.

Estranha forma de vida


Me pilláis de paso, entre andenes y puertas de embarque. Ayer, en Lisboa, hubo reencuentro con escenarios históricos y se forjaron nuevos recuerdos, hechos para perdurar y reforzarse. Secundado por mi cómplice favorita, los largos, los becos y los tranvías fueron aliados de una huida dibujada en vinho verde y arena de playa. Portugal acudió esta vez al rescate, al contrario de como graznan los mercados. Sólo así pudieron dilatarse esas setenta y ocho horas para dar cabida a las conversaciones, los descubrimientos y las miles de imágenes que atesora la retina de la Nikon. Tengo que agradecer un paréntesis necesario que nos mantuvo al margen de las cobardes puñaladas fascistas del norte y de la constante letanía de malas y peores noticias. Habrá que recordarle una vez más a la ultraderecha quién perdió la II Guerra Mundial. Más allá del mundo real, mi portugués terminó de oxidarse y hubo que aguzar el ingenio para dejarse llevar, atravesando a duras penas las puertas del comboio. Todo concluyó al final del rail del 28, encaramados a la vieja colina, observando las luces de la ciudad sumergirse en el Tejo y jugando a tener varios siglos a la espalda. Volveremos cuando florezcan los claveles y, mientras tanto, rehago por tercera vez la maleta para volver a hundir los pies en el Atlántico. Julio está cumpliendo sus promesas y ahora seré yo el que haga honor a las mías en agosto. Hasta entonces, echadme un poco de menos.

Un ejemplo de mal periodismo


Corren malos tiempos para la prensa sensacionalista, pero no se apuren que pasarán pronto. El descubrimiento de la enorme red de escuchas ilegales del grupo amarillista News Corporation en Reino Unido, que alcanza a la casa real, Downing Street o incluso a los familiares de soldados muertos en Afganistán e Iraq, ha significado el cierre de uno de los más longevos panfletos sensacionalistas, News of the World. Este diario ha cerrado sus puertas tras varias décadas enseñándonos la peor cara del periodismo, un estilo auspiciado por su gran jefe, el magnate ultraderechista Rupert Murdoch. La difamación, el rumor y la casquería fueron convertidos en la materia prima con la que se fabricó un imperio mediático. Ahora que se ha descubierto que sus directivos cometieron todo tipo de excesos e ilegalidades, Murdoch ha intentado poner fin a la polémica cerrando el diario para frenar la hemorragia de lectores escandalizados y de dinero, unos 7.000 millones de dólares en pérdidas en la bolsa de Londres, a día de hoy.

Hay quien defiende que este tipo de prensa existe porque la gente la lee. Porque la gente, que es mayoritariamente boba, necesita su dosis de carnaza y marujeo. Entre ellos, Rebekah Brooks, mano derecha de Murdoch en Reino Unido y brazo ejecutor del estilo moral y profesionalmente reprochable del grupo. Esta pelirroja de Cheshire representa casi todo lo que funciona mal en la profesión periodística. Llegó a News Corp recién terminada la carrera y se propuso prosperar en el grupo costase lo que costase. A los 31 años se convirtió en la editora más joven de un diario británico, en News of the World, y, según sus excompañeros, este meteórico ascenso se debió a tres males fundamentales de la profesión: la falta de escrúpulos a la hora de pisar cabezas en su ambicioso camino hacia arriba, el servilismo total hacia la junta directiva del grupo y la carencia absoluta de ética profesional. Durante su mandato, exigió a sus redactores que siguieran su mismo código de conducta, forzando exclusivas, calumniando y practicando la extorsión y el soborno con tal de obtener una primicia. Se dice que la propia Rebekah llegó a disfrazarse de limpiadora para poder colarse a hurtadillas en un medio rival y robar una exclusiva. Ahora, el anciano Murdoch ha puesto en sus expertas manos la salvación del resto de activos de la compañía, como el tabloide The Sun o el canal Skynews. Si consigue frenar el escándalo con algún contrataque escandaloso, puede que el gobierno británico termine por permitir la compra de la plataforma de pago BSkyB, que serviría para salvar los muebles e incluso ampliar el negocio. Algunos esperamos que esta operación no llegue a prosperar, por el bien de la profesión y por la necesidad de unos medios de comunicación que sirvan para crear una opinión pública realmente informada. Otros, como el empleado más célebre de Murdoch, nuestro añorado Aznar, piden respeto para la libertad de seguir vendiendo basura como si fuese noticia.

El pelotazo inmobiliario de la iglesia


Casi dos siglos después, la iglesia católica ha decidido tomarse una provechosa venganza de las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz. Hoy desayunamos con la noticia de El Pais en la que se anuncia que el clero ha aprovechado un recoveco legal para inscribir a su nombre miles de templos, terrenos, viviendas e incluso instalaciones polideportivas. Un incalculable patrimonio histórico, cultural y social, pero también económico, ha pasado a manos eclesíasticas durante los últimos años con las maneras silenciosas y opacas de una trama corrupta o un fondo de inversión. De este modo, la iglesia está acaparando terrenos e inmuebles y vendiendo imágenes de incalculable valor. ¿Cuáles son sus motivos? Hay quien pensaría que tras este empeño rentabilizador existe un afán altruista acorde con su doctrina social, aunque la triste verdad es que sólo buscan vender, alquilar o especular para llevarse más dinero a la sacristía. Hay ya más de mil casos en Navarra y otros tantos en lugares tan diversos como Galicia, Andalucía o Extremadura. En algunas ocasiones, el expolio roza el ridículo. En un pueblo de Ourense, el párroco ha decidido cerrar una pista deportiva ante la negativa del centenar de vecinos a pagarle un alquiler desorbitado. Y, mientras tanto, el Estado Español sigue pagando religiosamente cada año más de 6.000 millones de euros al clero para que continúe ese vergonzoso expolio y para que impartan su doctrina parda a una concurrencia cada vez más diezmada.


Precisamente en estos días se acaba de conocer el robo del Códice Calixtino que la iglesia se encargaba de custodiar. Esa obra de arte, patrimonio cultural de Galicia y de toda Europa, ya no es nuestra porque sus cuidadores fueron negligentes, inconscientemente o no. Visto el afán capitalista de los prelados, habrá quien llegue a pensar que ha sido el propio clero el que ha sustraído ese documento histórico para lucrarse en el mercado negro. Sólo tres personas tenían llave para acceder al incunable, y esos tres sospechosos son, como cabía esperar, ancianos curas. Las declaraciones del títere español al frente de la Xunta no han hecho más que confirmar semejantes sospechas. Sea cierto o no, no dejo de preguntarme para qué quieren ahora tanto dinero. ¿Habrá disminuido la contribución de sus fieles al cepillo? ¿Será nostalgia del diezmo? Puede que la curia se haya dado cuenta al fin de que su negocio inmaterial no es muy distinto del de los especuladores que arruinan nuestras economías sin mancharse las manos. Privatizar terrenos comunales y templos que se suponen abiertos a todos es sólo una más de sus muchas contradicciones, la de una iglesia fundada por y para los pobres que cada día se parece más a una secta dedicada al lavado de cerebros y de carteras. Repasando la historia, deberían ser más cautos. La última vez que decidieron involucrarse en política y finanzas, ardieron iglesias y conventos. Ahora que ellos son sus únicos dueños, corren más riesgo de caerse a pedazos. Por el desuso, claro.


Arqueólogos, saqueadores y majarajás

En India, un grupo de investigadores y de bomberos encontraron el sábado pasado un tesoro escondido en las bóvedas subterráneas del templo hindú de Sree Padmanabhaswamy, cercano a la ciudad malabar de Kerala. Estatuas de oro macizo, toneladas de joyas suntuosas y cientos de piedras preciosas ocupan una cueva oculta en el panteón de los antiguos majarajás de la región. Se trata de uno de los mayores tesoros hayados por el hombre, algo más apropiado para una novela de Verne que en la cruda realidad india. Las autoridades del Estado de Kerala, feudo tradicional de la izquierda laica hasta las elecciones de mayo, han desplegado a la policía y a varias unidades del ejército para evitar el saqueo de esta reciente riqueza, valorada por la agencia Reuters en cerca de 12.000 millones de euros. Detectores de metales, cámaras y patrullas armadas con largas porras protegen ahora el santuario, que ha guardado durante cinco siglos su secreto.


El problema fundamental de encontrar un tesoro, según el gobierno local, no reside en su búsqueda, sino más bien en el segundo después del hallazgo. El estado federal indio es dueño de la mayor parte de los templos del país, en parte para preservar el patrimonio milenario pero también para sacar más rendimiento del turismo. Sin embargo, este templo en concreto alberga la cripta de los reyes de Travancore, uno de tantos estados títeres en los que los británicos delegaban el gobierno de su vasto imperio. Por ello, los dueños del templo son los descendientes del último majarajá, que todavía ostentan su título en el seno de la democracia más poblada del mundo. Nueva Delhi ya ha puesto a trabajar a los jueces del Supremo para mantener el tesoro, mientras en Kerala algunas voces ya hablan de emplearlo para mejorar la vida de sus habitantes. Según las agencias, una masa enfurecida atacó la casa de un activista que propuso que se emplease para financiar mejoras sociales, sanitarias y culturales en la región. Nadie sabe si actuaron movidos por sectarismo religioso o por la ambición del heredero del rey cipayo, Uthradom Thirunal, gobernante sin poder de facto de una monarquía largo tiempo abolida.


India es lugar de contrastes. Uno de los países más ricos del mundo en población y recursos que se muere constantemente de hambre. Una de las democracias más estables de la región, pese a los tres mártires de la familia Gandhi. Uno de los países más poblados y sociológicamente más diversos, pero acostumbrado a los conflictos religiosos y étnicos. Un centro crucial para la investigación científica, aunque en él pervivan atávicos sistemas de casta. Puede suceder de todo con ese tesoro, aunque lo más improbable es que termine convertido en carreteras, hospitales o escuelas. Hay quien ha propuesto cobrarse los desequilibrios financieros de países menos pintorescos, como Grecia o Italia, expoliando su riqueza artística o natural. Dinero llama a dinero y, tras él, vienen un montón de bastardos.

Monseñor no tiene quien le escuche


Leyendo las conclusiones de la última encuesta de Metroscopia, observo con un mal disimulado regocijo como los obispos se han convertido en la institución que menos confianza genera entre los españoles. Incluso en estos tiempos de crisis e indignación ciudadana, el alto clero tiene peor imagen que instituciones tan denostadas como la banca, las grandes multinacionales o los partidos políticos. Su nota, un 3 de esos que dolía llevar a casa en las notas de la escuela, sólo se atribuye a los obispos, ya que el resto de la iglesia católica consigue arañar unas décimas y se sitúa en un 4 que tampoco les da para rascar un aprobado raspado. En otras referencias, destaca el dato más impactante: el número de personas que se definen como católicos practicantes continúa cayendo drásticamente y ha alcanzado ya su dato más bajo en los últimos cincuenta años, el 20%. ¿Qué fue de vuestra muchedumbre de fieles, nazarenos? ¿Dónde está ahora vuestro dios?


El porqué de este fin de fiesta de la secta papal se explica casi por sí sólo. La pérdida de poder del estamento eclesiásitico ha sido paralela a la radicalización de sus miembros. Los obispos, antaño figuras de amplia preparación y conocimientos, han perdido el rubor para opinar sobre los más variados temas, todos ellos fuera de su incumbencia y su entorno de conocimiento. Su postura ante el aborto y los preservativos, la complicidad con la pederastia, la hipocresía punzante ante las libertades civiles, su llamada a la insumisión contra la eutanasia o su cerril negativa a la investigación con células madre han alejado a muchas ovejas de su rebaño. Y los que quedan, se distancian cada vez más de la jerarquía católica debido a mensajes politizados e injerencias en asuntos puramente civiles. El problema reside en que esta pérdida de poder de convocatoria no se traduce ni mucho menos en una reducción de sus prebendas. Pronto llegará el Papa a hacernos una visita que muy pocos esperan, pero seremos todos los que la paguemos. En tiempos de austeridad y recortes, los discípulos de Pedro van a darse la soberana alegría de pulirse 50 millones de euros para mayor loa de su máxima autoridad, ese anciano alemán que, de joven, levantaba el brazo con sus amiguetes en las SS. Lo más triste es que, si criticas esta clase de dispendios, no faltará quién te acuse de intolerante y levante la bandera de la iglesia perseguida por los radicales laicos. Muy creíble ese victimismo, viniendo de un credo culpable de los crímenes de la Inquisición, las guerras de religión o el exterminio de los pueblos originarios de América. ¿No es hora ya de que cierren su chiringuito supersticioso? ¿o tendremos que esperar a que la crisis de vocaciones despueble definitivamente sus parroquias?


Resistencia contra o silencio


Hoxe morrerá un xornal galego. Iste será o derradeiro día no que saia á rúa o xornal Galicia Hoxe, o único de pago que se imprime íntegramente en galego dende o peche da edición física de A Nosa Terra. Oito anos despois do seu lanzamento, o Grupo Correo, editor diste xornal e do moi español El Correo Gallego, xustifica esta decisión pola falla de axudas institucionais e, como non, pola crise económica. O que non din é que a dirección do grupo non estaba nada contenta co rumbo editorial combativo que mantiña Galicia Hoxe, nin que o seu persoal xa estaba sometido a recortes e expedientes de regulación de emprego dende fai tempo. Dezanove traballadores irán á rúa e só dous manterán viva a cabeceira na súa edición on-line. Diste xeito, só queda xa un xornal diario na nosa lingua, o gratuito De Luns a Venres, mentres que o resto da prensa que se edita no noso país relega o galego a unha presenza caseque testimonial. En La Voz de Galicia, a diglosia é evidente. O castelán é a lingua dos asuntos "importantes", mentres que a fala nai queda só para lerias culturais e novas das bisbarras. Para aqueles teimudos que queiran ler na súa fala nai, os magnánimos dirixentes da Voz puxeron a súa disposición unha edición en galego, mais feita cun tradutor automático. Cousa semellante se pode dicir do Faro de Vigo, do Progreso ou da Región. ¿Qué é o que está a acontecer nun país no que se fala unha língua na rúa e se emprega outra nos medios de comunicación?

O noso idioma, con máis de mil anos de historia e unha literatura respeitada e prolífica, carece de medios de seu. Coma noutros ámbitos, semella que todos agardamos que sexan as institucións as que os apoien financieramente, coma se non fose con nós o feito de manter viva unha liña de expresión feita e pensada no país. Noutros ámbitos, só a televisión e a radio públicas cobren o anaco de emisión na língua propia. O único espazo comunicativo no que o galego segue con forza é o de Internet, e aí é onde hai un chisco de esperanza. Na rede, sen necesidade de grandes inversións ou suporte publicitario, espállase unha voz propia que nos levará ó futuro. Mais non podemos deixarnos levar por unha fachenda máis que inxustificada. Se non queremos ser a xeración que enterrou o noso idioma, temos que pornos a traballar. Os xornalistas, ós primeiros. O galego aturou séculos de prohibición, complexos de inferioridade impostos e varias dictaduras foráneas. E resistiu. Mañá, cando se paren definitivamente ás rotativas de Galicia Hoxe, será un idioma máis invisible e nós, os galegos, seremos un chisco menos ceibes. Canto máis terá que resistir a nosa vella fala de pedra e auga?

Arganzuela-Guindalera


El viernes sonaron los Suaves toda la tarde en mi cuarto. Bueno, el que era mi cuarto. Mientras embalaba libros y descolgaba posters, 5 años de mi vida han pasado ante mis ojos. Muchas tardes comentando la jugada en un salón construído con ingenio y con cuatro trastos cogidos de la calle. Demasiadas madrugadas viendo series o inventando brainstormings para encontrar la idea definitiva que nos sacase de pobres. Comidas multitudinarias, huéspedes de sofá, confidencias con la china de enfrente, postales de países remotos, botellones mano a mano, horas tiradas en la azotea despejando la neurona. Y, sin movernos de la azotea, esas grandes fiestas de inesperado renombre con dj y luces en las que pusimos a prueba la capacidad de carga del edificio y la paciencia de los vecinos. Ahora ya da igual. Mi cuarto no es el mío y al fondo del pasillo no está el Piter, ni Juako, ni Berna, ni ninguno de los habitantes sucesivos de esta casa. Si vivo en Madrid es gracias a ellos y a dos dígitos: 2-26. Distrito de Arganzuela, barrio de Palos, mirador de BorderSticks donde da la vuelta el viento y al que he llamado orgullosamente hogar durante un lustro. Pero eso, a falta de varios flecos burocráticos, ya es historia. La que tocará contar a partir de ahora cuenta con un escenario distinto y nuevos personajes, a varios kilómetros al noreste del viejo hogar.


Por delante, un nuevo lugar desde al que mirar frente a frente a las nubes, encaramado sobre un barrio con solera, al sur de la Prospe rebelde y al este del Parque de Breogán, embajada oficiosa de la Galicia doliente. Entre las nuevas paredes de mi nueva madriguera, da la impresión de que no van a caber tantos recuerdos. La conexión manchego-galaico-yankee echa a andar en un mes en el que, inevitablemente, el recuerdo de ausencias e incondicionales viene conmigo, escondido en el zurrón. En una esquina de la calle Béjar, a veinte metros escasos del botellín más barato de la capital, empieza a escribirse un nuevo capítulo de una historia que comenzó hace casi una docena de años en Metropolitano, siguió por el Manzanares hasta la calle Mozart, se demoró un lustro en Arganzuela y ahora se reescribe acechando la retaguardia del barrio de Salamanca. Ya sólo queda terminar de poner orden en una tonelada de cajas y trastos. Que no me pase nada. Sólo dos nuevos dígitos, 4-44.


La guerra sucia de la prensa



El movimiento 15-M y su reivindicación de una democracia más auténtica, justa y transparente no tiene demasiados amigos en los medios de comunicación. En los primeros días, los principales diarios evitaban hacerse eco de sus manifestaciones y de las múltiples tomas pacíficas de cientos de plazas en todo el país. Más tarde, cuando su presencia era ya ineludible, los sesgos mediáticos abarcaron desde el paternalismo condescendiente a la crítica descarnada contra los desharrapados que ocupaban las calles. Más de un mes después, las posiciones continúan radicalizándose. Ha habido intentos de todos los colores para hacer cundir el desprestigio de este movimiento. Si había un rumor o un bulo que propagar, allí estuvo la prensa fiel. Desalojos fantasma en la Puerta del Sol, armas blancas en las acampadas que sólo habitaban en la imaginación de algún becario y la cantinela de "no tienen propuestas", cuando las ha habido de todos los tipos, en formato reducido de cuatro puntos y en amplio de quince.
Las movilizaciones del 19-J han supuesto un punto de inflexión en lo que a manipulación informativa se refiere. En Telemadrid, una redactora sin el más mínimo respeto por la objetividad informativa se ha permitido el lujo de disculpar una manipulación evidente -el empleo de imágenes de disturbios en Grecia para ilustrar una noticia sobre las protestas contra el Parlament de Catalunya- y lo ha hecho escudándose en sus dudas personales sobre el carácter pacífico de las protestas. En La Razón, directamente se han dedicado a la táctica goebbeliana del borrado fotográfico para poder decir que había pocos manifestantes y la protesta había fracasado. Tan poco profesionales son, que ni siquiera saben emplear correctamente sus herramientas de manipulación. De este modo, un manifestante aparece a medio borrar, con su cabeza difuminada en el asfalto. En el fascio de la TDT, las interpretaciones son más barrocas y los insultos más graves. Intereconomía no escatima elogios para los manifestantes: antisistema, sediciosos, indignados ilegales,... En Libertad Digital, el supuesto periodista e improbable historiador César Vidal decide relacionar a los indignados con ETA sin pruebas, algo que ya ha calado, como no, en La Razón de hoy y en otros tantos tertulianos y columnistas que ya no saben de qué arsenal tirar para intentar enmierdar la reivindicación de la dignidad y la soberanía del pueblo. De hecho, muchos de esos canales aplauden cada vez que la policía carga contra los manifestantes, amparándose en el muy clasista dicho de que "hay que limpiar la ciudad". Claro, sus políticos mil y una vez encausados tienen las calles mucho más limpias. Más allá del despropósito que supone el empleo de semejante repertorio de negocios sucios y vasallajes mediáticos, cabe preguntarse por qué y a beneficio de quién trabajan estos mercenarios. De su ruido mediático sólo cabe sacar dos conclusiones. La primera es que el periodismo no es libre, es del mejor postor, es decir, de aquellos que realmente tienen dinero y no quieren que se les estropee esa operación de enriquecimiento a gran escala que han llamado crisis. La segunda es que esos, los que tienen el dinero, comienzan a preocuparse seriamente de que comience a calar muy hondo en la sociedad el espíritu de insumisión y dignidad ante la corrupción política y los abusos de la banca. Ladran, luego cabalgamos.


Lembranzas dunha vieira galega


Na Galiza, o esquecemento é algo cotián. Queixámonos de que, alén do país, os que mandan nunca se lembran de nós para termos unhas estradas decentes, un governo de seu ou un fato de cartos que non nos empurre a migración constante. Os mesmos romanos, chegados as nosas lindes fai dous mil anos, tiveron medo de cruzar o río Limia, xa que crían ter topado co famoso río do Esquecemento, o Lethes que separa o mundo dos mortos do dos vivos e que só un fero Caronte sería quen de desafiar. Esquecer dásenos ben os galegos, malia a fama de sentidos e saudosos que nos precede. Poucos lembran o espírito irredento que mora en nós e que, de século en século, xorde sen dar aviso nunha xeira de carraxe e teimuda dignidade. Na historia están escritos os exemplos dos ártabros céltigos que deteron unha dúcia de anos as invencibles lexións romanas, dos suevos destemidos que só rendían culto ó porco bravo e ó dragón ou das revoltas irmandiñas que venceron os exércitos casteláns da reconquista e choutaron a sete bispos ó río Miño sen temerlle nin un chisco á cólera do seu deus. E sen embargo, todos eles foron esquecidos e deixados nun lado caseque anecdótico da nosa historia.

Esvaéronse coma tamén desapareceu o baril ourensán Alfonso Graña, coñecido como Alfonso I da Amazonia, que chegou a ser rei de cinco mil xíbaros nos anos vinte do século pasado. Ou o noso único astronauta, Fernando "Frank" Caldeiro, falecido fai catro anos en Texas, onde se lle rendiron honores, mentres na terra dos seus pais ninguén soupo del. Conquistadores coma Vimara Pérez, Pedro Sarmiento, Rodrigo de Quiroga ou ídolos do rock coma Jerry García, pai da psicodelia, alma dos Grateful Dead e neto da mesmísima Coruña. Postos a nubrar a nosa memoria, mesmo esquecimos que un dos mellores xogadores de fútbol de tódolos tempos é o herculino Luís Suárez. Eles non teñen a sona de outros, como o generalito, Rouco Varela, Jesús Vazquez ou o mesmo Julio Iglesias. Ises son os galegos que todos coñecemos e sufrimos. Mais persoaxes de semellante catadura non dan para moita fachenda, dado que eles mesmos semellan ter esquecido á súa terra e a súa fala.

O que hoxe me leva a iste exercizo de lembranza non é a reivindicación do evidente, senón un achádego tan inquedante coma revelador. Os xornais de hoxe falan dunha trama de furtivos que rianxaban vieira da ría ferrolá. Nada fóra do común se non fose porque as vieiras de marras teñen consigo unha doenza que leva a quen as come a un estado de esquecemento. Non é que tódalas vieiras teñan de por sí esas propiedades, senón que as repetidas mareas negras nas nosas costas infectaron o noso bivalvo máis emblemático coa toxina amnésica. Quizáis sexa por iso que os galegos esquecemos, por unha condena case poética. Non fixemos nada por coidar o que é noso e agora a natureza vóltanos o golpe onde máis nos doe. Na saudade e no bandullo.

Seis


Hoy estamos de celebración, y por partida doble. Este país dos placeres amargos celebra su sexto cumpleaños y lo hace con su post número cuatrocientos. Recuerdo aquel mes de mayo de 2005 y de cómo se gestó esta idea gracias a un amigo desenfocado y a una solitaria en Kyoto. El tipo que comenzó este recorrido no era muy diferente del que ahora escribe, aunque todo a su alrededor haya cambiado miles de veces a lo largo de estos seis años. Me viene a la mente mi primer post, o el momento en el que empecé a conocer en persona a muchos de los que dejaban caer un comentario de cuando en cuando, o alguna de mis proverbiales desapariciones, tras las que apetece volver y contarlo. Una parte muy importante de mi vida está reflejada entre líneas en este blog. Juntos, aprendimos a sobrellevar la amargura de noviembre, a saborear ávidamente las pequeñas cosas y a vagabundear para evitar males mayores. Este ha sido desagüe de las amarguras, almacén de imágenes inconexas, vía de escape de ideas delirantes, escenario de historias imposibles y memoria cruda de un tiempo irrepetible. Vehículo de una melancolía que, como buen hijo de mi país, me ha de acompañar hasta el final. Y no sé por qué pero, si la estadística no engaña, cada día sois unos pocos más los que seguís al otro lado. Mentiría si dijera que lo hago por vosotros, pero me alegro de tener compañía en este viaje. La ruta, ya la iremos trazando. En la calle, suenan fuegos artificiales y me subo a las alturas a comenzar a tramar que vendrá después del sexto peldaño.

Falsa mayoría

Mientras medio país continúa en la calle reclamando respeto y responsabilidades a banqueros, políticos y magnates, otros prefieren regodearse en los resultados de las elecciones municipales y autonómicas del pasado domingo. Aunque su análisis, como era de esperar, sólo ofrece la misma visión sesgada y partidista de siempre. En el Partido Popular, salieron a festejar a los balcones de Génova su victoria, la primera en mucho tiempo. A algunos, incluído el alcalde, se les notaba que tantos años recogiendo calabazas de las urnas les han desacostumbrado del champán. Muchos municipios y autonomías han caído en sus manos, incluso algunos donde nunca antes habían soñado ganar, como Barcelona, A Coruña, Castilla-La Mancha o Sevilla, pero su victoria no es tan amplia como quieren hacer creer. Sí, probablemente terminen en la Moncloa, pero lo llaman gran victoria electoral y no lo es.

Exhiben sus ocho millones de votantes como un fetiche, pero se olvidan de decir que han perdido dos millones de votos respecto a las últimas elecciones, las generales de 2008. Peor pinta esta situación para el PSOE, que ha perdido importantes bastiones y más de cinco millones de votantes desde esas mismas elecciones. Parece que muchos ya se dieron cuenta de que, desde 1982, no son ni socialdemócratas ni obreros. En cualquier caso, las dos caras del bipartidismo tienen muy poco que celebrar. Pese a que muchos aseguran que estos resultados deslegitiman las protestas del movimiento 15-M, lo cierto es que el auténtico dato crucial de estos comicios es el de aquellos que no han votado a ninguno de los dos partidos. El voto en blanco ha alcanzado su máximo histórico, atrayendo a medio millón de personas, a las que se sumarían los más de cuatrocientos mil que optaron por los votos nulos. Sumadas, ambas opciones serían la cuarta fuerza política, la del desencanto, que ha crecido exponencialmente, empujadas por la indignación generalizada.

Pero, una vez más, nos olvidamos de un factor realmente importante, el de la abstención. Los convocados a las urnas que han decidido no hacerlo suponen una vez más la opción mayoritaria en las elecciones. El supuesto ganador de los comicios puede reclamar para sí el apoyo del 24% de los más de treinta y cinco millones de personas convocadas a votar, mientras que la abstención supone un 33%. En román paladino, uno de cada tres decidieron no votar. Y probablemente, tienen razón. Los que sí hemos votado tenemos que preguntarnos si sigue mereciendo la pena jugar cada cuatro años a este juego llamado democracia, aunque no lo sea. Lo cierto es que las huestes de Génova se desgañitaron el domingo festejando una mayoría que, vista de cerca, palidece. La auténtica mayoría decidió expresarse con un silencio más que revelador. ¿Qué dirá ese tercio de nosotros el día que levante la voz?

Acampada Sol

La Puerta del Sol de Madrid es el escenario de una gran protesta para reclamar más democracia y una sociedad más justa en la que no haya lugar para recortes abusivos, autoritarismo ni corrupción política.

Entrevistas, cámara, edición de vídeo y montaje: Laura Rodríguez
Edición de sonido en locuciones: Mauro Bellanova
Texto y locución: Adrián Varela

La plaza es nuestra



Lo dije hace meses y no quisisteis creerlo. Vivimos en tiempos de cambios en los que sucesos extraordinarios ocurren continuamente y todo parece posible. Ayer se hizo realidad y esta noche ha vuelto a confirmarse. La Puerta del Sol pertenece ahora por derecho propio a aquellos que, armados sólo con su dignidad y su rabia, han conseguido organizarse y repeler cualquier intento de violencia policial. A las ocho de la tarde, el Kilómetro Cero era ya un hervidero de gente diversa, de edades, opiniones y procedencias distintas pero un único objetivo, reclamar la necesidad de un auténtico cambio democrático, económico y social. Las más de tres mil personas que asistimos a la concentración de Democracia Real Ya fuimos conscientes en ese momento de nuestra verdadera fuerza. En otras treinta ciudades, se estaban produciendo movilizaciones simultáneas, muchas de las cuales derivaron también en acampadas de "indignados", como en Barcelona, Málaga, Granada, Palma de Mallorca, Santander, Zaragoza, A Coruña, Vigo, Bilbao o Santiago. Otras muchas, como Ourense, Burgos, Oviedo, Sevilla, Toledo o Guadalajara, entre muchas otras, lo harán hoy a las ocho de la tarde.


Ese es nuestro poder, el de no pertenecer a nadie, un poder que nos permite estar presentes en todo el país sin necesidad de estructuras partidistas, líderes carismáticos ni redes clientelares. O lo que es lo mismo, sin recurrir a los sucios métodos del sistema que hemos comenzado a combatir a pie de calle. Combatir sin violencia, sin dar excusas a su policía para que cargue y desaloje. Ahora, los antidisturbios comienzan a darse cuenta que tras expulsar a los acampados en la madrugada del martes, volvimos pocas horas después multiplicados por cien. Así sucederá hoy en Granada tras el desalojo forzoso de hace unas horas. Ayer, los carteles anunciaban el comienzo de la revolución. Hoy, tras conseguir organizar a miles de desconocidos mediante asambleas y comités, la Puerta del Sol ya es nuestra Plaza Tahrir. Y hoy, a las ocho de la tarde, volveremos a llenarla de dignidad y rabia.


Dignidad


Esta mañana he leído una frase preocupante aunque muy reveladora. "Hay lucha de clases, pero es mi clase, la de los ricos, la que dirige la lucha, y nosotros ganamos". Quien firma la cita no es ni más ni menos que el multimillonario estadounidense Warren Buffett, el tercer hombre más rico del mundo y uno de los héroes mitológicos de los tiburones de las finanzas, que le conocen como "el oráculo de Omaha". Por suerte, ayer por la tarde, varios miles de desheredados salimos a la calle en cincuenta y dos ciudades de la Península a decir basta. Ya pasó en Atenas, Londres, París, Lisboa y ahora, en tu ciudad. Emocionante volver a la calle con la razón palpitando en el pecho y la verdad prendida en la garganta. Parados, subempleados, precarios, jubilados, hipotecados y demás parias exigiendo el derecho a pelear por un futuro digno, libres de usureros, corruptos y explotadores. Entre los convocantes, Democracia Real Ya, Juventud Sin Futuro, Attac y muchos otros. El sol estuvo de nuestra parte y nos sentimos multitud, no masa. Seríamos unos 20.000 y pico en Madrid, varios miles, según El País o El Mundo, decenas de miles para el Washington Post, una turba de violentos antisistema en La Gaceta. Las autoridades no se molestaron en dar números porque les asusta echar cuentas.


Poco importa cuántos fuimos, lo realmente grande fue ver dignidad a pie de calle. Ningún altercado, ningún capullo tirando botellas, sólo varias generaciones de tipos cabreados con el retroceso del bienestar, la sociedad civil y la democracia. Pasadas las nueve de la noche, los antidisturbios intentaron desalojar a los remolones que seguían en la Puerta del Sol. En lugar de responder a la provocación, la gente levantó las manos y se negó a moverse. Los policías no se atrevieron a cargar contra una multitud, que no masa, desarmada, desafiante y rodeada de cámaras filmando el plante a pocos metros del mismísimo Kilómetro Cero. Pidieron consejo por radio y se retiraron de la plaza entre aplausos y silbidos. Nunca había vivido algo así y espero no olvidarlo nunca. La prensa habla hoy de los escaparates que rompieron cuatro taraos, olvidando que la policía cargó previamente contra un grupo que cortó la Gran Vía pacíficamente para hacer una sentada. Ahora mismo, otra sentada continúa en la Puerta del Sol, alrededor del Oso y el Madroño. Es lógico, ayer los parias ganaron esa plaza con las manos desnudas. Ayer, los parias dieron un ligero golpe de timón para dejar de seguir perdiendo en la lucha que actualmente están ganando Warren Buffett y los de su clase. Mañana, quién dice que no podamos volver a tomar el Palacio de Invierno.

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