Piquete informativo


Según el acuerdo al que han llegado esta madrugada gobierno y sindicatos, me quedan treinta y seis años para poder jubilarme. Eso si consigo funambulear de un empleo a otro para evitar quedarme en paro. Los supuestos exponentes de la socialdemocracia política y sindical quedan para cenar un jueves por la noche y de postre, se comen sus principios y, de paso, los cuatro duros que tengo en el bolsillo y los otros cuatro que pueda ir juntando hasta hacerme viejo. Qué vergüenza.


Otro regalo más al sector financiero, ése que provocó la crisis para enriquecerse aún más a nuestra costa. A los hechos me remito. Salarios cada vez más bajos son contemporáneos a los mayores beneficios bancarios y empresariales de la historia. De todos modos, hoy estoy en huelga, aunque sólo sea moralmente. Los auténticos sindicatos, y hablo de la CIG en Galiza, ELA en Euskal Herria, CGT en Catalunya y la CNT, han convocado veinticuatro horas de huelga contra el asalto a nuestras pensiones. Un paro al que las centrales mayoritarias no han tenido tiempo o valentía de sumarse y que, por ello, sólo se está celebrando en mi país y en las otras dos naciones históricas del Estado. Sí, he dicho mi país.


Menos mal que aún existimos los malvados nacionalistas y los utópicos para defender lo que es de "todos". Aunque a "todos", o a una gran mayoría, les dé absolutamente igual si tendrán que cotizar hasta la demencia senil o si las arcas a las que van a parar nuestros impuestos son las de los bancos. Mientras haya fútbol y cotilleo, podrán seguir pensando que los problemas son de otros. Cuando les llegue el despido se quejarán porque ya hemos cogido sitio en las manifestaciones. Será que supimos verlo venir cuando rechazamos ser parte voluntaria de este Estado. O que cada vez a menos gente le ofenda la dignidad verse reducido a una nueva servidumbre. Griten conmigo una vez más, idiotas, vivan las caenas.


Brétema


Amenceu Madrid xogando a ser Londres, cuberta dun veo mesto e húmido que a fai mudar dun xeito inesperado. Engalanada coma unha muller misteriosa, a cidade semella distinta e os seus transeuntes tamén varían a súa habitual rutina de grande urbe. Fállalles auga nesta vila mesetaria e non sempre saben agradecela cando lles ven de súpeto. Vistas a traverso do neboeiro, as rúas semellan dirixirnos a lugares máis apetecidos que os de costume. Un certo senso de maxia se agocha na incertidume de non saber que hai no outro lado do veo. Mais, coma acostuma, todo é un simple truco de prestidixitador que non tardará en se disipar. Aínda e todo, un dos seus viandantes puido aproveitarse desta brétema de excepción para agocharse das súas pantasmas e soñar por un intre que esa luz difusa dos farois alumeaba a outro home distinto nunha cidade lonxana. O final, cae o ceo nas nosas cabezas e esquecemos onde queda o chan.

Lecciones de la vieja Cartago


En las redacciones llevamos toda la semana contando muertos en Túnez. No tendría mucho de particular, dado que la mayoría de las informaciones que ofrecemos son malas noticias, de no ser porque ayer el presidente, Zine el Abidine Ben Alí, firmó su rendición tras varias semanas de revueltas callejeras contra la corrupción, el paro y el aumento de precios de los productos básicos. Rendición, pero parcial, ya que no ha abandonado el poder que detenta de manera absoluta desde hace veintitrés años. Ben Alí prometió, para empezar, que la policía no volverá a disparar a los manifestantes, que no se presentará a una nueva reelección, que no subirán los precios, que se terminó la censura onmímoda en la prensa e Internet y que creará una comisión que investigue la corrupción generalizada que ha empobrecido a uno de los países más prósperos del Mediterráneo. Pocos creen ya en las promesas de un líder especializado en fabricar elecciones de esas en las que él siempre gana con más del 85% de los votos, especialmente en su iniciativa contra la corrupción, que viene a ser el negocio al que se dedica exclusivamente la familia y allegados de su esposa. Sesenta y seis personas han tenido que morir para forzar al viejo camaleón a admitir que se ha equivocado al combatir las protestas con sangre.


La primera de esas víctimas, Mohamed Bouaziz, se quemó a lo bonzo para protestar contra el cierre de su puesto de fruta por no pagar sobornos a la policía. Mohamed era un licenciado sin empleo de 26 años, uno de tantos de ese 60% de jóvenes titulados en el paro en un país que sólo destaca por sus elevados niveles de educación. Por eso y por los negocios de la familia presidencial, una especie de clan mafioso que ha esquilmado al país, concentrando la riqueza en sus bolsillos. Hasta que Mohamed decidió prenderse fuego. Su desesperación unió en ese momento a los tunecinos, hartos de la cleptocracia opresiva que les desgobierna. Y el régimen, que al principio sólo supo responder con violencia, ha tenido que ceder, aunque sea poco. Probablemente, el mensaje televisado de Ben Alí ayer noche sólo era una treta para ganar tiempo e intentar calmar los ánimos, pero una vez más, la respuesta de la calle demuestra que los pasos han de ser irreversibles. Minutos después de ver disculparse vagamente al líder, los tunecinos salieron a la calle a celebrar ruidosamente su victoria. La policía, que hasta ayer mismo reprimía estos estallidos con balas y gases, permaneció atrincherada en sus comisarías. De momento. Hasta que vuelva a fluir en las arcas de la familia el dinero que nuestros países invierten alegremente. Italia Reino Unido, Francia, Suiza y España alimentan sin rubor un régimen que vende como prosperidad lo que en realidad es miseria. No es culpa suya. Aquí también suben los precios de alimentos y servicios básicos, tambíen nos asfixia el paro y la carencia de oportunidades y nos gobierna la corrupción. Esos tunecinos revoltosos nos han demostrado que, en Europa, nos faltan educación y cojones para quejarnos.

Los dioses se han vuelto locos

Vivimos tiempos extraños, no me canso de repetirlo. Momentos de cambio, estados de excepción y épocas en las que lo cotidiano ha pasado a ser lo excepcional. Ha comenzado el año y lo ha hecho con malos presagios. Los pájaros caen fulminados del cielo, los ríos se desbordan y los peces flotan panza arriba. No es que uno crea en malos augurios, pero es un comienzo significativo para una década que nace con reservas escasas de esperanza. Me explico. Todo comenzó en Australia y Filipinas, con unas monumentales inundaciones que han anegado un área mayor que la de Francia y Alemania juntas. Más de 400.000 personas se han tenido que refugiar de las crecidas y de la plaga de serpientes que ha aflorado en las aguas empantanadas. En las antípodas, también la tierra se ve sumergida por lluvias torrenciales. Écija, punto más tórrido de la península, ya ha amanecido sumergida tres veces en pocos días e incluso en plena costa atlántica, en Pontevedra, el alcantarillado ha cedido ante la fuerza del aguacero.



Nada de esto supone una novedad y palidece al compararlo con las tres maldiciones que sufre Haití, atacado sucesivamente por huracanes, terremotos y una epidemia de cólera. En los últimos tiempos, los negacionistas del cambio climático han visto sus teorías rebatidas por tsunamis, desprendimientos en ambos polos y fenómenos intempestivos en todo el planeta. Pero ahora, la ira de la Tierra alcanza un nuevo nivel. La pasada semana, en el último día de 2010 nos sorprendió la noticia de la muerte súbita de cerca de un millar de pájaros, que llovieron literalmente sobre los campos de Arkansas en EEUU. Nadie supo explicar un fenómeno que se ha atribuído a varias causas, a cada cual más inverosímil. Primero se habló de que habían sido fulminados por un rayo, aunque luego se supo que la tormenta se había disipado horas antes. Más tarde se teorizó sobre un envenenenamiento masivo, ya que a pocos kilómetros aparecieron centenares de miles de peces flotando inertes en el río Arkansas, algo que se demostró falso al no hallarse contenido alguno en los estómagos de las aves. Incluso se llegó a culpar a los fuegos artificiales de Año Nuevo de provocar un estrés fatal a las aves.


Al carecer de una explicación plausible, surgieron múltiples hipótesis, que oscilan entre un choque masivo dentro de la bandada, algo nunca visto, o la participación en su muerte de oscuros experimentos secretos del gobierno. El tema parecía poco más que un entretenimiento en tiempos de poco flujo informativo, hasta que a comienzos de esta semana, a seiscientos kilómetros de Arkansas, la noticia volvió a repetirse. Quinientos mirlos aparecieron sin vida en una carretera de Lousiana, una vez más sin que mediase depredador alguno. Al día siguiente, al otro lado del océano, la escena volvía a repetirse en el sur de Suecia, esta vez con cincuenta grajos muertos sin causa aparente. A partir de este nuevo fenómenos, los acontecimientos parecen acelerarse ya que, de vuelta en EEUU, otra vez los peces han vuelto a perecer ante esta extraña plaga sin nombre, tapizando la superficie de la bahía de Chesapeake con dos millones de cadáveres. ¿Qué fuerza está provocando la muerte masiva de animales? Todo hace indicar que la mano del hombre, directa o indirectamente, está detrás de estas catástrofes. Ondas electromagnéticas, radiación, destrucción de hábitats originarios o nuevo armamento climático darían un sentido menos apocalíptico a estos sucesos excepcionales.


No nos podemos olvidar tampoco en este comienzo de año de un nuevo fenómeno, más cercano a nuestro día a día. Ayer, la FAO advirtió de que los precios de los alimentos han subido de manera alarmante a lo largo de 2010, arrojando malas perspectivas para los productos de primera necesidad en este nuevo año. Mirando el mundo con detenimiento, ya estamos viendo consecuencias. En Túnez, un comerciante que se quemó a lo bonzo porque la dictadura de Ben Alí le obligó a cerrar su negocio murió ayer tras quince días de agonía. En las calles, continúan las revueltas contra un gobierno autoritario que ha empobrecido a sus ciudadanos mediante medidas absurdas y derroches injustificables. Al oeste, en la vecina Argelia, también la gente ha salido a la calle para denunciar el brutal aumento del precio del combustible y los productos de primera necesidad que podría dejar a medio país al borde de la hambruna. Habrá quien quiera ver en esta conjunción de sucesos los preparativos del fin del mundo previsto por los mayas para 2012. Otros preferiremos seguir preguntando e investigando hasta conocer la causa de que, en el cúlmen de nuestro desarrollo científico y humano, el hambre siga siendo una amenaza mientras los peces se ahogan en el agua.


La libertad de prensa en Hungría llega a su fin

Leo con estupefacción y agrado la columna de hoy del siempre, o casi siempre a partir de este artículo, desnostable Hermann Tersch en ABC. En un lenguaje que recuerda al de sus años mozos al frente de la sección de Opinión de El País, Tersch denuncia de manera irrebatible la nueva legislación del gobierno derechista de Hungría como un ataque a la libre prensa. El calificativo "derechista" lo pone el autor, no yo. Pese a alguna inevitable referencia a ZP y a que iguale sin argumentos el nacionalismo xenófobo de la Europa del Este con los nacionalismos democráticos de la península, el presentador del Diario de la Noche de TeleEspe desmenuza las motivaciones cuestionables del primer ministro magiar, Viktor Orban, poniendo en solfa su deriva ultrapatriótica para arrebatar espacio a la ultraderecha y la tentación del caudillismo político que sufre su gobierno. Por algo le llaman alternativamente el Sarkozy del Este o el Putin del Oeste. No es de extrañar que el ahora líder del país presidente de turno de la UE se sienta un pequeño fuhrer, tras recibir un respaldo arrollador en las pasadas elecciones proclamando el orgullo de la nación y la ruptura con el FMI.


Desde Año Nuevo, su gobierno, formado por veteranos defensores de los derechos humanos tras el Telón de Acero, tiene la potestad de controlar directamente los contenidos informativos de los medios de comunicación públicos y de influir hasta extremos totalitarios en la línea editorial de los privados. Los principales diarios del país, como Népszabadság, lucían hoy una portada elocuente, con la frase "La libertad de prensa en Hungría llega a su fin", reproducida en todos los idiomas de la UE. Esa es su respuesta a una ley mordaza, como las que imperan en Rusia, Colombia o Corea del Norte. Y ahí reside el argumento crucial del texto de Tersch: "¿Con qué argumentos defendemos la libertad de prensa en Cuba, China o Bielorrusia cuando permitimos a un miembro (de la UE) esa ley aberrante?". Los relojes estropeados dan bien la hora dos veces al día, aunque sólo sea por acto reflejo. Budapest nos ataca a todos, ésa es la verdad.


Por cierto, el heredero al trono del imperio chino, Li Keqiang, llegó ya a España y se reunirá con las principales autoridades hasta el día 6. Una comitiva de cien personas, contratos suculentos para las empresas y más compras de deuda española para el gobierno. Incluso una amigable columna en el diario más leído, con permiso de Marca y los gratuítos. Esa sí es una colonización silenciosa. Recuerden inclinarse con respeto si se topan con el nuevo Rey Mago.

Amanecer rojo


Empieza 2011 como terminó el anterior, con sensaciones crudas a pie de calle y contradicciones ocultas a la vista de todos. Este será el año en que la Segunda República cumplirá ochenta años, pero antes viviremos el revival del 23-F y su correspondiente hagiografía regia. Dirán lo que quieran, pero ese febrero no desmerecerá un nuevo 14 de abril. Pocos días antes de que cambiase la década, me sorprendió descubrir nuevos andamios en la plaza de Colón de Madrid. Supuse que serían para los festejos tradicionales e hice mal. Ayer, encajaron en la plaza de la enorme bandera rojigualda un no menos descomunal crucifijo, tan desproporcionados ambos que el descubridor del Nuevo Mundo parecía minúsculo en su nueva ubicación en mitad del tráfico. Al final, lo único que no fue excesivo fue la participación de sus fieles. Los discursos simples se sienten legitimados ante los símbolos grandes pero, por suerte, la gente va desterrando el dogma de sus vidas. Por eso anda tan levantisca la curia.


Bajo esa cruz de un blanco insultante, los patriarcas del clero pidieron el fin del laicismo que, según ellos, sólo existe para ofender su estrechez de miras. Nadie piensa en aquellos a los que ofende la financiación pública del culto católico y la extenuante profusión de imaginería religiosa que nos rodea. Un día después de su exaltación fervorosa, la cruz continúa allí y ay del que se le ocurra criticarlo. Ellos, los inquisidores, los fariseos, los pederastas, los hipócritas y los extremistas, se sienten menospreciados por el descreimiento cada vez más generalizado en una época en la que nadie quema sus iglesias. Es normal. Les despreciamos, no a los que viven sus creencias y las practican, allá ellos con su vida, sino a aquellos que buscan el poder tensando las cuerdas de la política, el odio y el miedo. Echan de menos el poder omnímodo ejercido desde el púlpito y observan con mal disimulada envidia la imposición de la sharia en otras latitudes. Nada más empezar el nuevo año, fanáticos musulmanes mataron a una veintena de cristianos ortodoxos egipcios bombardeando su iglesia en Alejandría. Algo similar sucede en Nigeria. El día en que ya nadie crea en dioses, habrá menos cadáveres en las morgues.


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