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A praza do Ferro, Rosa Luxemburg Platz e o peirao de Barcelona. Voltar a escribir o día a día en billetes usados e esvaecerse un intre longo do escenario habitual. Xa vos contarei á volta, meus...

No dirás falso testimonio ni mentirás

La profesión periodística es una amante esquiva. Pagan mal, los horarios son incompatibles con cualquier asomo de vida social y todos te tratan como a un perro tiñoso. Los directivos recortan gastos, tus jefes imponen su línea editorial, la gente se cambia de acera para evitar tu micrófono, te llaman vendido y chivato y, al final, siempre cambian a otro canal. Sólo los buitres de la prensa rosa y los tertulianos fascistoides te consideran un compañero de gremio. Y aún así, sacar información verídica y contrastada cada mañana a la calle es un lujo arriesgado que compensa cuando uno está peleando por su vocación. 


No es así para todos. Hace poco, una excompañera de profesión, hoy incorporada al sector público por la vía monárquica, aseguró que no echa de menos trabajar en los medios de comunicación. Su juventud de reportera del Grupo Prisa en México y los años compartiendo telediario con el infame Alfredo Urdaci no dejaron huella. Ahora que ella ha acabado ejerciendo de futura reina y su exjefe de portavoz del Pocero, no tiene rubor en confesar que aquella pose profesional de busto parlante no era más que eso, un simple disfraz para ser conocida. Y vaya que si lo ha conseguido.


La última revelación sobre la profesión periodística nos llega de la mano del Sumo Pontífice de la Cristiandad, el exagente de las SS Benedicto XVI. Pese a que su iglesia lleva dos mil años jugando al timo de "sé bueno, dame tu dinero e irás al cielo", el papa de Roma cree que puede dar lecciones a la prensa. Acuciado por la revelación de cientos de miles de casos de pederastia a manos de sus sacerdotes, ha decidido pecar contra el octavo mandamiento para tapar el sexto y ha acusado a los medios de comunicación de mentir y sobredimensionar los casos de abusos sexuales a menores. Tanto da que las violaciones de niños afecten a casi todos los colegios religiosos de Bélgica o Irlanda, la culpa es de esos gacetilleros que agitan a las multitudes y que pueden acabar por cerrarles el negocio. Tanto da, todo quedará impune, como pasa siempre con los clérigos. Eso sí, su superioridad moral vive horas bajas, con uno de sus ministros protestantes llamando al odio religioso y miles de personas contestándole al otro lado del mundo. Ya han muerto 15 civiles en Cachemira por el affaire del Corán y pronto serán más. ¿Recuerdan el siglo XV? ¿La Inquisición, las quemas de brujas, los pogroms y la expulsión de judíos y moriscos? El siglo XXI ya ha visto morir más gente, por los mismos estúpidos motivos. Algo se pudre en Roma, y sale de las entrañas de la mismísima Curia.

Algo diferente


Un día, el que menos te lo esperes, te darás cuenta de todo lo que ya has recorrido. Aún hay tanto que hacer, y sin embargo, cada vez son más los recuerdos que merece la pena rescatar. Crece la sensación de dirigirse hacia algo concreto, algo deseado, y, de la misma manera, se hacen más importantes los pasos dados, sus escenarios, sus protagonistas y sus personajes secundarios. No me importa si suena tópico, es la única descripción honesta. He aprendido a valorar lo pequeño, a atesorar lo fugaz, a tirar de anecdotario, a correr riesgos sin calcular probabilidades y a no dar nada por sentado. Es mejor así. Hay victorias memorables, regates ajustados y pérdidas irreemplazables, pero ninguna derrota. Paso a paso, dibujando una trayectoria errática que narra la historia que quiero contar. Ya no moriré con la edad de Hendrix y me convencí de que puedo llegar a donde quiero. Sé que suena autosuficiente, pero no voy a negar que sí, mi vida me hace feliz. Trabajito que me cuesta, todo sea dicho de paso, pero las cicatrices y la compañía merecen la pena. Todo esto merece la pena. Doy gracias por ello y me sirve para apretar más fuerte y atreverme más allá. Sé que este no es mi discurso habitual, pero, de cuando en vez, tenéis que permitirme que me marque algo diferente. A fin de cuentas, hoy es mi día.

Políticos de toda la vida


La política es un terreno espinoso en el que, tras una fachada creíble, se esconden toda clase de zonas oscuras. Sobres que cambian de manos, dossieres que crean o destruyen carreras públicas, devaneos inconfesables y toda clase de canalladas glosan la hoja de servicios del más común de los representantes públicos. Parlamentarios, portavoces, coordinadores, concejales de urbanismo, senadores vitalicios y demás ralea nunca defraudan las peores expectativas. Carlos Fabra, Luis Roldán, la familia Baltar, El Bigotes o los artistas del "Caso Malaya" son sólo la punta de lanza local de un mal endémico que florece tanto en dictadura como en democracia, en climas cálidos y en la sobria Europa. De hecho, el principal adalid de la gran corrupción, Silvio Berlusconi, es un gran maestro capaz de tender puentes entre los diversos estilos del crimen político. Il Cavaliere, domador de velinas, azote de jueces y legislador interesado, une el sexismo, la prevaricación y el enriquecimiento ilícito en la referencia a seguir por parte de toda clase de plutócratas, reyezuelos, avispados, señores de la guerra y comisionistas de hoy en día.


No lejos del reino del absurdo sobre el que Berlusconi campa a sus anchas, en la anodina Bélgica, hogar de otros talentos de la alta política, reside nuestra última gran promesa del chanchulleo. Mientras el país lleva más de tres meses esperando a que valones y flamencos se pongan de acuerdo para formar el que probablemente sea el último gobierno antes de la secesión, la senadora neerlandesa Kim Geybels, ha visto nacer y morir su carrera en un breve verano. A sus veintiocho años, consiguió un escaño en los últimos comicios en gracias al auge del principal partido independentista y a lo electoralmente rentable de sus encantos. La prensa flamenca la convirtió en una especie de Sara Carbonero de la política y su falda consiguió que nadie hablase de la frágil situación política en la investidura parlamentaria.


Tras la resaca electoral, Kim decidió sacudirse de encima el cansancio que supone ser un señuelo llevándose a Bangkok a su novio, Bas Luyten, también cargo electo del NV-A de Bart de Wever. A la vuelta de esas vacaciones, su carrera política había muerto en plena introducción. Extorsionada por la mafia tailandesa, acusada de consumir cocaína, de tener relaciones extramatrimoniales con un alto cargo y de malversar fondos públicos, la joven Geybels ha tenido que abandonar su escaño, dimitir como presidenta del Departamento de Juventud y devolver el carnet de su partido. Todo un agosto movidito el de la senadora.



Nada nuevo bajo el sol. Sólo vieja política, esa en la que nadie confía porque, en el fondo, es lo que se espera de ella. Llámenme antidemocrático, pero sería mejor que se nos gobernase directamente desde la cárcel. No nos sorprendería tanto saber qué ocultan tras las sonrisas telegénicas y los discursos milimetrados de su asesor de imagen. Al menos así sabremos a qué atenernos.
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