История Кавказа - Historias del Caúcaso

El sábado pasado, un reportaje del canal privado Imedi Tv puso a más de 5 millones de georgianos en alerta. Las líneas telefónicas se colapsaron, cientos de personas salieron desconcertadas presenciar el caos en las calles de Tiflis y Tsjinvali y el ejército georgiano reforzó sus unidades en las fronteras con Rusia, Osetia y Abjasia. Una mujer, madre de un recluta en el servicio militar, murió presa del pánico y algunos más sufrieron infartos. Todo por un falso documental que narra una ficticia invasión rusa dieciocho meses después de la anterior, en un país sumido en una inconstante guerra civil contra todos y contra sí mismo. Los guionistas hicieron un buen trabajo, demasiado bueno. Nadie reparó en que al principio del documental se avisaba que todo era un mero juego audiovisual, ni que en las imágenes de  misiles cayendo sobre casas y edificios estaban fechadas en el verano de 2008. Según su narración, trasunto neorrealista de La guerra de los mundos de Orson Welles, la oposición promoscovita abre las puertas a la invasión generando el caos en las calles, desorden en el que es asesinado supuestamente el presidente georgiano, Mikhail Saakashvili, mientras los presentadores de Imedi intercalan imágenes de soldados heridos y anuncian que los combates ya están a 30 kilómetros de la capital.
Horas después, cuando la cadena ofrece explicaciones, estallan los reproches. Cientos de manifestantes reclaman respuestas a las puertas de la redacción de Imedi. Andrei Nesterenko, portavoz ruso de Exteriores, exige una explicación a gritos en una extraña rueda de prensa en la que se cachea a los periodistas de origen caucasiano. Por su parte, Saakashvili, no demasiado impresionado por su muerte ficticia, quita hierro al asunto asegurando que el falso documental revela una telerrealidad no demasiado improbable. En las regiones separatistas de Osetia y Abjasia, donde más ha cundido el pánico por haber sido el campo de batalla de las anteriores refriegas, se reclama una excusa convincente o una auténtica intervención militar. Todo por treinta minutos de reportaje chapucero en el lugar menos propicio del mundo. ¿Es tan distinto del alarmismo cotidiano de nuestras televisiones? Los reportajes constantes sobre inseguridad ciudadana aunque la criminalidad descienda en lo más crudo de la crisis, las noticias sensacionalistas sobre delicuencia e inmigración, las tertulias políticas extremistas y maniqueas, ¿no son acaso el mismo tipo de presión mediática? Está claro que especular sobre una guerra es un exceso, pero no es inteligente subestimar la difusión constante de crispación en pequeñas dosis que genera este conflicto a fuego lento que se nos sirve frío todos los días. Lo dicho, por la tele no echan más que mierdas.

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