Instrucciones para una mañana peripatética


En primer lugar, lo más complicado: no trabajes una jornada normal. No te levantes hasta pasado mediodía ni cultives horarios regulares. Aprende a evitar la mueca de oficinista vacío. No uses paraguas. No cojas el metro al salir del trabajo, una hora después del amanecer. Simplemente, levántate y anda. No vuelvas directamente a casa. No escojas las calles salvo que haya algo que merezca la pena seguir. No dobles todas las esquinas con los ojos abiertos. No busques cobijo de la lluvia ni enjugues las gotas que caigan frente abajo. Sorbe las que resbalan por la mejilla con el quicio de una media sonrisa. No gastes más tiempo en tomar decisiones trascendentales que el que tardes en cruzar un paso de cebra. No mientas. No transites lugares comunes. No continúes andando si lo que te apetece es detenerte a mirar al cielo. No esquives los charcos. No dudes en sonreír a las chicas de mirada avergonzada, caladas por el aguacero. No aceleres para adelantar a los ancianos ociosos. No tengas prisa por llegar ni apresures el paso en los cruces. No te avergüences de tus ojeras. No respondas a conversaciones de relleno. No escondas la cara porque no tengas un ceño fruncido que la proteja. Silba si te apetece. Ve a dónde te apetece. ¿Lo ves? Ya has llegado.

The Doors - Crystal Ship


 

A entrada número trescentos

Cando amanece chovendo, un intre antes de clarear e un chisco despois de espantalas tebras, Madrid é azul. Mais ninguén semella decatarse, acostumados coma están os chairegos da Meseta á cor chumbiza das cidades sen historia. Tampouco a cámara compacta do meu móvel é quen de lle facer xustiza ó aceno de cor que só iste galego errante semella desfrutar. Será entón o meu espectáculo privado.



Por certo, esta é a entrada número trescentos diste blog, despois de case cinco anos escribindo e moita goma queimada nos zapatos. Non é nin mellor nin peor que calquera das outras, mais a iste humilde narrador dalle un pulo novo, unha bágoa vella e un motivo para sentirse ben. Serei inocente...

Diez años

Acaba 2009 y, con él, sin que nos demos apenas cuenta, termina también la primera década del tercer milenio. Llega la hora de recapitular y los medios añaden a su rutinario repaso del año que termina la no menos mecánica revisión de los otros nueve que le preceden. Y, cómo no, se empeñan, nos empeñamos, en contar la historia al revés. La revista Época tilda a este decenio de desastroso y no faltará quién le dé la razón. 11-S, 11-M, 7-J, Kabul, Bagdad, Bombay, el teatro Dubrovka, las playas de Banda-Aceh y mil y un desgracias pueden reforzar su argumento, con la crisis económica como broche, corolario y moraleja de toda una década.
Muerta y enterrada la resaca buenista del fin del milenio, aparecen por doquier legiones de predicadores de un apocalipsis a fuego lento. Agitadores del pesimismo, mercachifles de una derrota cotidiana que frunce con más fuerza aún los ceños del público. Para los apóstoles del "todo va mal", la realidad no es más que un libreto empeñado en respaldarles. Terrorismo, incapacidad gubernamental, crisis de valores, abortos, laicismo y cainismo posmoderno. ¿Tan cuesta abajo va el mundo? Y aún más importante. ¿Qué soluciones nos proponen los crispados mesias del desencanto? Podría ser que, al menos en el estado español y en EEUU, les duela todavía el poder perdido con el ansia carnívora del que se duele de un brazo amputado. No veo otra explicación a su constante apología de los cuatro jinetes del Apocalípsis. ¿Qué aporta, que resuelve? ¿Qué ganan cargándonos los hombros de desesperanza? ¿Es que también venden ansiolíticos?
Punto y aparte. Hace diez años, aún vivía en Ourense, aún era, a falta de meses, menor de edad y no tenía ni idea de que era un yonki de la radio. Aún tenía a mi abuelo y creía en ideas hoy envenenadas de cinismo. Visto de manera egoísta, le debo mucho a estos diez años. Muchos cambios, alegrías, cicatrices, batallitas, kilómetros, besos, oportunidades y descubrimientos. Diez años que dan forma a los diecisiete anteriores y han modelado a este ser imperfecto que hoy os lo cuenta desde un autobús que atraviesa por enésima vez la Meseta. Viví para contarlo y, mientras pueda, lo seguiré haciendo. Ahora que agoniza 2009, brindo por otros diez años. Una década más para seguir persiguiéndolo. Una década más para seguir refutando a brazo partido su corrosivo pesimismo. De hoxe en dez anos, meus...

El discreto encanto de los alahuitas

Termina 2009 y todos y cada uno nos retratamos en nuestros quehaceres, mal que nos pese. Hojeando la prensa general, es fácil encontrar imprecaciones contra las nevadas generalizadas y deprecaciones contra la tan traída y llevada crisis o el más que esperado fracaso de la cumbre del cambio climático de Copenhague. Puro costumbrismo. Cualquier otro tipo de prensa está marginada o proscrita. Pregúnten sino a los compañeros de Egunkaria, que lleva casi cinco años esperando que demuestren su presunto servilismo con ETA. Mientras tanto, información precocinada o silencio. Y aún hay quien niega la teoría de la agenda setting.
Uno de los que sigue empeñado en romper el tedioso ciclo informativo es el inexplicable Hugo Chávez, militar reconvertido en vanguardia de una revolución de arriba hacia abajo que nadie termina de creerse del todo. Puede que 2010 nos sorprenda con una guerra entre Venezuela y el narcoestado colombiano, punta de lanza estadounidense y puntita de perico del mundo entero. Nadie parece desear el conflicto, pero todos escogen, por si acaso, a su púgil. El estado español, cómo no, arrima el ascua a la sardina de Obama mientras vende a Caracas armas de destrucción masiva -sí, este país las fabrica y nadie ha planteado todavía tomar Madrid a la preventiva.
Gran política exterior la española. Sus gobiernos, de cualquier pelaje y color, son expertos en dar una imagen cazurra e inepta del estado. Todos sus cancilleres cumplen una cierta agenda prefijada, como un baile de salón en el que a alguien le toca quedarse con el culo al aire y sólo los súbditos de Juanca se presentan voluntarios. Punto primero, dar coba a Marruecos. De Reino a Reino, pareciera que es el alahuí el que tiene la sartén por el mango en el juego bilateral. Impone el acceso a los caladeros de pesca, explota en las costas del Sahara los que corresponden a los pescadores andaluces y reclama a voz en grito en cuanto puede la "marroquinidad" de Ceuta, Melilla, Canarias, Andalucía y lo que surja. Y nadie, ni a derechas ni a izquierdas, se atreve a levantar la voz. Es más, acaban de pactar comprar sus tomates a mejor precio que los peninsulares. Ironías del libre mercado que los muertos de hambre nunca llegamos a entender.

¿Y si tal cosa partiera de los vecinos británicos de Gibraltar o de cualquier estado bolivariano? Ardería Troya. ¿Qué clase de influencia o baraka funesta protege a Marruecos? Si alguien lo sabe, se lo guarda para sí. No hay explicación al extremo servilismo del PSOE, impropio de un partido supuestamente socialdemócrata hacia una narcomonarquía absoluta. Qué eterna decepción la de su supuesta querencia por el progreso. Para los del capullo en el puño, ponerse una kefiyeh palestina y dar coba a los saharahuis es perfectamente compatible con vender armas al mismo gobierno que robó su tierra. Tanto da que la ONU considere 34 años después el Sahara Occidental como territorio español, ninguno quiere recordarlo. Y para rematar la faena, su rama catalana se echa atrás ante la presión taurina y retira su apoyo a la prohibición de las corridas de toros en Cataluña. Mientras, su sucursal vasca agacha la cabeza ante el mitin navideño del monarca y convive en centralista armonía con el españolismo pepero. ¿Dónde está el nirvana guay solidario que pregonan los progresistas? Lo dicho, una panda de achantados posibilistas vendedores de humo.
Al otro lado, en la salvaje oposición, conviven la tentación ultraliberal con la pulsión autócrata. Es decir, los fachas con traje, corbata y chequera frente a los ultramontanos de polo de marca sobre camisa azul. Tampoco ellos, desde su supuesta superioridad aria/católica/de bien, son capaces de levantarle la voz al bueno de Mohamed VI. Si acaso, mandarán un grupito de infantes de marina a achantar con vientos de Levante a las cabras de Perejil, pero de defender los caladeros o los derechos humanos, ni hablamos. La quina, como de costumbre, es para los laicos y los separatistas. Para la derecha, más allá del servilismo al amo de turno en la escena internacional, todo lo demás se resume en el viejo Non Plus Ultra.

¿A quién beneficia este silencio promarroquí? ¿Qué hilos maneja el despotismo alahuí para mantener su escudo diplomático hispano-francés? La prensa, supuesto cuarto poder, vive demasiado entretenida en guerritas menores y fusiones de alto calibre. E impera, salvo excepciones honrosas pero testimoniales, un indigno silencio cómplice. Algunos cantarán victoria por el regreso de la heroica Aminatu Haidar a El Aaiun. Se olvidan que su ansiado retorno al Sahara no cambiará un ápice la opresión y las palizas cotidianas de un gobierno represivo y desconfiado como el de Rabat. ¿Por qué nadie pide para ellos la misma justicia que se reclamó para los torturadores baathistas en Irak, los talibán afganos y, más recientemente, los exaltados fundamentalistas chiíes de Irán? Quizás, visto el efecto "democratizador" -de la barbarie- de los ejercitos occidentales en Bagdad y Kabul, sea mejor no desear esa clase de libertad para los marroquíes. La sangrante verdad es que hay dictaduras buenas, como China, Marruecos, Israel, Turquía, Rusia, Pakistán u Honduras, y dictaduras malas, que son todas aquellas que no han sido elegidas en los despachos de nuestras intachables democracias.


Huellas

Nieva igual que hace un año. Igual, pero menos, como muchas otras cosas. El mismo paseo, la misma banda sonora, el mismo ceño fruncido que ata en corto la caja de las tormentas. El frío toma al asalto este saco de huesos, esta vez puede que para quedarse. De puertas adentro, se hacen notar las ausencias de quienes pusieron su empeño en no estar. Hojas arrancadas a propósito de un libro al que ahora le sobra monólogo y le faltan ciertas inercias reconfortantes. Pero no hay lugar al lamento ni excusas para mirar atrás. Sólo la sensación de dirigirse a alguna parte, sin opción de bajarse en marcha. Tanto esfuerzo en borrar huellas que ya no hay un rastro ni nadie que lo siga. Y todo indica que debe seguir siendo así.

Modus operandi


Collín fai tempo o pernicioso vicio de voltar sobre os meus pasos. O tempo avanza á fume de carozo e non sempre fico na liña temporal que máis me seduce. Vou polo vento, veño polo aire e gústame ir un paso por diante para poder dar rodeos se me peta. Ás veces, non atopo nada familiar nas pegadas que deixei atrás e, se me perdo no labirinto de camiños paralelos e notas á pe de páxina, esváese a noción do tempo e do espacio. É o sinxelo feitizo da espiral. Son propenso a percorridos erráticos e non negarei que me gusta. Non fago grandes preguntas nin agardo respostas trascendentes e cheguei á inexorable conclusión de que nada será nunca abondo. Non agora, non por ninguén. Só me vou fornecendo co que podo levar comigo e sigo adiante ata que atope un bó motivo para me deter.

Massive Attack - Karmacoma


 
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