Las cuentas pendientes de Turquía


La Unión Europea, según han afirmado sus veintisiete ministros de Exteriores, mantiene el compromiso de ampliación hacia los Balcanes y Turquía. A la ya prevista entrada croata el próximo año, se sumarán en un plazo sin determinar Albania, Serbia, Bosnia, Macedonia y Montenegro, además del ya citado país otomano. Con esta última ampliación, la UE sumaría 34 países en total y añadiría cien millones de habitantes nuevos, un 80 % de ellos turcos, a los quinientos millones actuales, Sin duda, este crecimiento de la Unión significaría un paso crucial, que convertiría a países como Irán, Iraq, Siria o Georgia en frontera comunitaria y asumiría la presencia tres estados de mayoría musulmana en la Eurocámara. Muchos señalan estos dos hechos como el origen de la controversia sobre la entrada de Turquía en la UE, ya que supone un desplante a los defensores de la religión única en Europa que tanto insistieron en reflejar la inspiración judeocristiana en las páginas del proyecto de constitución europea. Otros aludirían al enorme peso demográfico, económico y parlamentario que adquiriría Turquía dentro de Europa. Pero más allá de la intolerancia y el velado racismo que se esconde tras estas opiniones, el tema fundamental que nadie afronta es que Ankara acumula demasiadas cuentas pendientes con la democracia y los derechos humanos como para plantearse siquiera su asociación con Bruselas.


La república turca, fundada tras la I Guerra Mundial sobre las cenizas del Imperio Otomano, ha vivido épocas de gran convulsión política. Desde su fundación, el ejército ha mantenido estrictamemente los principios de laicidad y nacionalismo exacerbado, recurriendo a múltiples golpes de estado desde los sesenta "en nombre de la Carta Magna". Según dicha constitución, un millón y medio de armenios no fueron vilmente masacrados entre 1915 y 1918 a través de un enorme plan imperial de limpieza étnica y hay previstas multas y penas de cárcel para defender la falacia. El premio Nobel Orhan Pamuk, uno de los mejores literatos turcos, sufrió el peso del artículo 301 del código penal por "insultar la identidad turca", además de amenazas de muerte por atreverse a denunciarlo. Turquía, curada en parte del fundamentalismo y la inestabilidad de sus vecinos, se aferra a un nacionalismo ciego y acrítico que recuerda al de cualquier dictadura militar más que al pluralismo de opiniones que debe albergar una república parlamentaria. Semejante arrebato populista y patriotero es su única respuesta cada vez que alguien remueve el barro sobre el que se asienta la república de Kemal Ataturk e, invariablemente, encuentra cadáveres.


El Metz Yehern, como llaman los armenios a su holocausto, superó las cotas de sadismo étnico conocidas en la época y se cerró en falso, sentando un horrendo precedente de impunidad que más tarde aprovecharían los fascismos. Hombres, mujeres y niños, privados de alimento, obligados al exilio o asesinados en masa. La noche de los cristales rotos comenzó en Adana. El inhumano transporte en trenes de mercancías no se inventó en Auswitz, sino en Van, junto a la frontera iraquí, mientras muchos otros morían forzados a caminar a través del desierto de Siria. Junto a ellos, otras minorías étnicas como los asirios, los kurdos, los búlgaros o los griegos fueron arrasados por el exterminio otomano. El pueblo armenio sufrió el martirio de sus intelectuales, sus dirigentes y casi la mitad de sus compatriotas, además del expolio de la mayor parte su tierra. Hoy en día, el monte Ararat, símbolo nacional armenio visible desde Yereván y la mayor parte del país, se encuentra todavía bajo control otomano, sirviendo de oscuro memorial envenenado del primer genocidio organizado de la historia. El próximo 24 de abril se cumplirá el 94 aniversario de la barbarie, mientras Turquía sigue negándose a asumir la verdad y la frontera del río Aras acumula décadas cerrada.


La memoria -o la desvergonzada falta de ella- del genocidio de 1915 sigue viva en la actualidad turca, articulando un estricto código de silencio que impone por la ley y por la fuerza el negacionismo histórico a su pueblo. Caso análogo vive el pueblo kurdo, al que se le niega cualquier derecho que suponga tener que reconocer su existencia. Ni idioma, ni bandera ni sitio en la historiografía oficial turca. El terrorismo de estado contesta duramente cualquier intento de insurrección, alimentando la maquinaria del genocidio hasta la actualidad. Javier Corcuera, en su documental "La espalda del mundo", narra la historia de la primera diputada kurda en el parlamento de Ankara. Fue detenida en su discurso de investidura y encerrada varios años en la cárcel por el delito de adornarse el pelo con cintas rojas, amarillas y verdes, los colores nacionales del Kurdistán. Más silencio gubernamental y más tabúes sobre la mesa, que sólo sirven para perpetuar el odio entre su propio pueblo. En semejante situación, cualquier democracia palidece, mientras la libertad de expresión e información se vuelven imposibles.


Además de sus conflictos internos, la política exterior turca también supone un escollo para su admisión entre los Veintisiete. Su ultranacionalismo maniqueo les ha procurado demasiados enemigos. No sólo carece de relaciones bilaterales con Chipre, sino que mantiene parte de la isla ocupada desde 1974. La República Turca del Norte de Chipre, un estado títere auspiciado por Ankara, vive cada día de espaldas a Europa, separada por una verja que atraviesa el país de Este a Oeste. Por otro lado, no se puede olvidar el rencor secular hacia Rusia, socio vital de la Unión y competidor directo en el negocio del gas. Rusia recela de la influencia creciente de Turquía sobre las repúblicas exsoviéticas de Asia Central, con las que comparte vínculos étnicos e históricos. El Gran Turquestán a ambas orillas del mar Caspio, desde Estambul a Samarcanda pasando por Bakú, ha cobrado fuerza al tiempo que se debilita la influencia rusa, poniendo en cuestión sus intereses energéticos y la estabilidad de la región.


Con todas estas cuentas pendientes sobre la mesa, cabe preguntarse por qué se insiste todavía en la importancia de incluir a Turquía en la Unión Europea. Tras el espíritu altruísta de la expansión de la UE se esconden intereses incofesables. El primero, el acceso a recursos energéticos, como el Proyecto Nabucco diseñado por los turcos, que pretende introducir gas de Azerbaiján en Europa a través del Bósforo. Esto supondría cierta independencia comunitaria del suministro de procedencia rusa, que, como se demostró el pasado invierno con la crisis en Ucrania, no resulta demasiado fiable. Al interés económico se sumaría el importante papel mediador como país musulmán laico, pese a sus dirigentes islamistas, y el hecho de recompensar de algún modo la fidelidad turca a Occidente desde la Guerra Fría, como demuestra la presión de Washington para forzar la candidatura otomana. Como sucede con Israel, transigir el autoritarismo y la violencia étnica supone pingües beneficios. Aunque haya que taparse la nariz para no ver la falta de libertades civiles, la corrupción y la larga mano del ejército. Aunque haya que olvidar varios millones de mártires turcos, armenios, kurdos, chipriotas, griegos y asirios. La Unión Europea, aunque no suela demostrarlo, nació para extender y preservar la democracia y la libertad en el continente. Acercarla a Asia sin antes pedir al menos que se respeten los derechos humanos es renunciar a demasiado. Europa no puede asumir en su seno a un país en el que la justicia es asimétrica y el gobierno niega la democracia. Turquía no será Europa si no asume su historia y, hasta entonces, seguirá purgando sus crímenes en tierra de nadie.




system of a down - holy mountains


3 divagando:

dtordable disse...

He de confesar que me ha gustado mucho el artículo. Estoy totalmente en contra de la entrada de turquía en la Unión y a pesar de que sería un socio con gran peso demográfico y económico, no podemos olvidar todos los motivos por los que no debe entrar, como has citado. Además su entrada restaría peso específico a España pusto que nos desbancaría como quinto país con mayor representación en el Parlamento Europeo. Pasaría a ser el primero, y no olvidemos que su población crece a un ritmo mucho mayor que el del resto dela unión.

dtordable disse...

Ah y gran tema el de System of a Down, que sirve para dar voz a los armenios, de los cuales descienden los miembros del grupo.

Anónimo disse...

Hola!

Hemos observado que has publicado un artículo sobre la ampliación y nos gustaría animarte a enviarlo (o quizás otro) al Premio Europeo para Jóvenes Periodistas 2009. Es tan sencillo como adjuntar tu artículo o pieza de radio en el siguiente link: http://www.eujournalist-award.eu/index.php?id=115
Abajo puedes encontrar más información sobre el premio:
Tras el éxito conseguido el año pasado, la Comisión Europea ofrece de nuevo la oportunidad de demostrar su talento a los periodistas más jóvenes. El premio de 2009 está enfocado tanto a artículos impresos o escritos online, como a periodistas de radio.
El concurso se desarrollará desde el 1 de febrero al 31 de mayo de 2009. El tema de las propuestas para ambas categorías deberá hacer referencia a la ampliación de la UE y/o a la visión del futuro europeo. La edad de los participantes debe estar comprendida entre los 17 y los 35 años, y deberán pertenecer a un estado miembro de la UE, un país candidato o candidato potencial (Balcanes occidentales y Turquía).
Durante el proceso de evaluación de las propuestas, los miembros del jurado valorarán el estilo periodístico en todos los artículos y emisiones de radio. Los participantes pueden inscribirse a través del sitio Web: www.EUjournalist-award.eu. Aquí se puede encontrar información acerca de la política de ampliación de la UE, consejos interesantes para el desarrollo de una carrera periodística, así como un blog interactivo.
Los artículos y espacios de radio ganadores se publicarán en el sitio Web del concurso; los trabajos aparecerán también en un folleto. Los 35 ganadores nacionales del Premio Europeo para Jóvenes Periodistas 2009 serán invitados a finales de agosto/principios a una visita cultural a Berlín, que este año celebra el 20 aniversario de la caída del Muro de Berlín. Los ganadores tendrán la oportunidad de conocer a representantes de la UE, políticos, embajadores y periodistas profesionales.
Sería estupendo que enviaras una de tus piezas, así como que promocionaras este concurso entre tus conocidos.
Muchas gracias por leer este email y no dudes en contactarnos para cualquier información que necesites.
Un saludo,

Arántzazu
a.sanchez-belastegui@media-consulta.com

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