No ha pasado tanto tiempo. Las líneas están más difusas, las cadenas son más suaves, la indiferencia aletarga las conciencias, pero seguimos aquí y allí, separados para siempre, enfrentados hasta el final. Tras el despotismo de su maquinaria "democrática", funcionaria y policial, se esconde la dominación arcana del poderoso, defensor de su expolio con las armas del mercenario y el torturador. Nos cruzamos en las calles y podemos distinguirnos en seguida, en sus miradas altivas, en nuestros puños cerrados.

Alguien me habló esta semana de fascismo dulce; cada día lo veo con más nitidez, cada día somos menos dueños de nuestra indignación y dormimos el sueño atormentado del prisionero que no sabe que lo es. Mira sus cámaras, sus porras, el perro con bozal de los seguratas del metro, los mismos que apalearon gratuitamente a aquellos dos colegas míos. Su seguridad se basa en el miedo, miedo desde sus noticiarios al extranjero, al pobre, al conflicto a gran escala; miedo en las calles a sus carceleros de la libertad, del vigilante al que nadie vigila. Su violencia se hace más visual, nuestra rabia se vuelve difusa, distorsionada por sus voceros y negada por los dueños de la historia. Es la lucha de siempre, la lucha que nos advirtieron que nunca acabará.
Han conseguido una gran victoria, convenciéndonos de la derrota, de la obsolescencia de los principios de igualdad y dignidad, arrojados al papel de mudos espectadores impotentes como Winston, el personaje de Orwell, obligado por la tortura a afirmar que dos más dos son cinco. Hoy cada vez menos se puede permanecer indiferente a su nuevo despotismo de apariencia limpia y bellos principios vacíos, la dictadura que nos deja elegir entre dos reflejos estériles que se turnan la mentira llamada pluralismo. No me considero demócrata, no si sólo puedo serlo una vez cada cuatro años, no si en ese mismo término caben los que añoran la Plaza de Oriente, los terroristas de la cal viva y los revolucionarios de ida y vuelta. Y si no lo digo reviento.
Para concluir, una recomendación musical: Banda Bassotti, i figli della stessa rabbia:
Stalingrado
Fame e macerie sotto i mortai
Come l'acciaio resiste la citta'
Strade di Stalingrado, di sangue siete lastricate;
ride una donna di granito su mille barricate.
Sulla sua strada gelata la croce uncinata lo sa
D'ora in poi trovera' Stalingrado in ogni citta'.
L'orchestra fa ballare gli ufficiali nei caffe',
l'inverno mette il gelo nelle ossa,
ma dentro le prigioni l'aria brucia come se
cantasse il coro dell'Armata Rossa.
La radio al buio e sette operai,
sette bicchieri che brindano a Lenin
e Stalingrado arriva nella cascina e nel fienile,
vola un berretto, un uomo ride e prepara il suo fucile.
Sulla sua strada gelata la croce uncinata lo sa
D'ora in poi trovera' Stalingrado in ogni citta'
Señoras y Señores: ¿Recuerdan la mítica sección Aforismos del Metralla? Bueno, pues en este nuevo año, el susodicho Metralla vuelve con su artillería más cargada:

¡Nena, a mi no me gusta ser tu chacha, a mi me gusta ser tu chico latino!

As paredes non calarán

Galiza, sitio distinto. No contexto da chamada "Operación Castiñeira", once militantes do movimento xuvenil galego Assembleia da Mocidade Independentista foron detidos e postos á disposición xudicial baixo o delicto de "asociación ilícita". Dita organizazón nacionalista nunca ten apoiado, asistido, organizado ou amparado ningunha actividade ilegal, salvo que se considere delictiva a disensión política e social. Istas once detencións de membros sinalados da AMI ten coma único obxectivo a represión e a criminalización do movimento xuvenil galego, detidos na rúa, no traballo, vendo rexistrados os seus fogares, confiscados os seus papeís e discos duros (os do traballo tamén), revisadas as súas amizades e postas en tela de xuízo as súas crenzas políticas. Coñezo a algúns dos detidos, abondo como para saber que non son tan diferentes de calquera de nós.

Iste non é o primeiro golpe do aparato politíco policial contra un movimento sinalado pero imparávelmente crecente na Galiza. As forzas de seguridade do estado estánse a empregar a fundo para tensar o máximo a situazón. Ista mesma semana, os asistentes a unha charla sobre a situación do movimento nacionalista trala vaga represiva foron ameazados pola policía compostelana con seren detidos por "resistencia á autoridade". Dende o pasado mes de agosto, Giana Rodrígues e Uxío Caamanho permanecen nas prisións de Brieva e Navalcarnero, respeitivamente, a espera de seren xulgados pola súa presunta participación no incendio dun caixeiro automático. Mentres, as organizacións xuvenís AGIR e BRIGA son amezadas coa ilegalizazón. En setembro de 2004 o militante Diego Vinha morre en Arteixo, durante a súa estadía nas dependencias da Garda Civil. O silencio guvenamental e meiático continúa (Arteixo non é Roquetas). Por outra banda, Francisco Vázquez, alcalde "socialista" da Coruña, emprega 15.580 euros mensais do peto do concello para protexer a bandeira española, sita no paseio do Orzán, con efectivos policiais as vintecatro horas do día. ¿De quén? ¿Contra quén?

A situación é crítica mentres os meios de comunicazón calan. Compre, máis ca nunca, reflexionar sobre a caste de democracia que somos, permitindo todo aquelo polo que se luitou fai só trinta anos. Recordemos as verbas de Bertolt Brecht: "Primeiro viñeron a prender os comunistas, pero eu non falei porque non era comunista...". ¿Virán algún día a por nós?

Recogiendo guantes y pedazos de Navidad

El comienzo de año me sorprendió, como siempre, ebrio, rodeado de viejos amigos, desconectado, ajeno y lejano a mis paisajes habituales. Otro espejismo más de corto recorrido. Poco después, el camino de vuelta a Madrid (con escapada previa al nirvana), con los exámenes pisándome los talones y la incertidumbre de pasar parte de la Navidad en solitario. Rebuscando en vuestras bitácoras he encontrado una actividad insospechada y un desafío. No tenía pensado afrontarlo, pero la madrugada y el humo me han envalentonado a improvisar una versión libre del relato sobre el destino propuesto por Agúndez. Espero que os guste o que, por lo menos, no desluzca el nivel alcanzado por el resto de versiones. Ahora es tarde y mañana los Reyes de Oriente me traen unos apuntes fresquitos de Doctrina Social de la Iglesia. Ya me contareis.

Juan sube al avión por el pasillo enmoquetado del brazo mecánico. Traje a medida, zapatos lustrados, maletín de cuero y manos callosas de quien no nació para ser servido. Mirada inquisitiva y desconfiada, producto del medrar desde lo más bajo, con la única idea no seguir la tradición familiar de amasar miseria encadenado a una tierra ingrata. Anillos de oro y gemelos con sus iniciales esconden el pelo de la dehesa del venido a más. Media sonrisa desafiante, cabellos untados en brillantina espesa, vientre inflado de exceso que no recuerda lo que es la penuria. Cuarenta años atrás, con una maleta de cartón y un billete para ultramar, juró morir antes de volver a la tierra yerma de sus padres. Ahora, un subalterno cetrino descarga su equipaje del Mercedes blanco para acarrearlo al mostrador de fracturación.

Arriba, encaramado sobre las nubes, Juan sabe qué está sobrevolando. Se lo están diciendo a gritos sus entrañas. A miles de pies bajo su orondo trasero, su hogar sin morriña se extiende como una tela vieja cosida de retazos. Una turbulencia, traga saliva. A la tercera, mareos y remolino de azafatas en los pasillos. El piloto murmura leves excusas en una confusa lengua germánica mientras caen las máscaras de oxígeno. Las nubes quedan atrás y el suelo se hace grande en los ojos de buey del pájaro herido. Juan suda agua amarga que juega a suspenderse en el vacío desde su bigotillo. Vuelo en picado, gritos de histeria de los que se encomiendan a un dios duro de oído. Segundos antes de la colisión, vuelve a su mente el olor del establo, el sol de la vendimia, la voz de su padre. Todo su viaje hacia arriba se le revela como un sueño vano, un esfuerzo sin sentido de tortuga patas arriba, el camino de ida y vuelta de un escupitajo proyectado al aire. Demasiado tarde para mirar atrás. Las tradiciones familiares, antes o después, terminan por hacer valer su lógica inexorable. Entre el amasijo de hierros calcinados, los restos del indiano se funden con el barro que un día maldijo. Llámenlo justicia poética.

top