desorientado


Etapa de cambios. Me estoy haciendo viejo y todavía no sé a dónde quiero ir. He renunciado mucho para ahora convertirme en esto, un proyecto a medio camino de sabe dios qué. Poco a poco me han quitando toda esperanza, hasta que conseguir que no crea en nada, cínico espectador de este fin del mundo a fuego lento. No existe la solidaridad, estamos tan hastiados de todo, creyendo haber visto lo suficiente que nos la suda la sociedad y los problemas del otro. Ya no hay pueblo por el que luchar, la clase obrera retoza con crónicas marcianas y la boda del Príncipito. Merecen ser el ganado amaestrado que son, merecemos serlo todos. Nuestros pastores son sólo un grupo de cincuentones avaros que nos convencieron de que renunciáramos a vivir y trabajáramos para ellos a cambio de un mendrugo de pan y la falsa paz de los cementerios. Apenas puedo decir que me considero demócrata, plural, comprometido, porque ya no creo en el hombre, no confío en el prójimo que me pide la otra mejilla. Ya no somos nada, ni tan siquiera jóvenes, ni siquiera inocentes, sólo niños pijos que piensan como punkis y viven contruyendo a su alrededor la mentira que les acompañe a la plácida y reaccionaria vejez. No existe la patria, porque huí de ella como todos los demás, tapiando los ojos que miraban atrás y cortando la lengua que mis abuelos defendieron del olvido para poder regalármela al nacer.No existe la verdad, porque todos estamos ciegos, mirándonos a un espejo borroso en el que somos tolerantes, abiertos y sinceros. Acércate a cualquiera a pedirle 5 céntimos en el metro, mira su cara de susto mientras huye a su casa con rejas. Nadie se fía de nadie, aunque en apariencia somos una democracia y somos modernos y reciclamos y amamos a los gitanos y a los negritos, pero en realidad es que preferimos no pensarlo, idiotizados porque nadie quiere ver más allá de la estúpida evasión de un mundo que decidieron dejar de mirar hace tiempo.Muerto por dentro, domado, metido en los raíles de la vida prefabricada que nos van haciendo a medida que crecemos, no vaya a ser que nos dé por descarrilar. Vivimos el siglo más avanzado y el más idiota, podemos acceder a todo, conocerlo todo, pero jamás lo hacemos por completo, demasiado defraudados por una realidad que no es la que nos vendieron. Preferimos mirar a otra parte, sintiéndonos mejor sólo con criticar, opinar, cambiando el mundo en el café de después de comer. No sé si quiero algo más que el simple hecho de tener mis comodidades cubiertas y vivir tranquilo. Seguir la espiral descendente. Traza una línea: naces, no tienes ni quieres nada; creces y contigo tus necesidades, tus padres pagan las facturas; sigues creciendo y quieres más, quieres divertirte, hacer tu vida, ser lo que crees que quieres y cometer tus propios errores; entonces buscas curro, agachas la cabeza y pasas por el aro y ahí empiezan la jodienda en la que tú nunca ganas, así hasta que te jubilas y te das cuenta de que te han robado tus sueños y se han alimentado de ellos para mantenerte quieto y bajo control y solo te queda morirte, sabiendo que tú también eres parte del problema, también somos nosotros los que sostenemos el sistema que se alimenta de nuestro silencio cómplice. ¿Quién vigila al vigilante? Tú mismo eres el vigilante.

1 divagando:

El chico desenfocado disse...

Me gusta ayudar a un ciego en el metro cuando camina solo, a oscuras, por la esquinita del andén, avasallado por hordas de gente que pisan tan fuerte que no se darían cuenta de que en su suela hay pegada una persona. La gente me mira desconfiada, como si ayudar a alguien fuese un capricho, un priviliegio que tiene esa persona que recibe una parte de mi alma. Reconozco esa mirada suya: incomprensión, sorpresa, desconfianza. Es el momento en el que me convertiría en Dios, y abofetearía a cada uno de ellos, a ver si espabilan. Puede que sea yo el guardián entre el centeno.

top